Publicado en
abril 16, 2017
UN AMIGO mío se quejaba de que su familia pasaba mucho tiempo frente al televisor. Sus hijas se quedaban viendo historietas animadas y descuidaban sus estudios. Su mujer prefería las telenovelas a los oficios domésticos. ¿Qué remedio le pondría? "Tan pronto como termine la temporada de fútbol, voy a desconectar el aparato".
—J.S.
ERA UNA calurosa tarde de verano cuando un grupo de estudiantes se encontraba realizando un examen de matemáticas en un salón que carecía de aire acondicionado. Reinaba una atmósfera sofocante. Todos los alumnos estaban tensos debido al examen y adormilados por el intenso calor. De pronto se abrió la puerta del salón y sin ver siquiera quién entraba, una de las muchachas gritó angustiada:
—¡Cierren esa puerta que se baja el pastel!
—Colaboración de Gloria Abbud
FUI EL primero en pasar por la fila de recepción a estrechar la mano del todavía nervioso padre de la novia. Este titubeó un rato mientras cambiaba un trozo de papel estrujado de la mano derecha a la izquierda. Me explicó que era su discurso. Al preguntarle cuándo iba a pronunciarlo, me manifestó que ya lo había hecho y me entregó el papel. En él decía: "La entregamos su madre y yo".
—G.B.
DESPUÉS de haber pasado un día en el rancho para veraneantes y haber participado en el "corto paseo a caballo" que fue de casi dos horas, subiendo y bajando por caminos de herradura de montaña, uno de nuestros compañeros expresó los sentimientos de todos los demás, maltrechos por la desacostumbrada equitación.
"Mañana", dijo, "haré que me den un caballo muy flaco, o de lo contrario, que le pongan la silla en el pescuezo".
—D.G.
EN UNAS vacaciones de pesca, me detuve a la orilla de un lago en un parque nacional. Mientras acomodaba mi vehículo, un anciano que había acampado en el terreno vecino entabló conversación conmigo. Me preguntó si estaba solo, y al responderle afirmativamente, me dijo: "Entonces venga usted un poco más tarde. Aquí tengo una buena cerveza fría. Podríamos contarnos mentiras sobre nuestras aventuras de pesca, y después rajar del gobierno". Y eso fue lo que hicimos.
—E.C.E.
NUESTRA hija, impaciente por tener que aprender tantas reglas y disposiciones de tránsito para cumplir el programa de capacitación en la escuela de manejo, preguntó a su padre si él había pasado por una experiencia similar.
"En aquellos días era más sencillo obtener la licencia", comentó mi marido, "pero sí se me presentó un problema". Parece que cuando fue a solicitar el permiso para conducir, su padre tendría que firmar la solicitud, debido a que aún no era mayor de edad. En cuestión de una hora, volvió acompañado de su progenitor, que era ministro de la iglesia. La empleada de la oficina, asombrada al ver la vestimenta del clérigo exclamó: "No. Cuando te dije que debías traer a tu padre, quise decir a tu papá".
—D.V.
MI HIJA menor, ansiosa por bajar de peso, me pidió que la ayudara llamándole la atención siempre que olvidara su régimen diario de ejercicios. Contento de que acudiera a mí, me dediqué con empeño a la tarea de proporcionarle todo lo último en adiestramiento físico. No me había dado cuenta qué tan a pecho había tomado mi encargo hasta que un día, al abrir una revista encontré un artículo sobre los beneficios de andar a pie a paso acelerado, hallé toda la página garrapateada con las palabras: "¡Ya lo sé... ya lo sé!"
—L.N.
LA CIUDAD estaba casi inundada por un aguacero torrencial. Después del trabajo tomé un autobús rumbo a casa y escuchaba vagamente al conductor que iba anunciando todas las esquinas de parada. Sin embargo, cuando llegamos a mi calle, transformada en un pequeño lago, por defectos del sistema de desagüe, el conductor me despertó de mi sueño entonando melodiosamente en alta voz: "¡Atención, los que quieran desembarcar aquí!"
—R.C.B.
UN CABALLERO de edad, sentado en una banca del parque, dio un codazo a su compañero al ver pasar a una joven que vestía la más breve de las minifaldas, y alcancé a oír que le decía: "Jorge, ¡el verano promete ser estupendo!"
—J.C.