LA RISA, REMEDIO INFALIBLE
Publicado en
agosto 22, 2016
EL cómico inglés Billy Baxter cuenta de un checoslovaco que acababa de llegar a Nueva York y tuvo que consultar a un oculista. En el consultorio, el médico, señalando un cartel con letras, le preguntó:
—¿Distingue usted el último renglón?
—Lo distingo perfectamente —respondió el checo— es un señor que vo conozco.
—N.M.
¿HAN OÍDO ustedes el cuento del sujeto a quien regalaron en su cumpleaños unos esquís acuáticos? Desde hace varias semanas está buscando desesperadamente un lago que tenga pendiente.
—P.M.
—NECESITAMOS un empleado que sepa preocuparse constructivamente —dijo el jefe al aspirante—; un hombre que pueda asumir todas nuestras preocupaciones por 300 dólares a la semana. ¿Desea usted el puesto?
—Naturalmente —asintió el candidato—. Sólo quisiera saber quién me pagará esos 300 dólares.
—¡Ah! Esa será su primera preocupación —concluyó el empresario.
—O.M.
"A mí nadie me respeta", se quejaba el cómico Rodney Dangerfield. "Una vez pude oír una conversación telefónica de mi mujer. Le preguntaron:"
"—¿Rodney y tú no se han divorciado aún?"
"Mi esposa respondió que no. "
"—¿Y cómo afecta eso a los niños? —inquirió la interlocutora".
—Parade
"SENOS faciales congestionados, nervios crispados, músculos acalambrados, ojos llorosos, dolores de cabeza, piel con arrugas, labios partidos, manos enrojecidas, estómagos irritados, articulaciones doloridas... Decididamente, ¡no me puedes negar que hay demasiada violencia en la televisión!"
—G.B.
DESPUÉS de pasar un año juntos remando a través del Pacífico, John Fairfax y Sylvia Cook anunciaron que no tienen pensado contraer matrimonio. "John no sería un buen esposo", comentó la señorita Cook. "¿Qué mujer aguantaría un marido aficionado a hacer semejantes correrías?"
—AP
EN EL supermercado, la cajera hacía sonar la registradora con el cálculo de las compras del señor que iba delante de mí. El cliente tragó saliva, jadeó y comentó:
—Cuando uno ha dejado de comprar durante algún tiempo, todos los precios le parecen astronómicos.
—¿Cuánto tiempo hace que no nos visita usted? —le preguntó la empleada.
—Una semana —repuso suspirando el parroquiano.
—S.L.K.
EN LA Navidad pasada un padre dio a su hijo un tanque, un rifle y un tren, movidos todos con pilas. El muchacho estaba encantado con sus juguetes: pasaba el día sentado, tratando de hacer torres con las pilas.
—Robert Orben
CIERTO nuevo rico se hallaba en una habitación de hotel, un día muy caluroso. Le preguntaron si deseaba quitarse la chaqueta.
—No puedo —contestó—: mi camisa no tiene monograma.
—F.F.W.
PARA HACER que las actividades de, los boy scouts resulten más apropiadas a los chicos de este decenio, se han instituido "premios a la destreza" además de las consabidas insignias de mérito; y en el Manual del explorador se han introducido algunos capítulos que tratan del abuso de las drogas, la vida familiar y el proceso de maduración de los muchachos que están en edad de ser boy scouts.
En un campamento de verano de las montañas de Sierra Nevada, un novato que había estado leyendo el capítulo referente a la madurez sexual le preguntaba perplejo al jefe de la tropa:
—¿La madurez sexual le vale a uno la medalla al mérito o el premio a la destreza?
—B.S.
UN JOVEN casado recibió la visita de un tenaz vendedor de acciones de una empresa. Cuando el vendedor terminó de enumerar las ventajas de invertir hasta el último centavo disponible en una empresa en crecimiento, el joven estuvo completamente de acuerdo y manifestó que eso era precisamente lo que él había hecho ya. Cuando el vendedor quiso saber en qué había invertido su dinero, el joven le presentó a su hijito de. tres años.
—R.M.M.
—EN LA escuela nadie me quiere —dijo el hijo—: ni la maestra ni los muchachos. El superintendente quiere trasladarme, el chofer del ómnibus me odia. No quisiera ir.
—Debes ir —insistía la madre—. Tienes buena salud y mucho que aprender. También tienes algo que ofrecer a los demás. Eres el dirigente; tienes 49 años y, siendo rector de la escuela, no puedes faltar.
—C.K.
EL Hijo de un amigo nos contó que él y otro cadete se conquistaron de por vida la enemistad del cocinero del campamento militar. Tras las acostumbradas quejas contra la comida, y en especial contra los huevos del desayuno, una mañana hicieron una exhibición visual del motivo de su descontento clavando uno de los huevos en la pared.
—P.M.