¿REFLEJA LA VOZ NUESTRA VERDADERA PERSONALIDAD?
Publicado en
diciembre 06, 2016
Cómo estudiar nuestra propia voz para asegurarnos de que expresa lo que deseamos decir.
Por Warren Young. Condensado de "Kansas City Star Magazine".
CADA VEZ que abrimos la boca para hablar, los oyentes se forman una imagen mental de nuestra personalidad. Ya sea la voz melódica y denote júbilo, ya parezca el mugido de una vaca enojada, nuestros semejantes nos juzgan por ella, y con razón, pues la voz humana refleja admirablemente las emociones.
El problema es que la mayor parte de las personas ha adquirido malos hábitos vocales, imperfecciones que deforman su propia imagen. Dice Frederick Clifton Packard, profesor emérito de oratoria de la Universidad de Harvard: "Es casi un crimen que muchas personas perfectamente normales y felices hablen monótonamente, despojando de vida a su voz en vez de dejarla fluir naturalmente".
Nadie se oye a sí mismo como los demás le oyen. La amplificación que producen los huesos de la cabeza nos da una idea exagerada de lo bien que resuena nuestra voz. Pero probemos a leer un artículo de una revista al micrófono de una grabadora magnetofónica o poner a funcionar el aparato mientras conversamos con otras personas. Luego escuchemos lo grabado.
Conviene hacer una lista que nos ayude a clasificar la voz: A) ¿Es áspera o suave? B) ¿Alegre o quejumbrosa? C) ¿Estimulante o tediosa? D) ¿Demasiado rápida, demasiado lenta o de velocidad conveniente? E) ¿Es el tono excesivamente agudo o grave, o es agradable?
Seis errores corrientes nos hacen emitir las siguientes clases de voz:
Recia Y áspera. Algunas emociones, la ira, por ejemplo, endurecen naturalmente las mandíbulas, estrechan la garganta, aprietan los labios y la lengua. Pero algunas personas adoptan esta tensión como estilo normal. Dan la impresión de ser duras, dominantes y difíciles.
Nasal. Cuando los sonidos nasales se emplean debidamente, la nasalidad produce tonos hermosos. Pero si se nasaliza continuamente la voz emitiéndola total o parcialmente por la nariz en vez de hacerlo por la boca, se le da un tono quejumbroso que a menudo parece el gemido de un niño.
De autómata. Mascullar las palabras de manera monótona, sin subir o bajar el tono, ya sea por hastío, depresión o falsa modestia al expresar los propios sentimientos, hace que una persona parezca tonta o fastidiosa.
De tarabilla. Todos hablamos demasiado aprisa en ciertos momentos, cuando estamos nerviosos o excitados, pero el rápido parloteo que acostumbra el tarabilla da una impresión, a veces falsa, de necedad.
Gritona o desmayada. La primera (como la recia y áspera) puede obedecer a que la persona mantiene el aparato de fonación demasiado tenso. La segunda acaso provenga de dejar las cuerdas vocales tan flojas que el aire, aun exhalado en gran cantidad, sólo llega a producir un sonido apagado, una molesta mezcla de murmullo y ronroneo.
Grave o chillona. El diapasón inapropiado, más agudo o más grave del que es natural en el hablante, puede hacer que el hombre parezca un órgano de cañones, y la mujer una niña tímida. Estas voces producen a menudo un efecto de insinceridad.
Si el lector halla que su voz corresponde a alguna de las mencionadas, puede modificarla. Al fin y al cabo, cuando llegó chillando al mundo sólo poseía un equipo de fonación con capacidad preestablecida. Todo lo demás lo aprendió por imitación.
"Casi nadie tiene una voz que no se pueda mejorar", dice una profesora de fonética. "Y casi siempre es factible hablar interesante y agradablemente, si la persona está dispuesta a utilizar como es debido sus aptitudes vocales".
El aparato de fonación, que va desde el diafragma hasta la boca, es el instrumento musical más maravilloso del mundo. Como en todo instrumento de viento, la calidad de su sonido depende de tres elementos: un soplo regulado, un dispositivo vibrador y un sistema de resonancia. Los pulmones originan el soplo o columna de aire que hace vibrar las cuerdas vocales, y éstas lo dividen en turbulencias sónoras. Pero este ruido es bronco y discordante. Los resonadores le agregan el tono y refuerzan los armónicos, modulando el ruido natural para transformarlo en sonidos agradables y melodiosos. Los resonadores humanos, como en, los tubos extensibles y el pabellón del trombón, o la caja hueca de madera del violín, son superficies conformadas y cajas de resonancia. Y es en esto donde el mecanismo de la voz humana aventaja a otros instrumentos musicales, sean de metal o de madera. Porque los resonadores humanos, que abarcan los espacios huecos del cuello, la boca y la cavidad nasal, así como los músculos vibrantes del pecho, el cuello, el rostro y la cabeza, son, por ser vivos, infinitamente más flexibles y adaptables.
Cuando "tocamos" correctamente todas las partes del aparato de fonación, se produce sin esfuerzo un habla capaz de deleitar a los oyentes tanto como la mejor música. Mas para quien descubra determinadas fallas en los sonidos que emite, indicaremos algunas maneras de remediarlas.
Aspereza. La causan soplos intermitentes y pequeños, obligados a pasar por la abertura demasiado estrecha de una garganta tensa. El remedio consiste en adiestrar nuestros órganos vocales para que se mantengan relajados, aun cuando sea necesario hablar con voz fuerte. Para lograrlo se deben dedicar cinco minutos dos veces al día a cada uno de los siguientes ejercicios:
1. Tendido de espaldas en el piso, con las rodillas dobladas, concéntrese el pensamiento en cada uno de los grupos de músculos del cuerpo, de la cabeza a los pies, en orden descendente, haciendo un esfuerzo consciente para relajarlos. Mientras se cuenta, despacio y en silencio, hasta tres, aspírese suave y profundamente por la nariz; luego, contando de nuevo hasta tres, exhálese lentamente por la boca. Durante todo el tiempo que dure la exhalación, imagine el lector que el aire pasa a través de un gran espacio abierto semejante a un túnel de viento y que sale sin encontrar resistencia alguna.
2. Murmúrense ahora unas pocas palabras, dejando que el murmullo forme parte del mismo soplo emitido sin esfuerzo. Comiéncese con una frase corta y.auméntese poco a poco su longitud. Transfórmese luego el murmullo en una voz suave y audible, pronunciando claramente cada palabra, pero sin imprimirle fuerza.
3. Repítase este ejercicio de pie o sentado, pero haciendo que la cabeza describa lentamente un círculo, primero en la dirección de las manecillas del reloj, y luego en sentido contrario. Esto ocasiona en la cabeza una sensación de pesadez y de relajación, y la voz comenzará a adquirir suavidad.
Nasalidad. Causas probables de la nasalidad crónica son: las mandíbulas apretadas que impiden al aire fluir libremente por la boca; una tensión excesiva en los músculos de la base de la lengua e insuficiente actividad del velo del paladar (la membrana ahusada y móvil situada a la entrada de la garganta, cuya misión es dirigir el aire exhalado por la boca o por la nariz).
1. Cómodamente sentado, abra el lector las mandíbulas, aspire a través de la nariz y exhale por la boca unas diez veces o más. (Préstese atención al movimiento del velo del paladar y se percibirá en cada ocasión un ruido ligero.) Luego respírese diez veces más, aspirando entonces por la boca y exhalando por la nariz. A continuación apriete las mandíbulas, haga rechinar los dientes, oprima fuertemente la lengua contra el paladar y en seguida aflójela. Repítase este ejercicio durante cinco minutos.
2. Para acostumbrarse a exhalar con mayor frecuencia a través de la boca cuando se habla, manténgase la palma de una mano frente a los labios y sóplese en ella diciendo "Sí". Ahora reproduzca ese sonido sibilante pronunciando las sílabas sa, se, si, so, su. El aire deberá seguir saliendo por la boca ininterrumpidamente.
3. Llénense por completo los pulmones aspirando por la nariz, hínchense las mejillas como un trompetero y reténgase la respiración mientras se cuenta hasta cinco. Exhálese todo el aire por la boca diciendo con fuerza ¡pa! Repítase la operación cinco veces.
Monotonía. Se corrige mediante el sencillo procedimiento de poner un poco de interés en la voz. Los siguientes ejercicios ayudarán a dar a su expresión alguna variedad:
1. Nombre los días de la semana en siete tonos ascendentes y luego en escala descendente. Repita ,después las mismas palabras, pero poniendo en cada una inflexiones, primero ascendentes y luego descendentes. Hágase esto todos los días.
2. Dígase sí y no de cinco maneras diferentes para expresar varios estados de ánimo (dudoso, irritable, satisfecho, etcétera). Luego cántense esas palabras apoyándolas en cinco notas diferentes.
3. Lea diariamente, en voz alta, uno o dos párrafos, exagerando las variaciones de tono y de inflexión de voz.
Problemas de rapidez. Para corregir este defecto piense el lector en lo que está diciendo: haga pausas deliberadas y retarde las frases. El siguiente ejercicio podría ayudarle a ello: utilizando un magnetófono o un cronómetro, repita uno o dos versos de una canción. Pruebe luego a cantar las mismas palabras a igual velocidad. ¿Imposible? Siga esforzándose en hablar más despacio, hasta que lo haga tan pausadamente como cuando canta.
Control de la intensidad. Los mismos ejercicios indicados para combatir la aspereza pueden ayudar a las personas que hablan demasiado fuerte o demasiado bajo. Pruébese también lo siguiente: Elija el lector un objeto de la habitación e imagine que su voz es una pelota de ping pong y es menester hacerla llegar exactamente hasta aquel objeto. Diga suavemente las palabras ping pong, elevando la voz solamente lo necesario para que llegue allí. Luego elíjanse otros objetos cada vez más distantes.
Regulación del tono. Determine el lector qué nota del teclado del piano armoniza lo más posible con el tono normal de su voz. Luego, elevándola y bajándola, busque las notas correspondientes en ambos lados del teclado para establecer así su propia escala tonal (que abarcará probablemente diez o más teclas). Quien tenga voz demasiado baja o demasiado chillona, estará hablando en uno u otro extremo de su tesitura.
En tal caso, el ejercicio necesario es evidente: Para regular su propio tono, el lector leerá, á lado del piano, un poema o un párrafo, tratando de que el tono general permanezca cerca del nivel deseado, preferentemente un poco por debajo del centro de su escala. Quizá sean también de utilidad los ejercicios indicados antes para corregir la monotonía de la voz.
Recuerde el lector que ningún ejercicio puede curar instantáneamente los defectos del habla de quien durante años se ha formado hábitos vocales perniciosos. El aparato de fonación posee docenas de músculos, ligamentos y tejidos que será preciso adiestrar de nuevo. Pero quien tenga conciencia de sus imperfecciones y practique fielmente los ejercicios que necesite, comprobará que su voz se torna gradualmente más melodiosa y adquirirá más confianza en sí mismo.