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    Heart Beat


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    Jello


    Light Speed In


    Pulse


    Roll In


    Rotate In


    Rotate In Down Left


    Rotate In Down Right


    Rotate In Up Left


    Rotate In Up Right


    Rubber Band


    Shake


    Slide In Up


    Slide In Down


    Slide In Left


    Slide In Right


    Swing


    Tada


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    ÍNDICE
  • MÚSICA SELECCIONADA
  • Instrumental
  • 1. 12 Mornings - Audionautix - 2:33
  • 2. Allegro (Autumn. Concerto F Major Rv 293) - Antonio Vivaldi - 3:35
  • 3. Allegro (Winter. Concerto F Minor Rv 297) - Antonio Vivaldi - 3:52
  • 4. Americana Suite - Mantovani - 7:58
  • 5. An Der Schonen Blauen Donau, Walzer, Op. 314 (The Blue Danube) (Csr Symphony Orchestra) - Johann Strauss - 9:26
  • 6. Annen. Polka, Op. 117 (Polish State Po) - Johann Strauss Jr - 4:30
  • 7. Autumn Day - Kevin Macleod - 3:05
  • 8. Bolereando - Quincas Moreira - 3:21
  • 9. Ersatz Bossa - John Deley And The 41 Players - 2:53
  • 10. España - Mantovani - 3:22
  • 11. Fireflies And Stardust - Kevin Macleod - 4:15
  • 12. Floaters - Jimmy Fontanez & Media Right Productions - 1:50
  • 13. Fresh Fallen Snow - Chris Haugen - 3:33
  • 14. Gentle Sex (Dulce Sexo) - Esoteric - 9:46
  • 15. Green Leaves - Audionautix - 3:40
  • 16. Hills Behind - Silent Partner - 2:01
  • 17. Island Dream - Chris Haugen - 2:30
  • 18. Love Or Lust - Quincas Moreira - 3:39
  • 19. Nostalgia - Del - 3:26
  • 20. One Fine Day - Audionautix - 1:43
  • 21. Osaka Rain - Albis - 1:48
  • 22. Read All Over - Nathan Moore - 2:54
  • 23. Si Señorita - Chris Haugen.mp3 - 2:18
  • 24. Snowy Peaks II - Chris Haugen - 1:52
  • 25. Sunset Dream - Cheel - 2:41
  • 26. Swedish Rhapsody - Mantovani - 2:10
  • 27. Travel The World - Del - 3:56
  • 28. Tucson Tease - John Deley And The 41 Players - 2:30
  • 29. Walk In The Park - Audionautix - 2:44
  • Naturaleza
  • 30. Afternoon Stream - 30:12
  • 31. Big Surf (Ocean Waves) - 8:03
  • 32. Bobwhite, Doves & Cardinals (Morning Songbirds) - 8:58
  • 33. Brookside Birds (Morning Songbirds) - 6:54
  • 34. Cicadas (American Wilds) - 5:27
  • 35. Crickets & Wolves (American Wilds) - 8:56
  • 36. Deep Woods (American Wilds) - 4:08
  • 37. Duet (Frog Chorus) - 2:24
  • 38. Echoes Of Nature (Beluga Whales) - 1h00:23
  • 39. Evening Thunder - 30:01
  • 40. Exotische Reise - 30:30
  • 41. Frog Chorus (American Wilds) - 7:36
  • 42. Frog Chorus (Frog Chorus) - 44:28
  • 43. Jamboree (Thundestorm) - 16:44
  • 44. Low Tide (Ocean Waves) - 10:11
  • 45. Magicmoods - Ocean Surf - 26:09
  • 46. Marsh (Morning Songbirds) - 3:03
  • 47. Midnight Serenade (American Wilds) - 2:57
  • 48. Morning Rain - 30:11
  • 49. Noche En El Bosque (Brainwave Lab) - 2h20:31
  • 50. Pacific Surf & Songbirds (Morning Songbirds) - 4:55
  • 51. Pebble Beach (Ocean Waves) - 12:49
  • 52. Pleasant Beach (Ocean Waves) - 19:32
  • 53. Predawn (Morning Songbirds) - 16:35
  • 54. Rain With Pygmy Owl (Morning Songbirds) - 3:21
  • 55. Showers (Thundestorm) - 3:00
  • 56. Songbirds (American Wilds) - 3:36
  • 57. Sparkling Water (Morning Songbirds) - 3:02
  • 58. Thunder & Rain (Thundestorm) - 25:52
  • 59. Verano En El Campo (Brainwave Lab) - 2h43:44
  • 60. Vertraumter Bach - 30:29
  • 61. Water Frogs (Frog Chorus) - 3:36
  • 62. Wilderness Rainshower (American Wilds) - 14:54
  • 63. Wind Song - 30:03
  • Relajación
  • 64. Concerning Hobbits - 2:55
  • 65. Constant Billy My Love To My - Kobialka - 5:45
  • 66. Dance Of The Blackfoot - Big Sky - 4:32
  • 67. Emerald Pools - Kobialka - 3:56
  • 68. Gypsy Bride - Big Sky - 4:39
  • 69. Interlude No.2 - Natural Dr - 2:27
  • 70. Interlude No.3 - Natural Dr - 3:33
  • 71. Kapha Evening - Bec Var - Bruce Brian - 18:50
  • 72. Kapha Morning - Bec Var - Bruce Brian - 18:38
  • 73. Misterio - Alan Paluch - 19:06
  • 74. Natural Dreams - Cades Cove - 7:10
  • 75. Oh, Why Left I My Hame - Kobialka - 4:09
  • 76. Sunday In Bozeman - Big Sky - 5:40
  • 77. The Road To Durbam Longford - Kobialka - 3:15
  • 78. Timberline Two Step - Natural Dr - 5:19
  • 79. Waltz Of The Winter Solace - 5:33
  • 80. You Smile On Me - Hufeisen - 2:50
  • 81. You Throw Your Head Back In Laughter When I Think Of Getting Angry - Hufeisen - 3:43
  • Halloween-Suspenso
  • 82. A Night In A Haunted Cemetery - Immersive Halloween Ambience - Rainrider Ambience - 13:13
  • 83. A Sinister Power Rising Epic Dark Gothic Soundtrack - 1:13
  • 84. Acecho - 4:34
  • 85. Alone With The Darkness - 5:06
  • 86. Atmosfera De Suspenso - 3:08
  • 87. Awoke - 0:54
  • 88. Best Halloween Playlist 2023 - Cozy Cottage - 1h17:43
  • 89. Black Sunrise Dark Ambient Soundscape - 4:00
  • 90. Cinematic Horror Climax - 0:59
  • 91. Creepy Halloween Night - 1:56
  • 92. Creepy Music Box Halloween Scary Spooky Dark Ambient - 1:05
  • 93. Dark Ambient Horror Cinematic Halloween Atmosphere Scary - 1:58
  • 94. Dark Mountain Haze - 1:44
  • 95. Dark Mysterious Halloween Night Scary Creepy Spooky Horror Music - 1:35
  • 96. Darkest Hour - 4:00
  • 97. Dead Home - 0:36
  • 98. Deep Relaxing Horror Music - Aleksandar Zavisin - 1h01:52
  • 99. Everything You Know Is Wrong - 0:49
  • 100. Geisterstimmen - 1:39
  • 101. Halloween Background Music - 1:01
  • 102. Halloween Spooky Horror Scary Creepy Funny Monsters And Zombies - 1:21
  • 103. Halloween Spooky Trap - 1:05
  • 104. Halloween Time - 0:57
  • 105. Horrible - 1:36
  • 106. Horror Background Atmosphere - Pixabay-Universfield - 1:05
  • 107. Horror Background Music Ig Version 60s - 1:04
  • 108. Horror Music Scary Creepy Dark Ambient Cinematic Lullaby - 1:52
  • 109. Horror Sound Mk Sound Fx - 13:39
  • 110. Inside Serial Killer 39s Cove Dark Thriller Horror Soundtrack Loopable - 0:29
  • 111. Intense Horror Music - Pixabay - 1:41
  • 112. Long Thriller Theme - 8:00
  • 113. Melancholia Music Box Sad-Creepy Song - 3:46
  • 114. Mix Halloween-1 - 33:58
  • 115. Mix Halloween-2 - 33:34
  • 116. Mix Halloween-3 - 58:53
  • 117. Mix-Halloween - Spooky-2022 - 1h19:23
  • 118. Movie Theme - A Nightmare On Elm Street - 1984 - 4:06
  • 119. Movie Theme - Children Of The Corn - 3:03
  • 120. Movie Theme - Dead Silence - 2:56
  • 121. Movie Theme - Friday The 13th - 11:11
  • 122. Movie Theme - Halloween - John Carpenter - 2:25
  • 123. Movie Theme - Halloween II - John Carpenter - 4:30
  • 124. Movie Theme - Halloween III - 6:16
  • 125. Movie Theme - Insidious - 3:31
  • 126. Movie Theme - Prometheus - 1:34
  • 127. Movie Theme - Psycho - 1960 - 1:06
  • 128. Movie Theme - Sinister - 6:56
  • 129. Movie Theme - The Omen - 2:35
  • 130. Movie Theme - The Omen II - 5:05
  • 131. Música De Suspenso - Bosque Siniestro - Tony Adixx - 3:21
  • 132. Música De Suspenso - El Cementerio - Tony Adixx - 3:33
  • 133. Música De Suspenso - El Pantano - Tony Adixx - 4:21
  • 134. Música De Suspenso - Fantasmas De Halloween - Tony Adixx - 4:01
  • 135. Música De Suspenso - Muñeca Macabra - Tony Adixx - 3:03
  • 136. Música De Suspenso - Payasos Asesinos - Tony Adixx - 3:38
  • 137. Música De Suspenso - Trampa Oscura - Tony Adixx - 2:42
  • 138. Música Instrumental De Suspenso - 1h31:32
  • 139. Mysterios Horror Intro - 0:39
  • 140. Mysterious Celesta - 1:04
  • 141. Nightmare - 2:32
  • 142. Old Cosmic Entity - 2:15
  • 143. One-Two Freddys Coming For You - 0:29
  • 144. Out Of The Dark Creepy And Scary Voices - 0:59
  • 145. Pandoras Music Box - 3:07
  • 146. Peques - 5 Calaveras Saltando En La Cama - Educa Baby TV - 2:18
  • 147. Peques - A Mi Zombie Le Duele La Cabeza - Educa Baby TV - 2:49
  • 148. Peques - El Extraño Mundo De Jack - Esto Es Halloween - 3:08
  • 149. Peques - Halloween Scary Horror And Creepy Spooky Funny Children Music - 2:53
  • 150. Peques - Join Us - Horror Music With Children Singing - 1:59
  • 151. Peques - La Familia Dedo De Monstruo - Educa Baby TV - 3:31
  • 152. Peques - Las Calaveras Salen De Su Tumba Chumbala Cachumbala - 3:19
  • 153. Peques - Monstruos Por La Ciudad - Educa Baby TV - 3:17
  • 154. Peques - Tumbas Por Aquí, Tumbas Por Allá - Luli Pampin - 3:17
  • 155. Scary Forest - 2:41
  • 156. Scary Spooky Creepy Horror Ambient Dark Piano Cinematic - 2:06
  • 157. Slut - 0:48
  • 158. Sonidos - A Growing Hit For Spooky Moments - Pixabay-Universfield - 0:05
  • 159. Sonidos - A Short Horror With A Build Up - Pixabay-Universfield - 0:13
  • 160. Sonidos - Castillo Embrujado - Creando Emociones - 1:05
  • 161. Sonidos - Cinematic Impact Climax Intro - Pixabay - 0:28
  • 162. Sonidos - Creepy Horror Sound Possessed Laughter - Pixabay-Alesiadavina - 0:04
  • 163. Sonidos - Creepy Soundscape - Pixabay - 0:50
  • 164. Sonidos - Creepy Whispering - Pixabay - 0:03
  • 165. Sonidos - Cueva De Los Espiritus - The Girl Of The Super Sounds - 3:47
  • 166. Sonidos - Disturbing Horror Sound Creepy Laughter - Pixabay-Alesiadavina - 0:05
  • 167. Sonidos - Ghost Sigh - Pixabay - 0:05
  • 168. Sonidos - Ghost Whispers - Pixabay - 0:23
  • 169. Sonidos - Ghosts-Whispering-Screaming - Lara's Horror Sounds - 2h03:40
  • 170. Sonidos - Horror - Pixabay - 1:36
  • 171. Sonidos - Horror Demonic Sound - Pixabay-Alesiadavina - 0:18
  • 172. Sonidos - Horror Sfx - Pixabay - 0:04
  • 173. Sonidos - Horror Voice Flashback - Pixabay - 0:10
  • 174. Sonidos - Maniac In The Dark - Pixabay-Universfield - 0:15
  • 175. Sonidos - Miedo-Suspenso - Live Better Media - 8:05
  • 176. Sonidos - Para Recorrido De Casa Del Terror - Dangerous Tape Avi - 1:16
  • 177. Sonidos - Posesiones - Horror Movie Dj's - 1:35
  • 178. Sonidos - Scary Creaking Knocking Wood - Pixabay - 0:26
  • 179. Sonidos - Scream With Echo - Pixabay - 0:05
  • 180. Sonidos - Terror - Ronwizlee - 6:33
  • 181. Suspense Dark Ambient - 2:34
  • 182. Tense Cinematic - 3:14
  • 183. Terror Ambience - Pixabay - 2:01
  • 184. The Spell Dark Magic Background Music Ob Lix - 3:26
  • 185. This Is Halloween - Marilyn Manson - 3:20
  • 186. Trailer Agresivo - 0:49
  • 187. Welcome To The Dark On Halloween - 2:25
  • 188. 20 Villancicos Tradicionales - Los Niños Cantores De Navidad Vol.1 (1999) - 53:21
  • 189. 30 Mejores Villancicos De Navidad - Mundo Canticuentos - 1h11:57
  • 190. Blanca Navidad - Coros de Amor - 3:00
  • 191. Christmas Ambience - Rainrider Ambience - 3h00:00
  • 192. Christmas Time - Alma Cogan - 2:48
  • 193. Christmas Village - Aaron Kenny - 1:32
  • 194. Clásicos De Navidad - Orquesta Sinfónica De Londres - 51:44
  • 195. Deck The Hall With Boughs Of Holly - Anre Rieu - 1:33
  • 196. Deck The Halls - Jingle Punks - 2:12
  • 197. Deck The Halls - Nat King Cole - 1:08
  • 198. Frosty The Snowman - Nat King Cole-1950 - 2:18
  • 199. Frosty The Snowman - The Ventures - 2:01
  • 200. I Wish You A Merry Christmas - Bing Crosby - 1:53
  • 201. It's A Small World - Disney Children's - 2:04
  • 202. It's The Most Wonderful Time Of The Year - Andy Williams - 2:32
  • 203. Jingle Bells - 1957 - Bobby Helms - 2:11
  • 204. Jingle Bells - Am Classical - 1:36
  • 205. Jingle Bells - Frank Sinatra - 2:05
  • 206. Jingle Bells - Jim Reeves - 1:47
  • 207. Jingle Bells - Les Paul - 1:36
  • 208. Jingle Bells - Original Lyrics - 2:30
  • 209. La Pandilla Navideña - A Belen Pastores - 2:24
  • 210. La Pandilla Navideña - Ángeles Y Querubines - 2:33
  • 211. La Pandilla Navideña - Anton - 2:54
  • 212. La Pandilla Navideña - Campanitas Navideñas - 2:50
  • 213. La Pandilla Navideña - Cantad Cantad - 2:39
  • 214. La Pandilla Navideña - Donde Será Pastores - 2:35
  • 215. La Pandilla Navideña - El Amor De Los Amores - 2:56
  • 216. La Pandilla Navideña - Ha Nacido Dios - 2:29
  • 217. La Pandilla Navideña - La Nanita Nana - 2:30
  • 218. La Pandilla Navideña - La Pandilla - 2:29
  • 219. La Pandilla Navideña - Pastores Venid - 2:20
  • 220. La Pandilla Navideña - Pedacito De Luna - 2:13
  • 221. La Pandilla Navideña - Salve Reina Y Madre - 2:05
  • 222. La Pandilla Navideña - Tutaina - 2:09
  • 223. La Pandilla Navideña - Vamos, Vamos Pastorcitos - 2:29
  • 224. La Pandilla Navideña - Venid, Venid, Venid - 2:15
  • 225. La Pandilla Navideña - Zagalillo - 2:16
  • 226. Let It Snow! Let It Snow! - Dean Martin - 1:55
  • 227. Let It Snow! Let It Snow! - Frank Sinatra - 2:35
  • 228. Los Peces En El Río - Los Niños Cantores de Navidad - 2:15
  • 229. Navidad - Himnos Adventistas - 35:35
  • 230. Navidad - Instrumental Relajante - Villancicos - 1 - 58:29
  • 231. Navidad - Instrumental Relajante - Villancicos - 2 - 2h00:43
  • 232. Navidad - Jazz Instrumental - Canciones Y Villancicos - 1h08:52
  • 233. Navidad - Piano Relajante Para Descansar - 1h00:00
  • 234. Noche De Paz - 3:40
  • 235. Rocking Around The Chirstmas - Mel & Kim - 3:32
  • 236. Rodolfo El Reno - Grupo Nueva América - Orquesta y Coros - 2:40
  • 237. Rudolph The Red-Nosed Reindeer - The Cadillacs - 2:18
  • 238. Santa Claus Is Comin To Town - Frank Sinatra Y Seal - 2:18
  • 239. Santa Claus Is Coming To Town - Coros De Niños - 1:19
  • 240. Santa Claus Is Coming To Town - Frank Sinatra - 2:36
  • 241. Sleigh Ride - Ferrante And Teicher - 2:16
  • 242. The First Noel - Am Classical - 2:18
  • 243. Walking In A Winter Wonderland - Dean Martin - 1:52
  • 244. We Wish You A Merry Christmas - Rajshri Kids - 2:07
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    IMÁGENES PERSONALES

    Esta opción permite colocar de fondo, en cualquier sección de la página, imágenes de internet, empleando el link o url de la misma. Su manejo es sencillo y práctico.

    Ahora se puede elegir un fondo diferente para cada ventana del slide, del sidebar y del downbar, en la página de INICIO; y el sidebar y la publicación en el Salón de Lectura. A más de eso, el Body, Main e Info, incluido las secciones +Categoría y Listas.

    Cada vez que eliges dónde se coloca la imagen de fondo, la misma se guarda y se mantiene cuando regreses al blog. Así como el resto de las opciones que te ofrece el mismo, es independiente por estilo, y a su vez, por usuario.

    FUNCIONAMIENTO

  • Recuadro en blanco: Es donde se colocará la url o link de la imagen.

  • Aceptar Url: Permite aceptar la dirección de la imagen que colocas en el recuadro.

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  • Guardar Imagen: Permite guardar la imagen, para emplearla posteriormente. La misma se almacena en el banco de imágenes para el Header.

  • Imágenes Guardadas: Abre la ventana que permite ver las imágenes que has guardado.

  • Forma 1 a 5: Esta opción permite colocar de cinco formas diferente las imágenes.

  • Bottom, Top, Left, Right, Center: Esta opción, en conjunto con la anterior, permite mover la imagen para que se vea desde la parte de abajo, de arriba, desde la izquierda, desde la derecha o centrarla. Si al activar alguna de estas opciones, la imagen desaparece, debes aceptar nuevamente la Url y elegir una de las 5 formas, para que vuelva a aparecer.


  • Una vez que has empleado una de las opciones arriba mencionadas, en la parte inferior aparecerán las secciones que puedes agregar de fondo la imagen.

    Cada vez que quieras cambiar de Forma, o emplear Bottom, Top, etc., debes seleccionar la opción y seleccionar nuevamente la sección que colocaste la imagen.

    Habiendo empleado el botón "Aceptar Url", das click en cualquier sección que desees, y a cuantas quieras, sin necesidad de volver a ingresar la misma url, y el cambio es instantáneo.

    Las ventanas (widget) del sidebar, desde la quinta a la décima, pueden ser vistas cambiando la sección de "Últimas Publicaciones" con la opción "De 5 en 5 con texto" (la encuentras en el PANEL/MINIATURAS/ESTILOS), reduciendo el slide y eliminando los títulos de las ventanas del sidebar.

    La sección INFO, es la ventana que se abre cuando das click en .

    La sección DOWNBAR, son los tres widgets que se encuentran en la parte última en la página de Inicio.

    La sección POST, es donde está situada la publicación.

    Si deseas eliminar la imagen del fondo de esa sección, da click en el botón "Quitar imagen", y sigues el mismo procedimiento. Con un solo click a ese botón, puedes ir eliminando la imagen de cada seccion que hayas colocado.

    Para guardar una imagen, simplemente das click en "Guardar Imagen", siempre y cuando hayas empleado el botón "Aceptar Url".

    Para colocar una imagen de las guardadas, presionas el botón "Imágenes Guardadas", das click en la imagen deseada, y por último, click en la sección o secciones a colocar la misma.

    Para eliminar una o las imágenes que quieras de las guardadas, te vas a "Mi Librería".
    MÁS COLORES

    Esta opción permite obtener más tonalidades de los colores, para cambiar los mismos a determinadas bloques de las secciones que conforman el blog.

    Con esta opción puedes cambiar, también, los colores en la sección "Mi Librería" y "Navega Directo 1", cada uno con sus colores propios. No es necesario activar el PANEL para estas dos secciones.

    Así como el resto de las opciones que te permite el blog, es independiente por "Estilo" y a su vez por "Usuario". A excepción de "Mi Librería" y "Navega Directo 1".

    FUNCIONAMIENTO

    En la parte izquierda de la ventana de "Más Colores" se encuentra el cuadro que muestra las tonalidades del color y la barra con los colores disponibles. En la parte superior del mismo, se encuentra "Código Hex", que es donde se verá el código del color que estás seleccionando. A mano derecha del mismo hay un cuadro, el cual te permite ingresar o copiar un código de color. Seguido está la "C", que permite aceptar ese código. Luego la "G", que permite guardar un color. Y por último, el caracter "►", el cual permite ver la ventana de las opciones para los "Colores Guardados".

    En la parte derecha se encuentran los bloques y qué partes de ese bloque permite cambiar el color; así como borrar el mismo.

    Cambiemos, por ejemplo, el color del body de esta página. Damos click en "Body", una opción aparece en la parte de abajo indicando qué puedes cambiar de ese bloque. En este caso da la opción de solo el "Fondo". Damos click en la misma, seguido elegimos, en la barra vertical de colores, el color deseado, y, en la ventana grande, desplazamos la ruedita a la intensidad o tonalidad de ese color. Haciendo esto, el body empieza a cambiar de color. Donde dice "Código Hex", se cambia por el código del color que seleccionas al desplazar la ruedita. El mismo procedimiento harás para el resto de los bloques y sus complementos.

    ELIMINAR EL COLOR CAMBIADO

    Para eliminar el nuevo color elegido y poder restablecer el original o el que tenía anteriormente, en la parte derecha de esta ventana te desplazas hacia abajo donde dice "Borrar Color" y das click en "Restablecer o Borrar Color". Eliges el bloque y el complemento a eliminar el color dado y mueves la ruedita, de la ventana izquierda, a cualquier posición. Mientras tengas elegida la opción de "Restablecer o Borrar Color", puedes eliminar el color dado de cualquier bloque.
    Cuando eliges "Restablecer o Borrar Color", aparece la opción "Dar Color". Cuando ya no quieras eliminar el color dado, eliges esta opción y puedes seguir dando color normalmente.

    ELIMINAR TODOS LOS CAMBIOS

    Para eliminar todos los cambios hechos, abres el PANEL, ESTILOS, Borrar Cambios, y buscas la opción "Borrar Más Colores". Se hace un refresco de pantalla y todo tendrá los colores anteriores o los originales.

    COPIAR UN COLOR

    Cuando eliges un color, por ejemplo para "Body", a mano derecha de la opción "Fondo" aparece el código de ese color. Para copiarlo, por ejemplo al "Post" en "Texto General Fondo", das click en ese código y el mismo aparece en el recuadro blanco que está en la parte superior izquierda de esta ventana. Para que el color sea aceptado, das click en la "C" y el recuadro blanco y la "C" se cambian por "No Copiar". Ahora sí, eliges "Post", luego das click en "Texto General Fondo" y desplazas la ruedita a cualquier posición. Puedes hacer el mismo procedimiento para copiarlo a cualquier bloque y complemento del mismo. Cuando ya no quieras copiar el color, das click en "No Copiar", y puedes seguir dando color normalmente.

    COLOR MANUAL

    Para dar un color que no sea de la barra de colores de esta opción, escribe el código del color, anteponiendo el "#", en el recuadro blanco que está sobre la barra de colores y presiona "C". Por ejemplo: #000000. Ahora sí, puedes elegir el bloque y su respectivo complemento a dar el color deseado. Para emplear el mismo color en otro bloque, simplemente elige el bloque y su complemento.

    GUARDAR COLORES

    Permite guardar hasta 21 colores. Pueden ser utilizados para activar la carga de los mismos de forma Ordenada o Aleatoria.

    El proceso es similiar al de copiar un color, solo que, en lugar de presionar la "C", presionas la "G".

    Para ver los colores que están guardados, da click en "►". Al hacerlo, la ventana de los "Bloques a cambiar color" se cambia por la ventana de "Banco de Colores", donde podrás ver los colores guardados y otras opciones. El signo "►" se cambia por "◄", el cual permite regresar a la ventana anterior.

    Si quieres seguir guardando más colores, o agregar a los que tienes guardado, debes desactivar, primero, todo lo que hayas activado previamente, en esta ventana, como es: Carga Aleatoria u Ordenada, Cargar Estilo Slide y Aplicar a todo el blog; y procedes a guardar otros colores.

    A manera de sugerencia, para ver los colores que desees guardar, puedes ir probando en la sección MAIN con la opción FONDO. Una vez que has guardado los colores necesarios, puedes borrar el color del MAIN. No afecta a los colores guardados.

    ACTIVAR LOS COLORES GUARDADOS

    Para activar los colores que has guardado, debes primero seleccionar el bloque y su complemento. Si no se sigue ese proceso, no funcionará. Una vez hecho esto, das click en "►", y eliges si quieres que cargue "Ordenado, Aleatorio, Ordenado Incluido Cabecera y Aleatorio Incluido Cabecera".

    Funciona solo para un complemento de cada bloque. A excepción del Slide, Sidebar y Downbar, que cada uno tiene la opción de que cambie el color en todos los widgets, o que cada uno tenga un color diferente.

    Cargar Estilo Slide. Permite hacer un slide de los colores guardados con la selección hecha. Cuando lo activas, automáticamente cambia de color cada cierto tiempo. No es necesario reiniciar la página. Esta opción se graba.
    Si has seleccionado "Aplicar a todo el Blog", puedes activar y desactivar esta opción en cualquier momento y en cualquier sección del blog.
    Si quieres cambiar el bloque con su respectivo complemento, sin desactivar "Estilo Slide", haces la selección y vuelves a marcar si es aleatorio u ordenado (con o sin cabecera). Por cada cambio de bloque, es el mismo proceso.
    Cuando desactivas esta opción, el bloque mantiene el color con que se quedó.

    No Cargar Estilo Slide. Desactiva la opción anterior.

    Cuando eliges "Carga Ordenada", cada vez que entres a esa página, el bloque y el complemento que elegiste tomará el color según el orden que se muestra en "Colores Guardados". Si eliges "Carga Ordenada Incluido Cabecera", es igual que "Carga Ordenada", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia. Si eliges "Carga Aleatoria", el color que toma será cualquiera, y habrá veces que se repita el mismo. Si eliges "Carga Aleatoria Incluido Cabecera", es igual que "Aleatorio", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia.

    Puedes desactivar la Carga Ordenada o Aleatoria dando click en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria".

    Si quieres un nuevo grupo de colores, das click primero en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria", luego eliminas los actuales dando click en "Eliminar Colores Guardados" y por último seleccionas el nuevo set de colores.

    Aplicar a todo el Blog. Tienes la opción de aplicar lo anterior para que se cargue en todo el blog. Esta opción funciona solo con los bloques "Body, Main, Header, Menú" y "Panel y Otros".
    Para activar esta opción, debes primero seleccionar el bloque y su complemento deseado, luego seleccionas si la carga es aleatoria, ordenada, con o sin cabecera, y procedes a dar click en esta opción.
    Cuando se activa esta opción, los colores guardados aparecerán en las otras secciones del blog, y puede ser desactivado desde cualquiera de ellas. Cuando desactivas esta opción en otra sección, los colores guardados desaparecen cuando reinicias la página, y la página desde donde activaste la opción, mantiene el efecto.
    Si has seleccionado, previamente, colores en alguna sección del blog, por ejemplo en INICIO, y activas esta opción en otra sección, por ejemplo NAVEGA DIRECTO 1, INICIO tomará los colores de NAVEGA DIRECTO 1, que se verán también en todo el blog, y cuando la desactivas, en cualquier sección del blog, INICIO retomará los colores que tenía previamente.
    Cuando seleccionas la sección del "Menú", al aplicar para todo el blog, cada sección del submenú tomará un color diferente, según la cantidad de colores elegidos.

    No plicar a todo el Blog. Desactiva la opción anterior.

    Tiempo a cambiar el color. Permite cambiar los segundos que transcurren entre cada color, si has aplicado "Cargar Estilo Slide". El tiempo estándar es el T3. A la derecha de esta opción indica el tiempo a transcurrir. Esta opción se graba.

    SETS PREDEFINIDOS DE COLORES

    Se encuentra en la sección "Banco de Colores", casi en la parte última, y permite elegir entre cuatro sets de colores predefinidos. Sirven para ser empleados en "Cargar Estilo Slide".
    Para emplear cualquiera de ellos, debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; luego das click en el Set deseado, y sigues el proceso explicado anteriormente para activar los "Colores Guardados".
    Cuando seleccionas alguno de los "Sets predefinidos", los colores que contienen se mostrarán en la sección "Colores Guardados".

    SETS PERSONAL DE COLORES

    Se encuentra seguido de "Sets predefinidos de Colores", y permite guardar cuatro sets de colores personales.
    Para guardar en estos sets, los colores deben estar en "Colores Guardados". De esa forma, puedes armar tus colores, o copiar cualquiera de los "Sets predefinidos de Colores", o si te gusta algún set de otra sección del blog y tienes aplicado "Aplicar a todo el Blog".
    Para usar uno de los "Sets Personales", debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; y luego das click en "Usar". Cuando aplicas "Usar", el set de colores aparece en "Colores Guardados", y se almacenan en el mismo. Cuando entras nuevamente al blog, a esa sección, el set de colores permanece.
    Cada sección del blog tiene sus propios cuatro "Sets personal de colores", cada uno independiente del restoi.

    Tip

    Si vas a emplear esta método y quieres que se vea en toda la página, debes primero dar transparencia a todos los bloques de la sección del blog, y de ahí aplicas la opción al bloque BODY y su complemento FONDO.

    Nota

    - No puedes seguir guardando más colores o eliminarlos mientras esté activo la "Carga Ordenada o Aleatoria".
    - Cuando activas la "Carga Aleatoria" habiendo elegido primero una de las siguientes opciones: Sidebar (Fondo los 10 Widgets), Downbar (Fondo los 3 Widgets), Slide (Fondo de las 4 imágenes) o Sidebar en el Salón de Lectura (Fondo los 7 Widgets), los colores serán diferentes para cada widget.

    OBSERVACIONES

    - En "Navega Directo + Panel", lo que es la publicación, sólo funciona el fondo y el texto de la publicación.

    - En "Navega Directo + Panel", el sidebar vendría a ser el Widget 7.

    - Estos colores están por encima de los colores normales que encuentras en el "Panel', pero no de los "Predefinidos".

    - Cada sección del blog es independiente. Lo que se guarda en Inicio, es solo para Inicio. Y así con las otras secciones.

    - No permite copiar de un estilo o usuario a otro.

    - El color de la ventana donde escribes las NOTAS, no se cambia con este método.

    - Cuando borras el color dado a la sección "Menú" las opciones "Texto indicador Sección" y "Fondo indicador Sección", el código que está a la derecha no se elimina, sino que se cambia por el original de cada uno.
    3 2 1 E 1 2 3
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    Para guardar, elige dónde, y seguido da click en la o las imágenes deseadas.
    Para dar Zoom o Fijar,
    selecciona la opción y luego la imagen.
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    Header

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    H

    OPCIONES GENERALES
    ● Activar Slide 1
    ● Activar Slide 2
    ● Activar Slide 3
    ● Desactivar Slide
    ● Desplazamiento Automático
    ● Ampliar o Reducir el Blog
  • Ancho igual a 1088
  • Ancho igual a 1152
  • Ancho igual a 1176
  • Ancho igual a 1280
  • Ancho igual a 1360
  • Ancho igual a 1366
  • Ancho igual a 1440
  • Ancho igual a 1600
  • Ancho igual a 1680
  • Normal 1024
  • ------------MANUAL-----------
  • + -

  • Transición (aprox.)

  • T 1 (1.6 seg)


    T 2 (3.3 seg)


    T 3 (4.9 seg)


    T 4 (s) (6.6 seg)


    T 5 (8.3 seg)


    T 6 (9.9 seg)


    T 7 (11.4 seg)


    T 8 13.3 seg)


    T 9 (15.0 seg)


    T 10 (20 seg)


    T 11 (30 seg)


    T 12 (40 seg)


    T 13 (50 seg)


    T 14 (60 seg)


    T 15 (90 seg)


    ---------- C A T E G O R I A S ----------

    ----------------- GENERAL -------------------


    ------------- POR CATEGORÍA ---------------




















    --------REVISTAS DINERS--------






















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    IMAGEN PERSONAL



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    Elige la sección de la página a cambiar imagen del fondo:

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    SIDEBAR
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    Widget 7














































































































    MURALLA ESTELAR (Walt G. Dovan)

    Publicado en mayo 12, 2017
    PREFACIO

    ESTO no puede suceder jamás. Lo sé...

    Pero si sucediera... ¡Oh, sería angustioso! ¡Nada se podría hacer para evitar la destrucción! ¡Nada en absoluto!

    ¿Cuánto tiempo podría vivir un hombre, un ser maligno y exterminador, convirtiendo en átomos disueltos, ingrávidos, todo cuanto tocara? Pero él no se podía destruir a sí mismo...

    Bueno, esto no es completamente cierto. Sólo existía un medio para destruir a Ivji Vibor, ¡sólo un sor podía aniquilarle...! ¡Para ello debía aniquilarse a sí mismo!

    ¿Incomprensible?

    ¡Lo absurdo e incongruente era que Ivji Vibor poseía dos cuerpos distintos!

    Este suceso, ya hemos dicho, no puede suceder jamás. De ser así, la mente humana no podría concebirlo. Estaría más allá del hombre, en los arcanos recovecos de su metafísica, donde el conocimiento y la ciencia no tienen albergue, y, posiblemente, en un mundo que en nada se podría parecer al nuestro.

    Sólo un subconsciente atribulado o un desquiciado mental podría imaginar la locura que se pretende narrar aquí. Empero, la imaginación tiene recursos inagotables.

    ¿Se ha concebido monstruosidad mayor?

    Lo ignoro. Desde Edgar Allan Poe hasta nuestros días, pasando por Herbert George Wells, Aldous Huxley, Verne, Willy Ley, Isaac Asimov, Hugo Gernsoack, etc., etc., por no citar a tantos otros escritores famosos que han tocado el tema de la «Science-Fiction», la materia de la fantasía ha sido muy «trillada». Desgraciadamente, no he podido leer todas las obras que existen sobre el particular, muchas de ellas verdaderas obras de arte; sin embargo, «MURALLA ESTELAR» pretende romper el molde.

    No es una obra de arte, estoy seguro. Y dudo que llegue a ser poco más que «una de tantas». Pero posee una marcada intención, algo que, posiblemente, no haya hecho nadie aún.

    Es puramente subconsciente, más allá de lo real, de la ficción inclusive, y apuesto a que no dejará la lectura hasta saber cuál es el fin de Ivji Vibor. Esto se lo digo a usted, lector.

    ¿Vale la apuesta?

    Es más. Le explicaré el final. ¡Le diré que Ivji Vibor se estrangula a sí mismo! Pero..., ¿quién es Ivji Vibor? ¿Por qué poseía tan destructivo poder? ¿Cómo se engendró?

    Explicar todo esto es largo. Es imposible hacerlo en cuatro palabras. De poder ser, con mucho gusto se lo diría. Es preciso que yo lo escriba primero y que usted lo lea. Y cuando hayamos concluido nada nuevo sabremos, sin duda. Pero habremos conocido al monstruo de Ivji Vibor, al hipnóbata aniquilador.

    —¿Es interesante saber esto?

    Lo ignoro, no lo sé...

    Mas..., ¿es interesante saber de lo que es capaz la imaginación? Creo que sí. Incluso para mí puede ser una curiosa experiencia, puesto que nunca sabemos exactamente de lo que somos capaces.

    Vaya por delante la buena intención.

    Y para concluir esta introducción aclaratoria, basta decir que, si es usted amante de esta clase de literatura, le anticipo que disfrutará. Si no lo es, léalo, por favor, no perderá nada, y tendrá un concepto distinto del que tenía acerca de estos temas hiperimaginativos.

    —Lejos de mi mente ensalzar en exceso «MURALLA ESTELAR». Mi modestia no me lo permitiría, se lo aseguro. El propósito de este preámbulo es muy otro.

    Lea la obra y se convencerá.

    Lo siento, no puedo anticiparle más. Sin embargo, en esta nota preparatoria va mi trampa.

    ¿Qué es?

    —¡Ah...!

    Suyo affmo.

    Walt G. Dovan.



    CAPÍTULO I


    HANY Nynie habla: —¡Les aseguro que está loco...! ¡Completamente loco! ¡Es un parafrénico agudo!

    —¿Un qué?

    La muchacha se vuelve y mira al obeso Director.

    —Más aún...—pero vacila. Dos asesores se inclinan hacia el obeso. Sus cuchicheos parecen sesgar la templada atmósfera de la sala.

    Por su parte Yenamo, entornados los ojos, parece no hacer caso al relato deshilvanado de la muchacha de la boca pintada de verde. Es bonita dentro del gusto de la época, claro está—, sugestiva y fascinante. ¿Qué más puede ser una mujer?

    ¿Vivaz?... ¡También! Y muy expresiva.

    El tener los ojos grandes es cualidad privativa de pocas mujeres en Kamsack. También da distinción.

    Ahora bien, para los cuatro hombres que dirigen el Orden Civil en la metrópoli superior, Hany Nynie era una intrusa, una muchacha anormal, excitada...

    —Por favor...

    La muchacha se vuelve hacia Yenamo. El dedo de éste apunta al rostro de ella.

    —¿Qué?
    —Necesitamos una garantía de ese peligro. Ese hombre... ¿Ivji Vibor, no?... ¿Sale de su residencia?

    Yenamo habla pausadamente, modulando las palabras. Debe tener mucha ascendencia sobre el Director, pues éste y los asesores se han vuelto a mirarle.

    Hany Nynie se ha puesto de pie. Está indignada.

    —¡Eso han de evitarlo ustedes!—grita.

    Pero Yenamo sacude la cabeza.

    —Por favor, no se excite... Dral, tenga la bondad de darle un calmante a la señorita.

    Uno de los asesores se levanta y avanza hasta un anaquel metálico. Una puerta se abre, descorriéndose —influjo de proximidad— y el sujeto toma un frasco incoloro, volviéndose.

    —¿Es que no quieren comprenderme? —vuelve a gritar la muchacha—. ¡Yo he visto las manipulaciones de Ivji Vibor...! ¡Son peligrosas!
    —¿Y por eso hemos de aislarle? —inquiere el Director.
    —¡Sí!
    —¡No! —responde Yenamo en el mismo tono enérgico.

    Se pone también de pie, toma el frasco incoloro y el vaso que trae Dral y se lo tiende a Hany Nynie.

    —¡Tómese esto!

    Ella vacila.

    —...desagradecimiento...! ¡Claro que sí! Incluso rebeldía... — son palabras aisladas del otro, asesor, junto al oído del Director de Orden Civil.

    Yenamo lleva la cabeza rapada, enfunda sus brazos y su pecho en una vestimenta ambarina, muy elegante, y calza botas de cristal, con adornos en relieve hasta la cintura. Es el prototipo de la elegancia de la época. Los relieves son costosísimos, hechos con máquinas especiales.

    Luce cinto negro y lleva «ejecutor» (forma de pistola capaz de lanzar cápsulas explosivas letárgicas) colgado de él. Sobre el pecho, bajo el signo extendido de Segundo Oficial de Orden Civil, está su «control» de mando.

    Ahora, Yenamo está mirando fijamente a Hany Nynie. Sus ojos parecen despedir chispas... ¡Brillan inusitadamente! Y la muchacha toma el frasco y el vaso. Se sienta, vierte con mano trémula el contenido del frasco en el vaso y vacila de nuevo.

    —¡Bébaselo! —ordena imperioso Yenamo.
    —De todos modos deberíamos hacer algo —comenta el obeso Director.
    —Naturalmente —responde Yenamo—. Pero a su debido tiempo.

    Hany Nynie termina de beber y deposita el vaso junto al frasco sobre la mesa, frente a ella.

    —¿Se encuentra ahora mejor?—pregunta solicito el Director, cuyo nombre se pronuncia Vayaah, o algo parecido.
    —Sí... Sí, señor.

    Antes de quedar dormida, el otro asesor del Director de Orden Civil ha colocado sobre la mesa un aparato con dos focos. Uno apunta a la cabeza de Hany Nynie y el otro se gradúa, de forma que viene a proyectar una especie de luz ovalada sobre los muros translúcidos.

    —¿Está ya? —pregunta el sujeto.

    Yenamo, antes de responder, se acerca a Hany Nynie y le levanta los párpados, mirándola a las pupilas con atención. Luego, le inclina la cabeza y murmura: —Es bonita esta chica... ¡Sí, ya está, Borgo!

    Es Dral quien va a un rincón y pulsa un botón, o algo parecido, de un panel, e, inmediatamente, la luz que parece penetrar en la estancia a través de los muros se va esfumando, hasta que todo queda sumido en la penumbra.

    Borgo hace funcionar el aparato bifocal y el rayo de luz proyecta imágenes mentales en el muro. En realidad, viene a ser como una proyección fílmica del cerebro subconsciente de Hany Nynie.

    Nadie ve nada, de momento. Pero, poco a poco, en el muro convertido en pantalla van apareciendo sombras en claroscuro.

    Borgo manipula en su aparato, regula los registros y las imágenes se van haciendo más nítidas, hasta llegar a ser casi perfectas. Entonces, se escucha de nuevo la voz de Yenamo: —Concéntrese en Ivji Vibor, señorita Hany. ¡Piense en él!

    ¡Lo que han visto los cuatro hombres proyectarse en el muro es una escena que les reproducía fielmente a ellos, vistos a través del cerebro de la muchacha dormida!

    Mas pronto empieza a cambiar la proyección, como si Hany Nynie hubiera escuchado la orden del Segundo Oficial de Orden Civil.

    Y aparece algo así como un moderno pero revuelto laboratorio invadido de extraños aparatos. También pueden ver a un sujeto delgado vuelto de espaldas...

    —Hany, ¿cómo está el catalizador electrónico? — preguntó el hombre, sin volverse, mientras manipulaba en un proyector de rayos «gamma», ajustándolo.

    Llevaba las manos enfundadas en guantes aislantes especiales.

    La muchacha se volvió.

    —No funciona bien, profesor —dijo.

    El hombre delgado murmuró algo entre dientes y se dirigió hacia donde trabajaba Hany Nynie.

    —¡Déjeme! —ordenó. Y agregó—. ¡Apártese!

    Hany Nynie retrocedió unos pasos. Sus labios temblaban y el sudor perlaba su frente.

    —Las mujeres son inexpertas... No tienen imaginación—iba monologando el hombre.
    —He seguido sus instrucciones, profesor —se defendió Hany Nynie—. Pero hay algo que no marcha...
    —¡Cállese! —gritó el hombre enfurecido.

    Se volvió de repente y se encaró con ella.

    Sus ojos hundidos, su rostro demacrado y pálido, su boca retorcida y el temblor de su barbilla eran los signos característicos de Ivji Vibor. La túnica ajustada le cerraba el delgado cuello y terminaba algo más abajo de las rodillas, sobre las que le suben las botas de goma aislante.

    Pero dentro del laboratorio hacía calor. ¡Mucho calor! Y el científico no llevaba más que la túnica.

    Hany Nynie también vestía túnica azul, muy sutil; pero debajo llevaba un «crisol» verde, muy primoroso y refrescante. Ella era mujer. Y joven, además.

    No era una mujer extraña, como el profesor Ivji Vibor.

    —¡Hemos de proyectar... Proyectar...! ¿Comprende?
    —No lo conseguirá —musitó débilmente Hany.
    —Sí —respondió Ivji, con ojos centelleantes— ¡No puedo aún expresar la razón... No puedo! ¡Pero la Teoría de los Desquiciamientos nucleares es exacta!
    —Además... ¡Sería monstruoso! —argumentó ella, pasándose la mano por el rostro.
    —¡La ciencia no es monstruosa, Hany! Es... ¡es especulativa, irreductible a veces; pero no monstruosa! —Se cruzó de brazos Ivji Vibor y avanzó dos pasos hacia la atemorizada Hany Nynie—. Debemos seguir adelante... ¡Podemos crear mundos nuevos, cosas nuevas de densidad molecular inferior!
    —¿Pero no ha tenido en cuenta el equilibrio nuclear?
    —¡Eso es viejo como tiempo! ¡Son los principios de la atomística! Tenga en cuenta, señorita Nynie que Rutherford murió hace bastantes siglos. No soy Planck, ni Broglie, ni Schroedinger... ¡Y mucho menos un teorizante del átomo!
    —Yo puedo descomponer la materia, manejarla a mi antojo, transformar la energía, trasladar los átomos. ¿O acaso no lo ha visto?
    —Sí, lo he visto... ¡Vi la copa!
    —¡Ah, la copa!... ¡Esa copa!

    Ivji Vibor se acercó a una mesa desprovista de aparatos científicos, en la que había dos copas de cristal y las cogió con ambas manos, levantándolas ante su rostro.

    —¡Mis copas! —exclamó con voz hiriente—. Antes sólo tenía una copa. Ahora poseemos dos. ¡Los átomos de sílice que formaban ésta se han fraccionado, separado, para volverse a reunir creando otra copa de menor peso atómico...! ¡Pero de las mismas características!

    «¡De una copa hemos sacado dos! Y todo gracias a mi proyector tridimensional. Es todo simultáneo, maravilloso. ¡Sólo Ivji Vibor es capaz de hacer una cosa así! Los mundos del Universo se postrarán ante mi ciencia, ante mi sabiduría...

    Calló. Depositó cuidadosamente las copas sobre la mesa y se frotó el rostro.

    Estoy cansado —dijo suavemente—. Creo que iré a descansar. Arregle un poco esto y váyase a comer. Seguiremos luego. ¿Quiere?

    —Sí —murmuró Hany Nynie.

    Ivji Vibor salió del laboratorio, caminando cansino, por una puerta osmótica —¡atravesó la puerta como si ésta no existiera!—, y Hany Nynie quedó sola.

    Al ponerse un cigarrillo en los labios y encenderlo con parsimonia miró hacia donde estaban los cobayas .Escuchó sus débiles chillidos y se estremeció...

    ¡Aquella tarde, Ivji Vibor intentaría efectuar su experimento con un conejito de Indias!

    Haría lo mismo que con la copa: ¡de un conejo obtendría dos!

    Yenamo se ha puesto de pie bruscamente.

    —¡Corta, Borgo!—exclama.

    Dral vuelve a dar la luz y los cuatro hombres se miran entre sí. Luego, todos miran a la muchacha.

    —¿Es posible eso?—pregunta el voluminoso Director de Orden Civil.

    Hanv Nvnie está sumida en el letargo y no puede responder.

    —Debe tratarse de un error —asevera Yenamo—. De ser cierto nos encontramos ante un caso dificilísimo.
    —¿Son legales esos experimentos? —pregunta Borgo.
    —¡Tú debes saberlo! —grita Vayaah—. ¿Quién es aquí el asesor?
    —¿Dudas de mi eficacia?
    —No dudo de nada —retruca el Director—. Pero no creo ni en mis propios ojos. ¿Qué habéis visto en el cerebro de esta chica?
    —Lo mismo que usted, Vayaah —responde Yenamo, seguro de sí mismo—. Lo que ocurre es que no tenemos precedente.
    —¡Eso es; no hay precedente! —afirma Borgo.
    —Recuerdo el caso de Heimert —dice lentamente Dral—. Esto ocurrió allá por el 2215, si no recuerdo mal. Utilizó una mente humana para aplicarla a un robot mecánico. ¡Fue algo horrendo!
    —Heimert fue internado en un Sicocomio —agrega Borgo.
    —¿Crees que debemos aislar a Ivji Vibor? —pregunta Vayaah.
    —No nos precipitemos —ataja Yenamo—. El caso es bien distinto. Aquí no se ha eliminado ninguna vida humana...
    —¡Pero el peligro es latente! Nosotros debemos evitar el daño... Impedir que ocurra.
    —No se me escapa el alcance que tiene el experimento del profesor Ivji Vibor —afirma Yenamo—. Pero, ¿estamos facultados para una intervención? ¿Dificultamos la labor de la Ciencia? Podemos investigar, vigilar y estar prevenidos, puesto que Ivji Vibor puede intentar su experimento con un ser humano...
    —¡Primero con el cobaya!—argumenta Borgo.
    —Eso. Y luego con el hombre... ¿Quién resiste la tentación de intentarlo?

    Yenamo hace un gesto con la mano a sus compañeros del Orden Civil y se inclina sobre Hany Nynie, mirándola fijamente al rostro. Su teleintelecto funciona con toda intensidad. Las palabras mentales surgen de su cerebro y penetran en el asequible de ella.

    —¿Cree usted que Ivji Vibor es capaz de experimentar con un ser humano?

    Esta pregunta la capta el cerebro dormido de Hany Nynie. También la captan débilmente Vayaah, Borgo y Dral, puesto que no va dirigida a ellos.

    —Sí, creo a Ivji Vibor capaz de experimentar con un ser humano —responde la mente de ella.

    Yenamo se incorpora, mira a su jefe y dice: —Le sugiero que ordene la inmediata detención de Ivji Vibor. Un interrogatorio a fondo nos aclarará el misterio y la duda.

    —Bueno. Yenamo—. El Director de Orden Civil de Kamsack parece dudar —; tal vez tengas razón. ¿Pero por qué? ¿La causa?
    —Borgo y Dral le inventarán una. Así opino yo, usted puede hacer lo que quiera. Mientras moviliza sus huestes voy a bajar a charlar un rato con Ivji Vibor. Diga que atiendan a esta muchacha.

    En aquel momento exacto, en Kamsack existían dos Ivji Vibor.

    El profesor Ivji Vibor, seguidor de la Teoría de los Desquicimientos Nucleares, había experimentado con un conejo de Indias, logrando otro ejemplar idéntico que parecía tener la misma vitalidad que el primero.

    Solo en el laboratorio, sumergido en una caótica vorágine, el experimentador, que ya había entrevisto aquella posibilidad, se dijo: —¡Puede reproducir el ser humano! ¿Qué ocurrirá si alguien se interpone entre mis rayos «Gamma-proyectores»?... Reproduce los objetos, los animales. ¿Qué es el hombre? ¿Un objeto o un animal?

    Excitadísimo, Ivji Vibor, preparó las cosas. Sólo tenía que ampliar el proyector, darle la longitud adecuada —datos que ya tenía calculados—, y centrar el catalizador de materia.

    —Será como un espejo que me reproducirá en carne y hueso —se dijo.

    ¡Su razón no podía regir más! ¡Estaba loco, completamente loco, al querer verse a sí mismo!

    Y no lo pensó más.

    Hizo sitio suficiente, puso en marcha sus aparatos...

    Luego, con paso vacilante se interpuso en el foco proyector.

    ¡Sólo pudo resistir un segundo!

    Cayó fulminado al suelo, donde quedó hecho un ovillo.

    ¡¡Pero a un metro de distancia se materializó lentamente un hombre que yacía en la misma posición que Ivji Vibor. Un hombre que vestía sus mismas ropas y que tenía sus mismas facciones!!

    ¡¡¡Era la otra mitad de Ivji Vibor!!!

    Así le encuentra Yenamo una hora después, cuando cansado de llamar en el zumbador de la puerta, decide penetrar en la vivienda por una de las ventanas.

    Nadie ve al Segundo Oficial, de Orden Civil penetrar sigilosamente en la casa. Yenamo tiene medios para abrir puertas cerradas por dentro. Es sigiloso como un felino, astuto como un asesino, y silencioso como una sombra.

    Cuando penetra en el laboratorio, a través de la puerta osmótica, y descubre los dos cuerpos tendidos en el suelo, se guarda muy bien de acercarse.

    Lo primero que hace es desconectar las llaves de entrada de la corriente eléctrica. Luego, hace funcionar su «control» de mando, que lleva al pecho, y cursa un mensaje a las Patrullas de Orden Civil.

    —¡Vengan inmediatamente a la plataforma «O», residencia del Profesor Ivji Vibor!

    ¡¡Yenamo ha visto dos cuerpos exactamente iguales tendidos en el suelo!!


    CAPÍTULO II


    ¿QUE es Kamsack?

    ¿Cuál es el extraño mundo en ei que suceden estas cosas?

    ¿Quiénes son Yenamo Verda, Vayaah, Hany Nynie, Ivji Vibor, Dral y Borgo?)


    Primero.

    Kamsack es un mundo supercivilizado que orbita mucho más allá de Plutón, y gira en derredor del Sol. Fue construido por el hombre hacia el siglo XXV; pero en la actualidad, sus distintas superficies-plataformas albergan a más de cien millones de seres.

    En principio, obra del ingeniero anglo-soviético Bernard-Sukov, era una esfera artificial, cuya superficie poseía cinco mil metros aproximadamente —un diámetro de cuarenta metros—. A dicha esfera le fueron aplicando techos metálicos y envolventes, sujetos unos a otros con gruesas barras de acero, de modo que en la actualidad cuenta con mil doscientas plataformas superpuestas.

    La superficie del nuevo planeta metálico es de más de siete mil millones de metros cuadrados, en su plataforma superior, y ha de tenerse en cuenta que las mil doscientas interiores también están habitadas, aunque menos densamente que un planeta natural.

    Para construir Kamsack se ha trabajado durante seis siglos.

    Esto quiere decir que estamos en el siglo XXXI, e incluso han cambiado las medidas del tiempo. Ahora, el tiempo se mide por «segundos-luz», medida casi equivalente a la antigua solar. Otra diferencia es que los «astros artificiales» han disipado las tinieblas de la noche por sistemas de reflexión.

    Mucho más podemos decir de Kamsack. Pero preferimos pasarlo por alto. ¡De meternos en descripciones nadie nos podría sacar de ellas! Sería como volver a escribir una historia Universal, labor que, como comprenderán, no es nada sencilla.


    Segundo.

    Primero vivieron en Kamsack técnicos de la estación sideral, instalando allí sus instrumentos de medición, tanto robóticos como humanos. Luego, vinieron las familias de éstos.

    Así es formó la primera colonia en la plataforma ««Antigua». Necesidades de expansión, en especial durante la Gran Epidemia de Cólera Joviana, agrupó allí a varios miles de familias.

    Fue preciso traer mineral de Plutón y construir otra plataforma. Luego otra, y otra...

    Aquellas gentes se regían por un Director Técnico que era nombrado desde La Tierra. Pasados los años, se creó una constitución y se formó una Junta de Gobierno Parlamentario, análogo al de otros planetas de la Federación Interplanetaria.

    Luchas, guerras y cataclismos cambiaron sucesivamente la faz de los planetas del Sistema Solar.

    Y de todo aquello surgió la nueva generación de Supertécnicos.

    Ya no es preciso ninguna clase de Gobierno, y los mundos se rigen por una autodisciplina. Bien es verdad que está el Servicio de Orden Civil, con su Director y sus patrullas armadas. Pero también es cierto que han de transcurrir años sin que surja el incidente que haga intervenir a estas fuerzas.

    ¡Y en Kamsack, el Segundo Oficial de Orden Civil, acaba de movilizar a sus patrullas!


    Tercero.

    Vayaah es Director de Orden Civil desde hace cuarenta años. De joven, ganó una convocatoria de Segundo Oficial, y, a la muerte de su antecesor —ciento sesenta y seis años— ocupó el puesto. Otro sujeto fue nombrado Segundo Oficial.

    Recientemente, un accidente de autobólido hirió mortalmente al Segundo de Vayaah, y el Consejo hubo de seleccionar a otro, nombrándose a Yenamo Verda, de treinta y cuatro años, por unos méritos relevantes que nadie pudo refutar.

    Y entre diez mil jóvenes psicotécnicos, Yenamo fue investido de su cargo, con un elevado sueldo y una ocupación que no le distraía ni un solo segundo de su jornada.

    ¿Qué podía suceder en Kamsack que no estuviera previsto?

    Bueno, lo que podía suceder, ya había sucedido.

    Ya no se robaba ni se mataba en Kamsack. Todo el mundo cumplía su deber, y existían, ¡qué duda cabe!, horas de esparcimiento.

    ¡Pero un hombre había dividido su cuerpo!

    ¿Era esto asunto de la competencia del Orden Civil?

    Yenamo Verda así lo cree.


    Cuarto.

    ¿Qué es el Orden Civil?

    Una organización jurídico-policíaca inactiva. Sus miembros están considerados como parásitos necesarios. El contribuyente ha de mantener una serie de oficinas distribuidas por todo el planeta, autobólidos, estaciones de observación, disciplina, psico-criminalogía, y estadística. Este último servicio es más activo que los otros, pues se encarga de los registros, fichas e identificación de súbditos, regulando la emigración e inmigración.

    Últimamente, antes del ingreso de Yenamo en el Orden Civil, Vayaah, como Director, hubo de intervenir en un caso de contrabando de perfumes —delito muy menor—, y en otro caso de un mecánico que se negó a trabajar, produciendo el paro de una cadena de trabajo.

    Este último caso, se comprobó, era debido a una afección mental del individuo, a quien hubo da operarse. Nada grave.

    Ahora, la denuncia presentada por Hany Nynie era algo así como una revolución «kamsackiana». ¡Jamás se había dado un caso semejante!

    ¡Lo que ignoraba Vayaah, era la hecatombe que se avecinaba!

    Pero Yenamo pronto intuyó el grave peligro. Por esto no vaciló en movilizar a las patrullas de Orden Civil...

    Ivji Vibor yace inconsciente sobre un lecho flexible-metálico. En una litera contigua yace también Ivji Vibor. Son exactamente iguales, incluso la fórmula dactiloscópica, el color del cabello, la disposición de sus canas las arrugas del rostro... ¡Todo es idéntico!

    Pero son dos cuerpos distintos.

    La junta médica ha entregado su informe a Yenamo quien lee detenidamente, mirando de vez en cuando a los dos cuerpos inmóviles sobre el lecho.

    «Respiran normalmente. Sus vísceras cardiacas van al unísono, así como sus riegos sanguíneos. Sin embargo, hay algo anormal. La presión de la sangre es la mitad de lo normal y los tejidos son más blandos que los de un hombre corriente.
    »Hemos tenido en cuenta que se trata de dos hombres delgados, pero reconocemos que es un fenómeno de semejanza inusitado...»

    Yenamo levanta la cabeza y se dirige a un agente inmóvil que está junto a la puerta: —Haga usted pasar a la señorita Hany Nynie, por favor.

    El agente se retira y al poco regresa acompañado de la nerviosa muchacha, cuyos ojos miran fijos a los dos cuerpos que yacen sobre las literas.

    —¿Reconoce usted a estos hombres —pregunta Yenamo.
    —Sí... Este es el Profesor Ivji Vibor.

    Vacila mirando al otro.

    —¿Y ese?... ¿Le conoce?
    —Sí... ¡También es el Profesor Ivji Vibor!

    Hany Nynie retrocede llevándose la mano a la boca. La pintura verde es indeleble, pero se ha cuarteado, está pálida, y afea a la muchacha.

    —¿Se da usted cuenta de lo que dice? —pregunta incisivo Yenamo—. ¿No puede ser otro individuo que haya adquirido el mismo aspecto que Ivji Vibor?
    —¿No les expliqué lo que sucedía? —parece gritar Hany—. Ya les dije que esto podía suceder.
    —¡Es imposible! —vocifera Yenamo, aunque su rostro está impenetrable.

    Hany guarda silencio. Mira una y otra vez a los dos cuerpos yacentes. Luego, vuelve el rostro hacia Yenamo.

    —Si quiere usted venir al laboratorio le puedo hacer la experiencia. Los conejos de Indias están aún allí...
    —Lo sé —dice Yenamo con voz débil—. Lo sé —repite.

    Hay un silencio opresivo en la estancia.

    —Bueno, venga usted a mi despacho, señorita Hany Nynie. Tenemos que hablar detenidamente. ¿Le han tomado ya declaración oficial?
    —Sí —responde Hany con un hilo de voz.

    Salen.

    —Vigilad bien— dice Yenamo a los agentes uniformados del Orden Civil—. Esos dos hombres no pueden salir de aquí.
    —Comprendido, señor—responde un agente más antiguo que los demás—. No saldrá nadie.

    Dentro de la estancia van pasando los segundos. El vigilante de vista es relevado y otro ocupa su puesto. De cuando en cuando sale al exterior a fumar y a charlar con sus compañeros que forman el retén en el pasillo metálico.

    Dos horas y media después de haber salido Yenamo y Hany Nynie, Ivji Vigor «empiezan» a mover los párpados, se «agitan». El sedante que les dieron los médicos empieza a hacer su efecto.

    Dos gemidos que parece uno solo...

    Dos cabezas que se mueven.

    Dentro de la estancia no hay nadie; pues el agente está fuera con sus compañeros viendo un entretenido espectáculo de la esfera tridimensional de Televisión en relieve. La proyección es muy pequeña, puesto que los agentes tienen poco espacio. Pero como están todos en torno a la mesa, muy cerca, lo ven perfectamente.

    (Los proyectores de televisión tridimensional logran reproducir figuras del tamaño que se quiero. Por lo general en los hogares se emplean aparatos que reproducen figuras de veinte centímetros. Pero en el Valle de Arkas, en Marte Nuevo, se proyectó un espectáculo televisado tridimensional que reproducía figuras de un kilómetro de altura.) Ala sazón, los agentes del Orden Civil presenciaban las evoluciones de un «ballet» de cincuenta figuritas gráciles evolucionando sobre una pista de baile.

    —Es muy bueno esto —dice un agente—. Es el «Canadian Ballet» de Kraw, una atracción interestelar.

    Y dentro de la estancia que tienen orden de vigilar, dos «cuerpos» humanos se miran. Se han incorporado y se examinan.

    Mejor dicho, es uno quien examina al otro.

    —¿Quién eres?—pregunta Ivji Vibor.
    —Soy Ivji Vibor —responde Ivji Vibor.

    ¡Los dos se estremecen!

    Se miran con mayor detenimiento. Y aunque piensan los dos del mismo modo, algo del equilibrio biológico que los une está empezando a romperse.

    Tanto es así, que cuando uno de ellos se pone lentamente en pie, el otro permanece sentado, frotándose el rostro.

    —Esto es... es obra mía
    —Lo sé. ¡Es tu obra! ¡Mi obra! ¡Nuestra obra!... ¿No esperarás que te dé las gracias, verdad?
    —¿Qué quieres decir?

    El otro, en vez de responder, efectúa una pregunta: —¿Te das cuenta del alcance de lo que has hecho?

    Ivji Vibor no responde.

    Ninguno de los dos hombres ha tenido que emplea los labios para hablar. Han sido sus reflejos mentales, ¡los reflejos de un mismo cerebro!, los que han mantenido el diálogo.

    Ahora se miran con concentrada atención. La ira asoma a los ojos del «medio ser» que está de pie. El que se sienta sobre la litera ha bajado la vista al suelo.

    —¿No te encuentras bien, eh?
    —No —responde el otro.
    —Hemos de volver al laboratorio. Tengo que estudiar esto... Me parece que algo no ha ido bien. ¡Allí lo estudiaremos!
    —¿Sabes dónde estamos ahora?
    —No... ¡No lo sé!

    Pero en este instante el agente de Orden Civil penetra en la estancia algo aturdido y nervioso, debido a que está consciente de haber abandonado su servicio.

    —¡Eh!... ¿Ya se han recobrado ustedes?

    Ivji Vibor mira a Ivji Vibor. Habla el que está de pie.

    —¿Qué significa esto? ¿Dónde estoy? ¿Quién es usted?
    —Pertenecemos al Orden Civil, señor. Tengo orden de avisar al señor Yenamo en cuanto se recobren ustedes... ¿Se encuentran bien?
    —No. Deseo volver a mi domicilio.
    —Eso no puede ser aún. El señor Yenamo tiene que hablar con ustedes. Ahora mismo le avisaré. Aguarden unos minutos.

    El agente sale.

    Ivji Vibor que está de pie se vuelve hacia su otro él.

    —¡Estamos detenidos por el Orden Civil!
    —Supongo de que se trata. Hany Nynie no estaba muy de acuerdo con tus experimentos.

    Ivji Vibor mira a su otro yo de un modo intenso.

    —Pareces darme a entender que tú tampoco lo estás... ¿Es que no queréis comprender que es lo más grande que puede haber sucedido dentro del campo de la investigación científica? ¿No te das cuenta de lo que he conseguido?
    —¡Dímelo! ¿Quién eres? Dímelo... ¡Dónde estabas antes?
    —Dentro de ti —responde el hombre que está sentado en la litera—. ¡Soy una parte desprendida de tu cuerpo...! ¡Pero somos distintos!... ¡Cómo si hubieras hecho resucitar a un muerto para darle vida de tu propia vida!

    Ivji Vibor ha quedado aterrado al escuchar esto. Algo que no es ciencia pura centellea en su cerebro.

    —¡Eso es! —exclama el otro—. Lo que estás pensando ahora. ¿Quién ha intervenido en tu obra? ¿Qué poder maléfico no se está burlando de ti?

    Ivji Vibor retrocede sin dejar de mirar a su homónimo. Su mente se vuelve caótica, confusa... ¡igual que la mente del «medio ser» que tiene delante! ¡Su otro él! ¡Un Ivji Vibor que está dentro y fuera de su cuerpo y mente!

    —¿Acaso no he hecho bien? —pregunta vacilando y frotándose el rostro con la mano—. ¡Responde sinceramente!
    —No, pues las consecuencias de esto son imprevisibles.
    —¡Oh!

    En aquel momento aparece Yenamo Verda en la puerta.

    ¡Era lo más fantástico que podía darse!

    Ivji Vibor declaró lo que había hecho. Explicó con palabras técnicas e incomprensibles para los altos miembros del Orden Civil lo que había realizado, concebido y estudiado, de forma que había logrado reproducirse a sí mismo.

    Incrédulos, pese a ya estar enterados por la declaración psíquica-proyectada de Hany Nynie, Yanemo, el director Vayaah y los dos consejeros Borgo y Dral le escuchaban boquiabiertos.

    —Entonces... ¿ustedes dos son una misma persona?—pregunta Vayaah, sin acabar de creer en lo que está oyendo.
    —Exacto —asienten los dos Ivji Vibor.

    Ha sido preciso recurrir a los hombres de Ciencia de Kamsack. Se ha tenido que convocar una junta de expertos para que examinen a los dos cuerpos. Han acudido seres eminentes de diversos planetas. Se ha informado a La Tierra y...

    Desgraciadamente, ciertas noticias no se pueden guardar muy bien y los servicios de información han difundido el secreto.

    «¡Kasack se ha convertido en el centro de la atención Universal!» «¡Un hombre llamado Ivji Vibor, profesor de Bioquímica y Físico eminente, se ha reproducido a sí mismo con un proyector de rayos «gamma» de su invención!».
    «¡Al parecer se trata de un curioso experimento basado en la Teoría de los Desquiciamientos nucleares!»

    Y mil detalles más, muchos de los cuales, cazados al vuelo, no reproducen la exacta realidad. Pero la difusión es completa. Llega hasta los mismos confines de la Galaxia, atraviesa el Cosmos con la centelleante velocidad de la «infraluz» —la infinita velocidad del cero, por ser simultánea— y alcanza les oídos de alguien que abre dos ojos monstruosos.

    ¡B’poxo, un ser de allende la muralla estelar, en los confines de Andrómeda, conocía el secreto de Ivji Vibor! Pero B’poxo estaba confinado, carecía de piernas y brazos; todo su poder radicaba en un prodigioso cerebro y una fuerza mental magnética de tanta intensidad que le permitía incluso mover ciertos objetos...

    ¡Ivji Vibor y B’poxo estaban íntimamente ligados, pese a la tremenda distancia que les separaba!


    CAPÍTULO III


    B’POXO vivía solo en un mundo gigantesco.

    Tenía conocimiento de la existencia de seres humanos y humanoides en otros mundos del Universo, pero siempre le habían importado muy poco aquellos bípedos que caminaban erguidos. No había visto nunca ninguno y su conocimiento era puramente intelectual.

    ¡No en vano B’poxo había pasado siglos ejercitando su cerebro gigantesco!

    No dormía, no tenía necesidad de alimentarse, sus células se reproducían a sí mismas conservándose vigorosas y eficientes. B’poxo era capaz de pensar mil años en la misma cosa...

    ¡Y capaz de enviar su maligno poder al otro lado de la muralla de estrellas entimagnéticas!

    Esto, claro está, le había costado muchos siglos de intensa concentración, horadando persistentemente el antimagnetismo, abriéndose paso mentalmente hacia mundos civilizados.

    De este modo llegó a captar el sonido que procedía de la Galaxia, cual si fuese un gigantesco y maravilloso radarcospio. Así tuvo noticias del Hombre y sus avances técnicos, la mayoría de los cuales no hicieron encoger a B’poxo de hombres porque carecía de ellos; pero le llenaron de indiferencia.

    ¡Él lo conocía todo!

    ¡Pero desconocía el medio de reproducirse a sí mismo!

    El poder divino le había confinado a su estado actual, todo cerebro, dándole un poder tal que ni él mismo era capaz de calcular su alcance. Pero B’poxo quería saber cómo habían conseguido hacer retroceder la radiación «gamma». ¡Esto era lo incomprensible para el maligno B’poxo!

    —Naturalmente, ese humano ha debido cometer un error en sus cálculos. Inconscientemente ha encontrado lo que buscaba. Pero no es capaz de saber la causa. ¡La vida de un humano no es suficiente para solucionar un problema que me lleva pensado cien siglos!

    Aquel monstruo «sólo cerebro», era longevo. Si un agente exterior no cambiaba las condiciones reinantes en su mundo líquido —en el cual vivía sumergido—, su vida sería eterna.

    Pero B’poxo debía pensar intensamente. ¡Sólo el pensar le mantenía vivo! Si dejase de pensar su vida languidecería y terminaría por extinguirse, como se había extinguido la de sus antiguos semejantes.

    —¿Cómo?—se preguntaba B’poxo una y otra vez—. ¿Qué influencia reciben los rayos gamma proyectados con el catalizador electrónico? Lógicamente, la dispersión se efectúa en línea recta. Nada ni nadie puede interponerse en su curso rectilíneo. ¿Por qué vuelven, pues, para reproducir las moléculas de los átomos que han atravesado, desquiciándolos?

    B’poxo se agitó. Las ondulaciones sinuosas de su cerebro se trasladaron al ambiente líquido que lo envolvía. Todo aquel sector del mundo acuático se agitó, se convulsionó, como estremeciéndose.

    Y siguió pensando intensamente...

    Mientras tanto, las cosas siguen un curso acelerado.

    Todo Kamsack ha quedado sorprendido por la avalancha de cosmonaves que llegan a la plataforma del espaciódromo de la metrópoli superior. Desembarcan hombres importantes seguidos de docenas de ayudantes.

    Hombres de la talla científica del Doctor Vorodo, el precursor de la famosa Teoría de los Desquiciamientos nucleares; hombres del conocimiento biológico, físico y químico de «Herr» Want, una lumbrera en disciplinas tan vastas y complicadas como las Ciencias Naturales, y miles de otros sujetos semejantes.

    Procedían de los más distintos mundos de la Galaxia. Incluso los había con forma humanoide, pero no dejaban de ser perfectísimas máquinas pensantes de una capacidad intelectual insospechada.

    Yenamo Verda, Segundo Oficial del Orden Civil en Kamsack ha sido el responsable de la llegada de tales hombres. Ahora, el inteligente colaborador de Vayaah se las ve y se las desea para alojar a tanto hombre «importante».

    Tiene que distribuir su tiempo entre examinar a Ivji Vibor, confrontar miles de metros de «hilo sonoro», conteniendo la complicada declaración de los dos recluidos, y al mismo tiempo atender y explicar mil detalles a los recién llegados.

    Estos no tienen paciencia para esperar la reunión que ha preparado Yenamo y que constantemente tiene que aplazar al recibir el aviso de nuevos enviados de la Ciencia que se encuentran en camino, y a los que no conviene desairar.

    Por esto cena con Vorodo y unos cuantos más, y explica: —La reunión debe aplazarse hasta pasado mañana, señores. He recibido un mensaje del Planificador del Sistema de Algol. También tiene mucho interés en escuchar a lvji Vibor.

    —¿Pero no tiene usted ya una declaración completa de él? —pregunta un físico—. ¿Por qué no reproducirla íntegra y dar a cada hombre de ciencia una copia? ¿Cada uno de nosotros podemos empezar a estudiarla inmediatamente.
    —Ruego a ustedes que tengan paciencia —ataja el Profesor Vorodo—. Hoy mismo he sugerido eso al Director de Orden Civil, señor Vayaah, y ha prometido complacernos cuanto antes, parece ser que el único que obstaculiza nuestra labor es nuestro querido Anfitrión el Oficial Segundo, Yenamo...
    —Yo... yo..., —El aludido ha enrojecido ostensiblemente.
    —No se disculpe usted, mi querido amigo —sonrió el Profesor Vorodo—. Le comprendo perfectamente. Es usted joven, tiene ambiciones y... Bueno, yo en su lugar haría lo mismo. Hacerse rogar un poco por gente influyente como nosotros es bueno.
    —¡Les prometo a ustedes que no es esa mi intención!

    Vorodo hace un gesto ambiguo y condescendiente al mismo tiempo con la mano. Sonríe y agrega: —Por complacerle a usted, Yenamo, he aceptado asistir a esta cena. Cuente, a partir de ahora, con mi apoyo dentro del Gobierno Central. Sepa que me tuteo con el Bi-mariscal Hugar. Una sugerencia mía y podría usted escalar puestos muy altos...

    La jactancia del famoso Profesor Vorodo hace que todos los asistentes a la cena se sientan algo incómodos. Muchos miran hacia Yenamo Vorodo sonríe y ejecuta su gesto característico.

    —Bueno, señores míos, con el permiso dé ustedes me retiro. Me siento un poco indispuesto. Siempre que un empleadillo intenta obstaculizar la labor de la Ciencia se me indispone el estómago...

    El Profesor Vorodo se retira seguido de sus diez ayudantes. Más de cincuenta científicos que habían permanecido mudos durante la breve charla de la sobremesa le imitan... No secundar la ofensiva y ultrajante actitud de Vorodo era cerrarse las puertas de los más famosos laboratorios del universo habitado.

    Otros, nerviosamente, procurando desviar la mirada del grupo de Vorodo, permanecen sentados y silenciosos.

    Sólo un hombre obeso y rosado se pone abiertamente al lado del incandescente Yenamo. Este es un sujeto gordo y de buenos sentimientos que se llama «Herr» Wantt, y la única cosa que le une a Yenamo en este momento es su aversión hacia Vorodo.

    Mejor dicho, Want ha odiado siempre a Vorodo.

    —No se inquiete usted, Yenamo Verda —dice Want sonriendo—. Vorodo es así. Le conozco muy bien. Cuando sale de su laboratorio se convierte en un niño al que hay que complacer en todo, de lo contrario se enoja.
    —¡Le aseguro a usted que jamás me he sentido más vejado en mi vida! —protesta Yenamo, todavía con el rostro enrojecido.
    —No se lo tenga en cuenta. Yo, personalmente, agradezco mucho cuanto hace usted por nosotros. Comprendo su situación y la trascendencia del caso que le ocupa.

    Tranquilizándose un poco, Yenamo toma el café. Luego, se traslada con los científicos restantes a un salón próximo, en el hotel donde han cenado, y allí, sentados en cómodas butacas de aire, Yenamo habla del «caso Ivji Vibor».

    —Desconozco la técnica empleada —dice lentamente, mirando en particular al comprensivo y obeso «Herr» Want —; pero Ivji Vibor se ha reproducido así mismo.

    »Ha dicho que de su cuerpo ha hecho dos cuerpos. El suyo original y otro, cuva densidad molecular es la mitad del primitivo. Esto ha afectado a su intelecto de un modo curioso. Tiembla mucho más que antes, dice; pero las repercusiones que pueda tener las desconoce.
    »También ha declarado estar dispuesto a someterse a tantas pruebas y exámenes como la Ciencia estime oportunos.

    —¡Eso está bien!—exclama uno del grupo—. Estoy impaciente por reconocer a esos dos «cuerpos».
    —En realidad se trata de un solo hombre —apunta «Herr» Want—. No nos hagamos ilusiones.
    —¡De un solo hombre... pero dividido!—apunta a su vez Yanamo—. Mas debo decirles que humanamente no podemos someter a Ivji Vibor a una tortura clínica. He pensado que todos ustedes se agrupen por especialidades. De este modo, los biólogos pueden trabajar juntos y celebrar consultas e impresiones. Los físicos por otro lado, los bioquímicos, los psiquiatras, etc.
    —Muy acertado —señala Want.
    —¿Y no se cansará Ivji Vibor? —pregunta otro sujeto bajito y delgado—. Sería interesante poder analizar sus tejidos.

    Una mirada fulminante de Yenamo corta bruscamente al hombrecillo.

    —Han de tener ustedes en cuenta que Ivji Vibor es un investigador, un hombre de ciencia también. ¡Pero no un conejo de Indias!
    —¿Seremos autorizados a inspeccionar su laboratorio? —inquiere otro.
    —Ahora tenemos el laboratorio precintado y vigilado. Sólo el propio Ivji Vibor dispone de ello. Supongo que esto es algo que sólo él puede autorizarlo.

    Pocos días más tarde empezaron los trabajos.

    Ivji Vibor compareció, ¡acompañado de su hosco y ceñudo homónimo!, ante los hombres de Ciencia acreditados en Kamsack. Para la primera conferencia se utilizó una vasta sala de disertaciones del Hospital General, habilitada al efecto, donde se sentaron todos los personajes interesados en el caso.

    Habían llegado, en total, cinco mil trescientos cuarenta científicos: y todos estaban allí reunidos, mirando con curiosidad a los dos hombres.

    Vayanh Yenamo y los consejeros del Orden Civil también estaban presentes, acompañados de enviados especiales de La Tierra, con estenógrafas particulares que hacían funcionar sus «registradores de sonido y visión». Además, en torno a la sala, había doscientos agentes de las Patrullas del Orden Civil.

    Un día...

    Otro día...

    Ivji Vibor no parecía cansarse de hablar, de responder a preguntas. De discutir, incluso, buscando frases nuevas y ejemplos concisos.

    —¿Cómo ha conseguido hacer retroceder la radiación «gamma»? —fue el Profesor Vorodo quien efectuó la pregunta que dejó pensativo a Ivji Vibor.

    Los dos hombres delgados que vestían la túnica blanca ajustada hasta el cuello se miraron. Estaban sentados uno junto al otro. Ante la mesa Yenamo había hecho poner dos placas. Una con el nombre de Ivji Vibor y correspondía al Ivji Vibor natural, al primitivo.

    La otra placa, con el nombre de «Repro» Vibor, correspondía a la persona engendrada por Ivji Vibor, al hombre que surgió de sus experimentos.

    Y durante todo el tiempo que duró la conferencia, «Repro» Vibor no había despegado los labios, manteniéndose en su extraño mutismo. Cuando terminaban las sesiones salía siempre delante de Ivji Vibor e iba a encerrarse en el departamento que le había sido asignado en el Hospital General.

    Jamás hablaba.

    Por esto, todo el mundo quedó sorprendido cuando le vieron ponerse de pie y dirigirse al Profesor Vorodo.

    —La radiación «gamma», como usted dice, caballero, la hice retroceder yo mismo. No puedo explicarle cómo, ni la razón. ¡Tampoco la podría explicar usted si quiere someterse al tratamiento!... Ni la copa de cristal que ustedes han examinado, y mucho menos el cobaya reproducido.
    —Entonces, ¿es un fenómeno casual? —exclamó Vorodo—. Lo digo porque usted no tenía existencia antes de someterse Ivji Vibor al proyector...

    Hubo un intenso silencio en la sala.

    «Repro» Vibor miraba fijamente al Profesor Vorodo. De repente todos le vieron llevar la mano a la frente y caer sentado en su silla. Ivji Vibor se volvió hacia él rápidamente.

    —¿Qué te ocurre? —preguntó alarmado.
    —Ese... ese hombre... —murmuró débilmente.

    Luego, cayó desmayado.Vorodo dice:

    —No lo comprendo. Intenté escudriñar su mente por medios ultrasensoriales. Me parecía que estaba mintiendo.

    Yenamo tiene ahora la oportunidad de desquitarse de la ofensa que recibió de aquel hombre altivo y jactancioso. Están en el despacho de Vayaah, con Borgo y Dral, como asesores.

    La interrogación de Vorodo está justificada plenamente.

    Yenamo explica la situación:

    —Usted dialogaba con «Repro» Vibor, quien no había despegado los labios hasta entonces. La pregunta de usted fue significativa. Nadie había preguntado acerca de ello.
    —Sí, admítalo, Profesor Vorodo —dice Vayaah, no muy convencido de lo que está diciendo, pero considerando que como Director está en la obligación de decir algo.
    —¡Por vida de Dios!... ¡Claro que lo admito!

    Yo soy de los pocos que conocen detenidamente la teoría de los Desquiciamientos Nucleares... ¡Yo la concebí y he dedicado mi vida a ella! Pero no había pensado jamás en un posible retroceso de la radiación «gamma». ¡No podía pensar en ello puesto que de existir el más mínimo retroceso toda mí teoría se vendría al suelo!... ¡No sé por qué lo pregunté, lo juro!

    Los cuatro hombres del Orden Civil se miran entre sí.

    —El caso es que usted empleó la telepatía para hurgar en la insegura mente de «Repro» Vibor...
    —¡También lo han hecho ustedes, y cientos de los hombres que estaban en la sala! ¿No pudo haber sucedido que tal concentración de preguntas ultrasensoriales afectasen su débil organismo?
    —Sí, puede ser. Pero fue usted el que estaba más concentrado con él. ¡Usted era el foco de la atención de «Repro» Vibor! —ataca Yenamo Verda, inflexible.

    Le da la sensación de gozar ante la creciente inquietud del hombre de Ciencia. Encuentra placer en vengarse de él, en hacerle sudar.

    —Ahora, «Repro» Vibor está inconsciente. Ignoramos si podrá recuperarse. Por esto hemos de saber exactamente si hubo mala intención en usted o actuó consciente de su deber científico.
    —¡No hubo mala intención! —vocifera Vorodo.
    —Pero admite no saber por qué hizo tal pregunta —insinúa Dral, que está muy inclinado sobre la mesa—. Ante esto, suponemos que no tendrá usted inconveniente en someterse a un escudriñador mental.

    El Profesor Vorodo se pone en pie rápidamente.

    —¡No! —grita.

    De pronto, se estremece, se lleva las manos al cuello y cae a tierra como fulminado por un rayo.

    ¡Su rostro se ha tornado verdoso, grisáceo!...

    Y ante el estupor de los cuatro hombres que se han levantado a mirarle, consternados, ven cómo su figura va fundiéndose, como convirtiéndose en un humo pestilente, acre y asfixiante.

    Antes de que Vayaah, Dral, Borgo y Yenamo hayan alcanzado la puerta, huyendo de aquel horrible humo, el cuerpo del Profesor Vorodo ha desaparecido en el suelo.

    El humo invade toda la estancia. Luego, empieza a disiparse.

    ¡El hombre de Ciencia ha quedado desintegrado misteriosamente!


    CAPÍTULO IV


    A B’poxo no le había costado mucho matar al Profesor Vorodo. Sólo tuvo que concentrarse un poco, teletransmitir su maligno poder y destruir aquel cuerpo, del que se había apoderado por breve lapso de tiempo, por medio de ondas mentales aniquiladoras.

    —Era un infeliz en el fondo —se dijo B’poxo, malhumorado—. Pensé que sería una lumbrera y no era más que una nulidad, sin pizca de voluntad... ¡Un engreído de sí mismo, fatuo y poco útil!

    »De haberle dejado en poder de esos humanos, el proyector de imágenes mentales me habría descubierto. No a mí, sino a mi poder. Y eso no me conviene... ¡Significaría mi destrucción! No puedo controlar a todos los cerebros del Universo y los hombres terminarían encontrándome. Claro que causaría mucho daño, ¡muchísimo!, pero ¿qué utilidad puede reportarme?
    »No, tengo que emplear otros medios. Vorodo ha desaparecido. Ahora, los humanos pasarán una temporada intentando descubrir la causa sin hallarla. Al final, se cansarán y desistirán.
    »¡Pero yo necesito esa respuesta! ¡La necesito!
    »Controlar la mente de Ivji Vibor es como matar la gallina de los huevos de oro. No conduciría a nada. En cambio... Ahí está ese Yenamo Verda que es sumamente inteligente. Mas no puedo cometer dos veces el mismo error. ¿Hasta qué punto puede él sondear la mente de «Repro» Vibor, como le han llamado?
    »Carece de los conocimientos técnicos necesarios. Pero puedo influirle de ellos. Mis pensamientos pueden hacer fecunda su mente. Me puede ser útil. Aunque... un analítico como él, ¿no puede caer en la cuenta de que su discernimiento se ha transformado? Puede eludir, incluso, mi poder telesensorial y localizarme. Con un humano como él, el más leve descuido significaría un desastre...
    »He de meditar concienzudamente antes de obrar.
    »También tengo a esa muchacha, Hany Nynie. Ella conoce bastante bien el procedimiento de Ivji Vibor. Ha trabajado con él en el laboratorio y ha podido captar inconscientemente el método. Ha podido ver «algo»...
    »Sin embargo, apoderarse de la mente de una mujer es peligroso. Las hembras humanas tienen un peculiar instinto, adivinan más que ven, y parte de su cerebro ha de quedar libre para que pueda desenvolverse. ¿Qué parte debo presionar para hacerla obedecer a mis mandatos?
    »Sería conveniente estudiar esto. Y...
    »¡Y detenerse ahora a estudiarlo representa que, para ellos, pasarán varios siglos! No, Hany Nynie no vivirá lo suficiente. Debo examinar más profundamente el caso... ¡correr cierto riesgo!
    »¿Lo has visto?
    »¡Sólo él puede darme la respuesta...! ¡Él la conoce! No obstante, el riesgo es grande. Su mente es pura, vive atormentado, no es, en realidad, un ser normal. Ninguno de los dos son ahora seres normales.
    »Ivji Vibor empieza ya a languidecer y no tardara en extinguirse. Le falta vitalidad. Y a «Repro» Vibor le ocurre lo mismo. Si me apodero de él, ¿qué ocurrirá? ¿Fertilizará en su mente algo nuevo, el poder de B’poxo, por ejemplo? ¿O surgirá un nuevo engendro inclasificable y de una naturaleza completamente distinta?
    »¡Ah, estoy seguro de que él me sirve! Sin embargo, no puedo precipitarme. Vorodo ha sido una experiencia nefasta...
    »Tengo tres humanos para escoger: Yenamo Verda, un analítico a quien temo. Sus reacciones son imprevisibles. Segundo, a Hany Nynie, de cuya mente intuitiva no puedo fiarme, y menos perder el tiempo en estudiar detenidamente. Y por último, «Repro» Vibor...
    »¿Es éste el que necesito? De «apoderarme» de él puede surgir un verdadero monstruo... ¿No es así? Sus átomos inestables pueden dispersarse... con una sacudida «infraluz» mi defensa líquida carece de eficacia. Claro que la distancia es mucha. Pero, ¿existe realmente la distancia en el Universo? Este problema tengo que resolverlo en otra ocasión.
    »Sí —admitió al fin B’poxo, después de una pausa a su monólogo—, creo que puedo correr ese riesgo. Después de todo, destruirse o vivir eternamente en esta incógnita inextinguible es cuestión de criterio. Si yo desaparezco también se esfuma el último vestigio de mi raza. ¿Qué importa el «después»?
    »«To be or not to be, that is the question», frase que inmortalizó un humano llamado Shakespeare en una obra teatral. «Ser o no ser, esa es la cuestión», repito yo también sumergido en el tiempo. Si me apodero de «Repro» Vibor y no puedo dominarle mi fin es inmediato, transmitiéndole a él un poder destructivo que puede aniquilar el Universo entero.
    »Si le domino averiguo por qué han retrocedido las radiaciones «gamma». Entonces puedo reproducirme, transmitir a una raza semejante a mi una ciencia casi infinita. ¿Merece la pena correr ese riesgo?

    B’poxo, sumergido en su mundo acuático, estudió intensamente el problema durante varios días solares. Al fin, hastiado, tomó una decisión —habría de arrepentirse de ella—, pero la tomó.

    —¡Sí, tanto si vale la pena como si no, voy a «apoderarme» de esa mente aturdida! ¡«Repro» Vibor me dirá lo que necesito saber, puesto que su homónimo actuó influido por un instinto que no deja memoria!

    »Así lo he decidido y así lo haré...

    Cuando Yenamo vuelve a entrar en el despacho de Vayaah, el cuerpo de Vorodo ha desaparecido. El humo también se ha esfumado y no queda el menor vestigio del cuerpo humano que cayó fulminado ante sus ojos.

    Hace entrar a Vayaah y le dice:

    —Es lo más asombroso que ha ocurrido jamás.
    —Sí... sí... ¿Cómo ha podido desaparecer ese hombre? ¿Crees que ha muerto?
    —Estoy seguro. Fulminado por un procedimiento desconocido. Alguna onda enviada por alguien para impedirle seguir hablando. Recuerde que se erguió cuando insinuó Dral de someterle al escudriñador mental.
    —Sí —asiente Vayaah con el miedo recorriéndole la médula cervical—. ¿Qué podemos hacer, Yenamo?
    —No lo sé aún... Pero intuyo que no hemos de decir ni una palabra a nadie hasta que no hayamos averiguado lo sucedido.
    —Sí. El escándalo que se armaría podría arruinarnos. Nos procesarían. Alguien se apresuraría a decir que le hemos matado nosotros.

    La mente de Yenamo es un caos uniforme. Intenta analizar uno por uno cuantos datos posee. Lo primero que decide es abandonar cuanto antes el despacho de Vayaah.

    Sale, seguido del Director, y se encara con Borgo y Dral.

    —Escúchenme, alguien tiene que conservar la serenidad en este asunto.
    —¡Claro, claro!—admite Borgo, nervioso.

    Vayaah también ve el cielo abierto y se agarra a ello con vehemencia.

    —¡Sí, ocúpate tú de este asunto, Yenamo! ¡Te concedo plenos poderes! Será mejor que yo me vaya a mi morada. Me encerraré en una cámara antimagnética y no pienso recibir a nadie. Si deseas algo de mí llámame a través del control de mando.

    «¡Cobarde!», piensa Yenamo.
    «¡Cobarde!», piensa Dral.

    ¡Y lo mismo piensa Borgo! Pero los dos consejeros no están muy seguros de sí mismos.

    —Está bien —accede Yenamo—. Yo me ocuparé de este asunto. Le tendré informado de cuanto ocurra. Ahora voy a ver de nuevo a Ivji Vibor. Presiento que todo este misterio gira en torno a él.

    Al salir del extenso edificio de acero donde está ubicado el Centro de Orden Civil de Kamsack, Yenamo se dirige a su autobólido particular. En el aparcamiento hay varios agentes vigilando. Por esto, cuando Yenamo alcanza su vehículo y ve a una muchacha sentada junto al tablero de control, recibe una sorpresa.

    ¡Es Hany Nynie!

    —Le estaba esperando, señor Yenamo —dice la muchacha.
    —¿Cómo ha llegado hasta aquí?
    —Me he hecho transparente —responde ella.
    —¿Transparente?—exclama él, asombrado.
    —Si, transparente. No en vano he trabajado con Ivji Vibor. La luz atraviesa mis tejidos y los ojos humanos no me pueden captar. Es muy sencillo. Me rocío con un ingrediente que me dio mi maestro. Ivji Vibor no es tonto, todo lo contrario, es un sabio. Pero está algo desequilibrado. Ha descubierto muchos procedimientos para...
    —¡Explíqueme eso de la transparencia! Luego le haré otras preguntas.
    —No lo entendería usted nunca. Está basado en el principio osmótico de las células. En realidad, el cuerpo no desaparece. Está ahí, pero la luz lo atraviesa.
    —¿Y cómo es que yo no veo la transparencia por ninguna parte?
    —¡Hombre, ya se han pasado los efectos! Fui a casa, me sometí al tratamiento y vine aquí. Por cierto, de poco me atropellan. Quise entrar a verle a su despacho, pero las puertas no se abrían. Por eso, antes de que desaparecieran los efectos de la transparencia me refugié en su autobólido.

    Yenamo se frota el mentón y termina por entrar en el vehículo, sentándose junto a ella. Antes de poner en marcha los motores, mira de soslayo a Hany.

    Le agrada su perfil recto, su boca jugosa y pintada de verde, sus ojos grandes, chispeantes y la forma perfecta que permite adivinar su cuerpo a través de la túnica ajustada. Es una muchacha moderna y preciosa.

    ¡Pero Yenamo no está para fijarse en la belleza de una mujer!

    —Bueno, venga conmigo. Puede serme útil... ¿Me gustaría saber hasta dónde puedo confiar en usted?
    —¿Se imagina que una mujer enamorada no es de confianza?
    —¿Qué quiere decir con eso? —pregunta incrédulamente Yenamo.
    —Me enamoré de usted en cuanto le vi. Fue cuando hice la denuncia contra mi jefe. Sentí un vahído al verle a usted. Luego, comprendí que estaba locamente enamorada... ¡Por favor, no se ría; le hablo en serio!

    Yenamo había estado al borde de soltar una carcajada. Ahora, se limita a sonreír y mirar a Hany con curiosidad...

    —Una muchacha invisible y enamorada. ¿De qué Sicocomio ha escapado usted? —pregunta.

    El vehículo de Yenamo ha atravesado la salida del aparcamiento a tal velocidad que ningún agente ha podido observar a la muchacha que se sienta junto al Oficial Segundo de Orden Civil. Ahora, el autobólido desciende por una pista metálica oscilante a una velocidad fantástica. El sol artificial está permanentemente en el cielo y la atmósfera artificial posee una tonalidad azulina, semejante a la que tiene en La Tierra un día primaveral y despejado.

    —Vamos hacia el Hospital General —dice Yenamo a una mirada inquisitiva de Hany.
    —¿Por qué se han suspendido las sesiones?
    —Hubo una indiscreción —dice el Oficial Segundo distraídamente.
    —¿Acaso por la pregunta del prestigioso Profesor Vorodo?

    Yenamo detiene suavemente el autobólido y lo hace deslizarse un poco hasta sacarlo de la pista. Luego, se vuelve lentamente a ella.

    —¿Cómo sabe usted eso? —pregunta.
    —He estado hablando con Ivii Vibor. Por ello decidí venir a verle. Mi profesor se encuentra enfermo. Me ha confesado íntimamente que está arrepentido de haber hecho el experimento. Bueno, pues hablamos de la pregunta de Vorodo, del retroceso de los rayos «gamma» particularmente.
    —¿Sí? —pregunta Yenamo mirando con intensidad a Hany.
    —Sí... ¡Y, por favor, no me mire así! Ivji Vibor se equivocó en algo. Está dispuesto a reconocerlo.
    —¿Y pese a su error, el experimento dio resultado?
    —Eso mismo, pero a la inversa. ¡Dio resultado el experimento a causa del error! —responde con énfasis la muchacha.
    —Bueno, antes de hablar con Ivji Vibor, cuéntemelo todo...

    Hany Nynie era hiia de un Técnico de Atomocinética que trabajaba en la Central de Estudios Electrónicos de Kamsack, sita en la plataforma 504. Desde muy pequeñita su interés por las ciencias se despertó: tanto fue así que su padre la envió a la Universidad de Plutón, donde estuvo quince años, y de donde salió con el título de doctora en Ciencias Naturales y Exactas. Posteriormente, se especializó en «Radioactivación».

    En estas actividades conoció al profesor Ivji Vibor y sintió gran interés en los experimentos que éste llevaba a cabo.

    Hany Nynie trabajó durante tres años con el demacrado y esquelético profesor de la plataforma «O». Tenía a la sazón veintisiete años, o sea que estaba en toda la plenitud de su juventud. No pensaba en el matrimonio, ni en los hijos, ni en nada, excepto en los experimentos de Ivji Vibor.

    Con él practicaron y descubrieron la transparencia de los tejidos, un gran adelanto científico ya que tanto se había especulado siempre con la invisibilidad del ser humano.

    Pero en aquella ocasión, Ivji Vibor dijo: —Escuche, Hany; no creo que sea conveniente divulgar esto. ¿Me entiende? ¿A quién puede beneficiar? Presiento que si la transparencia de los tejidos perteneciera al dominio público se podría hacer mucho más daño que bien. Las gentes están autoeducadas. No hay medio alguno de eludir la responsabilidad que concierne a todo ser humano de cumplir con sus deberes cívicos. Por si fuese poco, el Orden Civil vigila constantemente.

    »Pero alguien podría ampararse en la impunidad de su transparencia para cometer algún acto de vesanía.

    —Estoy de acuerdo con usted, profesor.
    —Bien. En ese caso, no diremos nada de esto. Yo no ambiciono honores ni alabanzas. Usted como yo trabajamos y especulamos con la ciencia pura. Nadie nos debe recompensar lo que hacemos por puro amor al estudio y la investigación.

    En aquel tiempo, Hany Nynie sentía una gran admiración por su jefe y maestro. Trabajaban unidos por los mismos deseos, por las mismas ambiciones. Y juntos estudiaron la Teoría de Vorodo, o de los Desquiciamientos Nucleares, encontrándola apasionante y subyugadora.

    —¡Esto sí que es base para dedicar la vida de un hombre!
    —¡Y de una mujer! —agregó Hany.

    Así empezaron con lo que había de terminar con la desunión, la angustia y la inquietud constante. Poco a poco, a medida que avanzaban los trabajos, que construían nuevos aparatos de laboratorio, el carácter franco y abierto de Ivji Vibor se fue tornando hosco, arisco, agrio.

    Los fracasos no habían deprimido tanto a Ivji Vibor como en aquella ocasión. Pero, por frases y palabras dejadas ir al descuido dentro del laboratorio, Hany comprendió que Vibor estaba atravesando una aguda crisis parafrénica.

    ¡Incluso llegó a decir que con la investigación que llevaban entre mano, un hombre podría reproducirse a sí mismo!

    Hany Nynie se decepcionó. Meditó sobre aquello durante muchos días, observando en silencio a su jefe, hasta que vio reproducirse la copa de sílice... ¡luego un conejo de Indias!

    ¡Y se dijo que Ivji Vibor debía ser detenido en sus experimentos! De no hacerse, podía crear algo irreparable, algo monstruoso, algún engendro capaz de producir daño a la humanidad.

    —Lo presiento, Profesor —dijo un día—. No debemos continuar.

    ¿Por qué no? —preguntó Ivji Vibor sorprendido.

    —¡Porque puede intentar reproducirse a sí mismo!
    —¡Eso sería maravilloso! —respondió él.
    —Y puede usted morir... —terminó Hany.
    —¿Morir?. —La sorpresa de Ivji Vibor había aumentado—. No olvide que morir por la ciencia es inmortalizarse. ¿Qué más querría yo? Le dejaría a usted un bagaje formidable de experiencias que la coronarían de imperecedero éxito...
    —¿Y si no muere y se convierte en un engendro monstruoso?
    —¿Eh?... En ese caso, sería una fabulosa aportación a la ciencia. Nadie ha conseguida nada en ese sentido... ¡Nadie!

    Hany Nynie sintió como si una tenaza fría se cerrase en torno a su corazón. Luego Vibor agregó: —Continuemos.


    CAPÍTULO V


    AL llegar al Hospital General, Yenamo Verda recibe la primera noticia desagradable. ¡Noticia que, sin duda, no tiene comparación con la muerte y desintegración del Profesor Vorodo!

    Se la da en persona el propio «Herr» Want.

    —¡Algo terrible, señor Yenamo! —exclama el científico de La Tierra—, El director del Hospital ha intentado ponerse en contacto con usted. Pero en Orden Civil no hay nadie capaz de tomar una determinación...
    —Bueno, ¿de qué se trata?—pregunta Yenamo, viendo que Hany Nynie se ha tornado pálida y temblorosa.
    —Ivji Vibor está agonizando y... «Repro» Vibor se ha escapado a través de un enorme agujero practicado en el muro.
    —¿Un agujero? ¿Cómo ha sido practicado?

    Sospecho que con un potente desintegrador. ¡Es lo más incongruente que he visto jamás! Sus agentes aseguran que ninguna clase de desintegrador ha entrado en el hospital.

    —¡Vamos allá!

    Encuentran a un grupo de hombres ante la puerta del alojamiento de los dos Ivji Vibor. Hay agentes del Orden Civil, científicos que se han enterado de la desaparición y se debaten para averiguar algo de los herméticos agentes.

    La llegada de Yenamo sirve de tregua en aquella contusión sin vértebras.

    —¡Por favor, retírense! ¡Despejen inmediatamente el pasillo! —grita Yenamo.

    Los agentes actúan entonces con energía.

    —¡Soy el Director del Hospital! —se oye gritar a una voz.

    Pero los agentes no parecen oír nada. Ni siquiera «Herr» Want consigue abrirse paso hacia la puerta. Los únicos que lo consiguen son Yenamo y Hany, porque el primero lleva a la segunda agarrada del brazo.

    Cuando la puerta metálica se ha cerrado tras ellos, y se encuentran dentro de la estancia, ante un lecho vacío y ante el otro en el que yace como un cadáver Ivji Vibor, mirando con ojos incrédulos el enorme boquete en el muro, Yenamo presiona un mando de su «control» que lleva pendiente del pecho y da una orden en voz alta: —¡Todas las Patrullas de Servicio que se concentren en torno al Hospital General! ¡Hay que rodearlo completamente y no permitir la entrada y la salida de nadie!

    —¡Comprendido, señor Yenamo!—le responden por control remoto desde la Base de Operaciones de Orden Civil.
    —¡Dios mío! —exclama a su vez Hany, acercándose al lecho donde esta postrado Ivji Vibor.

    Pero Yenamo Verda está ahora examinando unas manchas que ha visto en la cama vacía. Son como quemaduras profundas. El colchón de goma está desinflado, roto, ¡y las quemaduras poseen un contorno verdoso-grisáceo!

    El mismo contorno tiene el boquete practicado en el muro metálico. La macha es como un óxido desconocido, algún vestigio de la corrosión. Por el agujero se divisa un jardín artificial y, al otro lado, en un muro de ladrillos, hay una resquebrajadura muy semejante a la del muro de la habitación.

    —Por allí ha escapado... ¡Quédese aquí, Hany! —grita Yenamo—. Tenemos que buscar a ese individuo.

    Corre Yenamo a la puerta y grita: —¡Que vengan conmigo dos agentes! El director del Hospital que pase a ocuparse dé Ivji Vibor. Inyéctele epinefrina y manténganle vivo a todo trance. Si es preciso aplíquenle plasma sanguíneo. ¡Vamos, pronto!

    Los dos agentes aludidos corren hacia Yenamo. También el director del Hospital obedece. Los científicos llegados de otros planetas se han retirado en su mayor parte y el orden es casi completo en el pasillo.

    Pero allí está «Herr» Want que se acerca rápido a Yenamo, pese a su pesadez.

    —¿Me permite acompañarle, Yenamo?

    Yenamo vacila sólo un segundo. Luego, responde: —Bueno, venga usted.

    Efectúan la salida por el mismo boquete del muro. Hany les ve marchar y exclama impulsivamente: —¡Ten cuidado, Yenamo; presiento un gran peligro... Un terrible peligro!

    Y estas son las palabras que hieren constantemente los oídos de Yenamo, mientras se apresura detrás de los dos agentes de Orden Civil que atraviesan en el momento aquel jardín, hacia el muro de ladrillos, seguido de «Herr» Want, quien respira entrecortadamente.

    Al atravesar el boquete del muro, en el jardín, salen a una superficie despoblada, lisa y metálica, como todo el suelo de Kamsack.

    —¿Por dónde ha podido irse? —pregunta un agente, vacilando y mirando en todas direcciones.
    —Vamos hacia aquello edificios negros —indica Yenamo—. Allí encontraremos algún vehículo que podamos incautar.

    Pronto comprenden que van por el buen camino, al ver Yenamo manchas verde-grisáceas en el suelo, como si hubieran disparado con un extraño desintegrador, sin terminar de fundir la recia plancha metálica que formaba la plataforma de la metrópoli superior de Kamsack.

    El que con más atención examina aquellas marcas es «Herr» Want.

    Y dice:

    —Observe esto, Yenamo. Casi todas tienen las mismas características... Parece la gran huella de una mano.
    —Sí, me he dado cuenta. Las mismas improntas que dejaría una mano sucia al posarse en el suelo.
    —¡Exacto! Como si «Repro» Vibor hubiera caído...

    De pronto vieron venir a un gran número de vehículos que rodearon por completo el vasto edificio plano del Hospital General. Es preciso hacer pastar que los edificios de Kamsack, por una razón obvia, todos poseían un solo piso, o sea la planta baja.

    Uno de aquellos autobólidos alcanzó a los cuatro hombres. Un agente de Orden Civil salta a tierra para saludar a Yenamo.

    —Perdón, señor —dice—. Les vi correr y, de momento no les había reconocido. ¿Necesitan algo?
    —Llega usted a tiempo —responde Yenamo—. Necesitamos el autobólido. Vuelva usted al Hospital y monten la vigilancia. Yo mismo conduciré. Mi vehículo ha quedado a la entrada.
    —Muy bien, señor —responde el agente.

    «Herr» Want y los dos agentes que acompañaban a Yenamo penetran en el autobólido. Dentro hay cinco agentes más, todos armados con «ejecutores» que llevan en las manos, desenfundados.

    Yenamo se hace cargo de los mandos y el aparato sale despedido hacia adelante con cierta brusquedad. Así remonta los edificios negros que tiene delante y no tarda en ver a un grupo de gente correr Todos visten de blanco v parecen empleados de un gran laboratorio que existe en las cercanías.

    —¡Allá abajo! —exclama Want, excitado, señalando con la mano extendida.

    Pero Yenamo también ha visto al grupo de personas hombres y mujeres, y hace evolucionar el autobólido, yendo a posarse delante de aquellas gentes que parecen huir enloquecidas.

    —Eh, ¿qué ocurre?
    —¡Aquel hombre...! —exclaman más de cien voces.
    —¡Allí, en el laboratorio! ¡Desintegra los muros con las manos! —grita otro, más fuerte que los demás—. ¡Debe ser un humanoide cargado de radiactividad!

    Yenamo no espera a oír más. Su aparato se levanta y vuela hacia donde le han indicado. También ven salir a gentes despavoridas de una de las enormes naves pintadas de negro. Son gente que huye alocada, atropellándose, sin respetar nada, buscando el modo más rápido de alejarse cuanto antes de allí.

    De pronto suena una tremenda explosión y un edificio que hay contiguo al que han evacuado los operarios parece abrirse arrojando al aire una pavorosa llamarada.

    Yenamo, que conduce su aparato hacia allí, desvía rápidamente y vira el autobólido hacia el suelo. Está nervioso, y lo mismo ocurre a sus acompañantes, que se inclinan ávidos hacia las ventanillas, sin preocuparse de la elemental seguridad que requiere el viajar en aparatos de tan rápido desplazamiento.

    Un instante después, sin que dentro del autobólido haya ocurrido ningún percance, se posan en tierra, cerca del que ha sido pronto pasto de las llamas.

    —¡Grak, avise inmediatamente a las fuerzas contra incendios! —grita Yenamo.

    ¡Y es en aquel momento cuando ve abrirse el muro de acero que tiene delante, salir primero una densa humareda y luego, entre las llamas, emerge una figura humana tambaleándose que va a caer a escasa distancia del edificio!

    Yenamo ha reconocido la figura del hombre: es «Repro» Vibor, la reproducción esotérica del Profesor lvji Vibor.

    Intenta echar a correr hacia él, pero la mano de «Herr» Want le contiene.

    —¡No vaya usted! —exclama el hombre de ciencia de La Tierra.
    —¿Por qué?... ¡Oh!

    Se ha quedado con la boca abierta, viendo a «Repro» Vibor intentando ponerse en pie. Ha visto también sus manos apoyadas en el suelo metálico y ha visto levantarse humo y chispas. ¡El humo es verdoso, denso... muy semejante al que desintegró completamente al Profesor Vorodo!

    Pero «Repro» Vibor consigue ponerse en pie. Va vestido igual que cuando le encontró Yenamo en el suelo del laboratorio de la plataforma «O»: la túnica blanca ajustada y cerrada por el cuello, y botas aislantes hasta la rodilla. Lo único que le falta son los guantes.

    ¡Pero Yenamo queda petrificado al verle venir como un hipnóbata, extendidas las manos, descompuesto el cadavérico semblante y tambaleándose como un beodo!

    Viene hacia donde ellos están.

    —¡Cójanle! —grita Yenamo.
    —¡¡Noooo!! —vocifera Want, desgañitándose.

    Y agarra a Yenamo para llevárselo de allí—. ¡Que no le toque nadie!

    Pero Yenamo se sacude al obeso científico, también gritando.

    —¡Hemos de detenerle!
    —¡No lo intenten... Les matará a todos!

    Entonces ocurre lo monstruoso. Dos agentes han echado a correr hacia «Repro» Vibor, pretendiendo cogerle. Vibor, con las manos extendidas, parece ir a ciegas, enloquecido.

    Y cuando lo tocan los dos agentes se oyen dos gritos escalofriantes... Dos gritos de angustia infinita, paralizante, obsesiva...

    ¡Y los dos agentes caen al suelo sin brazos, los cuales se han fundido al tocar a «Repro» Vibor!

    Yenamo no da crédito a lo que ha visto. Hace un instante, los dos agentes tenían manos. Ahora, después de una breve expulsión de humo verde-grisáceo, los dos hombres yacen en tierra, mutilados y muertos posiblemente.

    Pero no acaba aquí el espectáculo inverosímil.

    «Repro» Vibor sigue avanzando como a tientas y se dirige recto hacia el autobólido del cual han descendido los agentes de Orden Civil. Yenamo y «Herr» Want. Pero antes de llegar a él, el hipnóbata cae al suelo de nuevo. Un grito surge de su garganta. ¡Un grito infrahumano, estremecedor!

    ¡¡Y el suelo vuelve a despedir chispas y humo, fundiéndose bajo la presión de las manos de «Repro» Vibor, las cuales parecen haberse convertido de pronto en poderosos irradiadores de algún poder destructivo!!

    Mientras el individuo se levanta y avanza hacia el vehículo que tiene delante. Toca, lo funde, agita la manos con gesto de dolor y grita... ¡Pero el vehículo queda fraccionado, despidiendo denso humo, luego estalla violentamente, lanzando a Yenamo y sus acompañantes al suelo... ¡Sin embargo, «Repro» Vibor atraviesa aquellos detritus metálicos sin afectarle para nada la explosión de los motores del autobólido, y sigue su tambaleante camino!

    —¡El cielo...
    —¡El cielo nos proteja! —exclama Yenamo al ver lo que ha sucedido ante sus ojos.

    Y queda sentado en el suelo, con los ojos muy abiertos, viendo la figura del hipnóbata alejarse hacia un muro metálico, el cual atraviesa del mismo modo que el autobólido, horadándolo con las manos, fundiéndolo, ¡desintegrándolo!

    Las correrías de «Repro» Vibor por la metrópoli superior fueron un verdadero cataclismo. Sembró la muerte y la destrucción como si estuviera maldito. Era un Atila reencarnado y dondequiera que tocaba dejaba el vestigio corrosivo de su alto poder desintégrate.

    Atravesaba edificios, muros, puertas, muebles, máquinas...

    ¡Provocó una horrísona explosión en una central eléctrica, al internarse entre las dínamos en marcha! El estallido resonó en todo Kamsack, al lanzar al aire, en cien mil fragmentos, los restos de las instalaciones. Murieron cientos de hombres que trabajaban en las cercanías, pero a «Repro» Vibor no le sucedió nada. Cascotes de hierro retorcidos le tocaban, pareciendo que iban a destrozarlo a causa de la tremenda velocidad.

    Pero nada. Cuando un objeto cualquiera le tocaba se desmaterializaba de un modo fulminante.

    Y al mismo tiempo, cada vez que «Repro» Vibor caía al suelo, los agujeros que practicaba en las planchas de acero eran más profundos, como si su poder desintegrador fuese en aumento por instantes.

    Lo mismo sucedió con las cargas que le disparó un agente de Orden Civil enloquecido. Las mortíferas cápsulas le tocaban y se desintegraban haciendo una explosión que apenas conseguían tambalearse.

    ¡Todo cuanto tocara «Repro» o le tocase a él, que venía a ser lo mismo, ¡desaparecía!

    Un hombre enloquecido de terror —luego se supo que «Repro» había provocado la muerte de toda su familia —corrió detrás de él y quiso estrangularlo. Nada más tocó con sus manos el cuello del hipnóbata, las manos del hombre se fundieron, convertidas en humo, y cayó al suelo, muerto.

    «Repro» parecía no darse cuenta de lo que hacía. Era un sonámbulo, un autómata de la destrucción, cuyos ojos no parecían ver, ni mirar siquiera a ninguna parte. Los tenía muy abiertos, según pudo ver mucha gente, y de sus negras pupilas parecían surgir llamas verdes... ¡Llamas aniquiladoras!, según dijo la gente enloquecida.

    Luego, «Repro» Vibor echó a correr, y su precipitación fue aún más destructiva. Agitaba las manos rompiendo, segando, destruyendo. Gritaba como un azotado y sus gritos eran espeluznantes, horribles...

    Nadie pudo detenerlo. ¡Nadie!

    Al fin, «Repro» cayó al suelo y sus manos horadaron completamente la gruesa plancha que sustentaba la plataforma superior. ¡Un instante después, aquel extraño engendro de destrucción y aniquilamiento desaparecía en el agujero, yendo a caer violentamente, cien metros más abajo, a la plataforma inferior!

    Cualquier persona normal se habría destrozado ante semejante caída. «Repro» Vibor estaba demostrando no ser una persona normal. ¡Ni siquiera una persona!

    Y no quedó reventado por la caída, ni mucho menos. Al golpear el firme de la plataforma inferior, una columna de humo se levantó de su cuerpo, fundiendo al mismo tiempo que golpeaba, la plataforma metálica.

    Pero no la atravesó. Se levantó instintivamente y se movió, con el rostro ya deformado completamente, avanzando como un loco homicida hacia la gente que había salido de los planos edificios a ver lo que ocurría.

    ¡Al mismo tiempo se daba la alarma!

    Una alarma que no había sonado en muchos años, en siglos. Una alarma desesperada, angustiosa, cuyo significado mucha gente había olvidado, pero que intentaba comunicar a los habitantes de Kamsack que era preciso evacuar inmediatamente el inmenso planeta artificial.

    ¡Un terrible azote había caído sobre el hasta poco antes pacífico mundo! Y «Repro» Vibor parecía destinado a seguir destruyendo todo cuanto tocase. Ni las balas podían acabar con él.

    ¿Qué hacer?

    —¿Cuál era la solución?

    Este era el grave dilema con el que se enfrentó Yenamo Verda, el problema que se había agarrado espasmódicamente a su cerebro, impidiéndole incluso pensar. ¡Porque Yenamo no estaba libre del terror que se extendió por todo Kamsack en pocos minutos!

    ¡¡Nadie estaba libre de él!!


    CAPÍTULO VI


    EL único que tiene una idea más clara de lo que está sucediendo en Kamsack es el obeso de ciencia «Herr» Want. Este personaje era un tanto filósofo y sabía que se hallaban ante un caso completamente nuevo.

    El es quien ayuda a Yenamo a alejarse del laboratorio en llamas y le conduce a un aparcamiento, donde lo introduce en un autobólido cuyo dueño había preferido escapar por piernas.

    —Hemos de irnos de aquí cuanto antes. Hay que dar la alarma, Yenamo. ¿Comprende?
    —Sí..., sí. Creo que debemos hacer algo —responde el Oficial Segundo de Orden Civil, procurando reponerse de la nefasta impresión sufrida.
    —Los agentes han huido —añade Want.
    —Sí.

    Ahora es Want quien pilota el autobólido con cierta maestría. En el aire vuelan rápidos vehículos, como si todas las leyes del tráfico aéreo se hubiesen olvidado de repente.

    ¡Es el terror! ¡El pánico!

    —Esta gente está enloquecida —comenta Want, mirando de reojo a Yenamo—. Opino que alguien debe conservar la serenidad. Le llevaré al hospital. Allí se tomará usted un calmante. ¿Me oye, Yenamo?
    —Sí, sí...—responde el aludido de un modo mecánico.

    En la mente de Yenamo existe una confusión indescriptible. Parece como si todo hubiera dejado de tener importancia, como si un tremendo vacío se hubiera abierto a sus pies... ¡un vacío mental! Sabe que no tiene miedo, que no le importa la muerte.

    Mas lo que acaba de ver es capaz de amedrentar a cualquiera. ¿Por qué «Herr» Want está tan tranquilo?, se pregunta.

    La respuesta la recibe inmediatamente de labios del propio Want.

    —Este caso me apasiona, Yenamo. —Hace Want una pausa, para depositar el autobólido en el aparcamiento que hay ante el hospital y prosigue—: La curiosidad puede más que mi miedo. Sospecho que Kamsack puede desaparecer de un momento a otro, y yo también. Sin embargo, me gustaría vivir lo suficiente para saber qué es lo que ha ocurrido con «Repro» Vibor.
    —¡Es el fruto del experimento de Ivji Vibor! —responde Yenamo al salir del autobólido.
    —No lo creo. Ese poder no ha nacido en el laboratorio de ningún ser humano. Posiblemente haya sido consecuencias de ello, pero su origen verdadero está más allá de nuestro alcance... ¡A menos que podamos someter a «Repro» Vibor de algún modo!

    Yenamo se vuelve hacia su acompañante con ojos brillantes.

    —¿Cree usted que existe ese medio? —pregunta.
    —¡Naturalmente que sí! Siempre existe un medio!

    Un grupo de agentes de Orden Civil se acerca corriendo. Uno de ellos grita; —¿Qué ha ocurrido, señor?

    Yenamo se estremece involuntariamente. Tiene que tomar una decisión. Piensa en su Directo, Va-paah a quien supone escondido en su morada, y murmura: —Hemos oído muchas explosiones —sigue diciendo el agente.

    —Sí, he de tomar una decisión.

    Pero en este momento, Yenamo está consciente de su deber. Su mano se mueve hacia el control que lleva colgado al pecho y presiona un disco, girándolo un poco. Sólo bajo un poco la cabeza y dice: —¡Atención a todas las Patrullas de Orden Civil! Que se dé inmediatamente la alarma. ¡Kamsack ha de ser evacuado rápidamente! Los servicios de transporte deben trasladarse sin pérdida de tiempo a Plutón. Trasmitan la alarma a la Federación Interplanetaria. Digan que un ser poseído de un alto poder radioactivo está destruyendo todo cuanto toca.

    Los agentes que se han acercado se quedan petrificados.

    «Herr» Want pone la mano sobre el hombro de Yenamo con gesto de afecto.

    —Será algo épico—comenta.
    —¡Trágico!—exclama Yenamo a su vez—. No tenemos astronaves ni para la milésima parte de los habitantes de Kamsack. Todo el mundo correrá a los espaciopuertos y se matarán para intentar subir a las naves.

    «¿Se imagina lo que ocurrirá?

    —Casi, casi —responde Want.

    La alarma que Yenamo no tuvo más remedio que dar tenía una justificación. Era la antigua llamada del instinto de conservación, el «sálvese el que pueda» de un naufragio en plena tempestad.

    La misma decisión hubieron de tomarla millones de seres, capitanes de naves en peligro, si no querían que todo el pasaje pereciera con la embarcación. En un caso como aquel era preferible dar a la gente una oportunidad de vivir. El destino de cada cual está marcado de un modo distinto.

    Mucha gente vive bajo el mismo signo. Otros no. ¡Y si Kamsack estaba destinada a perecer había que dar a sus habitantes la posibilidad de luchar por sus vidas!

    ¿Era sabio?

    ¿Quién puede saberlo?

    Desde luego, la alarma fue catastrófica, inhumana, fatal... Las gentes corrieron enloquecidas hacia los espaciopuertos, donde escasas naves estaban en posición de espera. Otras astronaves estaban siendo aprovisionadas de combustible. Muchas de estas operaciones se efectuaban con toda clase de precauciones.

    Pero las gentes no se preocuparon del peligro radioactivo, ni de las tuberías flexibles de oxígeno a temperaturas bajísimas. Una oleada de personas enloquecidas cayó sobre los espaciopuertos, rompieron las barreras, penetraron en las pistas magnéticas, pisotearon los cables de alta tensión, murieron electrocutados, congelados, aplastados.

    ¡Y seguía afluyendo gente a los espaciopuertos!

    Encima de éstos, miles de autobólidos particulares pretendían tomar suelo. Unos chocaban con otros, cayendo el metal retorcido sobre la muchedumbre que había abajo, estallando sus pequeños reactores nucleares y produciendo más víctimas aún.

    Pero muchas personas llegaban a las naves siderales, se encaramaban por las traviesas de las torres metálicas y alcanzaban las escotillas. Dentro de las naves ocurrían sangrientos sucesos.

    En una de ellas, varios tripulantes, temerosos de no poder escapar con tanta gente, pretendieron cerrar la escotilla. La multitud se lo impidió, penetrando como fieras, y saltando sobre ellos. Uno de los oficiales enloqueció ante tanto horror y desenfundó su «ejecutor» atómico, disparando sobre la gente.

    ¡Ni aún así pudo contenerlo! Al agotarse la carga destructiva, después de haber estropeado los cierres automáticos de la escotilla, el río de fieras en que se habían convertido las gentes de Kamsack cayó sobre el oficial, triturándolo.

    Desde la cabina de mando, el comandante pidió que cerrasen todas las escotillas, pues iba a despegar a todo trance.

    —¡La gente está al pie de la nave! —gritó el segundo oficial—. ¡Morirán todos achicharrados!
    —¡Y si nos quedamos aquí sucumbiremos nosotros también!

    No había más alternativa. Y viendo a la gente hormiguear entre los travesaños metálicos de las torres de sustentación, el capitán puso en marcha los reactores. El clamor de la muerte fue horrísono. La gigantesca astronave despegó del suelo, dejando tras sí dos mil cadáveres calcinados. Pero no fueron muy lejos. La escotilla abierta fue un freno terrible que costó la vida a todos los pasajeros y tripulantes de la cosmonave.

    Poco después se estrellaba ésta sobre uno de los edificios de la Ciudad. Estallaron sus motores atómicos y todo el planeta artificial sufrió una sacudida sísmica.

    En otros espaciopuertos sucedía lo mismo.

    Sin embargo, hubo un jefe de Comunicaciones que comprendió el alcance de aquella desastrosa desbandada y tuvo el suficiente coraje para organizar las cosas como era debido.

    Provisto de una ametralladora y un potente amplificador de mano corrió hacia la entrada del espaciopuerto y ordenó cerrar todas las puertas.

    —¡Quien intente saltar los muros le mataré!
    —gritaba—. ¡Atrás todo el mundo!

    De esto modo pudo imponer una relativa disciplina, naturalmente, actuando con energía desde el primer momento de darse la alarma.

    Luego, gritó:

    —Disponemos de doce astronaves seis de las cuales pueden ser ocupadas inmediatamente. Cada una de ellas tiene cabida para doscientos pasajeros; pero dadas las circunstancias y desalojando el equipaje, podremos alojar cuatrocientas personas.

    «Ahora mismo se abrirá la puerta principal y la gente pasará con orden hacia las naves. Mientras tanto, el personal adscrito a la base preparará las otras naves. Hay cabida sólo para las cinco mil primeras personas. Los demás deben acudir a otros espaciopuertos.

    ¡Lo innegablemente catastrófico era que, rodeando la base espacial, había más de veinte mil personas, y cada vez acudían más!

    Sin embargo, dada la energía del Jefe de Comunicaciones Espaciales, se pudo embarcar a las personas citadas y unos centenares más. Fue preciso, no obstante, efectuar una descarga contra la puerta cuando la gente enloquecida pretendía lanzarse en avalancha. Un muro de cadáveres hizo retroceder a los demás. Luego se abrió otra puerta y las gentes pudieron seguir entrando.

    —¡Por allí!—gritaban los empleados del espaciopuerto—. Hacia aquella nave del fondo.

    Cuando una cosmonave estaba completamente llena de personas, se despejaba la pista y se le daba orden de despegar. Todos los comandantes habían recibido la misma orden: —Permaneced orbitando en torno a Kamsaek. Muchos autobólidos particulares podrán adherir sus cables magnéticos a vosotros y podrán viajar a remolque hasta Plutón. Espero que pronto recibiremos socorro.

    Y a las gentes que se atropellaban en torno a la base espacial, el enérgico jefe les gritó con su altavoz: —¡Todo el que disponga de autobólido puede proveerse de cables magnéticos y lanzarlos contra las astronaves en vuelo ¡Es una posibilidad de sobrevivir...

    Eran órdenes extremas, pero con posibilidades de éxito. Así, muchas personas abandonaron las proximidades del espaciopuerto y fueron en busca de autobólidos abandonados.

    De todas las plataformas de Kamsaek. la gente fluía despavorida hacia la metrópoli superior. Los ascensores neumáticos lanzaban al exterior un chorro de personas. Pero otros se averiaron y miles de infelices perecieron dentro de ellos a consecuencias de las terribles caídas.

    Uno de estos ascensores neumáticos quedó completamente lleno de cadáveres, en una altura de más de dos kilómetros. La obstrucción la produjo el propio «Repro» Vibor en su alocado deambular, fundiéndolo todo. Incluso llegó a tocar las paredes exteriores metálicas del tubo, perforándolo. Una corriente de aire se escapó con violencia que obligó a «Repro» a retroceder.

    Pero el escape de aire a presión hizo que las gentes que subían por el tubo cayeran desde una considerable altura, estrellándose unos con otros.

    ¡La locura!

    Hubo plataformas que quedaron completamente a oscuras e incomunicadas con la superficie. Las escaleras de emergencia y los antiguos montacargas mecánicos se vieron bloqueados por millares de mujeres y niños, mientras que los hombres gateaban dentro de los tubos neumáticos. Hubo quien se confundió, en la precipitación, y se metió en los depósitos de trituración de basura, algunas de las cuales aún permanecían funcionando.

    De aquellos infelices, como de otros tantos, no se volvió a saber nada más. Sus cuerpos se transformaron en pasta esterilizada...

    ¿Para qué seguir relatando horrores?

    Incluso la imaginación se queda corta ante tanto desastre...

    En pocas horas, los cien millones de habitantes de Kamsack quedaron reducidos a una décima parte. Varios centenares de miles pudieron huir, la mayoría sucumbió. Los incendios y las explosiones se sucedieron rápidamente y plataformas enteras se vieron arrasadas por el fuego y la hecatombe.

    El cielo de la metrópoli superior se vio pronto invadido de autobólidos. De todas partes del Sistema empezaban a llegar poderosos navíos espaciales que no sabían dónde aterrizar ni qué hacer. Un grupo de Patrulleros Siderales recogieron a los ocupantes de los pequeños autobólidos. Entre estos rescataron a Vayaah, el director de Orden Civil.

    Luego, acudió un mensajero del Bi-Mariscal Hugar con órdenes de estudiar la situación. Pero las explosiones dentro del planeta artificial se sucedían, y prefirieron orbitar en torno a él, pero a prudente distancia, y tomar allí las determinaciones que fueran precisas.

    Ante todo, interesaba conocer la situación.

    ¿Quién había provocado aquella hecatombe?

    En una de las grandes cámaras de la cosmonave llegada de Plutón, se reunieron los altos jefes militares a deliberar. Hicieron venir a varios refugiados, pero estos no sabían nada. Estaban aterrados. Casualmente, una de las naves de socorro comunicó con la del General Soro, el enviado de Hugar, diciendo que el Director de Orden Civil de Kamsack estaba a bordo.

    —¡Envíenlo inmediatamente hacia aquí! —rugió el General Soro.

    Vayaah fue recibido con impaciencia y exigida responder de lo sucedido.

    Vayaah no era realmente tonto. Cobarde y reposado sí, pero su mente había trabajado con celeridad buscando una salida airosa. Y esto fue lo que explicó: —Este cataclismo lo ha provocado un hombre llamado Ivji Vibor.

    —¿El científico que se reprodujo a sí mismo? —preguntó Soro.
    —Exacto. Por lo visto debió de influirse de tal poder radioactivo, que todo cuanto ha tocado se ha destruido.
    —¿Qué más? —preguntó Soro, viendo que Va-yaah se detenía y miraba en derredor perplejo, examinando los rostros inquisitivos de tantos altos jefes del Ejército del Cosmos.
    —¿Cómo que qué más? —barbotó Vayaah—. ¡Ya han visto el resultado! Dejé el asunto en manos de mi segundo Oficial, quien, por lo visto, no ha podido, o no ha sabido atajar el peligro.

    Soro consultó un informe que tenía ante sí.

    —¿Yenamo Verda?
    —Sí, ese es su nombre —declaró Vayaah.
    —El fue quien dio la alarma. Pero, ¿no debió ser usted? —inquirió agudo el General Soro.
    —Sí, ¡naturalmente! Pero no se me comunicó nada. Yo estaba trabajando en el caso del Profesor Vorodo, ¡un endiablado asunto! Murió fulminado delante de nuestros ojos, transformándose en humo.

    Vayaah sabía decir las cosas, mezclando medias verdades, de modo que tuvo a la junta de jefe del Ejército enteramente pendientes de sus palabras durante media hora. Y terminó diciendo: —Supongo que Yenamo no quiso perder más tiempo y tomó el mando. ¡No comprendo por qué no me consultó par dar la orden de evacuación!

    —¡Orden que ha costado más vidas que las producidas por ese monstruo radioactivo! —gritó Soro—. La obligación de ustedes era capturarle y no dar esa orden tan catastrófica.
    —¡Yo no la di!... ¡No sabía!...

    El General Soro miró fijamente a Vayaah y luego se volvió a sus oficiales, diciendo: —Encierren a este hombre. Que permanezca enteramente incomunicado hasta que yo avise.

    —¡Por favor, señor General...!
    —Y luego que envíen a Kamsack una patrulla y me busquen a Yenamo Verda. Tengo que hablar detenidamente con él. ¡Pronto!

    La Patrulla fue enviada en un pequeño bólido militar y minutos después tomaba suelo en un claro, detrás de la Central de Orden Civil. Pero Kamsack estaba humeando y solo se veían cadáveres por todas partes. Un silencio de tumba se cernía sobre su enrarecida atmósfera.

    ¡Y silencio fétido, opresivo, sangriento...!


    CAPÍTULO VII


    MIENTRAS tanto, Yenamo Verda ha sufrido una extraña transformación. Incluso «Herr» Want, quien no se ha separado de su lado, queda un tanto sorprendido, al oírle decir: —¡Claro que hay un solución! ¿Se fijó usted en que «Repro» Vibor sólo destruye con las manos?... ¡Y en cambio sus pies no producen ningún daño por donde pisa!

    —Lleva botas aislantes —admite Want.
    —¡Naturalmente! Si no las llevase fundiría el suelo bajo sus pies. Eso quiere decir que si aislamos sus manos no podrá seguir destruyendo.
    —¡Magnífico, Yenamo!—exclama ahora Want—. ¡He ahí la solución al problema!

    Mas de pronto suelta una carcajada.

    —¿De qué se ríe usted, «Herr» Want?
    —Me río de un refrán muy antiguo... ¿quién le pone los cascabeles al gato? ¿Lo ha oído alguna vez?
    —Sí, y voy a ser yo quien se los ponga. Venga usted conmigo. Tenemos que examinar el material de que están compuestas las botas que usa Ivji Vibor.

    Penetran en el hospital. La alarma está cundiendo por todas partes y la gente les bloquea el camino. Ni siquiera los agentes del Orden Civil pueden contenerles. ¡Y hay que ver lo rápidamente que se vacían los grandes edificios cuando la gente está asustada!

    Incluso los heridos más graves se levantaban de sus lechos para huir. Aún no habían llegado Yenamo y Want a la habitación donde estaba postrado lvji Vibor cuando ya el Hospital General estaba materialmente evacuado.

    Los científicos que pretendían entrevistar a Ivji Vibor habían escapado a las primeras explosiones. Sin embargo, junto al moribundo encontraron a dos personas. Una era Hany Nynie, que se volvió esperanzada al vez aparecer a Yenamo. El otro era el director del Hospital, que acababa de inyectar al paciente.

    —¡Me ha parecido oír mucha gente corriendo! —dice el hombre.

    Entonces, habla Hany Nynie:

    —Sí, han dado la alarma. Yo estaba en el pasillo cuando la gente huía. No quise decirle nada para no perjudicar al Profesor Ivji Vibor... ¿Qué ha ocurrido, Yenamo?

    En pocas palabras, explica el aludido lo que acontece en Kamsack, y sin terminar de oírle, el director del Hospital desaparece con una premura sorprendente. Al mismo tiempo, Yenamo se ha inclinado sobre el hombre demacrado que yace en el lecho y le examina las botas.

    —Caucho puro, «Herr» Want —murmura.
    —Lo había supuesto. ¿Dónde podemos encontrar una buena pieza de este material?
    —No sé si habrá aquí en el hospital. Pero en la Central de Orden Civil existen grandes piezas en los almacenes. Los vi en cierta ocasión.
    —Es conveniente que vaya a buscarlo cuanto antes —apunta Want.
    —¿Viene usted conmigo?
    —No, me quedaré aquí a ver si puede hacerle abrir los ojos a Ivji Vibor. ¡Todo el mundo nos ha abandonado!
    —¡Yo iré contigo, Yenamo! —exclama Hany Nynie—. No pienso irme dejándote aquí.

    Yenamo mira a la muchacha de un modo extraño. Mira los ojos de ella, relucientes y llenos de admiración por él. ¡Eso es lo que necesita, alguien que tenga confianza en él, que le admire! Así tendrá el valor suficiente para ejecutar lo que tiene en la mente.

    Y le ha sorprendido que Hany le tutee. Bien está que dijo ser una muchacha enamorada. Pero... ¿por qué? ¿Qué razón ignota existía para ello?

    Él no ha dado motivos a la muchacha. Mas la situación le gusta. ¡Y la muchacha también le gusta!

    —Está bien... Ven conmigo —responde dirigiéndose a la puerta.

    Y Hany Nynie corre tras él, alborozada y llena de alegría.

    En la puerta de la alita donde está Ivji Vibor, «Herr» Want los ve marchar con una sonrisa en los labios.

    —Me parecen que se salvarán el uno al otro —murmura—. Buenos chicos. Les deseo suerte.

    Sólo en el hospital, Want se inclinó sobre Ivji Vibor. Le examinó los párpados, las articulaciones, le auscultó y le tomó el pulso. Hizo un reconocimiento completo. Incluso salió del cuarto y buscó uno de los botiquines que existían dentro del vasto hospital.

    No escuchó los gritos de algunos enfermos imposibilitados. El tenía una idea fija en la mente y quería llevarla a cabo. Al fin encontró lo que buscaba: un laboratorio completo de cirugía, instrumental adecuado, cauterizadores, insensibilizadores y un pequeño aparato rayos «X» portátil.

    —Ya tengo bastante—se dijo el hombre de ciencia—. Ahora vamos a escudriñar detenidamente a ese hombre.

    Regresó a la salita donde yacía Ivji Vibor y preparó detenidamente todo lo que había traído sereno y resuelto, no existía un mundo en destrucción. Ni siquiera escuchaba las explosiones lejanas ni los gritos próximos. Nada. Estaba completamente absorto en su labor.

    Desnudó completamente a Ivji Vibor y lo examinó con el aparato de rayos «X», anotando cuidadosamente en un papel plástico cuanto iba descubriendo, hasta tener el papel completamente lleno de guarismos.

    De cuando en cuando asentía y sonreía satisfecho.

    «Herr» Want era un apasionado de la Ciencia. Había viajado millones de kilómetros por el Espacio para examinar a Ivji Vibor y ahora que tenía la posibilidad no quería desaprovecharla. ¿Qué le importaba a él que los habitantes de Kamsack se estuvieran matando para huir del terror?

    ¿Y si moría él también?

    Ya lo había tenido en cuenta. Pero, ¿qué más daba? Hacer lo que estaba haciendo valía una vida.

    —Es lo más sorprendente que he visto jamás. Creo que he solucionado el problema... ¡Claro que sí! No puede ser de otro modo.

    Estaba examinando al trasluz la sangre que había extraído en una pequeña dosis y que introdujo en un tubo de ensayo. Luego, con aquel objeto en la mano, se dirigió al laboratorio y examinó una gota en un microscopio electrónico de gran potencia.

    Cuando llevaba cierto tiempo examinando aquella gota de sangre escuchó la voz de Yenamo Verda llamándole. Pero ni siquiera se movió.

    Yenamo y Hany Nynie han regresado con un autobólido trayendo varias grandes piezas de caucho. Penetran rápidamente en el hospital en busca de Want, pero no lo encuentran.

    En la salita donde está Ivji Vibor ven todo el despliegue de material quirúrgico y Yenamo se estremece.

    —¿Qué ha hecho ese hombre? ¿Dónde está?
    —¡Dios mío! —Hany Nynie, entornando los ojos, va y cubre el cuerpo del que había sido su maestro—. ¡«Herr» Want ha estado estudiando con él!
    —Sí, presumo que eso era lo que él quería. Bueno, vamos. No tenemos tiempo que perder. Luego buscaremos a Want. Ahora tenemos que localizar a «Repro» Vibor y sujetarle. ¿Llevas las «tenazas»?
    —Sí, las he dejado en el autobólido.
    —Pues andando. ¿Tienes miedo, Hany? —pregunta Yenamo cuando salen por el pasillo.

    En aquel mismo instante aparece «Herr» Want, saliendo del laboratorio y mirándoles sonrientes.

    —Ya les había oído —dice como disculpándose—. Pero estaba muy ocupado.
    —¿Qué ha hecho usted con Ivji Vibor? —le increpa Yenamo furiosamente.
    —Estudiarle, naturalmente. No hago ningún daño. ¡Por el contrario, creo haber hecho un gran bien!
    —¡No le comprendo...!
    —No es necesario, mi querido amigo —responde Want con calma asombrosa—. Vaya usted a ver si consigue apoderarse de «Repro» y tráigale aquí. Creo poseer el medio de inutilizar su terrible poder destructivo... ¡Estoy viviendo unas maravillosas experiencias!
    —Pero... ¿cómo tiene calma para ponerse a estudiar en estas circunstancias? —pregunta furioso Yenamo.
    —Sé lo que hago. Ande, vaya a ver si puede capturar a «Repro» Vibor. ¿Tiene usted medios de conseguir algún vestido de caucho? En La Tierra se utilizan mucho para inmersiones submarinas... Le puede hacer falta. Estoy seguro que «Repro» intentará defenderse. Su fuerza física no puede ser mucha y podrá reducirle.
    —¡En el Museo Terrestre hay escafandras submarinas! —exclama Hany Nynie.
    —Pues vayan por ellas... ¡Aquí les espero! Cuando vuelvan estará todo a punto. Tengan la precaución de envolver bien a su presa, Yenamo. Cualquier error podría ser fatal.

    Sin saber por qué, Yenamo decide obedecer al obeso científico. Le parece que algo importante va a tener lugar pronto. Pero reconoce que es necesario capturar a «Repro» Vibor.

    —Muy bien, «Herr» Want —dice tras una breve pausa de meditación—. Procuraremos traerle a «Repro» Vibor. Si ocurre algo y no podemos, procuraré avisarle por control ultrasensorial.
    —Conforme.

    Hany y Yenamo salen corriendo del hospital.

    Al montar en el autobólido que han traído desde la Central de Orden Civil ven varias astronaves moviéndose centelleantes por el cielo azulado. En Kamsack no parece haber nadie. Pero allá lejos, cuando el autobólido se remonta por encima de las casas, ven un espaciopuerto, donde se mueven múltiples personas.

    —¡Se están matando por escapar! —murmura Hany, acercándose mucho a Yenamo.
    —Lo siento. Espero que alguien haya podido salir antes de que esto desaparezca por completo. Con que se haya salvado sólo una vida está justificada mi orden. Estoy dispuesto a afrontar las consecuencias que resulten de todo esto.

    Localizar a «Repro» no resulta tarea fácil. Las simétricas cortaduras escalonadas que permiten penetrar en las plataformas inferiores a bordo de auto-bólidos a reacción están muy distantes. A miles de kilómetros. Y, a través de estas cortaduras, características de la construcción artificial de Kamsack, emergen, de cuando en cuando, raudos autobólidos con familias que huyen de la destrucción.

    Yenamo se pone en contacto radiofónico con algunos de ellos.

    —¿Dónde han visto últimamente a ese monstruo destructor?
    —¡No le hemos visto! Pero nos han dicho que estaba en la plataforma 58.

    Otros informan a Yenamo:

    —Lo hemos visto en la plataforma 71. Despedía chispas rojas de las manos y su poder destructivo es fantástico. En cuanto se acerca a cosa de un metro de un muro, éste se funde.

    Y otro que huyen alocadamente en un vehículo familiar dicen: —¡Va atravesando las plataformas, cayendo hacia el abismo...! ¡Y ni siquiera se mata! Rebota de un lugar a otro, desintegrándolo todo... ¡Lo hemos visto atravesar por entre una muchedumbre y no ha dejado ni vestigios de ellos! ¡La gente se fundía a su paso!

    —Yo lo vi a distancia; pero me dio la impresión de ser una persona enloquecida por algún terrible dolor.

    Y otros:

    —¡Cayó en una piscina e hizo hervir el agua al instante!

    Según los cálculos de Yenamo, «Repro» Vibor debía encontrarse cerca de la plataforma 50; y hacia allí dirige su autobólido a una velocidad escalofriante, sorteando infinidad de obstáculos.

    Al penetrar en dicha plataforma escuchan un ruido tremendo. La escarpadura es allí más estrecha que en las plataformas superiores, y hay que maniobrar con mayor habilidad si se quiere evitar una colisión. Por esto. Yenamo reduce al mínimo la velocidad.

    Y cuando penetran en la oscura plataforma, ven doblarse una de las gruesas columnas de acero que sostienen el piso superior. Un brusco viraje consigue sacar el aparato del peligro de ser aplastado, sacándolo otra vez al cono abierto donde está la escarpadura del acceso aéreo.

    Algunos centenares de metros más allá ve Yenamo un paso. Hany Nynie se agarra convulsivamente a su brazo.

    —No sé hasta qué punto es preferible desistir, Yenamo —murmura la muchacha.
    —¡Hemos de contener a «Repro» Vibor! —silabea Yenamo entre dientes—. ¡Y, por Dios, Hany, ciérrate bien ese atuendo de goma! En especial el cuello y las muñecas...
    —Sí, pero ya te he dicho que la esfera de la cabeza no nos ofrece ninguna protección.

    Ahora, el vehículo pilotado por Yenamo ha penetrado en el interior de la plataforma 50 y se desliza a oscuras sobre los tejados de las casas.

    —Una luz nos haría falta. ¿Cómo se ha apagado esto?

    Avanzan en silencio durante un rato. Sobre sus cabezas oyen de pronto un tremendo ruido, como si dos gigantescas chapas de hierro golpeasen entre sí de plano. El aire vibra.

    ¡Y, de pronto, frente a ellos, el techo se hunde! ¡Algo envuelto en llamas vivísimas cae de una altura de sesenta metros!—La altura de algunas plataformas es arbitraria; las últimas construidas tienen todas cien metros; pero las antiguas, pertenecientes al siglo XXVI y XXVII, y según los cálculos de Bernard-Sukov, oscilan entre treinta y sesenta metros.

    —¡Mírale, Yenamo! —exclama Hany Nynie—. ¡Es «Repro» Vibor envuelto en llamas!

    Yenamo le ve caer sobre el tejado metálico de una casa. Despide una extraña fosforescencia rojiza. El golpe que se da contra el tejado es suficiente para matar a cualquiera. Sin embargo, envuelto en humo verde-grisáceo, «Repro» Vibor se pone en pie de un salto. De su primitivo atuendo sólo quedan las botas de caucho, y vestigios de la túnica hecha jirones.

    Extiende las manos suplicantes y grita algo que Yenamo y Hany no pueden oír. Al mismo tiempo, el techo de la morada que le sostiene se empieza a hundir, fundiéndose a causa de la potente radiación que emana de su cuerpo.

    Entonces, Yenamo detiene el autobólido en la calle oscura, ante la casa donde está «Repro» Vibor. De un salto sale al exterior y extiende en el suelo la alfombra de caucho que ha sacado del bólido.

    Grita:

    —¡Aquí, Ivji Vibor; salta aquí!

    El hipnóbata enloquecido se mueve al oír aquella voz que le resulta familiar. En su mente, dominada por el terror de la más infinita angustia, fruto del exterminio que está causando, chispea una luz de reconocimiento. Se acerca al borde del tejado y mira abajo.

    Ante la propia luz que despide su horrible cuerpo ve en primer lugar a Hany Nynie, de pie ante el autobólido. Pese a su atuendo, la reconoce, aunque le asombra ver la esfera transparente que cubre su cabeza.

    Y la voz de aquel hombre desesperado resuena de un modo horrible: —Hany Nynie... Huya usted de aquí... Márchese lejos...

    —¡Salte, Ivji Vibor! ¡Salte sobre esta plancha de caucho! ¡Es el mismo material de sus botas, le aislará y podremos salvarle! —grita desesperadamente Yenamo.

    «Repro» Vibor no tiene culpa de lo que está haciendo. Él no quiere causar tanto daño, no tiene apenas voluntad; algo más fuerte que él misma le empuja de un lado a otro causando aquellos destrozos que le anonadan. Ni siquiera comprende cómo puede resistir tanto. Ansia la muerte con vehemencia, quiere desaparecer como desaparece todo ante sus manos diabólicas.

    Y ve la alfombra que ha puesto Yenamo Ver da. También reconoce al Oficial Segundo de Orden Civil. Hay como un chispazo en su mente. ¡Ha dejado de ver!

    Pero esto ocurre en el mismo instante en que se arroja a la calle. ¡Así tampoco ve a Yenamo echarle encima otra pieza de caucho y envolverle en ella!

    ¡¡Ya no ve nada más!!

    —¡Ya lo tenemos! —gritan Hany y Yenamo al mismo tiempo.


    CAPÍTULO VIII


    CON una pértiga de madera que termina en gancho, Yenamo arrastra el bulto amarrado por las «tenazas» magnéticas, sacándolo del autobólido. El calor dentro de éste se ha vuelto insoportable.

    Dentro de su envoltorio de caucho, «Repro» Vibor se debate desesperadamente. Sin embargo, ha resultado relativamente fácil capturarle, amarrarle con las «tenazas» que trajeron del Centro de Orden Civil, y meterlo en el vehículo a reacción.

    Ahora, cuando lo sacan del autobólido para introducirlo en el hospital de los aullidos —¡son muchos los enfermos imposibilitados que claman auxilio al silencio!—, sucede algo imprevisto.

    De la escalinata principal surge un grupo de soldados. Van armados y encañonan a Yenamo Verda con sus terribles desintegradores de combate.

    —¡Queda usted detenido! —exclama un oficial.
    —¿Qué ocurre? —Yenamo se vuelve con la pértiga en la mano y mira asombrado a la tropa—. ¿Es que no ven mi distintivo? ¡Soy Oficial Segundo de Orden Civil y me llamo Yenamo Verda!
    —Precisamente —responde el oficial acercándose con la mano puesta en la empuñadura de su ejecutor—. Por eso venimos a detenerle. Es una orden del General en Jefe Soro, enviado de la Federación Interplanetaria. Tiene usted que comparecer ante él.
    —Ahora no puedo ir —responde Yenamo resuelto.
    —¡Desarmadle! —grita a su vez el oficial a sus hombres.

    Pero Hany Nynie se interpone ante Yenamo.

    —Un momento... ¡Alto! Escúchenme todos. Tenemos aquí al hombre que ha causado todo el destrozo de Kamsack. Lo hemos capturado y ha de examinarlo el profesor «Herr» Want... ¡Es vital que este sujeto sea anulado de su poder y creemos que Want puede conseguirlo!
    —Lo siento, señorita —responde el oficial—. Pero yo tengo órdenes tajantes. He de llevar a Yenamo Verda a la nave del General Soro... ¡Y vive el cielo que le llevaré!

    Hany Nynie mira descorazonada al bulto de caucho que yace en el suelo. Las bridas de acero que forman las «tenazas» están muy calientes. A través del caucho, «Repro» Vibor las está atacando con su poder desintegrador.

    ¡Y si Yenamo se va...!

    —No puede usted hacer esto, capitán —protesta Yenamo—. Deme unos minutos... Venga usted conmigo dentro del hospital... ¡No se puede perder mucho en hacer el experimento! ¡Le prometo que iré con usted inmediatamente!... Pero hemos de inutilizar a este individuo...

    El oficial parece dudar por vez primera. Los soldados están inmóviles, muy afectados; ellos también han visto la hecatombe y presienten que Yenamo dice la verdad.

    —Imaginen que no me han encontrado —sigue diciendo Yenamo—. Me he jugado la vida para apoderarme de este engendro. ¡Déjenme terminar mi labor! Luego iré donde ustedes quieran.

    En aquel mismo instante aparece «Herr» Want, que sale del hospital y se acerca al grupo a paso vivo. Una ojeada le hace comprender la situación.

    Y exclama:

    —¡Sabía que lo conseguiría usted, Yenamo! —se inclina sobre el bulto de «Repro» Vibor y pregunta—: ¿Está aquí?
    —Sí. Lo hemos cogido.
    —Bien, ayúdenme a entrarlo. — Want se ha vuelto a los soldados—. Venga, hombres.

    El capitán aún duda. Al fin, dice: —Bueno, supongo que podemos perder unos minutos... ¡A ver si me entero de una maldita vez de lo que ocurre aquí!

    —No le toquen. Pese a la envoltura irradia destrucción—comenta Yenamo—. Lo he podido comprobar durante el trayecto desde la plataforma 50. Será mejor que lo arrastremos con la pértiga.

    Así, tirando entre varios soldados, consiguen introducir a «Repro» Vibor dentro del hospital. Luego lo llevan por los pasillos hasta la salita donde sigue Ivji Vibor inconsciente. Durante el camino Yenamo ha explicado detenidamente al oficial enviado del General Soro todo cuanto ha sucedido. El hombre no parece comprender muy bien, y opta por callarse.

    —Pónganlo sobre la litera —pide Want.
    —¡No, no lo toquen! —exclama Yenamo. Y, volviéndose hacia Want le pregunta—: ¿Qué piensa hacer con él?... En cuanto lo quite de la envoltura empezará a destruir de nuevo.
    —Ya he pensado en eso.
    —¿Y por qué no lo destruyen?
    —Es inútil —dice Want—. No conseguiríamos nada. Las balas y las descargas radioactivas se funden al tocarle. Las más potentes explosiones apenas le conmueven. ¡Pero yo he pensado volverle a introducir dentro de su cuerpo original,..!
    —¿Eh? —exclama Yenamo.
    —Sí. «Repro«Vibor es fruto de Ivji Vibor. Pues bien, creo que tengo el medio de que vuelva a su cuerpo original. Estoy seguro de que desaparecerá su intensa radioactividad...

    ¡Aquel era el riesgo que había corrido B’poxo!

    Lo había calculado detenidamente. Y se dijo que nadie pensaría en ello. ¿Cómo iba a suponer que «Herr» Want, un científico extraño, podría dar con la única solución viable para destruir su obra tele-mental?

    Un estremecimiento sacudió el enorme cerebro de B’poxo. El mensaje de «infraluz» llegó hasta él instantáneamente. ¡Aquello podía significar su propia muerte! ¡Había dado demasiado poder a «Repro» Vibor, pretendiendo apoderarse de su mente!

    A B’poxo no le importaba la destrucción de Kamsack. Había pensado en casi todo. ¡Le faltó sólo el «casi»!

    —¡Ese estúpido científico! ¡Tengo que destruirlo ahora mismo! Su ensayo puede terminar conmigo... ¡Y yo necesito saber lo que hay en la mente de «Repro» Vibor!

    B’poxo dejó de pensar y se estremeció de nuevo. Todo su mundo acuático se estremeció con él. Sus enormes ojos bizquearon y su boca hendida, que hacía siglos no se abría, se crispó.

    ¿Sería aquello el primer indicio de su muerte?, se preguntó.

    —¡No, no puede ser! Ahora tengo solucionado el problema. He de concentrarme con «Herr» Want y anularle. Debí darme cuenta antes. ¿Quién podía suponer que...?

    »¡Claro que sí!... Ivji Vibor trabajaba en su laboratorio de la plataforma «O». Allí la gravedad era casi nula. ¡Y las radiaciones «gamma» carecían de gravedad, por eso retrocedían! Ni Ivji Vibor se dio cuenta del círculo a que estaban sometidas.
    »Yo puedo proyectarlas en el centro mismo de este planeta líquido. Necesito un catalizador electrónico, pero mi mente puede substituirlo. El problema lo tengo resuelto.
    »¡Lo peor es que Want puede aniquilarme de un momento a otro! Es imposible ahora, bruscamente, anular el poder enviado a «Repro». Si se extingue la radiación, de su mente pueden obtener mis pensamientos, puesto que son reflejos míos los que actúan en él. Y no me cabe la solución de eliminarle, como hice con el Profesor Vorodo.
    »Tampoco puedo dejar que «Herr» Want siga adelante...
    »¿Acaso Want conoce o sospecha mi existencia? Es improbable. Acaba de llegar de La Tierra, planeta densamente poblado donde no he podido nunca ejercer influencia aislada. Claro que sus cálculos pueden estar basados en experiencias adquiridas en otros planetas... ¡En Júpiter, por ejemplo! ¿Ha estado Want en Júpiter?
    »¡Qué torpe he sido! No tengo tiempo de influir en él. Necesito unas horas, unos minutos... ¡Debo concentrarme! Pero estos estremecimientos y esta precipitación me anulan...
    »Parece como si la onda de «Repro» volviera ya hacia mí...
    »¿Será que Want está actuando?

    B’poxo sufre el primer espasmo. Es el instinto de conservación el que le impide seguir atacando. Ahora tiemblo más y sacude el mundo líquido que le envuelve.

    —¡No! —gritó—. No puedo permanecer inmóvil... ¡He de luchar! ¡Tengo que luchar!...

    Want acaba de inyectar a Ivji Vibor y ha conseguido hacerle abrir los ojos. Ahora le levanta la cabeza suavemente y murmura: —Ivji Vibor, amigo mío... ¿Cómo te encuentras?

    —¿«Herr«Want... pero eres tú? —exclama débilmente el moribundo.

    Luego mira en torno, viendo a Yenamo Verda, A Hany Nynie, al capitán y a varios soldados que empuñan desintegradores.

    —¿Qué ocurre? —pregunta.
    —¡Miren! —exclama de pronto un soldado, señalando con ojos inmensamente abiertos al bulto de caucho en el cual está encerrado «Repro» Vibor.

    ¡Y al volver las cabezas, todos pueden ver que las «tenazas» se han fundido y el caucho se está desenvolviendo, agitado por el monstruo que está dentro!

    De pronto emerge la enrojecida cabeza de «Re-pro», luego sus manos que despiden la radiación, mucho más rojas y chispeantes que cuando fue capturado por Yenamo.

    Lo ocupantes de la estancia retroceden. Ivji Vibor vuelve la cabeza, para mirar también. Al mismo instante, uno de los soldados, enloquecido de terror, dispara su desintegrador sobre «Repro», pero la descarga toca su rostro y no le causa ningún efecto, desparramándose en cascada de chispas inofensivas hacia el suelo, o cayendo sobre la litera.

    Se produce una desbandada hacia la puerta. Los soldados se atropellan unos a otros. El oficial les sigue, y Yenamo, empujando a Hany Nynie, sale en pos de ellos. Dentro de la estancia sólo quedan tres hombres. «Herr» Want, que se ha erguido, y mira impasible o indiferente como «Repro» Vibor desintegra la litera que lo sostiene, y Ivji Vibor que extiende una mano hacia su otro yo.

    —¡Quieto, Ivji; quieto ahí!

    ¡«Repro» Vibor se obedece a sí mismo!

    ¡Pero las radiaciones se acentúan en él, intentando alcanzar al hombre que yace medio incorporado en la litera!

    —¡¡Atrás... Retrocede!!

    La pared metálica a espaldas de «Repro» Vibor se funde también «Herr» Want está hierático, detrás de Ivji Vibor, viendo aquella lucha entre dos cuerpos que pertenecen a la misma alma, al mismo cerebro.

    Want está seguro de haber obrado cuerdamente, de haber sabido atajar el peligro. Había comprendido dónde estaba ubicado el mal, el error del monstruoso y desconocido ser que se había apoderado de «Repro» Vibor y del cual no podía desprenderse, puesto que «Repro» Vibor y Ivji Vibor eran una misma persona.

    ¡Una sola persona de dos cuerpos!

    Le deducción no era asequible a una mentalidad normal. Pero «Herr» Want había vivido cien años de su vida enfrascado en los ilimitados recovecos de la mente infrahumana. Sustentaba la teoría de la existencia de seres «todo-cerebro» capaces de destruir o crear a distancia. Entes que la naturaleza tenía dispersos por el infinito cosmos y capaces de influir en los demás de un modo decisivo, con sólo proponérselo.

    Ignoraba, claro está, que era una cuestión de supervivencia. Ignoraba quién era B’poxo y dónde estaba ubicado. Pero estaba seguro de su existencia. Y el problema que había planteado inconscientemente su antiguo amigo Ivji Vibor era muy capaz de interesar a mentes mucho más profundas que la suya.

    «Herr» Want había efectuado un repaso mental, de los hechos. Un repaso profundo. Y con la explicación que le diera Yenamo Verda, acerca de la muerte de Vorodo, precisamente después de hacer una pregunta en público que Vorodo no era capaz de razonarla, puesto que no se puede hablar de lo que no se ha pensado nunca, comprendió que «algo» estaba detrás de Vorodo.
    «Algo» capaz de apoderarse de una mente humana y capaz de destruir un cuerpo, desintegrándolo a distancia, si era preciso. Con Vorodo esto fue fácil, como sabía muy bien Want. Pero con «Repro», ¡que era precisamente el medio ser tras el que iba el «Algo»!, la cosa era muy distinta.

    Aquí se felicitaba Want. Había comprendido bien. Su misterioso enemigo estaba interesado en algo que «Repro» había dicho saber. Recordaba sus palabras antes de desmayarse en la sala de conferencias del Hospital General.

    «La radiación «gamma», como usted dice, caballero, la hice retroceder yo mismo. No puedo explicarle cómo, ni la razón. Tampoco la podría explicar usted si quisiera someterse al tratamiento... Ni la copa de cristal que ustedes han examinado, y mucho menos el cobaya reproducido».

    ¡No eran palabras del «Algo, puesto que aún no podía controlar a «Repro»! El fue quien intuyó que Vorodo no preguntaba por cuenta propia. Su mente estaba virgen entonces. Y antes de desmayarse le señaló: «Ese... ese hombre...».

    «Herr» Want recordaba todo esto.

    Había unido datos sueltos, formado una conclusión. Y de ésta se desprendía que el «Algo» cometió un error, peligroso error, de introducirse en una mente cuyos mensajes sensoriales se habían de convertir en potente radioactividad... ¡Es una radioactividad como sólo existía más allá de la Muralla Estelar! ¡Radioactividad antimagnética capaz de destruir y no ser destruida!

    ¡¡Y ahora, el otro «él» de «Repro» Vibor, Ivji Vibor, se ordenaba a sí mismo sumisión, porque no estaba sujeto al mandato del «Algo»!!

    —¡Este es mi triunfo! —se dijo Want—. Logrando reanimar a Ivji Vibor, inyectándole el antídoto que ha recibido, contrarresto la influencia externa de nuestro enemigo común. Y Ivji Vibor puede sobre sí mismo.
    —Sólo se trata de que Ivji Vibor mantenga despierta su inteligencia humana. Así se contiene a «Repro», siempre y cuando esté bien aislado con caucho —explica Want a Yenamo y al oficial del ejército, —¿Y no es peligroso? —inquiere el oficial, no muy seguro de salir bien parado del trance.
    —No lo creo. Le estimulo a Ivji Vibor y neutralizamos la influencia que recibe del exterior. El equilibrio terminará rompiéndose. Esa influencia nefasta no puede estar mucho tiempo dominando a «Repro»... ¡Y es muy posible que las radiaciones que envía terminen volviéndose contra él!
    —¿Y no podemos utilizar a Ivji Vibor para averiguar quién es esa influencia?—? interpela Yenamo—. El escudriñador mental nos lo podría decir...
    —No lo creo. De ser así toda mi teoría se vendría al suelo por sí sola. Precisamente de eso me he valido para neutralizar... Ese «Algo» ha cometido un error, el craso error de no tener en cuenta que Ivji Vibor y su doble son una misma persona. ¡Ahí es donde está amarrado!

    «Es como un círculo cerrado y sin salida, en el cual ha quedado «Algo», y como intente escapar por algún lado sus propias radiaciones antimagnéticas le matarán.

    —¡No entiendo nada! —exclama el capitán.
    —Yo creo comprender —dice lentamente Hany Nynie—. «Repro» Vibor ha de obedecer forzosamente a dos mentalidades. Una fortísima, que le viene desde el exterior, y la suya propia, que está dividida en dos. Una es de «Algo» y la otra de mi maestro.
    —¡Eso es!—exclama Want.
    —Pero «Algo» puede captar también la otra mitad de Ivji Vibor.
    —¡Eso quisiéramos nosotros! Si lo intenta y lo consigue se cierra el circuito de dos mentes en una. Hablando en términos electrónicos, el chispazo le mataría, por muy fuerte que sea —Want habla satisfecho—. Incluso puede que haya pensado en mí. Eliminándome, deja a Ivji Vibor sin protección. ¡Y si Ivji Vibor no controla a «Repro» seguirá la desintegración de Kamsack!

    »Vean por qué es tan importante que Ivji Vibor siga dominándose... ¿Ha comprendido usted bien, señorita Hynie, qué es lo que mantiene vivo a su profesor?

    —Sí —responde la muchacha.
    —Pues si algo me sucede... ¡Siga usted, por favor! Presiento que algo empieza a dominarme...

    Y cuando «Herr» Want daba media vuelta, para entrar de nuevo en la salita donde están Ivji Vibor y «Repro» Vibor, Yenano ve con terror una repetición exacta de la muerte del Profesor Vorodo.

    ¡«Herr» Want se ha estremecido, su mano sube al cuello, y luego cae al suelo, fulminado!

    ¡¡Allí le ven tornarse verdoso, grisáceo, desprender humo y terminar por desaparecer!!...


    CAPÍTULO IX


    EL caso era como para perder la cabeza.

    Y el capitán del Ejército del Cosmos estaba autodisciplinado. Ya había perdido bastante tiempo pretendiendo secundar a Yenamo Verda. No podía hacer nada más. El terror se apoderó de él, viendo desaparecer a Want.

    —¡Vámonos de aquí! —vocifera.
    —¡No! —protesta Yenamo—. Ahora no podemos irnos.
    —Moriremos todos, ¿es que no lo comprende?
    —insiste el capitán. Se vuelve a sus aterrados soldados y agrega—: Detened a este hombre y volvamos hacia la nave.

    Hany Nynie está recostada contra el muro. Pálida como la cera.

    El capitán se dirige hacia ella solícito.

    —Será mejor que venga usted también.
    —No puedo. He de quedarme con mi maestro... Me necesita... ¡Es el único medio de contener a «Repro» Vibor!
    —¡Quedarse aquí es un suicidio! ¡Yo no le...!

    Le interrumpe un alarido dentro de la salita donde están Ivji Vibor y su atormentado doble. Yenamo se lanza impensadamente hacia allí y abre la puerta.

    Sólo tiene tiempo de ver una pavorosa escena: ¡Ivji Vibor se retuerce de agonía sobre el lecho, mientras que «Repro» Vibor se desliza, retrocediendo, por el agujero practicado en el muro!

    —¡Socorro! —grita Ivji Vibor.

    Instintivamente, el Oficial Segundo de Orden Civil se abalanza sobre Ivji Vibor y lo toma en brazos. Como el científico pesa muy poco no es difícil trasladarle. Y con él en las manos, como si fuera un niño enfermo, sale de la salida.

    Los soldados lo rodean.

    —¿Dónde ha ido? —pregunta el capitán.
    —A seguir destruyendo —murmura tristemente Yenamo. Y agrega—: Vamos, capitán. Cuando usted quiera.
    —¿Piensa traer a ese hombre?—el capitán indica a Ivji Vibor, agitándose epilépticamente en brazos de Yenamo.
    —Sí. Habiendo muerto «Herr» Want hemos de seguir las instrucciones que nos dio. ¿Tienes los medicamentos, Hany?
    —Los tengo —responde ella con un hilo de voz.
    —Vamos, pues...

    Durante el trayecto hacia la nave capitana, Yenamo no había despegado los labios, ni apartado los ojos de donde Ivji Vibor parecía dormir el último sueño.

    Hany Nynie estaba arrodillada junto al que había sido su profesor. Y el capitán miraba hacia Kamsack, estremeciéndose cada vez que veía surgir una nueva llamarada.

    —De seguir así, Kamsack desaparecerá muy pronto —comenta.

    Yenamo Verda se vuelve presto hacia él.

    —¿Y sabe usted lo que ocurrirá luego?
    —¿Qué?
    —Cuando Kamsack haya sido recudido a polvo, ese engendro será arrojado al vacío, irá a caer sobre otro mundo y empezará su nuevo y paulatino desquiciamiento...! Hará desaparecer los mundos! ¡Desorbitará los planetas, chocarán unos con otros y la hecatombe será monstruosa!

    »¡No será Kamsack la única víctima, sino Plutón, y luego Neptuno, los cometas gigantes, Urano, Saturno...! ¡Todo perecerá en un cataclismo espantoso! ¿Comprende usted? ¡«Repro» Vibor es un ente aniquilador, un ser humano!... El fruto diabólico de un laboratorio maldito...
    »¡Pero nosotros le hemos dejado escapar! ¡Usted le ha dejado escapar! Hoy momento en que es necesario desobedecer una orden, mandar al cuerno al propio Bi-Mariscal Hugar, y morir, si es preciso, como ha muerto «Herr» Want, para salvar a la Humanidad. ¿Es que en su reglamento no han escrito leyes así? ¿No le han pedido juramento de arriesgar la vida, incluso darla, por bien de la Humanidad?

    —¡Claro que me lo han pedido! —grita el capitán—. ¡Pero también me han exigido obediencia!

    Y, créalo, ahora recibo órdenes. Todo eso que me dice usted a mí, dígaselo al General en Jefe Soro. ¡Emplee usted el mismo tono con él! ¡Hágalo y... no doy una moneda por su vida!

    —¡Claro que se lo diré! —Yenamo se ha levantado y se encara con el oficial. Todos los componentes de la patrulla, incluso Tany Nynie, le miran sorprendidos—. ¡Y le diré más! ¡Le diré que vaya él, como yo fui, a capturar a «Repro» Vibor! Le diré que eche una ojeada por las plataformas y vea los cadáveres calcinados de los niños en tomo a las devastadas escuelas... Le diré que vaya a ver los ascensores neumáticos llenos de cadáveres, y los espaciopuertos...! ¡Y le diré que dentro de poco todo el Universo estará igual, se habrá destruido, será devastado por una muerte horrenda! ¡Y le diré que si él permite esto, sobre su conciencia caerá todo el furor de Dios y de los hombres!

    Aun está hablando Yenamo Verda, un Oficial Segundo de Orden Civil, cuando comparece ante el General Soro. Y no quiere callar. Necesita esa válvula de escape de su enardecido léxico.

    No le importa que esté delante de un grupo de altos jefes Militares del Cosmos, ni que varios hombres de Ciencia le escuchen atentamente. No le importa nada el aire de poder y suficiencias de aquellos hombres erguidos, silenciosos.

    Habla...

    Habla y habla.

    ¡Y dice todo lo que dijo al capitán, y mucho más!

    Es Hany Nynie quien se le acerca por detrás, le pone la mano en el hombro y le tiende un vaso de agua, donde ha diluido un calmante.

    —¡Por favor, Yenamo! —murmura la muchacha—. Ya está bien. Ya lo has dicho todo.
    —Sí —dice lentamente el General Soro—, ya ha hablado usted bastante. Ahora, me gustaría que nos diera usted la solución para atajar ese cataclismo que tan tenebrosamente nos ha descrito. Pues... ¡nosotros queremos soluciones, vengan de quien vengan, y no palabras!
    —¡El fue quien dio la alarma! —apunta otro alto jefe.
    —Sí, yo fui—contesta Yenamo poniéndose en pie—. ¿Qué habría hecho usted en mi lugar?
    —Posiblemente lo mismo —replica el individuo con una sonrisa incisiva—. Pero teniendo a un superior a quien dirigirme habría consultado con él.
    —Exacto —admite Yenamo—. Eso habría hecho yo también. Es lo más adecuado. Sin embargo, cuando el Doctor Vorodo desapareció ante nuestros ojos de un modo inexplicable, el más abyecto miedo se apoderó de Vayaah, Fue él quien dejó el asunto en mis manos, yendo a esconderse, fue él quien primero escapó de la hecatombe, fue él quien...!
    —¡Basta! —grita Soro dando un golpe furioso sobre la mesa—. ¡No le hemos hecho venir para escuchar sus acusaciones! ¡Ahora nos dirá que usted es el único héroe!

    Un silencio de mausoleo rielado por la luna cae en la sala de la nave insignia. La exclamación del General Jefe ha sido tajante. No es hombre que se deje amilanar fácilmente. Si ha escuchado a Yenamo dándole cuerda, ha sido por razones de información. Ahora, ve que las disquisiciones toman un sesgo que no conduce a nada, y él es hombre práctico.

    Su voz, sin embargo, es suave cuando prosigue: —Escuche, Yenamo Verda. Sé que tiene usted razón en cuanto ha dicho. No se me escapa que la situación es grave; como usted ha dicho bien, gravísima. Pero yo no he venido aquí a buscar responsables y castigarlos. ¡He venido para solucionar el problema! Por lo tanto, si tiene usted alguna solución factible, expóngala. Pero hágalo ahora mismo, de lo contrario pasará usted a ocupar la celda contigua de su superior Vayaah y las soluciones las buscaremos nosotros.

    ¡¡Y es entonces cuando Yenamo Verda deja admirados a cuantos le escuchan, cuando demuestra que es un carácter íntegro, firme y resuelto, a quien importan poco las amenazas distinguidas de un General tan altivo y seguro de sí mismo como Soro! Pues dando otro porrazo tanto o más fuerte que su interlocutor sobre la mesa, ruge: —¡Engreído, estúpido! ¡Y estúpido también quien le ha enviado aquí con ese talante de todopoderoso! ¡No es así como se soluciona este asunto, y yo no le necesito a usted para nada!

    —¿Sabe lo que le digo?

    Soro ha enrojecido ostensiblemente, perdiendo por primera vez el aplomo de que está poseído. Tiembla y sus labios se mueven de rabia, sin poder articular palabra.

    Es Yenamo quien sigue hablando, atronando la sala de la cosmonave, y volviéndose a todos cuantos están allí: —¡Le digo que debería estar salvando gente en aquellos espaciopuertos, recogiendo y salvando a los infelices que se atropellan tumultuosamente para escapar de un mundo condenado! ¡Allí es donde deberían estar las astronaves que manda usted!

    »Yo sólo quiero que me dejen volver a Kamsack con el profesor Ivji Vibor. «Herr» Want nos dio la oportunidad de hacer algo y debemos seguir su ejemplo. ¡Estoy seguro de que él no estaba equivocado! ¡«Repro» Vibor puede ser dominado, pero no con palabras, ni encerrándome en una celda; sino combatiendo al ser monstruoso que se ha apoderado de él! ¿Por qué, si no han aniquilado a Want? ¡Porque tenía el medio de vencer al terrible y desconocido enemigo!

    El General Soro ha dejado de temblar. Ahora, una fría calma se apoderó de él. Se sienta lentamente y mira con atención a Yenamo. Un gesto de su mano, suave y tranquilo hace callar al Oficial Secundo.

    —Atienda un momento, Yenamo. Me ha convencido usted. Lo confieso públicamente. Puede usted volver a Kamsack ahora mismo. Pida lo que le haga falta y lléveselo. Espero volverle a ver, y esto será señal de que ha triunfado usted en su propósito. Si no ocurre así, su propia egolatría le habrá castigado. Incluso le disculpo los insultos que me ha dirigido.
    —Ande, váyase a Kamsack y procure destruir a ese monstruo, de lo contrario él le destruirá a usted. Mientras tanto, nosotros procuraremos hacer algo por la gente que aún esté con vida.

    Al oírle, Yenamo Verda no se inmuta siquiera. Efectúa una ligera reverencia y da media vuelta, saliendo de la sala seguido de Hany Nynie.

    —¡Lo has conseguido, Yenamo!—exclama ella.

    Pero él no replica.

    B’poxo también había conseguido un triunfo deshaciéndose de «Herr» Want. Había sido preciso concentrarse mucho, esforzarse de un modo inusitado. Aquel extraño hombre de ciencia había ido demasiado lejos.

    Pero B’poxo logró apoderarse de él, aniquilándole.

    Ahora, se sentía tranquilizado. Incluso sabía lo que le interesaba. ¿Valía la pena seguir luchando?

    —No —se dijo—. «Repro» Vivor tiene suficiente poder para seguir destruyendo mientras le quede vida. Como no puede alimentarse, llegará un momento en que él mismo se aniquilará. Su organismo dejará de funcionar y caerá inanimado. Incluso cabe que muera antes de eso.

    ¿Puede afectarme a mí su muerte? Posiblemente «Herr» Want tenía razón, pero dejaré de enviar mi influencia, me aislaré a este lado de la muralla estelar. El circuito no podrá cerrarse, será interceptado por el antimagnetismo... ¡Bah! ¡Esos humanos son unos infelices!

    ¡Mas sería un desastre cualquier error! Ahora no presiento ninguno, y sin embargo, siempre hay que tener un margen erróneo. A nadie se le escapa que una equivocación en un cálculo la puede tener cualquiera. Yo, no obstante, estoy mucho más capacitado que todos los humanos juntos.

    He estudiado a fondo el problema y no puede existir error.

    Aunque, antes de hacer nada, puedo repasarlo de nuevo. Veamos.

    «Repro» Vibor está influido de mi poder desintegrador. Los átomos inestables de su organismo están efectuando constantemente una fisión con los átomos dispersos que le rodean. Es una verdadera reacción en cadena circunscrita a su derredor. Esto ha sido consecuencia de la proyección «infraluz» de mi mente radioactiva. Naturalmente, existe una comunicación entre él y yo, de lo contrario no habría podido penetrar en su mente. La penetración ha producido la inestabilidad atómica, dado que su organismo disimilar al humano, y al mismo tiempo homólogo de otro, es asequible a tal transformación en «hombre-energía», o algo semejante.

    Ahora bien, la situación cierra su ciclo. Yo retiro mi poder energético y ¿qué ocurre? ¿Muere «Repro» Vibor? ¿Se desintegra? ¿O vuelve a su estado primitivo de medio ser?

    B’poxo analizaba concienzudamente, estudiaba con profundo análisis el problema. Y sin embargo, se dejaba algo. En otras circunstancias, no habría pasado nada por alto. Sin embargo, en aquel momento sentía ansiedad.

    Conocía el secreto de reproducirse a sí mismo. ¡Las radiaciones «gamma» sometidas a una gravedad ínfima retrocedían! Y esto era lo que le serviría pronto para reproducir a un ser semejante a él. Así tendría ocupada su existencia durante otros tantos siglos. Esperaba hallar nuevas soluciones que se abrirían a los respectivos problemas.

    Confiaba solucionarlo todo. Y por eso pretendía dejar zanjado un asunto que ya no podía perjudicarle. Sus reflejos de seguridad estaban tranquilos.

    ¡Lamentable error!

    En realidad, a B’poxo le quedaban escasos «segundos-luz» para morir violentamente. Pero él no se daba cuenta de ello. Pese a esto seguía escudriñando con avidez en su gigantesco cerebro por si le había pasado algo por alto.

    Y pensaba rápidamente, sin duda...

    Pero el pequeño disco plateado que conduce a Yenamo Verda de regreso a Kamsack se mueve también rápidamente. Acaba de despegar de la rampa de la cosmonave sideral y lleva a cuatro personas en su interior, sin contarle a él.

    —Ya estamos llegando —murmura Hany Nynie, la cual toma el pulso al inconsciente Ivji Vibor.
    —Aún parece moverse alguien entre aquellos edificios derruidos —comenta el capitán Reng.

    Reng, el mismo que fue a detener a Yenamo Verda, a quien el General Soro ha enviado a morir o cumplir su deber. Y el miedo no ha dejado ni un momento de sacudir la gelatinosa gordura del Director de Orden Civil.

    Había suplicado lastimosamente, arrodillándose ante Soro, pidiendo clemencia y compasión; pero todo fue inútil.

    Ahora, Vayaah acompaña a Yenamo Verda hacia el planeta condenado y que ya en nada se parece al mundo metálico en el cual habían vivido durante siglos millones de personas ajenas de preocupación.

    Tampoco surcaban el espacio naves siderales.

    ¡Todo ha sido recogido en una rápida labor de salvamento!

    Sin embargo, como ha dicho el capitán Reng, alguien se mueve entre las ruinas metálicas.

    Cuando el disco plateado se posa silenciosamente en una amplia pista, junto a una enorme hendidura de la plataforma, Yenamo dice; —Quédese usted aquí, Vayaah. Y compréndalo, yo no he hecho nada para que le hayan mandado aquí.

    —Lo... lo sé, Ye... Yenamo... Lo sé. ¡Pero no puedo evitarlo! ¡Tengo un miedo horrible!
    —También lo tenemos nosotros —dice Reng—. ¿Mas qué importa? Lo interesante es saber dominarlo. Yo vengo aquí a reparar una falta. Debí desobedecer las órdenes y permitir a Yenamo que llevase adelante el plan de «Herr» Want... ¡Estoy arrepentido! Hay momentos en que un militar tiene que saber desobedecer una orden. Es una especie de autocastigo.

    Yenamo tiene miedo, ¡qué duda cabe!, pero ha vuelto a cumplir con su deber.

    En cuanto a Hany Nynie viene por dos motivos. Es fiel al hombre que ama. ¡Esto la ensalza a mis ojos, la ennoblece! ¡Para mí quisiera yo una mujer semejante! Y el segundo motivo es que también ha de reparar algo su culpa.

    —Cierto, capitán —admite Hany—. Yo también debí desobedecer a Ivji Vibor cuando me ordenaba ayudarle en sus experimentos. Yo comprendí el peligro, capté el alcance, intuí lo que podía suceder. Y, sin embargo, sólo fui a denunciarla cuando ya era demasiado tarde. De haberlo hecho antes esto no habría sucedido.
    —Bueno, dejémoslo —dice Yenamo, que está abriendo la compuerta para salir al exterior—. Capitán, le ruego que acompañe a Hany Nynie a ver si encuentran algún vestigio de su domicilio. Necesitamos el ingrediente para hacerse invisible.
    —Usted, Vayahh, cuide de Ivji Vibor, inyéctele otra dosis a ver si se recupera.
    —¿Y tú dónde vas? —pregunta Hany Nynie con un jadeo.

    Yenamo Verda vacila en responder. Al fin, gravemente, dice: —Yo voy a buscar a «Repro» Vibor, esté donde esté y le traeré aquí... Este ha de ser nuestro punto de reunión. ¿Comprendido?

    —¡Déjame ir contigo! El ingrediente lo podemos recoger de paso. Puede que esté mi morada destruida.
    —¡Necesitamos que Ivji Vibor se haga invisible! —exclama Yenamo.
    —Si no está el ingrediente en mi casa podemos descender a la plataforma «O» —agrega Hany—. En el laboratorio de Ivji Vibor lo encontraremos. Ya hemos quedado de acuerdo antes en que la plataforma «O» debe estar intacta, de los contrario los condensadores de gravedad artificial se habrían destruido y de Kamsack no quedaría ni rastros...
    —Sí —dice Yenamo—. Eso es cierto. Hemos de impedir que «Repro» atraviese la plataforma «O».


    CAPÍTULO X


    NO existe posible retroceso. Yenamo Verda lo sabe. La sutileza del General en Jefe Soro es aguda, penetrante e incisiva.

    —¡Vaya, triunfe o muera, Yenamo!

    Era un ultimátum sagaz.

    Pero también la oportunidad que Yenamo necesita.

    El atribulado Oficial Segundo de Orden Civil de Kamsack ha tenido, no obstante, un instante fugaz de clarividencia. Ha penetrado más allá del secreto de «Herr» Want, ¡el secreto que desapareció con él!

    ¡Sabe que hay que anular a «Algo» y cree tener el medio de conseguirlo! Un chispazo en su mente le ha recordado algo que había dicho Hany Nynie: un procedimiento para hacerse invisible.

    ¿Puede captarse la presencia mental de un hombre que no se ve? «Repro» no podía transmitir lo que no veía, «Algo» tampoco podría verlo, ¿era imposible que pudiera estar en todo, siendo como era una mente diabólica y antinatural! Por lo tanto, sacrificando a Ivji Vivor —¡si es que tal sacrificio podía dar resultado!— la solución podía ser fácil.

    «¡Se trata de que Ivji Vibor vuelva a apoderarse de su otro «él», que desaparezcan las inestables condiciones de un cuerpo engendrado por medios antinaturales!», esto había sido lo que manifestó «Herr» Want antes de morir.

    Hany Nynie lo había comprendido.

    —Naturalmente, «Repro» Vibor puede resistirse a desaparecer... Si no él, el que le domina. Pero nosotros hemos de burlar a quien sea... Puesto que si la luz puede atravesar su cuerpo y su mente, es señal de que no se detiene en él, y con ello puede desaparecer el influjo. —Había dicho Yenamo.

    La teoría era atrevida. Pero valía la pena probarla.

    Ahora, se disponía a llevarla a cabo.

    Los ocupantes del disco plateado se separan. Reng y Hany se van en busca de la morada de ella. Un autobólido abandonado en un garaje particular les sirve. Vayaah, queda con Ivji-Vibor.

    Y Yenamo Verda, corriendo, se acerca a donde poco antes han visto moverse a alguien.

    Llega al lugar exacto y grita:

    —¿He, dónde está usted?

    Un alarido le hace volverse. Alguien sale arrastrándose de una puerta medio fundida. Un escalofrío recorre la espina dorsal de Yenamo al ver lo que queda de aquel hombre a quien conoce muy bien.

    —¡Borgo!

    ¡Pero Borgo. el asesor jurídico de Orden Civil, tiene las dos manos amputadas y arrastra detrás de sí una pierna ensangrentada!

    —Yenamo —murmura el infeliz.

    Este se inclina sobre el herido.

    —¿Qué te ha ocurrido, Borgo?
    —No quiero acordarme... ¡Quiero morir pronto!... Estoy gangrenado y quiero morir... Huí en busca de mi familia... ¡Oh, fue horrible, Yenamo! ¡Aquel ser, «Repro» Vibor era una antorcha radioactiva, brillaba en la oscuridad! Enloquecí y cerré la puerta. Pero creo que me reconoció...
    —¿Cuándo ha sido eso?
    —No lo sé... Cerré la puerta y me apoyé con las manos. Sentí gritar mi nombre y empujó la puerta desde fuera... ¡Mis manos desaparecieron! ¡Grité...! ¡Oh, Yenamo, ten compasión de mí! ¡Dispara tu «ejecutor» sobre mi cabeza! ¡No te costará mucho!

    Yenamo se pone en pie y retrocede. Por un instante su mano ha asido la culata del «ejecutor». Pero luego da media vuelta, para no ver la expresión suplicante de Borgo. Se frota el rostro con la mano, desliza ambas manos por su rapada cabeza en gesto de intensa desesperación.

    Por fin, echa a correr sin hacer caso a Borgo, quien queda detrás suplicando: —¡Yenamo, por caridad... mátame...!

    Corriendo alocadamente, Yenamo encuentra un autobólido arrimado al muro de una casa. Dentro hay un hombre que se ha aplastado la cabeza contra el parabrisas. Presiente que el aparato volador puede estar aún en condiciones.

    Arrastra fuera el cadáver y pulsa un botón, viendo con cierta alegría que los reactores funcionan. Es un bólido pequeño, individual, pero muy rápido. Tiene algunos desperfectos en su proa, mas sirve perfectamente para lo que Yenamo ha de emprender.

    Un instante después, Yenamo sobrevuela el edificio del Hospital General. Sabe que el Ejército del Cosmos ya ha estado allí poco antes y han evacuado a los heridos.

    Conduce el aparato hasta el techo semiderrumbado del sector dónde estuvieran Ivji Vibor. Allí lo posa suavemente y salta al suelo. Las alfombras de caucho están aún dentro de la salita, cuyo muro está destruido. Recorre rápidamente algunas dependencias y no tarda en encontrar lo que busca. Cuerda de fibra plástica muy resistente de la que usan en los sótanos termodinámicos para lavar y colgar la ropa.

    Con ella en la mano regresa, amarra la alfombra de caucho y con el otro extremo vuelve a subir al autobólido. Tirando iza la alfombra de caucho hasta el aparato.

    —Ya está —murmura—. Ahora, vamos a buscarle...

    Pasa una «hora-luz». Yenamo ha volado por las mismas entrañas silenciosas del mundo muerto. Está desesperado y angustiado. Para colmo de ansiedad, ni siquiera oye ruidos, ni explosiones.

    Parece como si hasta «Repro» Vibor hubiese muerto.

    ¿Podía ser eso posible?

    Como una exhalación ha atravesado superficialmente las distintas plataformas, desde la 50 para abajo. Ahora va provisto de un potente foco que ha tomado de la Central de Vigilancia de Orden Civil. Sujeto a la ventanilla corrediza del aparato que pilota, va hurgando en la oscuridad. En varias ocasiones se ha filtrado por enormes hendiduras para descender. No ha sido preciso volver a la escarpadura escalonada de entrada aérea.

    Los desastres que han contemplado sus ojos son innumerables. Pero algo parece haberse transformado en él, y ya está insensibilizado. No obstante, hay algo en su mente que ha dejado huella.

    Fue al volar sobre uno de los talleres de vestuario. Sobre una gran mesa de cortar vio el cuerpo de una mujer completamente seccionado de arriba abajo.

    ¿Cómo había sido posible aquello?

    Se dijo que la mujer debió recurrir a tal medio para acabar con una angustia inenarrable. Tal vez había visto desaparecer a toda su familia. Ponerse sobre la mesa y dejar que bajase la cuchilla era cosa fácil.

    Yenamo no puede apartar de su mente aquella visión. Le horroriza. ¿Cómo ha podido la locura enseñorearse en tan breve tiempo de un mundo supercivilizado?

    Pero, ¿dónde está «Repro» Vibor? Tiene que encontrarle cuanto antes. Tal vez en aquellos instantes está perforando las gruesas planchas del piso de la plataforma «O», ¡Si penetra en el interior de los condensadores antigravitatorios...!

    —¡Oh, sería tremendo!

    Luego se dice que «Repro» Vibor no puede haber llegado allí, de lo contrario Kamsack no estaría aún girando en el espacio. Sin embargo decide cambiar de procedimiento. Buscará primero en la reducida superficie de la plataforma «O».

    Pasará por alto desde la veinte a la primera y recorrerá la que cierra el cúmulo de plataformas. Es entonces cuando recuerda que Ivji Vibor tenía el laboratorio en la plataforma «O».

    —¡Tal vez...!—se dice esperanzado.

    Como un verdadero demonio dirige el autobólido hacia allá. Conoce una rampa neumática que permite el paso del aparato que dirige. Sin embargo, ha de entornar los ojos al contemplar el río de cadáveres que encuentra en su camino.

    Gentes retorcidas y humeantes.

    ¡Por allí debió pasar, arrollándolo todo, «Repro» Vibor!

    ¡Aquellos cadáveres medio desintegrados hablan elocuentemente de su paso destructor, son mudos testigos de una macabra procesión fulminada en su huida!

    —¡Dios mío! ¿Cómo es posible tanto horror? —murmura Yenamo, sintiendo encogérsele el corazón.

    Poco después sale a la plataforma «O».

    Allí queda asombrado de ver luz en las calles y paseos. Las casas parecen intactas iluminadas, pero vacías. Y un silencio que raya en el martilleo agudo repercute en todas partes. Con un viraje lleva el autobólido ante la que fue mansión y laboratorio de Ivji Vibor.

    Detiene el aparato y salta al suelo.

    Saca la alfombra de caucho y toma la cuerda de fibra plástica. Con todo ello debajo del brazo se acerca a la morada de Tvji Vibor. Su primer impulso es tocar el zumbador. Luego de vacilar un instante prefiere más penetrar por la ventana.

    Está seguro de que allí dentro ha de encontrar a «Repro» Vibor. Pero ¿por qué no se funde la metálica mansión? ¿Ha perdido acaso el monstruo su poder desintegrante? ¿Qué ha ocurrido?

    No tarda en obtener una respuesta.

    Con infinitas precauciones, viendo por todas partes huellas de objetos fundidos, se desliza hasta el laboratorio. La puerta de ésta ha desaparecido y dentro reina un silencio absoluto. Incluso la luz está apagada allí. Pero en un rincón brilla algo rojizo.

    —¡Ivji Vibor, Ivji Vibor...! ¿Está usted ahí?

    Y con un silbido que le deja helado, una voz profunda responde desde el interior: —Sí, estoy aquí. ¿Quién es?

    —Soy Yenamo Verda...
    —Pase usted, Oficial... ¡Pase! Puede dar la luz, está a su izquierda...

    Yenamo, sobrecogido, obedece y la luz se hace en el revuelto y semi destruido laboratorio. Entonces, el joven ahoga un grito. El sudor se apodera de su cuerpo, un sudor frío, glacial, angustioso.

    ¡Ve a «Repro» Vibor! Al menos, lo que queda de él.

    Está sentado en tierra, en cuclillas sobre una gruesa alfombra de goma. ¡Pero su rostro ha desaparecido! Y su piel también. Sólo se ve algo ennegrecido y adherido a unos huesos brillantes.

    ¡Nadie diría que aquel hombre, ente o engendro, era el mismo que horas antes hablaba con Yenamo suavemente, tristemente, como si presintiera su sino efímero y destructivo!

    Sus ojos habían dejado de brillar. Eran cuencas profundas y vacías, huesos ennegrecidos, manos descarnadas y miembros como calcinados. Pero aún irradiaba poder destructivo, pues agregó al instante: —¡No se acerque a mí, Yenamo! ¡No se acerque, por el amor de Dios!... Vea en qué estado me encuentro... Sentí que me iba dejando, que me abandonaba. ¡Ya tenía lo que deseaba saber! ¡He sido su víctima por unas horas, Oficial!

    Yenamo no osaba ni respirar. Sólo escucha, apretando el envoltorio de caucho que lleva debajo del brazo.

    —Sí, Oficial; yo he sido la víctima mayor de toda esta tragedia. Yo no tenía razón de ser. ¡No soy culpable!
    —Lo sé... —dice Yenamo con un hilo de voz.
    —Pero ahora ya no le intereso. Me ha soltado... ¡Yo podía seguir deambulando, destruyendo, aniquilando todo cuanto toco! Pero me he venido aquí, a sentarme en espera de mi minuto final. ¡Ansío morir, desaparecer, Yenamo, se lo juro!

    »Mas ni eso me está permitido.

    —¿Sabe quién es él?
    —No. No lo sé. Creo haberme dado cuenta de que me dirigía desde muy lejos... ¡Desde millones de «parsecs» de aquí! Pero no sé quién es. Dígaselo a la Ciencia. ¡Es un monstruo aniquilador que puede repetir su hazaña cuando quiera! Mientras no se le aniquile a él, la Humanidad estará en peligro...

    »He tenido hace poco como un sueño. Me ha parecido ver a un hombre grueso, a un hombre que vi en la sala de conferencias del Hospital General y que se llama Want o algo así, que se acercaba y me hablaba...

    Yenamo contiene ahora el aliento.

    ¿Qué le ha dicho? —silabea, como quien se halla ante un misterio sobrenatural.

    —Me ha dicho que vuelva yo con Ivji Vibor y quedará zanjado el peligro. ¡Está seguro!, terminó diciendo. Pero Ivji Vibor soy yo.
    —¿Está usted dispuesto a venir donde está su homónimo?
    —Sí —responde roncamente «Repro» Vibor—. Estoy dispuesto.
    —¿Qué debemos hacer para terminar con esto? —pregunta Yenamo.
    —Yo tengo que morir... Tengo que morir... ¡Tengo que morir!
    —¿Y no quiere morir?
    —Sí, deseo morir, desaparecer... ¡Pero B’poxo no me deja! Ha puesto en mí ansia de lucha, deseo de conservación ¡Y lo único que pretende es aniquilarme poco a poco! Lo sé porque él está dentro de mí, pero yo estoy dentro de él. ¿Comprende usted, Yenamo?

    Yenamo sacude la cabeza.

    —Dígale a Ivji Vibor que ha de matarme cuando yo no lo sepa.

    ¡Yenamo comprende entonces que el espíritu de «Herr» Want le dio la solución desde el más allá! ¡Él también sabe el procedimiento!

    —Déjese envolver en esta alfombra de caucho, Ivji Vibor. Le llevaré hasta donde está

    Ivji Vibor.

    —Sí... Veo que usted sabe que somos el mismo... Acérquese, Yenamo; amárreme bien luego... ¿Sabe por qué puedo hacer esto aquí? Es el laboratorio en el cual surgí a la vida. No hay apenas gravedad, los rayos «gamma» irradian en círculo y los mensajes ultrasensoriales giran en torno mío, sin alcanzarme... ¡B’poxo está furioso!

    »¡Ja, ja, Yenamo; vaya una pasada que le vamos a dar!

    La alfombra de caucho cae sobre el esquelético cuerpo de «Repro» Vibor. Un instante después, Yenamo le tiene bien envuelto y sujeto con la cuerda de fibra plástica, de la cual tira, arrastrando el envoltorio frágil hacia el exterior.

    En breve tiempo lo tiene dentro del autobólido. Luego, se sienta frente al tablero de mandos y pone en marcha el motor, saliendo de la plataforma «O».

    ¡Un extraño temblor agita las manos de Yenamo mientras conduce hacia la luz del sol artificial que refleja sus rayos sobre el semidestruido Kamsack!

    Hany Nynie y Reng han regresado ya.

    Afortunadamente, han encontrado la morada de la muchacha intacta. Por aquel lugar no había pasado la hecatombe, y habían traído el ingrediente que permitiría a Ivji Vibor hacerse invisible.

    Antes de sacar el envoltorio en el que está «Repro» Vibor, Yenamo sale del aparato y se acerca al disco plateado donde están los otros esperándole.

    —¿Lo has encontrado? — pregunta anhelante Hany.
    —Sí, ahí lo tengo. ¿Se ha recobrado Ivji Vibor?

    Vayaah es quien sacude negativamente la cabeza.

    Yenamo se lanza dentro del disco volador militar y se arrodilla junto al moribundo. Le toma el pulso, viendo que late débilmente y luego le roza las sienes. Los demás han penetrado tras él y le observan en silencio.

    —Dame la hipodérmica, Hany —pide Yenamo.

    Ella le tiende lo pedido. Está cargada. Yenamo la examina y reza interiormente. Luego, tomando el brazo desnudo de Ivji Vibor le inyecta la doble epinefrina.

    Hany sujeta la muñeca del yacente y murmura: El pulso se acelera... ¡No me explico cómo resiste tanto!

    —Creo que ahora se reanimará un poco —añade Reng—. ¿Por qué no probamos de enfrentarle con el otro?

    Yenamo es vuelve y comenta:

    —¡Está horriblemente desfigurado! ¡Ya no parecen el mismo! Cuando le encontré quedé helado. No es un espectáculo grato...
    —¡Tampoco es el que nos hemos visto obligados a presenciar! Hany se ha desmayado —dice furioso Reng—. Tuve que darle un estimulante. ¿Se cree usted que estamos ahora para sensiblerías?

    Yenamo sacude la cabeza.

    —No es eso... Nuestra vida vale muy poco ahora. Lo importante es Ivji Vibor. Si se reanima un poco rocíale con el tratamiento invisible, Hany.
    —¿Qué pretendes conseguir con eso, Yenamo? —pregunta temblorosamente Vayaah.
    —No lo sé. Es puro instinto. Algo me dice que dará resultado. El desenlace lo desconozco. ¡Pero tanto el propio «Repro» Vibor como «Herr» Want han dicho que este encuentro es favorable!
    —¿«Repro» Vibor ha dicho eso? —pregunta el capitán Reng.

    Sí. Está dispuesto a colaborar... ¡Si es que le dejan!

    Yenamo se pone en pie y sale por la escotilla al exterior.

    —Vengan ustedes conmigo. Que se quede Hany con el enfermo.

    Reng y Vayaah le siguen.Se acercan al autobólido que ha traído Yenamo y sacan con precaución el envoltorio en el que se agita débilmente el engendro que tantos trastornos ha causado.

    Deshacen los nudos de la cuerda de fibra plástica y desenvuelven el caucho. Cuando está medio suelto se retiran un poco. «Repro» Vibor hace el resto, sacando fuera sus esqueléticos brazos y asomando luego la cabeza.

    Un grito penetrante surge de la garganta de Vayaah, quien cae desmayado antes de que Reng tenga tiempo de sujetarle.

    —¡Virgen Santísima! —exclama el capitán.

    Pero Yenamo queda de pie ante «Repro», impasible, aunque a cierta prudente distancia. Sus ojos están fijos en la figura que intenta ponerse de pie sin conseguirlo. La radiación envuelve aún a «Repro».

    —¡Piedad. Yenamo! —murmura el infeliz.

    En aquel momento suena un grito angustioso detrás de Yenamo. Ha sido Hany Nynie, quien añade: —¡Yenamo, ya está despierto!

    —¡Haz lo que te he dicho! —grita él.

    Pero «Repro» ha recobrado nuevos bríos. Ahora consigue ponerse en pie y da un paso sobre la alfombra de caucho en dirección a Yenamo. Extiende los brazos y una voz ronca surge de su garganta: —¡No quiero morir! —exclama en un tono que hace disminuir el volumen del corazón de Yenamo.

    De repente corre adelante. Yenamo y Reng retroceden rápidamente. Pero el infeliz Vayaah ha quedado en el suelo. El monstruo radioactivo tropieza con él, cae...

    ¡Reng y Yemano ven las manos descarnadas hundirse en el cuerpo adiposo de Vayaah, ven surgir el humo verdoso...!


    EPÍLOGO


    EL relato se termina.

    Toda narración tiene que tener un fin. Este podría ser el fin. Sin embargo, ello no sería posible.

    ¡Queda tanto, y a la vez tan poco que decir!

    ¿Qué sucede a continuación? Apenas si las palabras son expresivas para decirlo. Pero, al menos se debe intentar. ¡Todo hay que intentarlo en este mundo, y en otros, si los hay!

    (Esto fue lo que pasó.)


    Yenamo retrocedió aterrado. No daba crédito a lo que estaba viendo. ¿Cómo era posible aquello? ¿Qué había sucedido? ¿Por qué «Repro» Vibor se revolvía de aquel modo?

    Sin embargo, todo sucedió muy rápidamente. ¡Demasiado rápidamente para que su mente y reflejos pudieran captarlo! Hubo varios gritos, sintió un golpe, como si alguien le empujase a un lado. ¡No obstante, a su lado no había nadie!

    Vio a Reng correr, alejándose de allí y detenerse justamente ante la hendidura. De haber caído por ella se habría matado en la plataforma inferior.

    Con el rabillo del ojo, cuando intentaba ponerse bruscamente en pie, vio a Hany Nynie saliendo por la escotilla del disco volante plateado. La vio abrir la boca, gritar desgarradoramente...

    ¡Y también vio a «Repro» Vibor detenerse a escasa distancia de él! ¡Le vio agitarse, llevar sus descarnadas manos al cuello, debatirse contra algo que le atenazaba!

    —¡Es Ivji Vibor! —se dijo Yenamo poniéndose en pie.

    Ahora lo vio todo claro. Hany había obedecido, haciendo invisible a Ivji Vibor, el cual se recobró lo suficiente para comprender lo que sucedía. Por esto salió del disco plateado, empujando a Yenamo con frenesí, apartándole y encarándose con su otro yo.

    ¡¡Y en su invisibilidad no le ocurría nada!!

    «Repro» Vibor no podía luchar contra sí mismo. Era algo incomprensible, pero que debía de ser así por algún designio inescrutable y misterioso.

    Yenamo se abrazó a Hany, cogiéndola por la cintura. Ambos, con ojos desorbitados, presenciaron aquella lucha denodada de un cuerpo visible y descarnado contra otro, más fuerte, invisible, pero palpable. ¡Era la lucha de la muerte!

    Incluso el capitán Reng se acercó fascinado, hipnotizado por aquellas contorsiones de la propia muerte, pues «Repro» Vibor no parecía otra cosa, agitando sus ennegrecidos huesos, su cráneo sin ojos.

    Y dos manos firmes se cerraban en tomo a su Cuello.

    Oyeron los gritos de los dos seres que eran uno mismo. Los jadeos, y vieron a «Repro» Vibor caer de rodillas. Un alarido infrahumano surgió de la hendidura de su boca monstruosa.

    ¡Luego quedó tendido en tierra!

    Y los tres estupefactos testigos vieron cómo su tétrica figura iba transformándose, adquiriendo un aspecto más humano, menos brillante —desaparecía la irradiación nociva —y recobraba su aspecto anterior.

    —¡Cielos! —exclamó Yenamo—. ¡Era cierto!
    —Sí —dijo Hany con un jadeo, apretándose más contra él.

    Al cabo de unos segundos, Ivji Vibor yacía en el suelo, enteramente como era él, pero su rostro denotaba la contracción brutal de la muerte por estrangulamiento. Tenía las manos en torno al cuello y los ojos vidriados.

    —¿Ha... han muerto? —preguntó el capitán Reng.
    —Creo que sí —murmuró Yenamo.

    Y B’poxo también había muerto.

    Su enorme cerebro recibió una sacudida tremenda. Ondas inmensas de antimagnetismo radioactivo penetraron en el mundo acuático que le envolvía. Primero fue un estremecimiento muy agudo a causa de la altísima temperatura que adquirió el líquido.

    —¿Qué es esto? —se preguntó el monstruo que creía saberlo y dominarlo todo—. ¿Acaso es que la muralla estelar no ha resistido...?

    No pudo hablar más, ¡ni pensar siquiera en el motivo de su error! Su enorme cerebro estalló de pronto. Sus enormes ojos reventaron como grandes pompas de jabón, todo él se dispersó, destruido, en todos los sentidos.

    ¿Qué había sucedido?

    Simplemente, regresaban a él en forma de oleadas magnéticas las radiaciones que envió a «Repro» Vibor a fin de dominarle. Eso era todo. Ya había él previsto tal contingencia, había intentado defenderse.

    Pero hasta la criatura más diabólica es incapaz de tenerlo en cuenta todo. Su propia ambición le destruía. Su maligno poder sólo había servido para matar a unos cuantos millones de seres inocentes, y darle muerte, al fin, con su mismo poder.

    Con B’poxo se extinguía una raza de monstruos que el hombre no llegaría a conocer jamás. Pero los humanos habían llegado a entrever el peligro, intuyeron su existencia en aquella espantosa hecatombe.

    Sólo pudo ser la Providencia divina, velando siempre por la inquieta existencia de la raza humana, la que influyó para producir el chispazo fatal en aquel cortocircuito cósmico previsto por «Herr» Want.

    Se pagó la contribución a la supervivencia. Siempre había sido así a través de la historia del hombre. ¡Y siempre lo sería!

    ¡Lo importante era que B’poxo no pudo aniquilar a la humanidad! No es que lo hubiese querido, sin duda. El llevaba otros fines, pero no era perfecto. Su raciocinio profundo, entrenado durante millones de años, le llevó a conclusiones hiperimaginativas.

    Sólo olvidó un detalle, puesto que no lo podía comprender, como no lo ha podido, ni lo podrá comprender nadie jamás: y es que un hombre no puede transformarse en dos. ¡Y si, por los medio que sean, lo consigue, no por eso dejará de ser el mismo! ¡Tarde o temprano, la sabia Naturaleza deshará el error, volviendo las cosas a su sitio!

    ¡Ivji Vibor había muerto! Su otro «él» le mató, lo cual viene a significar que se mató a sí mismo.

    ¡B’poxo tenía que correr la misma suerte! No podía ser de otro modo, dado que su poder era análogo al de «Repro» Vibor. Es axiomático que si dos cosas son iguales (A = B), y la segunda es igual a una tercera (B = C), forzosamente, la primera y la tercera serán también iguales (A = C).

    El trío de poderes se cerraba así: B’poxo se hizo a sí mismo igual a «Repro» Vibor; pero éste era igual ¡exactamente! que Ivji Vibor; por lo tanto, Ivji Vibor y B’poxo eran también iguales. Y al matar uno a sí mismo, se mataban los tres.

    ¡Y los tres murieron en el mismo instante!

    El General Soro descendió de su cosmonave lentamente. Al pie de la escalerilla metálica habían tres personas: Reng, Yenamo y Hany Nynie. Tendió la mano a Yenamo y dijo: —Le felicito, Director de Orden Civil. Recibí, su informe. Tengo mucho gusto en estrechar su mano.

    —Yo también, señor —respondió Yenamo—. Mi prometida y el capitán Reng también han jugado un papel importante.
    —Yo he sido un simple testigo, mi general—respondió Reng.
    —No importa. Vamos a ver a ese... ese individuo.
    —Nosotros preferimos no verle más —murmuró Hany Nynie—. El pobre ha sufrido mucho, —Y ha causado mucho daño —dijo Soro, volviendo la mirada en derredor.
    —Mucho, señor —admitió Yenamo seriamente.
    —¿Cree usted que se podrán explicar científicamente las causas de todo esto? —preguntó luego el General Jefe.
    —Lo dudo, señor. La causa debe estar en algún mundo remoto, en algo que no podemos comprender. Debió existir un circuito cerrado de poderes mentales... No sé. Si «Herr» Want estuviera vivo tal vez nos podría aclarar sus experiencias. Yo no he llegado a captarlo claramente.
    —Bien... bien —murmuró Soro—. Ahora habrá re reconstruirse todo esto. ¿Le interesa seguir aquí, Yenamo? Haré que le nombren Director de Orden Civil. También se encargará usted de la reconstrucción... ¡Al pobre Vayaah le enviamos a la muerte!
    —Así fue, señor —dijo simplemente Yenamo.
    —Sí. De no haber sido así habríamos tenido que ajusticiarle. ¡En fin, esto son avatares inesperados! Bueno, pueden retirarse. Vayan que les examinen los médicos. Un buen reconocimiento psiquiátrico no les vendrá mal. Una pequeña cura de reposo y luego al trabajo.

    »A usted, Reng, por temerario, le propondré para un ascenso. ¿O prefiere la excedencia y el ingreso como Oficial Segundo de Orden Civil, aquí mismo en Kamsack?

    —Pues... Preferiría esto último, señor.
    —¿También le parezco engreído y estúpido? —preguntó Soro arqueando las cejas.
    —¡No, no, señor! —Reng miró de reojo a Yenamo y le vio enrojecer—. ¡De ningún modo, señor!
    —¡Pues no lo soy! —Soro se volvió hacia el erguido Yenamo—. ¡No lo soy, Yenamo! Comprendí al momento que el hombre capaz de decir tales cosas en mi propia cara también era capaz de solucionar este problema.
    —Me alegro de habérselo dicho, señor —respondió Yenamo.

    El General en Jefe Soro fue a decir algo, pero optó por dar media vuelta y alejarse hacia donde estaba inmóvil el disco plateado. Allí, con las manos a la espalda, estuvo largo rato mirando el cadáver de Ivji Vibor; a Vayaah, que estaba medio destrozado a pocos pasos, apenas lo miró.

    La mente de aquel hombre enérgico estaba perdida en un mundo de cábalas y suposiciones. ¿Con que aquel hombrecillo delgado y de ojos hundidos, cuyas manos se cerraban en torno a un flaco cuello, era el que había convulsionado al Universo?

    —¡Qué poca cosa somos! —murmuró el General.

    Yenamo, Hany Nynie y Reng fueron hallados en perfecto estado físico. Se les durmió, naturalmente, borrándoles de la mente los horrores que habían sufrido y dejándoles sólo un remoto recuerdo, puesto que los psiquiatras convinieron en que la experiencia era beneficiosa, y luego se les alimentó convenientemente.

    Algunos días más tarde, cuando recibieron sus despachos respectivos, firmados por el Bi-Mariscal Hugar, regresaron a Kamsack. Reng se encargó de redactar una enmienda en la Ley de Emigración, reclamando técnicos para Kamsack, y aunque la gente no quería venir al principio, las seguridades que se dieron hicieron cambiar a muchos de opinión.

    También Yenamo y Hany contrajeron matrimonio. Fue una ceremonia íntima, terminada la cual se presentó el General Soro, vestido de gala con un obsequio de boda. Luego, mientras brindaba con los novios susurró unas palabras al oído de Hany Nynie.

    La muchacha asintió y transmitió el mensaje a su marido, el cual respondió: —Luego hablaremos de eso.

    Se trataba de que Soro quería utilizar el sistema de la invisibilidad para formar un ejército de hombres que habían de ser enviados a los confines del Cosmos.

    —Estos hombres invisibles tienen una gran ventaja. El enemigo no puede verlos. De la desgracia que ha sufrido Kamsack he sacado eso en limpio. ¡No intentaremos nunca hacer dos hombres de uno! Pero la invisibilidad es muy interesante. Al Bi-Mariscal Hugar le ha parecido una idea excelente.
    —Bien, creo que al pobre Ivji Vibor ya no puede importarle —resumió Hany Nynie con una triste sonrisa.
    —Eso creo yo también —terminó Yenamo—. Ahora, prosigamos la fiesta.
    —¡Como quiera el señor Director! —Soro levantó de nuevo su copa y agregó—: ¡Por vuestra felicidad!
    —¡Gracias, General! —replicaron Yenamo y Hany a coro.


    FIN



    Naviatom/04
    Autor: Dovan, Walt G.
    ©1962, Manhattan
    Colección: Naviatom/04

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    T 11 (30 seg)


    T 12 (40 seg)


    T 13 (50 seg)


    T 14 (60 seg)


    T 15 (90 seg)