LA RISA, REMEDIO INFALIBLE
Publicado en
marzo 29, 2017
UN HABITANTE del espacio exterior cayó en pleno centro de una populosa ciudad; la primera persona que se le aproximó fue un pordiosero.
—Por favor, señor, déme un peso.
—¿Qué es un peso? —preguntó el extraterrestre.
El mendigo, tras reflexionar un instante, respondió:
—Sí. Tiene toda la razón. Déme diez pesos.
—L.O.
"¡QUÉ JUEGO tan emocionante, mamá! A las primeras dos Coca Colas y tres salchichas, los dos lanzadores mantenían el partido sin hit; después, cuando íbamos por la segunda caja de rosetas de maíz, hubo un home run con las bases llenas; en la parte final de la última entrada, durante las últimas dos paletas de helado, tres algodones de azúcar y cuatro cucuruchos con cacahuetes, los contrarios se poncharon... de modo que estamos de vuelta en casa justo a la hora de comer".
—J.G.
¿TE ACUERDAS de los tiempos en que la policía vial, en lugar de esconderse a la orilla del camino con su radar, se aventuraba a los peligros del tránsito como todos los demás?
—B.W.D.
UN CLÉRIGO que se oponía con firmeza al baile, sostenía una animada discusión con uno de sus feligreses.
—Pero, ¿qué tiene de malo el baile? —quiso saber el interlocutor, a quien por supuesto entusiasmaba esa actividad.
—Tenemos, por una parte, la proximidad de los cuerpos.
—Cualquiera con malos pensamientos puede hacer que una cosa parezca mala.
—Supongamos —insistió el sacerdote— que usted llegara a casa y me encontrara con su mujer en una posición sospechosa. ¿Qué pensaría?
—Pensaría, señor pastor, que más les hubiera valido a ustedes haber estado bailando.
—J.D.
CIERTA señora deseaba hacerse pintar un retrato, por lo que su marido contrató al mejor pintor que pudo hallar. Un día, mientras posaba, la dama hizo una extraña petición al artista: quería que le pintara un collar de diamantes, con sus correspondientes aretes y tiara, aunque ella no lucía entonces ninguna joya. El pintor la complació pero quedó intrigado.
—¿Por qué me hizo añadir las alhajas? —preguntó mientras ambos admiraban la obra terminada.
—Es por si muero antes que mi marido. Estoy segura que contraería segundas nupcias de inmediato. Entonces, ¡que su nueva esposa se ponga a buscar las joyas!
—M.M.
LEONID Brezhnev y Andrei Gromyko conversaban en el Kremlin.
—Camarada Brezhnev —decía Gromyko—, ¿qué le parece si como muestra de buena voluntad, levantamos la Cortina de Hierro sólo por dos semanas?
—Pero camarada Gromyko, si hiciéramos tal cosa, usted y yo seríamos los únicos habitantes en la Unión Soviética.
—¡Querrá decir que usted sería el único! —protestó.
—W.H.
EN UNA visita a la Ciudad de México, cierto turista entró a una cantina.
—¿Qué le sirvo? —preguntó el tabernero.
—Cualquier cosa que me haga sentir bien.
Tras aquello, el cantinero le sirvió una copa de tequila y el turista bebió de un trago el quemante líquido. El otro, mirándolo con asombro, empezó a escanciar otra copa y preguntó:
—¿Siente usted algo?
—No; no siento nada —repuso el parroquiano acercando su copa para que se la llenara otra vez.
Desalentado, el cantinero empezaba a servir el tercer trago cuando el turista continuó:
—No; no siento las manos, no siento los labios. No siento...
—K.H.
EL MAESTRO de literatura había dedicado casi toda la clase a exponer la vida y obra de Edgar Allan Poe. De pronto reparó en que uno de los alumnos tenía la mirada en el vacío, y decidió sorprenderlo:
—Señor Gómez, puesto que no parece interesarle mi tema, deduzco que tiene usted vastos conocimientos acerca de Poe. Tal vez quiera compartirlos con los alumnos y describirnos en dos palabras al hombre de quien tratamos.
Sin cambiar para nada de expresión, el otro replicó:
—Ha muerto.
—G.P.N.