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enero 19, 2017
HACE POCO la empresa constructora para la cual trabajo contrató algunos obreros nuevos. No habían hecho labor de carpintería antes y uno de ellos no entendía ni jota de lo que se trataba. Desesperado, el capataz le dijo: "Muchacho, aquí ha habido gente que no sabe lo que está pasando. Pero parece que tú ni siquiera lo sospechas".
—J.L.R.
RECOGÍ mi tostadora eléctrica de un taller de reparación donde la había dejado dos semanas y, al llegar a casa, muy contrariada comprobé que seguía estropeada. Llamé en el acto al departamento de servicio. Después de examinar nuevamente sus registros, me confesaron que, en efecto, no la habían examinado siquiera, y me pidieron llevársela otra vez.
Quince días más tarde volví a buscarla. Pero en esa ocasión iba preparada: llevaba en la bolsa una rebanada de pan, para probar el aparato allí mismo, y en la cabeza una reconvención que enderezarles.
Mas ellos se me adelantaron. El empleado sacó la tostadora del taller y la puso sobre el mostrador, con dos tostadas en las ranuras... todavía calientes.
—S.J.R.
EL GERENTE de un restaurante consideró que el pedido de 350 pavos para la Navidad era excesivo, por lo que llamó al jefe de compras y le ordenó avisar al abastecedor que cortara el pedido a la mitad. Cuatro días antes de la festividad, el restaurante recibió, conforme a las instrucciones, 350 pavos cuidadosamente partidos en dos.
—E.T.
POR LA época en que fui consejera en un asilo para adolescentes inadaptados, trabajaba con empeño para imbuir en los chicos la conciencia de su mutua responsabilidad y los alentaba a ayudarse unos a otros a hacer frente a los problemas. Cierto día el grupo a mi cargo vio que un muchacho iba a todo correr por el camino, alejándose del asilo, e inmediatamente cinco de nuestros adolescentes se lanzaron en pos de él.
"¡Ven acá!" le gritaban. "¡Regresa! ¡No corras así! ¡De nada te valdrá!"
Entre tanto, otro de los consejeros y yo sacamos un automóvil. Cuando los cinco muchachos y nosotros, en el coche, dimos alcance al confuso "fugitivo", caímos en cuenta que no se trataba de ninguno de los mozalbetes de nuestro albergue, sino de uno de los chicos de un pueblo vecino, que competían en una carrera a campo traviesa.
—S.B.
QUIENES el año pasado fueron a cierta joyería de Florida a cambiar algún regalo de Navidad, se encontraron con un empleado metido en un disfraz de gorila de más de dos metros de estatura. En su mano, un cartel rezaba: "Yo me encargo de los cambios, las devoluciones y las quejas".
—S.P.I.
DURANTE los primeros minutos de un juego de baloncesto en que participé como entrenador, ocurrió una infracción clara. El árbitro trataba infructuosamente de tocar su silbato... del cual no salía el menor sonido. Mientras un millar de espectadores le gritaban, el desdichado juez inspeccionó el instrumento, del que sacó un trozo de papel. Al desdoblarlo leyó un recado que decía: "Buena suerte esta noche. Tu esposa que te adora..."
—M.D.P.
BUSCANDO empleo en el periodismo, Mark Hallen, de la Ciudad de Nueva York, envió a los directores de los diarios un anuncio impreso, encabezado con el titular: "¡He estado en su nómina durante los últimos siete meses!" Y explicaba que había estado cobrando el seguro de desempleo a costa de los editores, pues aquel se cubría con los impuestos pagados por ellos, y concluía: "Ya que de todas maneras me están pagando, es preferible que trabaje para ustedes".
Su anuncio dio resultado. Un diario lo contrató.
—W.S.M.
EL GRAN cantor operístico Robert Merrill recuerda una extraordinaria representación de la Tosca, de Puccini. La diva Stella Román, que interpretaba el papel estelar, debía suicidarse dando un salto desde el parapeto de una prisión, para caer sana y salva encima de un colchón, tras bambalinas. Una noche, la Román, sintiéndose algo insegura, pidió más colchones. Al dar el salto, los resortes la hicieron rebotar de nuevo sobre el, escenario. Tuvo que repetir el suicidio.
—R.M.