RENACE EL SINIESTRO KU KLUX KLAN
Publicado en
abril 07, 2017
Bill Wilkinson (al centro) dirigente de la rama más notoria del Ku Klux Klan, durante una reunión de esta secta en Alabama.
Después de haber casi desaparecido, el Ku Klux Klan ha vuelto a cobrar fuerzas hoy en Estados Unidos pregonando su evangelio de odio y violencia.
Por Wayne KIng.
AL MANDO de su Piper Chero¬kee en vuelo sobre el sur de Luisiana , Bill Wilkinson, cuya actitud es una mezcla de beli-cosa impertinencia y modesto humor de un muchacho rural, parece un advenedizo más de la nueva generación aparecida en Sun Belt.
"No llevo exceso de carga en el avión", asegura con un gesto ha¬cia el interior de la máquina. En esta sólo hay unas copias de The Klansman ( "Miembro del Ku Klux Klan"), periódico que en su por¬tada muestra un jinete encapucha¬do, con símbolos de sangre en los costados y una cruz en llamas. "Fue publicado por el Imperio Invisible, de los Caballeros del Ku Klux Klan", concluye. Wilkinson es Bru¬jo Imperial del citado Imperio In-visible, el más pujante de los princi¬pales klanes de Estados Unidos.
En la actualidad los acontecimien¬tos se precipitan para Wilkinson y sus prosélitos encapuchados. La cruz ardiente, que agonizaba hasta casi su extinción hace diez años, brilla una vez más bajo el cielo sureño: desde los estados de Carolina del Norte y del Sur hasta Tejas y, en esporádicas llamaradas, en lugares tan insólitos como San Bernardino (California), Denver (Colorado), Middletown (Ohio) y Barnegat (Nueva Jer¬sey). En suma, se ha reportado actividad del Ku Klux Klan (KKK ) en 24 estados norte-americanos; la organi¬zación cuenta con alre¬dedor de 10.000 socios y con 100.000 simpatizantes estadounidenses que asisten a sus reuniones, leen sus impre¬sos o contribuyen con dinero. Aunque estas cifras son muy inferio¬res a los tres o cuatro millones de miembros reclutados durante su apogeo, en el decenio de 1920, representan un aumen¬to del cien por ciento desde 1978. En noviembre del año pasado, un estudio del Departamento de Justi¬cia de Estados Unidos llegó a la conclusión de que esta secta nece-sitaba mayor control por parte de las agencias federales, a causa de su capacidad para promover violencia.
• Tres hombres fueron objeto de sentencia por atentar contra una sinagoga de Maryland. La policía del estado informó que los sujetos también tenían planeado dinamitar la casa del diputado negro Parren Mitchell.
• En septiembre de 1980, cinco hombres del KKK fueron procesa¬dos en Michigan, por incidentes con armas de fuego en Detroit y en el poblado vecino de Romulus. En el acta de denuncia se informaba que uno de ellos tiroteó a un pa¬rroquiano negro que entraba en un bar en Detroit, más tarde los otros tres pasaron frente a la casa del hombre de color y le dispararon repetidas veces con un arma au¬tomática.
• Otro proceso se inició en Ala¬bama contra tres integrantes del KKK por violación de los Derechos Civiles y por allanamiento. Algunos dispararon sus rifles contra los hogares de dirigentes negros. Otros acribillaron las casas de matrimo¬nios formados por personas de ra¬zas diferentes.
El Klan ha calado hasta en el Ejército: algunos militares en las tres armas intentaron formar células de la organización racista, y lo que es más aterrador: el KKK estuvo activo políticamente, aprovechando una ola de reacción contra el influ¬jo de extranjeros ilegales, en el sur de California; durante el verano del año pasado, el Gran Dragón Tom Metzger, dejó atónitos a los demócratas del área al ganar la nominación de su partido para el Con-greso estadounidense; y a pesar de que los dirigentes del Partido De-mócrata lo repudiaron en forma ofi¬cial, y de que perdió la elección general, Metzger atrajo bastante la atención con su "guardia de segu¬ridad" uniformada con camisas negras.
Bill Wilkinson insinúa que Metz¬ger no es el único candidato del KKK para un cargo público. "No hablamos de toda nuestra gente, pero algunos políticos nos secun¬dan", comenta.
Las causas del resurgimiento re¬ciente del Klan son: la resistencia de los blancos a la no segregación racial en el transporte escolar, los programas federales de acción afir¬mativa para negros y la afluencia de asiáticos e inmigrantes de idio¬ma hispano. A mediados del dece¬nio pasado, quedó de manifiesto que la orden encapuchada necesita¬ba un líder capaz de introducir las técnicas de la era electrónica en los viejos procedimientos perdura¬bles de la agitación de masas.
Lo encontró en David Ernest Duke, entonces Gran Brujo de los Caballeros del Ku Klux Klan asen¬tados en Luisiana; era algo nuevo entre los miembros del KKK. Un hábil y persuasivo universitario, Duke era el hombre de negocios racista por excelencia; rara vez ves¬tía toga, prefería pantalones bien planchados y cazadora de franela. Los conductores de los programas periodísticos de televisión se dispu¬taban la primicia de tener delante de sus cámaras a un verdadero miembro del Klan en persona.
Su exaltado racismo deslumbraba a los medios de comunicación; y aun su propio órgano informativo, The Crusader ("El cruzado"), recomendaba libros como Mein Kampf ("Mi lucha"), de Hitler, White Po¬wer ("El poder blanco"), de Geor¬ge Lincoln Rockwell, el fraudulento Protocols of the Elders of Zion ("Protocolos de los sabios de Zion"), The Hitler We Loved ("El Hitler que amamos") y otros.
Otros líderes de esta secta, es¬poleados por la competencia, incre-mentaron sus reclutamientos. Bill Wilkinson, un ex aliado que rompió relaciones con Duke en 1975, sur¬gió como el dirigente más peligroso de Estados Unidos. Queriendo cum¬plir su predicción de que una gue¬rra racial es inevitable, desarrolló una táctica de confrontación y ostentación de armas. Cuando un fun¬cionario público observó que las armas automáticas son para matar algo más que conejos, Wilkinson contestó: "Tiene razón. Son para matar gente. Y si nos atacan eso es lo que haremos. Nuestra gente sabe cómo usarlas".
La teoría no tardó en ponerse en práctica. El 26 de mayo de 1979, una fila de 50 a 75 manifestantes negros desfilaban en orden por la candente calle principal de Decatur (Alabama), para protestar por la condena impuesta a un hombre ne¬gro con deficiencia mental procesa¬do por violación.* En un depósito de carga, situado en un extremo de la calle, cien figuras con túnica ace¬chaban armadas con mangos de ha¬chas y tubos de plomo; cuando la fila estuvo cerca se oyó un grito de los del Klan: "Negros, de aquí no pasarán"... y cruzaron la valla de la guardia de la policía para enfrentarse a los manifestantes. De repente, alguien disparó dos tiros y David Kelso, de 24 años, cayó en la calle, los otros corrieron a sus automóviles a buscar armas. La po¬licía se apiñó en el pavimento. Vi¬no una descarga cerrada. Fue un milagro que nadie resultara muerto. A Curtis Lee Robinson, un hombre negro que alegaba defensa propia, se le acusó de asalto con intento de homicidio por el incidente de Kelso. Wilkinson y sus fanáticos seguido¬res no trataron de disimular que estaban preparados para una guerra racial en gran escala. Escondidos en los cerros del norte de Alabama, pequeños grupos de miembros del KKK visten ropas de camuflaje, embadurnan sus caras con pintura y se entrenan para la lucha de gue¬rrilla. En California, la Agencia Es¬tatal contra el Crimen Organizado y de Servicio de Información Crimi¬nal declaró que el Klan está alma¬cenando armas en ese estado.
La convicción del KKK de que el choque es inevitable, se traduce en los actos y opiniones de Jerry Paul Smith, quien dice "amar" a su país. Este hombre asegura que al impulso de ese sentimiento, tanto él como un grupo de hombres de rostro macilento, contando a sim¬patizantes del Klan y del nazismo, dejaron sus hogares en las colinas de Carolina del Norte el 3 de no¬viembre de 1979, y fueron a Gre¬ensboro. Ahí se enfrentaron con los militantes del Partido Comunista Obrero (CWP, por sus siglas en inglés), los cuales, además de que intentaban organizar a los obreros textiles negros, realizaron ese mis¬mo día una manifestación cuyo le¬ma rezaba: "Muera el Klan".
Más tarde, en la corte del dis¬trito de Guilford, durante su juicio, Smith fue testigo de su propio crimen: esto, al mirar en una pantalla de la sala del tribunal el breve y sanguinario encuentro de ese día, en el que murieron cinco personas. El asesino aparece yendo a la carga por la calle, un poco agachado y portando un par de pistolas de ca¬libre largo. De repente, un garrote aparece en la pantalla, y se estrella en el cráneo del manifestante del CWP, Cesar Vincente Cauce, de origen cubano; el joven agredido cae de rodillas. La cámara sigue a Smith que, sin demostrar emoción, descarga su arma en el cuerpo des¬plomado de Cauce y retrocede hacia la calle donde otros miembros del Klan cubren su retirada. Unas se¬manas más tarde, cuando la defensa argumentó que los comunistas ra¬dicales armados habían provocado y amenazado al grupo (Klan-Nazi), el jurado absolvió a Smith y a los otros acusados.
Smith, libre bajo fianza durante su juicio por homicidio, confesó a una multitud que lo aclamaba, su alegría por haber luchado en favor de la raza blanca, aunque eso sig¬nificara morir en la cámara de gas. "Lo que sucedió en Greensboro", agregó, "no es nada comparado con lo que vendrá".
*Posteriormente se cambió tal condena.
CONDENSADO DEL SUPLEMENTO DOMINICAL DE "THE NEW YORK TIMES" (7-XII-1980) © 1980 POR THE NEW YORK TIMES CO., DE NUEVA YORK (NUEVA YORK)+