UN FANTASMA EN LA OFICINA
Publicado en
agosto 17, 2017
Créase en ellos o no, desde hace siglos los relatos de fantasmas han producido estremecimiento, escalofrío, fascinación... Hoy hablaremos de un fantasma que, lejos de rondar por los oscuros rincones de una vieja casona, gustaba de andar por los pasillos de un moderno edificio de oficinas. Lo vieron y oyeron varias personas normales que nunca imaginaron fuera a pasarles algo sobrenatural. Sea que en verdad haya ocurrido o haya sido sólo imaginado, el caso es que dejó en ellos una huella verdadera, terriblemente verdadera.
Por Claire Safran.
DICK RAMÓN levantó la vista de los papeles que cubrían su escritorio y aguzó el oído. Había escuchado de nuevo unos pasos lentos frente a su oficina, el abrirse de una puerta en el corredor y, luego, el crujir de una silla, como si alguien acabara de sentarse.
Deseoso de terminar cierto informe, Nick había vuelto a quedarse a trabajar hasta muy tarde. Una hora antes, todos los demás se habían ido de las oficinas de la Community Development Corporation (CDC), dependencia de servicio social de Brownsville, Texas. ¿Habría regresado alguien?
Avanzó por el corredor y miró, uno por uno, en los diez despachos; pero estaban vacíos... como las otras veces que oyera ruidos. Las puertas del frente y de atrás estaban cerradas, y al pie del edificio sólo quedaba estacionado su coche. Has trabajado demasiado, se reprochó.
Nick es director ejecutivo de la CDC, hombre bien educado y juicioso, habituado a afrontar los hechos y las cifras de la construcción de viviendas de bajo costo. Sabía que en los edificios —por nuevos que fueran, como en este caso— se oyen crujidos (especie de suspiros) provocados por el viento; y que las paredes parecen quejarse al dilatarse y contraerse con los cambios de temperatura. Aquello, sin lugar a dudas, tenía una explicación.
Pocos meses después, en octubre de 1981, Nick organizó un festival de beneficencia en un parque de la ciudad y, una vez concluido, él, su esposa Karen y otras cuatro personas retornaron a la oficina para contar los ingresos y devolver los objetos tomados para el festival. A eso de la medianoche, mientras trabajaban en torno de la mesa de conferencias, Nick sintió de buenas a primeras una presencia, como si alguien estuviera acercándose al recinto. Recordó haber cerrado la puerta principal, pero allí, en el umbral mismo, vio una vaporosa aparición de color gris negruzco. "Medía más de 1.80 metros", relata. "Logré distinguir el fino óvalo de su cabeza y la configuración de sus hombros. Hacia abajo era recto. Si tenía brazos o piernas, no pude apreciarlo".
Nick parpadeó, pero el espectro seguía allí. De reojo vio entonces el rostro atónito de su compañero Rubén Quintanilla y le preguntó: "¿Viste eso?" Rubén asintió. Cuando volvieron a mirar hacia la puerta, el fantasma ya no estaba. En vano lo buscaron todos en los despachos.
Al día siguiente, Nick pidió a un compañero que se colocara bajo el dintel de la puerta, primero en una posición y después en otra; sin embargo, no pudo reproducir el espectro pese a que, por carecer de ventanas, las oficinas tienen la misma iluminación de día que de noche.
Al otro día reunió al personal y en tono serio les preguntó:
—¿Alguno de ustedes ha notado algo raro en el edificio?
Rápidamente se levantaron unas seis manos. Durante tres horas se habló de ruidos, de un frío extraño en un despacho de atrás, de un olor a humedad fétida: "Como azufre", concretó uno. "Como el de un cadáver", añadió otro. La secretaria de Nick, Estela von Hatten, había sentido a alguien detrás de ella, mas al volverse no había visto nada. Yolanda García refirió que, estando ella en el sanitario, las paredes parecieron moverse, y de pronto un rollo de papel higiénico rodeó, volando, la esquina de un mueble y chocó contra ella.
FOLCLOR LOCAL
Brownsville se encuentra en la frontera de dos culturas, la norteamericana y la mexicana, y muchos de sus ciudadanos aceptan la idea de estar viviendo en el límite de dos mundos: este... y el otro. Es frecuente entre ellos transmitirse consejas de espíritus inquietos y decir, cuando oyen ruidos extraños, que la casa tiene "dificultades".
Ninguno de los empleados de la CDC había vivido experiencias de esta índole antes que la empresa se mudara al susodicho edificio, es decir, antes de junio de 1978. Sin embargo, la mitad de ellos estaba viendo y oyendo cosas extrañas que la otra mitad no notaba. ¿Eran acaso más sensibles? No se atrevían a tocar el asunto. En privado, dos o tres secretarias se habían hecho confidencias, tranquilizándose unas a otras con la idea de que quizá sólo se trataba de algún espíritu travieso. Ahora ya no estaban tan seguras. Nick había hablado de un fantasma "negruzco" y ese color, en el folclor fantasmal, pertenece a los espíritus malignos.
En cuanto los empleados empezaron a hablar abiertamente del espectro, la actividad de este se intensificó. En una ocasión, Yolanda sintió que el respaldo de su silla se sacudía. "¡Bertha, ven!", gritó, presa del pánico. Y cuando Bertha Campos puso las manos en la silla, también sintió la vibración. De buenas a primeras el mueble empezó a moverse, y las dos chicas pusieron pies en polvorosa.
Como el sanitario de las mujeres se hallaba contiguo a la "oficina fría", las empleadas empezaron a ir allí por parejas, nunca solas. El personal jamás había protestado por trabajar tiempo extraordinario; ahora nadie quería quedarse solo en la oficina.
A fines de 1981, el padre Tim Ellerbrock fue a bendecir el edificio. "Roguemos por las almas en pena que anden sueltas por el mundo", dijo. Luego pasó por todos los recintos bendiciéndolos y rociándolos con agua bendita. Al llegar al sanitario de las damas, retrocedió. ¿Sería por simple pudor? ¿O acaso también él notó algo? Después comentaría: "Percibí una presencia triste, de alguien que no se hallaba en paz".
La visita del padre Tim trajo calma durante unas semanas; mas una tarde de comienzos de 1982, mientras el personal saboreaba una carne asada en el estacionamiento de atrás, la esposa de Rubén, Dalia, miró por casualidad hacia el edificio. "¡Mira!", cuchicheó a su marido.
Dalia aseguró haber visto una bruma, algo que trataba de tomar forma junto a la puerta. Rubén no vio nada; en cambio, sí oyó ruidos como si levantaran sillas y las dejaran caer. Al poco rato, una silla de la oficina que no había estado allí apareció frente a la puerta. "¡El fantasma se sentó a observarnos!", susurró Dalia, horrorizada.
Entonces centelló una luz en el corredor, y la reunión se disolvió.
UN ASUNTO INCONCLUSO
"El poder de sugestión tiene alcances asombrosos", señala Nick Ramón. Lo que él tenía por lógico pugnaba en su cerebro con lo que estaba seguro de haber visto.
Siguió buscando explicaciones. Quitaron un panel del cielo raso, y un miembro del personal inspeccionó el techo de cabo a rabo; con la ayuda de un detector, un perito en electrónica revisó la instalación centímetro por centímetro. Ni uno ni otro encontraron algo. Nick interrogó a Andy Cortez, propietario del inmueble. Ya hacía mucho que a este le sorprendía el que los inquilinos se mudaran tan pronto.
Si en realidad había un espíritu en el edificio, ¿a quién pertenecía? El inmueble se alza al borde de la Media Luna; sección urbana donde tuvo lugar una cruenta batalla en la guerra mexicano-norteamericana (1846-1848). Años antes, cuando ensanchaban el lecho del río, habían desenterrado varios esqueletos de soldados. ¿Rondaría uno de ellos por allí? Creen algunas personas que los fantasmas son espíritus de quienes, por morir repentinamente, dejan asuntos sin concluir en este mundo. Nick empezó a recordar que el primer propietario del inmueble había fallecido en un accidente automovilístico, y que un inquilino se había matado de un tiro en el estacionamiento.
Desde el principio se preocupó por lo que sucedería si cundía el rumor del fantasma. ¿Qué pensarían de él los de su oficio? Por otro lado, la gente se veía desalentada. Evidentemente, aquello repercutía en el trabajo. No pudo, en fin, seguirlo ocultando a su junta de directores, y habló. Por encima del palpable escepticismo general, la junta le dio un voto de confianza: "Sabemos que usted acabará resolviendo el problema".
Pero, ¿podía hacer algo en realidad? Un tío suyo que vivía en San Antonio le habló de una médium y "curadora psíquica". No sin cierta vergüenza, Nick acudió a verla. La mujer le puso las manos en la cabeza: "Lo que está allí, lleva largo tiempo en ese lugar", declaró. Luego le aconsejó colocar crucifijos en los despachos. "Y mande a sus empleados que recen", advirtió.
UN NUEVO PRINCIPIO
Nick se había apartado de la fe, pero ahora, cada mañana antes de ir al trabajo, recitaba el salmo 23: "El Señor es mí pastor..." Poco a poco fue cobrando fuerza interior. Volvió a quedarse a trabajar hasta la noche. Cuando oía los pasos, miraba a su alrededor, pero ya no permitía que lo hicieran huir.
"Supo que ya no era capaz de amedrentarme", afirma. Y pareció dedicarse a asustar a los demás empleados, que aún le temían. A partir de entonces, los hechos extraños ocurrían en ausencia del director.
Una mujer vio una sombra pasar a su lado, atravesar la pared y luego tornar a salir. Se oía música de órgano. Alguien, temblando de espanto, sintió una mano fría en la espalda.
En la primavera de 1982, los nervios de todos estaban de punta; los mejores amigos se gritaban por un quítame esas pajas. Como jefe de oficina, Nick debía acabar con aquella situación. En mayo decidió mudarse de edificio. En público habló de la necesidad de más espacio; en privado expresó su esperanza de que el cambio "diera a la gente algo positivo en que pensar".
Pero durante los preparativos de la mudanza el rumor del fantasma llegó a oídos de un periodista. Su reportaje, publicado en un caluroso día de julio, atrajo a la multitud a contemplar las oficinas embrujadas, y hasta hubo desconocidos que declararon haber visto el espectro.
Algunos quisieron ponerse en contacto con el espíritu, ver qué deseaba y darle el descanso. Nick autorizó a un coronel retirado a pasar varias noches en la oficina. El militar sintió la presencia del fantasma, pero como no logró hacerlo hablar, se enfureció: "¡Si no quieres mi ayuda, lárgate al infierno!" En el acto lo invadió un miedo frío, del cual no pudo deshacerse ni huyendo de la oficina. Una semana después sufrió un ataque cardiaco.
Luego, un predicador de Brownsville pronunció una plegaria y golpeó fuertemente el piso con el pie para "aplastar la cabeza de una serpiente", forma que, según cuentan, a veces adopta Satanás. Al día siguiente, el predicador les enseñó dos claras marcas en el talón de su zapato y explicó que se trataba de una mordedura de serpiente.
En la última semana, Nick convocó al personal en el salón de conferencias. Todos se tomaron de las manos en torno de la mesa y oraron. "Estamos aquí en la CDC para ayudar a los menos afortunados", dijo, "y tenemos que trabajar en equipo. Pensemos cosas buenas, positivas. Vamos a tener un nuevo principio".
El día de la mudanza, minutos después de las 5, Nick y un colega cerraban las últimas cajas cuando oyeron un estrépito en el despacho del fondo. Se miraron. Otro estrépito furioso. Sin decir esta boca es mía, salieron ambos y echaron llave a la puerta, dejando atrás un período fantasmal.
HAN TRASCURRIDO ya algunos meses, y el fantasma no se ha aparecido a los nuevos inquilinos. Ni siguió a Nick y a su personal al nuevo edificio, aunque sí dejo una huella en todos ellos. Nick ha redescubierto su fe. Sus empleados trabajan ahora unidos por una intimidad especial: encararon juntos lo desconocido; riñeron y aprendieron a perdonar. Siempre recordarán el momento de comunión, cuando unieron sus manos y rezaron en grupo.
¿Hubo realmente un fantasma en aquella oficina? En los edificios se escuchan, de hecho, crujidos y quejas. Ciertos efectos sonoros viajan en la noche. Y las sombras pueden volverse sustancia. Sin embargo, más de una docena de personas están convencidas de haber oído ruidos macabros y de haber visto cosas misteriosas. Fantasma o no, el caso es que un espíritu los tocó y alteró sus vidas.