MICROHORTELANOS EN LA CIUDAD
Publicado en
diciembre 04, 2015
Ideas y propuestas para hacer frente al cambio climático y global en la vida.
Ver crecer una semilla hasta convertir; en una magnífica planta es, además de una tarea muy gratificante, una forma de proteger el patrimonio alimentario del planeta.
Por Manolo Vilchez (www.yocambio.org).
Los germinados no son sólo el alimento vivo más antiguo, sino un manantial de clorofila, enzimas, vitaminas y aminoácidos (proteínas). Están indicados en cualquier tipo de alimentación y para todas las edades, y su obtención es muy sencilla y económica. Su listado de virtudes es impresionante: favorecen la regeneración celular, ayudan a perder peso, bajan los niveles de colesterol, ayudan a la eliminación de toxinas, incrementan la concentración, mejoran la calidad de piezas dentales, piel y cabello, aportan la energía suficiente para la práctica de deportes exigentes, mejoran el olor y el sabor de los fluidos corporales (semen, saliva y transpiración), ayudan en la digestión, incrementan la potencia sexual...
La pregunta es por qué algo que pinta tan seductor no es más conocido y utilizado masivamente en nuestra sociedad. O ¿cómo se explica que no forme parte de la ayuda internacional para los poco nutridos? Porque hay que señalar que el germinado, además de ser uno de los superalimentos con menos huella ecológica que existen, es de muy fácil obtención y aporta una gran cantidad de nutrientes. Eso por no hablar de la enorme disponibilidad de su materia prima. Por otra parte, es más barato que cualquier otro alimento si calculamos la cantidad de energía y dinero invertido antes de que podamos comer el producto (química, maquinaria, transporte, empaquetado, publicidad, frigoríficos, personal, intermediarios, residuos...) Y es que comer brotes germinados nos permite participar del cuidado del planeta y cuando los obtenemos nosotros mismos en la ciudad, nos sensibiliza ante los procesos vitales que se desarrollan en la naturaleza.
El terreno de cultivo no ocupa más de 20 centímetros cuadrados; la inversión en infraestructuras puede ser nula o no mucho más de lo que vale un café y las semillas, esos tesoros patrimonio de la humanidad, además de comidas, quizás lleguen a ser mejor valoradas por todos. Porque proteger y conservar el patrimonio alimentario del planeta no debería estar en manos de agroespeculadores de corbata y laboratorios de dudoso valor para el bien común que no son más que ladrones industriales agroquímicos que manipulan el supernegocio global.
Si buscamos entre la enorme oferta de emocionantes experiencias que nos brinda este curioso mundo que hemos montado, lo de germinar una semilla es una de las más mágicas y sorprendentes. Ir sintiendo cómo de lo más minúsculo brota una energía viva capaz de irse. convirtiendo en la maravillosa estructura de una planta, una nueva vida que puede transferirse en portentosa energía vital para el cuerpo humano y animal.
Como consumidor de fórmula magistral de cápsula multivitamínica para mantener el equilibrio nutricional y el cuerpo en óptimo estado a todos los niveles, he de decir que me estoy pasando sin dudarlo a esas cápsulas naturales llenas casi de lo mismo, pero con mucho mejor sabor. Además, por fin he encontrado el espacio zen matinal y, justo después del aseo, me voy directo al microhuerto, donde el riego y el control de humedad se han convertido en tareas apasionantes. Cada día observo cómo la pequeña porción de semillas va abriéndose camino hacia la vida energética, algo que no tiene precio en este mundo multimedia que habito.
Ahora me considero un microhortelano vinculado directamente a todos los trabajadores que sacan de la tierra nuestros demás nutrientes y me gustaría animar a todos los posibles lectores a pasarse con alegría a la revolución micro-hortelana urbana; a la labor de sembrar y recoger. Yo ya me considero un activista que, además de cultivar una pequeña parte de sus necesidades nutricionales, valora las semillas como algo supremo y, por lo tanto, presto toda la atención que puedo para evitar que las manos sucias las alteren y controlen. Y pienso, que si germinan las semillas y nos nutren equilibradamente, quizás pueda también germinar una mayor autogestión alimentaria de los pueblos.
COMO CONVERTIR UN PEQUEÑO ESPACIO EN MICROHUERTA
Para convertir un pedacito de la cocina o de la oficina en una microhuerta ecológica productiva y sin riesgos transgénicos, sigamos los siguientes consejos:
1. Ilustrarse en los conocimientos básicos de la nueva tarea, localizando a otros microhortelanos que nos formen en unos agradables ratos degustando su producción si es posible. Ellos también pueden facilitarnos los truquillos de este trabajo y los enlaces con los suministradores de las mejores semillas de vida.
2. En el caso de no conocer ninguno, acudir a la gran red del conocimiento y buscar foros y páginas de sabiduría, preguntar a los distribuidores, o bien, en la ecotienda del barrio.
3. Localizar el terreno que deseamos ocupar, acondicionar en cuestión de minutos y preparar las herramientas para el microhuerto: ilusión, constancia y paciencia junto con los recipientes.
4. Adquirir una pequeña cantidad de la semilla que más nos guste: alfalfa, lentejas, pipas de girasol... y que requiera las mínimas atenciones. Luego, con la experiencia, podremos dejamos llevar por todo lo germinable sano que esté a nuestro alcance. Las semillas deben adquirirse en las ecotiendas y es recomendable que procedan de cultivo ecológico para asegurar que estén libres de químicos y pesticidas.
5. Elegir alguno de los métodos universales microhortelanos: jarra o tarro de cristal con gasa de tela en la boca del recipiente, bolsa de plástico automultiperforada, plato con tela o papel secante, germinadora simple o apilable y, por ultimo, germinador de barro.
6. Prepararse para cultivar la atención, la constancia, el cuidado amable de las cosas sencillas, el valor de hacerlas uno mismo y recoger salud, superalimentos, bondad de la naturaleza y sus seres y una acción directa contra todo lo que quiere modificar los genes de nuestro mayor patrimonio natural: las semillas de la vida. ¡Stop transgénicos! ¡Stop al robo de nuestra vida de calidad!
La microhuerta particular de Manolo Vilchez, para la que ha utilizado botes de vidrio, germinadores de barro y de plástico.
Fuente:
REVISTA INTEGRAL - ABRIL 2009