NORMAS DEL MUNDO, ¡UNÍOS!
Publicado en
diciembre 08, 2016
Poco a poco la Organización Internacional de Tipificación está poniendo orden en el caótico enredo universal de tallas, símbolos y especificaciones.
Por Arturo González, hijo.
"IMAGÍNESE el lector que un marciano mirase hacia la Tierra por primera vez", dice el Dr. N. N. Chopra, hindú empleado en la oficina central de la Organización Internacional de Tipificación (ISO) de Ginebra. "Nuestra civilización le parecería ridícula. Hay en el mundo cerca de 4000 millones de seres humanos, todos cortados por el mismo patrón: dos piernas, dos brazos, dos ojos y cuerdas vocales semejantes. Sin embargo, véase la forma en que nos hemos diferenciado unos de otros, dividiéndonos en más de 200 países, hablando más de 3000 lenguas y armando un batiburrillo de alfabetos, tipos de moneda y estilos de vida".
Borrar las fronteras nacionales o hacer que el mundo hable únicamente el esperanto está, por supuesto, más allá de las posibilidades de cualquier grupo humano. Pero, desde que se fundó la ISO, en 1947, está poniendo algo de orden en el caos de la producción de artículos para la industria y para los consumidores, por medio de "la herramienta silenciosa" llamada tipificación, normalización o estandarización. La ISO es el organismo más importante del mundo para la colaboración industrial y comercial. Si hoy un tornillo alemán encaja perfectamente en una tuerca sudafricana, es porque la ISO ha hablado y los fabricantes le han hecho caso. También se deberá a la ISO que dentro de pocos años la parte inferior del parachoques de todos los automóviles quede a 445 milímetros del suelo. Que los coches puedan empujarse unos a otros sin temor a que los parachoques se les queden enganchados y las defensas se les abollen, parece de una lógica aplastante, pero el orgullo nacional y el de los fabricantes ponen obstáculos formidables a proposiciones de esa índole.
El hecho de que cada vez haya más compañías multinacionales ha provocado este afán de establecer normas internacionales. Como la IBM quiere vender sus máquinas en todos los continentes, apoya con entusiasmo los esfuerzos de la ISO para establecer un vocabulario universal de computadoras, un sistema único de codificación y normas comunes para sus discos y cintas magnéticas. Casi 300 organismos de las Naciones Unidas y otros grupos multinacionales solicitan consejo de la ISO. La Organización Mundial de la Salud, por ejemplo, recomienda que se usen las agujas de inyecciones del tamaño establecido por la ISO, y la Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación aplica las dimensiones de la ISO cuando indica a los granjeros de Bangladesh la forma en que han de empaquetar sus productos para la exportación.
Es evidente que el mundo necesita de tales normas. Sé calcula que las fuerzas militares de la OTAN desperdician 1000 millones de dólares anuales por la persistente ausencia de uniformidad en equipo y piezas de repuesto. Durante muchos años los australianos tenían que cambiar de vagones cuatro veces en un trayecto de 3938 kilómetros por ferrocarril desde Sydney a Perth, con lo que el viaje duraba 84 horas. ¿Por qué? Porque cada Estado australiano tenía vías de distinta anchura. Sin embargo, en 1970 se estandarizó el ancho de las vías y así los pasajeros no tienen ya que cambiar de tren, y el tiempo del viaje se ha reducido a 65 horas.
Multipliquemos estos ejemplos miles de veces y comprenderemos las proporciones de la labor de la ISO, que consiste en fijar métodos uniformes para probar aparatos de calefacción doméstica; en convencer a los negociantes norteamericanos de petróleo de que vendan el combustible por litros en vez de hacerlo por galones; en conseguir que los fabricantes produzcan ruedas y neumáticos de tamaños normalizados, para automóviles, remolques, camiones y tractores.
PROCEDIMIENTO DE LA TIPIFICACIÓN
En la sopa de letras de los organismos internacionales de Ginebra, la ISO representa un impulso práctico, que no consiente ineptitudes: todos los días laborables del año unas ocho comisiones técnicas, subcomisiones y grupos de trabajo de la ISO se reúnen en algún lugar del mundo para determinar alguna nueva norma universal, ya sea el tamaño de los botes salvavidas, la forma de medir la firmeza del color de las telas una vez lavadas o las cifras indicadoras de la velocidad que deben aparecer en las envolturas de película. Toman parte en estas sesiones cerca de 100.000 personas, entre ingenieros, funcionarios, científicos, industriales y consumidores, hasta 40 en cada comisión. Pertenecen a 72 cuerpos nacionales de tipificación afiliados a la Iso y a otros organismos internacionales.
Es de notar que con frecuencia los especialistas se guardan sus rivalidades en favor de la causa de la estandarización. A la mesa de conferencias de una reunión de la ISO, competidores tan formidables como Ford y Chevrolet, Datsun y Fiat llegan a ponerse de acuerdo respecto a la uniformidad en el tamaño de una bujía de encendido o de un inyector para motores diesel, obedeciendo al interés mundial de facilitar la fabricación y velar por la economía del consumidor. Poco después de que los comandos israelíes averiasen 13 aviones árabes en la pista del aeropuerto de Beirut, en 1968, los delegados árabes e israelíes de la ISO se hallaban trabajando concienzudamente, frente a frente, en la tarea de redactar juntos un documento de la ISO. "La política no tiene nada que hacer aquí", dice un alto empleado de este organismo. "Sólo cuenta la eficacia".
El Proyecto de una Norma Internacional (DIS)* que finalmente presenta la comisión técnica, ya sea con especificaciones para pulmones artificiales (TC121, dirigido por Inglaterra), o señales para sistemas de seguridad (TC80, de Holanda), es probablemente el resultado de centenares de horas de trabajo. En Ginebra, la pequeña secretaría central de la ISO, compuesta por unas 80 personas que representan 20 nacionalidades, registra el DIS, lo redacta y lo envía por correo a los demás afiliados a la ISO para someterlo a votación. Si consigue un 75 por ciento de votos a favor, el proyecto se envía al consejo de la ISO para su aceptación definitiva como norma universal.
El lograr una norma internacional no significa, por supuesto, que todos los países del mundo la vayan a poner automáticamente en vigor. En la mayoría de los casos las normas se adoptan voluntariamente, aunque casi todas las empresas comprenden que vale la pena hacerlo así, especialmente si quieren vender en otros países. El fabricante francés de tubos que no haya seguido las normas de la iso, puede perder una venta si recibe un pedido de Pakistán que exija las especificaciones de aquel organismo en cuanto a luz, grueso de las paredes y resistencia a la presión.
Las normas pueden también ser importantes en campos ajenos a la industria, como el de los productos agrícolas. En el mercado al por mayor de café y cacao la mercancía se vende ahora de acuerdo con las listas normativas de la ISO, lo que para el comprador al mayoreo constituye una garantía de que determinado lote de uno de estos artículos (muchas veces guardado aún en el almacén del exportador), está limpio, seco e incontaminado. Sin necesidad de verlo, el mayorista sabe que satisfará las aspiraciones del comprador.
URGENCIA DE LA ESTANDARIZACIÓN
Del cataclismo de la segunda guerra mundial nació un enorme deseo de derribar las barreras contra el activo comercio mundial que había surgido. Era indispensable uniformar los productos para que el vendedor y el comprador supiesen exactamente con qué comerciaban. Así nació la ISO. Al principio la idea pareció poco afortunada, pues durante años la nueva fundación debió limitarse a "ir tirando". Los organismos nacionales le enviaban sus propias normas y el entonces escaso personal de la ISO se las pasaba a su vez a otros grupos para ver si existía alguna base común sobre la cual establecer una tipificación internacional. En los diez primeros años de la existencia de este organismo sólo se aprobaron 37 normas internacionales.
En Suecia, sin embargo, el caso fue diferente. Allí el Instituto de Normas se ha convertido en un grupo dinámico, atento a las necesidades del consumidor; un grupo que se ha ganado el respeto de los fabricantes por su diligencia y profesionalismo. El equipo está dirigido desde hace 12 años por el rubio Ollen Sturen, ingeniero civil con dotes para la diplomacia, para el mando y para allegarse fondos, y que es también un magnífico tenista. Fue precisamente jugando al tenis como Sturen vino a dar con el tema de la unificación internacional de normas. Siendo capitán del equipo sueco que competía entonces por la Copa Davis, descubrió que sus jugadores estaban usando una pelota de fabricación sueca, de diferentes características que las usadas en los países adonde irían a jugar. Para evitar que su equipo tuviese que vérselas con pelotas desconocidas, reformó rápidamente las normas existentes para la fabricación de pelotas de tenis en Suecia.
Cuando en 1968 quedó vacante el puesto de secretario general de la ISO, todo el mundo pensó que Sturen era el mejor candidato, y el organismo no se ha arrepentido una sola vez de haberlo elegido. "Hasta ahora llevamos establecidas más de 2300 normas internacionales", declara. Sturen. "Si, de acuerdo con mis peritos, el mundo necesita unas 20.000 normas, hemos hecho ya aproximadamente la décima parte del trabajo total básico".
"Por supuesto", añade el secretario general, "al mismo tiempo, cada cinco años cuando menos, ponemos al día las normas. Si aparece una nueva técnica, como la mezcla frigorífica, por ejemplo, o una nueva línea de productos, como trituradoras de basura o trineos de motor, hay que fijar nuevas normas".
SEGURIDAD Y TALLAS
Por lo menos el 20 por ciento del trabajo de la ISO va encaminado a establecer y elevar las normas relativas a la salud y la seguridad del consumidor. A petición de la ISO, los técnicos de laboratorio del mundo entero determinan la resistencia de los cascos para motociclistas golpeándolos con un émbolo, miden la calidad de reflexión luminosa de las señales de carretera, comprueban la tendencia de las botellas con bebidas gaseosas a estallar por la presión.
La tipificación comprende también abstracciones simbólicas, como por ejemplo la de fragilidad, representada en los paquetes por un delgado vaso de vino, que indica que hay que manejarlos con cuidado. Cuando la ISO estaba tratando de encontrar el símbolo que advirtiera: "Presérvese de la humedad", a todos los europeos de la comisión se les ocurrió, lógicamente, dibujar un paraguas abierto; pero un representante del sudeste de Asia indicó que para un hindú o un birmano, que frecuentemente usa el paraguas abierto para librarse del calor de mediodía, el símbolo podría significar : "Guárdese del sol". El problema se resolvió añadiéndole al símbolo un par de gotas de agua.
Otra clase de abstracción, la de las tallas, es de especial interés para la ISO. Un caballero que entre en una zapatería de Londres y pida ver "algún modelo del número 9E", es un consumidor que interesa a la sección TC137 de la ISO, compuesta por un grupo de peritos en calzado que, asesorados por los franceses, están intentando suprimir las muchas ambigüedades que hay en las medidas respectivas. Por ejemplo, el número inglés 9E sería un 9,5E en los Estados Unidos, porque en las medidas británicas cada número de zapato de hombre es medio punto menor que el correspondiente en la escala norteamericana. En cambio, los números de zapato de mujer en los Estados Unidos equivalen a punto y medio más que los de Inglaterra. La solución de los especialistas de la iso es la escala Mondopunto de dos números. Los futuros compradores pedirán en el mundo entero ver unos zapatos del número 240/95. El 240 es el largo del pie en milímetros, y el 95 los milímetros que mide la parte más ancha del pie.
Los compradores de todo el mundo saben la necesidad de revisar urgentemente el lío que existe en el sistema de tallas de ropa. Una dama que necesite un vestido de la talla 38 en el Reino Unido, tendrá que pedir una 10 en los Estados Unidos, una 42 en Francia y una 46 en Italia. Una de las comisiones de la ISO, integrada por representantes de 21 países presididos por Sudáfrica, está intentando arreglar esto.
Otro ejemplo del esfuerzo que se aplica a estandarizar las medidas en Europa se refiere a un simple trozo de papel. "Cuando estoy tratando en una charla de explicar las normas", dice el estandarizador alemán Bruno Holm, "enseño una hoja de papel de escribir en máquina, tipo A-4, de uso corriente en Europa, la doblo por la mitad y la convierto en una hoja de papel de cartas europeo. Un nuevo doblez la reduce a una tarjeta para archivador, y otro más a una tarjeta de visita. Por fin, con un último doblez, tenemos un sello de correos europeo de tamaño corriente. En ningún caso han variado las dimensiones relativas de la hoja de papel".
¿Por qué preocuparse por tales refinamientos? Porque, si un fabricante produce rollos de papel a la medida múltiple de esta hoja básica, podrá servir cualquier pedido que le encarguen, ya sea para hojas de cartas, para tarjetas de archivador o para sellos, puesto que su papel tendrá siempre las dimensiones cabales y no habrá que recortar un poquito de aquí y otro de allá. Así también los fabricantes de prensas tipográficas, de sobres, máquinas de escribir, agendas, archivadores, clasificadoras y buzones saben exactamente a qué tamaño de papel se han de adaptar sus productos. "Para todo esto sirve la estandarización", concluye Holm.
NO HAY ALTERNATIVA
No es extraño que las naciones más ávidas de estandarización sean las del bloque oriental. Rusia es el primer país del mundo que tiene un ministro de tipificación, el Dr. V. V. Boitsov, nombrado en 1970. Generalmente, una vez aceptado, cualquier estándar no es una mera recomendación que el fabricante esté facultado para seguir o no en estos países, sino que en la mayoría de los casos se convierte en ley. La monotonía del estilo arquitectónico de los edificios de apartamentos en Rusia y la uniformidad de los trajes azules de China Roja se deben en parte, indudablemente, a la rigidez con que los comunistas tipifican, en contraposición a la actitud optativa adoptada en Occidente.
Tal cosa plantea la cuestión de si la tipificación ha de conducir inevitablemente a una uniformidad de estilo dictatorial y a una insípida conformidad, como se lamentan algunos críticos. No hace mucho qué el autor teatral inglés John Osborne escribía sarcásticamente en The Times: "¡Qué inefablemente deprimente es saber que en verdad existe en el mundo, oficialmente, algo como la Organización Internacional de Tipificación, y que funciona!"
Pero Sturen y sus colegas en la estandarización no temen que las normas priven a la gente de su individualismo. "Los tipos no nos encadenan, sino que nos liberan", afirma Sturen. "Simplifican las relaciones internacionales, mejoran las comunicaciones entre los seres humanos, aumentan la seguridad e incrementan en el mundo entero los bienes y servicios que cada uno de nosotros tenemos cada vez más al alcance de la mano. La alternativa a los estándares universales es el caos universal, para evitar el cual laboran diligentemente y casi inadvertidos los 1400 equipos de trabajo de la ISO".
*Por las siglas de la designación en inglés: Draft International Standard. (N. de la R.)