POR LO MENOS NO ES RAPERO
Publicado en
septiembre 10, 2015
Mi hijo está en el umbral de la adolescencia, con todo lo que eso entraña, pero...
Por Dave Barry.
AHORA que mi hijo ha cumplido 13 años, estoy pensando en escribir un libro que pueda orientar a los padres de adolescentes. En ese volumen pienso hacer hincapié en que, al contrario de lo que dicen los "expertos", no conviene que padres e hijos adolescentes intenten comunicarse entre sí, pues siempre se corre el riesgo de que una de las dos partes descubra lo que en verdad piensa la otra.
Por ejemplo, mi hijo no ve nada malo en quedarse despierto hasta las 3 de la mañana leyendo lo que se ha dado en llamar "novelas de suspenso", que se han definido como "novelas en las que lo mejor que puede ocurrirle a un personaje es que los Malvados lo maten ANTES de comerse su cerebro". Mi hijo no encuentra relación alguna entre el hecho de quedarse despierto leyendo estos libros y el hecho de no tener ganas de ir a la escuela al día siguiente.
—Rob —le digo en tono solemne, mientras se desayuna como en cámara lenta, con los ojos completamente cerrados, de suerte que en ocasiones se lleva accidentalmente la comida a la oreja—, quiero que te duermas más temprano.
—Papá —me contesta, con ese tono de voz que uno usaría para tratar de explicarle un concepto abstracto a una ostra—, NO ENTIENDES. NO estoy cansado. Estoy... ¡PLAF! (ruido que hace mi hijo cuando, al quedarse dormido, cae de cara sobre el plato de cereal).
Desde luego, los psicólogos nos dirían que quedarse dormido sobre el plato de cereal es algo completamente normal entre los adolescentes, que necesitan independizarse de sus padres y tomar sus propias decisiones acerca de cómo quieren vivir, lo cual me parece perfecto, con la salvedad de que, si mi hijo tomara sus propias decisiones, su vida diaria sería más o menos así:
De la medianoche a las 3 de la mañana: leer novelas de suspenso.
De las 3 de la mañana a las 3 de la tarde: dormir.
A las 3:15 de la tarde: pedir una pizza para desayunar y poner música estridente y horrenda, grabada en vivo en el infierno.
De las 4 de la tarde a la medianoche: hacer pedazos todo lo que encuentre a su paso.
Este programa de vida le dejaría poco tiempo para otras actividades, por ejemplo, la escuela, de modo que su madre y yo debemos guiarlo... "Si no abres la puerta en ESTE PRECISO INSTANTE, LA ECHARÉ ABAJO Y ME LA COBRARÉ DE TU MESADA". El resultado de esto es que la relación con nuestro hijo entraña cierto grado de conflicto, en el mismo sentido en que el océano Pacífico entraña cierta cantidad de agua.
Por lo menos no es "rapero", ni usa esos pantalones descomunales. Por todas partes veo a varones adolescentes con esos enormes pantalones, en los que podrían caber dos o tres muchachos, y aun así sobraría espacio para la cesta de una comida campestre. Son pantalones que un payaso se negaría a vestir por considerarlos degradantes.
Los jóvenes usan estos pantalones muy bajos, de modo que la cintura les queda por las rodillas, y el trasero de la prenda arrastra por el suelo. Me gustaría saber cómo los compran. ¿Se los prueban para asegurarse de que no les queden? ¿Se hacen acompañar de un amigo que pese 250 kilos y compran los pantalones que a este le entallen?
Se lo pregunté a mi hijo, y él me respondió que los que más los usan son los "bajistas".
A los bajistas les gusta que los sonidos graves predominen en la música. Conducen automóviles equipados con sistemas de sonido de cuatro billones de vatios, que reproducen grabaciones de lo que suena como pruebas nucleares a cielo descubierto, pero con menos énfasis en la melodía.
Mi hijo también me contó de los "metaleros", o aficionados al heavy metal, música tocada por hombres flacos de larguísimas melenas, que pisan como elefantes por todo el escenario, golpean sus instrumentos y gritan iracundos, al parecer porque alguien les ha robado todas sus camisas.
Soy consciente de que he estado presentando aquí mi versión de la relación entre los padres y los hijos adolescentes, pero prometo ofrecer el punto de vista de mi hijo, si alguna vez sale de su cuarto. ¿Recuerdan toda la publicidad que se les dio a aquellas personas cuando salieron de las instalaciones de Biósfera Dos, después de dos años de estancia?
Bueno, dos años no es nada. Los padres más experimentados me aseguran que ese es el tiempo que suelen tardarse los adolescentes en el baño. En realidad, me dicen que todavía no he visto nada.
"Espera a que obtenga su licencia de conductor", me advierten.
Sí, los próximos años van a ser difíciles. Pero estoy seguro de que, con amor, confianza y comprensión, mi familia podrá sortear todos los obstáculos. Por lo menos, yo los sortearé, porque pienso estar dentro de Biósfera Tres.
CONDENSADO DE "TROPIC", SUPLEMENTO DOMINICAL DE "THE MIAMI HERALD" (14-XI-1993), © 1993 POR THE MIAMI HERALD, DE MIAMI, FLORIDA. ILUSTRACIÓN: STEVE HAEFELE.