FANTASÍA Y REALIDAD: EL MUNDO DE WALT DISNEY
Publicado en
diciembre 05, 2016
Las altas torres del Castillo de la Cenicienta, en Fantasilandia. Foto: William Albert Allard.
Es el reino del recreo, con 110 kilómetros cuadrados de extensión. Pero es más todavía: un laboratorio para los urbanistas.
Por John Reddy.
NUESTRO majestuoso junco chino se deslizaba una noche por las aguas de la laguna del Mundo de Walt Disney, en la Florida. Más adelante, como un aguafuerte de luces brillantes, se alzaban los dorados chapiteles del Castillo de la Cenicienta, arriba del Reino Mágico. Serpenteando en la oscuridad pasó junto a nosotros un espectáculo acuático eléctrico, con seres marinos animados por reflectores y música ruidosa. Desde la orilla, otros reflectores destacaban las centelleantes siluetas de esquiadores acuáticos que salvaban obstáculos, mientras uno de ellos, suspendido de una cometa, se elevaba a mayor altura que un edificio de diez pisos y luego descendía suavemente. Y para remate, una erupción de fuegos artificiales iluminaba el cielo cual gigantesco árbol de Navidad. "¡Cómo hubiera deseado que Walt viera esto!" exclamó Card Walker, presidente de la empresa Disney. "Le habría encantado".
El Mundo de Walt Disney encanta a cuantos lo ven. Más de diez millones de visitantes lo admiraron en el primer año de su existencia. Esta obra es la última y más grande dél imperio de la imaginación organizado por Walt Disney, que sigue en continua ampliación. Disney murió hace siete años, pero Walt Disney Productions, empresa que él inició con un ratoncito hace medio siglo, está más próspera que nunca. "Inventa una mejor ratonera", dice un viejo proverbio inglés. Disney inventó un ratón mejor, y hace mucho tiempo que millones de personas llaman a su puerta.
Disneylandia, en California, se abrió en 1955. Abarcaba 100 hectáreas, y el costo inicial fue de 17 millones de dólares. Walt tuvo que empeñar incluso su seguro de vida para financiar el proyecto, pero inmediatamente obtuvo un éxito enorme (atrae cerca de diez millones de visitantes por año). Un decenio más tarde Disney adquirió cerca de 11.000 hectáreas en la Florida central, casi dos veces la superficie de la isla de Manhattan, el corazón de Nueva York. El costo del Mundo de Walt Disney, cuando se inauguró en octubre de 1971, fue de 400 millones de dólares. Sin duda Walt habría estado orgulloso al ver su sueño convertido en realidad, en una gran selva virgen llena de pinares y pantanos. Hoy el vasto y variado conjunto comprende no sólo el parque principal, grande y brillante espectáculo que hermana la diversión con la fantasía, sino también una ciudad modelo, cinco lagos, tres campos de golf, dos ferrocarriles y un monorriel, 80 kilómetros de vías de agua con 256 barcos (lo que constituye la décima marina del mundo), 717 lugares para acampar y más de 3000 hectáreas reservadas para la conservación de especies silvestres.
El lugar está lleno de asombrosas atracciones. El Reino Mágico posee muchas de las características de Disneylandia, pero todo es aquí mayor y mejor. El Castillo de la Cenicienta, por ejemplo, es dos veces más alto que el levantado en California. Y mientras Disneylandia posee una figura de Abrahán Lincoln de tamaño natural que, animada por dispositivos electrónicos, se mueve y habla, el Mundo de Walt Disney tiene otras análogas de todos los presidentes norteamericanos, desde Jorge Washington en adelante. Una de las nuevas atracciones se encuentra en un ornamentado edificio estilo victoriano, y se llama "La historia de Walt Disney". Una película muestra momentos de su vida y reproduce su voz.
Un tren monorriel deja atrás el Centro Contemporáneo. Foto: Allard.
¡AVENTURAS!
Saliendo de la carretera interestatal No. 4, recorrí unos ocho kilómetros entre bosques y lagos que parecían pertenecer a un parque, hasta llegar a los portales del Mundo de Walt Disney. Allí estacionan sus vehículos los turistas que sólo van por el día, y toman el monorriel, o un antiguo vapor de río, de ruedas impulsoras a popa, para llegar al Reino Mágico. En cuanto a mí, un empleado jovial me llevó con mi equipaje en un vehículo eléctrico hasta un grupo de edificios adornados con motivos de las islas de los mares del Sur que constituyen el Polynesian Village Hotel, donde me dieron una habitación desde la cual se disfrutaba el panorama de la laguna.
Desde mi amplia ventana se dominaba no sólo el Reino Mágico, sino también el elevado y futurista Centro Contemporáneo, concurrida pirámide de 14 pisos que rivaliza con otras atracciones para dar una idea cabal del mundo futuro. Esta estructura, un tercio más larga que un campo de fútbol, tiene 1057 habitaciones para huéspedes, dos grandes salones de baile, un paseo interior que parece un parque, y además restaurantes y tiendas. Por el interior, semejante a un desfiladero, fluyen ríos de gente; los trenes monorrieles llegan y salen, deslizándose silenciosamente a través del edificio. Y arriba del turista, en las cuatro paredes, se extiende una pintura mural que alcanza una elevación de nueve pisos y representa al Gran Cañón del Colorado.
Llevado luego por el monorriel al Reino Mágico, el visitante retrocede en el tiempo hasta encontrarse en la reproducción de la típica calle mayor de un pueblo norteamericano, tal como era a fines del siglo XIX. En uno semejante, en el Estado de Misurí, creció Walt Disney. Allí se puede pasear en un antiguo carro de bomberos, o en automóvil destartalado o en un coche de caballos, o simplemente vagar a pie en el alegre ambiente de aquellos años. El ratón Miguelito y la ratona Minnie, el perro Pluto y Tribilín, el jamelgo, fraternizan con niños maravillados, y de vez en cuando una banda de música pasa por la calle acompañada de otros personajes de Disney haciendo cabriolas.
Partiendo de la calle mayor, la gente se dispersa hacia otros mundos tentadores. En Tomorrowland (o País del Mañana) subí a un vehículo espacial para hacer un vuelo simulado a la Luna. Sentí la fuerza de la gravedad al despegar, luego la sensación de ingravidez, y al poco tiempo pude contemplar una "colonia lunar" en el terrible desierto del satélite. En el aparato llamado Visión Circular 360, que pone al espectador en el centro mismo de la escena, es posible recorrer los Estados Unidos y admirar los panoramas naturales y las características más hermosas: una calle de San Francisco, el centro comercial de Los Ángeles, el puerto de Nueva York. O quien prefiera puede sentarse al volante de un auténtico automóvil de carrera tipo Grand Prix, reducido a escala, y conducir velozmente por carreteras tortuosas.
En Fantasyland, Adventureland, Frontierland y Liberty Square* visité la Casa Embrujada, poblada por pavorosos fantasmas, y atravesé una selva virgen entre hipopótamos y elefantes animados, amenazadoramente bien imitados. Y, en un ensayo de una nueva atracción, una aventura llamada Piratas del Caribe, me encontré entre el fuego ensordecedor de una batalla que tenía efecto en las Antillas del siglo XVII, entre una ciudad fortificada, sitiada y en llamas, y el galeón corsario que la atacaba.
El Centro Contemporáneo domina de noche el lago Bay. © Walt Disney Productions.
FRAGMENTOS DEL MAÑANA
Los turistas rara vez ven el sótano de más de tres hectáreas que se extiende bajo el Reino Mágico, donde hacen funcionar todo como acaso funcionen nuestras ciudades futuras... si tenemos suerte. Ese enorme espacio subterráneo contiene cables de energía eléctrica y tuberías de agua, cloacas, un sistema de vacío para eliminar la basura y carros eléctricos para transportar provisiones, como también habitaciones donde los empleados comen, descansan y se cambian de ropa.
Allí se encuentra asimismo el sistema de computadoras que dirige y gobierna todo, desde el discurso de Abrahán Lincoln hasta la recolección de desperdicios. Las computadoras regulan el aprovisionamiento de energía, de agua, de aire, el curso del dinero en efectivo y la reservación de habitaciones en los hoteles. Si aparece alguna falla en algún punto de ese complicado sistema, la computadora da la alarma e indica dónde se encuentra el defecto, a fin de arreglarlo inmediatamente y de que todo siga funcionando como un reloj.
Algunos de los mecanismos son tan nuevos y revolucionarios que dejan absortos a urbanistas y arquitectos. Los desechos que se vuelquen en cualquiera de los 20 receptáculos del sistema de recolección de basura van arrastrados, a 100 kilómetros por hora hasta un incinerador donde los comprimen y queman con gas natural. Las aguas residuales se tratan hasta hacerlas cristalinas; luego se rocía con ellas un vivero en cuya tierra se filtran, y vuelven al subsuelo purificadas. Todo el ambiente del Mundo de Walt Disney está regulado a tal punto que los mosquitos son allí tan raros como una colilla.
"El parque del Reino Mágico será solamente la cola", decía Walt, "y el resto será el perro mismo". Si bien el parque es la atracción principal, abarca sólo 40 hectáreas de las 11.000 del Mundo de Walt Disney. El resto se dedica a zonas residenciales, de recreo y de conservación de especies animales y vegetales. La zona de Fort Wilderness posee casi 250 hectáreas destinadas a lugares para acampar y para ejercicios de equitación. La porción mayor, o sea más de 3000 hectáreas, está reservada exclusivamente a la conservación. Contiene selvas vírgenes, pantanos, pájaros tropicales, caimanes, venados y osos.
A ocho kilómetros del Reino Mágico está el nuevo pueblo Lago Buena Vista, obra también de Disney. Consta de cuatro hoteles y dos comunidades (una de ellas de habitaciones de estilo urbano y la otra de casas para una sola familia), todo ello en torno a un campo de golf y arroyos serpenteantes. En el futuro, además de este pueblo dedicado a los jugadores de golf, habrá otros para los que prefieran el tenis, los deportes acuáticos y la equitación. Luego vendrá la obra definitiva: toda una "ciudad del mañana".
Un artículo aparecido en el suplemento dominical del Times de Nueva York llamó al Mundo de Walt Disney "el laboratorio de urbanismo más importante de los Estados Unidos". Y el arquitecto Peter Blake escribió en Architectural Forum: "¡Cuán maravillosamente irónico sería que en este turbulento siglo el habitante de las ciudades fuese salvado por un ratón!"
La ratonil Minnie juguetea con los visitantes. Foto: Allard.
PRODIGIOS CREADORES
Comentando el éxito de los imaginativos proyectistas de Disney al crear de la nada un centro urbano que funciona con tanta precisión. el arquitecto Philip Johnson dice que "su ingrediente secreto es el dinero". En el primer año de estar abierto al público, el Mundo de Walt Disney tuvo un ingreso bruto de 139 millones de dólares, y de 50 a 60 millones anuales se dedican a mejorarlo. Pero la verdadera arma secreta de la empresa Disney no es sólo el dinero, sino la imaginación, la energía y el afán de perfección. Bajo el presidente de la junta directiva, Donn Tatum, y el de la institución, E. Cardon Walker, ambos sucesores de Walt, el principio cardinal es hacer todo allí mismo. Por eso en el Mundo de Walt Disney existen las siguientes empresas propias: dé transportes; de construcciones, teléfonos, energía eléctrica, lavandería; tiene también su propio cuerpo de bomberos. En conjunto, trabajan allí unas 10.000 personas.
Tanto el Mundo de Walt Disney como Disneylandia se originaron en los estudios de WED (Walt E. Disney) Enterprises, situados en Glendale (California). Allí, dibujantes y arquitectos lo planearon todo, desde locomotoras de tamaño normal y barcos fluviales hasta las 86 figuras animadas del espectáculo del Ratón Miguelito.
En la construcción del Mundo de Walt Disney el ímpetu creador de WED obró milagros. En cierto momento hubo 8000 obreros trabajando en ella. Un grupo de jardineros, "pisándoles los talones" a las motoniveladoras, recubrió de césped más de una hectárea y media en 24 horas, a tiempo para la inauguración del Centro Contemporáneo. Cuando se descubrió que el lago Bay, de 180 hectáreas de extensión, estaba muy sucio, los ingenieros de Disney lo vaciaron, quitaron la capa de materia orgánica y dejaron un fondo de arena pura. Luego lo llenaron con agua cristalina en la que pusieron 70.000 crías de perca para que destruyeran las larvas de mosquitos. La mayor parte de la tierra extraída con el fin de abrir lagos y vías de agua se aplicó a levantar el montículo donde se construyó el Reino Mágico. Al abrir caminos, las motoniveladoras respetaron los bosquecitos de árboles valiosos. Del mundo entero se llevaron allí plantas exóticas, a fin de realzar el ambiente natural y cultivar de todo, desde jardines ingleses hasta una selva sudamericana. Cada uno de los brillantes macizos de flores se planta de nuevo cuatro veces por año, de acuerdo con la sucesión de las estaciones.
La fantasía y la realidad se combinan tan estrechamente en el Mundo de Walt Disney que no es fácil diferenciarlas. Una noche, mientras yo contemplaba el notable espectáculo acuático y eléctrico y otras actividades bajo el resplandor de las luces del Castillo de la Cenicienta, alguien exclamó :
—¡Miren esa luna!
Alcé los ojos y vi un disco enorme suspendido sobre nosotros como un globo.
—En realidad es pintada —advirtió Card Walker.
Y mis sentidos estaban tan ofuscados que por un momento casi le creí. Pero la Luna llena es algo que ni siquiera los colaboradores de Disney pueden hacer... por lo menos todavía.
Auto antiguo en la típica calle mayor norteamericana. Foto: Allard.
*Mundo de la Fantasía, de las Aventuras, del Oeste Primitivo y Plaza de la Libertad, respectivamente. (N. de la R.)