¿QUÉ TE DEBO, PAPÁ? ¿QUÉ TE DEBO, MAMÁ?
Publicado en
enero 31, 2017
En SELECCIONES del pasado mes de abril, la autora, popular columnista norteamericana, expuso su franca opinión sobre las obligaciones de los padres para con sus hijos. Aquí contempla la otra cara de la moneda
Por Ann Landers.
—¿Y QUÉ hace tu madre ahora? —pregunté a una amiga recién llegada de una visita a su familia.
—Mamá se dedica a distribuir culpa —me contestó con resentimiento—. Es lo que hace mejor.
Este comentario es frecuente, especialmente entre los jóvenes casados, que a menudo se preguntan si en verdad son malos hijos, o más bien víctimas de un complejo de culpa impuesto por padres egoístas y severos.
¿Qué deben realmente los hijos a sus padres? No sólo los casados, sino todos ellos, desde los seis hasta los sesenta y seis años. Nadie puede pretender hablar por todos, pero, ya que tanta gente busca la respuesta, trataré de dar mi opinión al respecto.
Empecemos por los adolescentes. He aquí lo básico: deben a sus padres consideración, lealtad y respeto. El mandamiento bíblico: "Honra a tu padre y a tu madre" es sencillo y claro. No hace falta definir la consideración, pero ¿qué significa lealtad? Significa no abandonar la lucha cuando las cosas van mal y mantener en reserva los asuntos íntimos de la familia. El hijo que critica a sus padres ante extraños, dice más de sí mismo que de aquellos.
Es difícil imponer el respeto cuando no ha sido ganado y, aunque duela reconocerlo, algunos padres no se lo han granjeado. (En ese caso los hijos deben tratar de sustituirlo por comprensión y compasión). Pero la mayoría de los padres merecen el respeto por el solo hecho de estar siempre en la línea de fuego, luchando contra la inflación, la obesidad, el cansancio crónico, y las nuevas costumbres, y tratando de sobrevivir en un mundo peligroso y caótico. Trabajan, administran el hogar, crían hijos y participan en los problemas de la comunidad. ¿Qué deben los hijos a padres como estos?
Para empezar, tienen la obligación de darles respuestas rápidas y francas a estas preguntas: ¿A dónde vas y con quién? ¿Cómo piensas ir? ¿Cuándo estarás de vuelta?
Los adolescentes a menudo me escriben quejándose de que sus padres quieren escogerles los amigos. ¿Tienen derecho a hacerlo? La respuesta es "no". Nunca dejo de señalar, sin embargo, que cuando los padres critican a los amigos de sus hijos adolescentes, generalmente tienen una buena razón. Las malas compañías pueden acarrear dificultades.
Los padres tienen derecho a exigir que sus hijos sean ordenados y realicen tareas hogareñas. Conviene enseñar tanto a los niños como a las niñas a cocinar y limpiar, lavar ropa y coser botones. Estas no son labores puramente femeninas. Dan independencia y confianza en sí mismo.
¿Qué deben los adolescentes y los estudiantes universitarios a sus padres en lo referente a tiempo y atención? No hay una respuesta válida para todos los casos. Hay padres demasiado exigentes y otros muy condescendientes. Algunos hijos esperan con ansia el momento de abandonar el hogar; a otros casi hay que echarlos. No puede esperarse que un estudiante universitario escriba a sus padres todos los días, pero una postal o una llamada telefónica semanal (por cobrar, desde luego) no requiere demasiado esfuerzo. También está dentro de lo lógico que pase las vacaciones con sus padres (aunque todos sus compañeros vayan a determinada playa), si ellos pagan los gastos de educación.
¿Cuáles son las obligaciones económicas de los hijos que se ganan la vida independientemente y viven aún con sus padres? Recibo cada semana por lo menos dos docenas de cartas sobre este tema. Una madre escribió: "Nos complace que nuestra hija quiera vivir en casa, pero siento que está aprovechándose de nosotros. Se compra ropa cara, tiene su propio auto, toma vacaciones en Europa y no nos pasa ni un centavo para costear su alojamiento y comida. Yo lavo su ropa, limpio su cuarto, le preparo los alimentos. No estamos en apuros, pero nos vendría bien un poco más de dinero..."
Yo contesté: "Estimada madre: Su hija debiera pasarles el 20 por ciento de sus ingresos. Si los hijos que trabajan creen que pueden conseguir alojamiento, alimentos, ropa limpia y sirvienta en otra parte por menos dinero, que hagan el intento".
Cuando los hijos se van de casa, se independizan económicamente o establecen su propia familia, deben gozar de un trato diferente. Los padres amantes y sensatos renuncian voluntariamente a su papel de autoridad, pues recuerdan cómo se sintieron cuando trataron de vivir su propia vida sin la intromisión de sus padres. A la recíproca, los hijos considerados evitarán que sus padres y suegros se sientan desplazados o abandonados. Por una ironía de la vida, los distintos ciclos de la existencia suelen ir ajustando cuentas.
Concretamente, ¿qué deben los hijos casados a sus padres en lo relativo a tiempo y atención? Según mis lectores, este es un problema para los casados que están entre los 30 y 50 años de edad. He aquí algunas de las cartas que me llegan:
• "Mi madre me telefonea por lo menos cuatro veces al día. Quiere saber si los niños se desayunaron bien, qué vistieron los asistentes a la fiesta de la noche anterior, qué voy a preparar para la cena y si el jefe de mi marido ha mencionado algún aumento".
• "Mis suegros nos preguntan constantemente si aún no estoy embarazada. Nos recuerdan que están envejeciendo y que darían cualquier cosa por tener un nieto".
• "Los padres de mi marido tienen setenta y tantos años. Él pasa por lo menos cinco horas todos los sábados llevándolos al mercado, al dentista, al médico, a la farmacia, al optometrista, al vivero, a la tintorería, etcétera. Mis suegros tienen otras dos hijas casadas que viven en la ciudad, pero es siempre mi marido el encargado de ayudarlos. ¿Tiene la obligación de prestarles estos servicios ?"
No existen reglas fijas que se apliquen a todas las situaciones, pero he aquí algunas que pueden adaptarse a varias:
Innumerables personas son víctimas no sólo de su familia, sino de amigos que padecen una enfermedad llamada "telefonitis". La mejor solución consiste en elaborar una técnica que permita alejarse del aparato después de un período razonable de conversación. Por ejemplo: "Perdona, pero tengo un millón de cosas que hacer esta mañana y debo colgar. Te llamaré pronto".
Las personas que no tienen el valor de hacerse respetar, no deben quejarse de estar atrapadas en una situación o de que los demás se aprovechan de ellas. Siempre les aconsejo que "nadie puede explotar a otro sin su consentimiento".
Ninguna mujer debe a sus suegros un nieto. Conviene poner en su lugar a los padres que pretendan obligar a sus hijos a darles un descendiente.
Hacer mandados y servir de chofer a padres ancianos exige mucho tiempo y energías, pero quizá sea necesario cuando no exista alternativa. Si hay varios hijos (o sobrinos) que puedan ayudar, sin duda debe pedírseles que lo hagan. Cuando el tiempo sea más valioso que el dinero, contratar un chofer puede aliviar las tensiones en un caso de urgencia.
Tal vez el problema que más ansiedad produce entre los adultos de 45 a 55 años (época en que algunos se enfrentan a la crisis de la edad madura) es: ¿Qué hacer con mamá cuando papá se muera? O, a la inversa, si mamá muere primero ¿quién cuidará a papá?
Las circunstancias varían según el caso. Algunas madres —lo mismo algunos padres— no irían a vivir con sus hijos casados por nada en el mundo. Hay que tomar en cuenta diversos factores: ¿cómo encajaría la abuela o el abuelo en la familia? ¿Es ella o él muy autoritario? ¿Habría problemas en la cocina? ¿Sentirían los niños que son demasiadas las personas que les dan órdenes?
También importan mucho el aspecto económico y la salud. ¿Tiene suficiente dinero el padre sobreviviente para mantener una casa propia? ¿Está lo suficientemente sano para vivir sólo? Hay que meditar cuidadosamente en las respuestas a estas preguntas.
Desde el punto de vista de la moral y la decencia, ¿les deben los hijos a sus padres un lugar en su casa? Yo digo que no. Si necesitan alojamiento o cuidado, los hijos deben proporcionárselo, pero no tienen la obligación de darles un lugar bajo el mismo techo, si con ello se pone en peligro la tranquilidad de la familia.
La solución ideal es mantener al padre sobreviviente en su propia casa cuando esto es factible económicamente.
De existir problemas de dinero, todos los hijos deben compartir los gastos. A menudo es más fácil decirlo que hacerlo. Numerosas riñas familiares se han originado porque alguno o varios de los hermanos se niegan a contribuir, alegando que apenas les alcanza para pagar el colegio de sus hijos. (Sin embargo, se las arreglan para tomarse unas vacaciones cada año, ser socios de algún club campestre y tener auto nuevo.)
La crisis más grave se produce cuando los padres están demasiado enfermos o viejos para cuidar de sí mismos. Los asilos son muy costosos, y muchos ancianos no quieren ir allí. ¿Qué se puede hacer entonces? Algunas personas heroicas se hacen cargo de sus padres o suegros a costa de un gran sacrificio personal. Quizá se trate de una de las tareas más agotadoras física y emocionalmente. Yo ruego a los hijos no sentirse culpables si no pueden hacerlo. En mi opinión, quienes hacen este sacrificio, merecen un lugar a la diestra de Dios en el día del juicio final.
A fin de cuentas, ninguno de nosotros va por la vida sin deber nada a nadie. Todos debemos algo. Pero la motivación más noble para dar no es el sentido del deber, sino la generosidad que nace del amor espontáneo y altruista.
CONDENSADO DE "FAMILY CIRCLE" (1-IX-1978). © 1978 POR THE FAMILY CIRCLE. INC.. 488 MADISON AVE., NUEVA YORK (NUEVA YORK) 10022.