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septiembre 17, 2015
Los Desde hace casi un siglo, este nefasto manuscrito ha unido a fanáticos de todas las corrientes y ha cobrado millones de vidas.
Por Lawrence Elliott.
Millones de personas de todo el mundo admiten su teoría acerca de una siniestra conspiración. Desde Teherán hasta Tokio se le puede comprar en librerías; en Moscú lo venden en la calle, y en Estados Unidos lo difunden por correo desde cierto lugar de Nebraska. Los extremistas negros lo han pregonado en las instalaciones de varias universidades.
Protocolos de los sabios de Sión ha dado lugar a un siglo de antisemitismo. Se ha demostrado sobradamente que se trata de una falsificación y de un caso de paranoia. No obstante, dondequiera que se necesite un chivo expiatorio y se pueda engañar a los crédulos, los Protocolos florecen, sembrando la desconfianza, el odio y la muerte.
ENTRE EL 26 de agosto y el 7 de septiembre de 1903 apareció una serie de artículos en un periódico de San Petersburgo, Rusia, llamado Znamya. Su mensaje era explosivo: los judíos de todas las naciones estaban conspirando para conquistar el mundo. El plan se exponía con detalle en el registro, supuestamente reproducido palabra por palabra, de 24 reuniones del gobierno judío secreto —los Ancianos Sabios—, las cuales, según se decía, habían tenido lugar durante el congreso sionista de 1897 en Basilea, Suiza. Lo que no se dijo fue cómo pudieron las reuniones de un "gobierno secreto" pasar inadvertidas para la hueste de periodistas que cubrían el congreso.
El objetivo de los Ancianos, al decir de los Protocolos, era la instauración de una era mesiánica en la que la humanidad entera se uniría en el judaísmo y estaría gobernada por un descendiente de la Casa de David. La estrategia consistía en corromper a los jóvenes por medio de una educación subversiva y dominar a la gente a través de sus vicios.
Se desacreditaría la religión, se alentaría la guerra, se permitiría que la peste asolara la Tierra. Hambrientas, las masas se levantarían para "derramar la sangre de aquellos a quienes envidian", y saquearían sus propiedades. En ese preciso instante los judíos aparecerían en escena y tomarían las riendas como salvadores de la civilización.
Pero, ¿qué pasaría si los gentiles descubrieran esta diabólica intriga e intentaran frustrarla? En ese caso, los Ancianos tenían preparada una terrible represalia: volarían todas las grandes capitales del planeta desde los túneles de los trenes subterráneos. Todos los gentiles quedarían arruinados.
En Rusia, la publicación de los Protocolos exacerbó los odios. Las Centurias Negras del zar, un ejército de malhechores, recorrió a galope todo el territorio masacrando judíos. Durante la guerra civil posterior a la revolución bolchevique, los partidarios del zarismo distribuyeron por doquier ejemplares de los Protocolos, lo cual provocó más masacres. Se calcula que fueron asesinados de 30,000 a 200,000 judíos en Rusia entre 1918 y 1921.
A partir del decenio de 1920, los Protocolos pasaron a ser un documento de fama mundial y tuvieron una amplia distribución. Su publicación causó conmoción en Gran Bretaña y generó una oleada de antisemitismo. En una revista se pidió la exclusión de los judíos del gobierno. El Times de Londres preguntó: "¿Qué son estos 'Protocolos'? ¿Son auténticos? De ser así, ¿qué malévola asamblea fraguó estos planes?"
Un año más tarde, un corresponsal del Times reveló sin lugar a dudas que los Protocolos eran fraudulentos. Se habían plagiado —casi al pie de la letra en ocasiones— de un ataque velado contra Napoleón III, que se publicó en 1864. Los falsificadores habían tomado los planes atribuidos al emperador francés y los habían puesto en boca de los Ancianos de Sión, que, desde luego, no existían.
Vladimir Burtsev, historiador ruso, llegó a la conclusión de que esta mentira había sido urdida por la policía secreta del zar, con el fin de magnificar la imagen de los judíos como personificación del demonio y provocar sentimientos antisemitas que distrajeran a las masas de sus exigencias de reforma y revolución.
Inexplicablemente, el descubrimiento del embuste no impidió su difusión. Poco después se pusieron en venta millones de ejemplares del libro, traducido a 17 idiomas, y, merced al respaldo de Henry Ford, el magnate de los automóviles, los Protocolos llegaron a un público nuevo en Estados Unidos.
El periódico de Ford, el Independent, de Dearborn, Michigan, publicó los Protocolos y varios artículos antisemitas más. Con el tiempo, los artículos se reunieron en un libro que se tituló The International Jew: The World's Foremost Problem ("El judío internacional: el problema más grave del mundo") y del que se distribuyeron unos 500,000 ejemplares en Estados Unidos.
El libro generó una lluvia de protestas. Pero no fue sino hasta 1927 cuando Ford repudió The International Jew, a raíz de que se le entabló juicio por difamación y de que se vinieron abajo de una forma estrepitosa las ventas de su Modelo T. Sin embargo, Henry Ford no pudo retirar de la circulación los cientos de miles —quizá millones— de ejemplares que se habían vendido en todo el orbe, ni impedir que los incitadores de odios lo consideraran uno de los suyos.
En ningún país ejercieron los Protocolos una influencia histórica más decisiva que en Alemania. En su obra autobiográfica, Mein Kampf ("Mi lucha"), Adolf Hitler los calificó de "incomparables". La falsedad que se les imputaba era para él "la mejor prueba de su autenticidad".
Hitler supo sacar partido de las heridas que dejó en Alemania la Primera Guerra Mundial. ¿Quién había provocado la inflación que devaluó por completo los salarios de los trabajadores? "Los Protocolos de Sión afirman que a la gente se le someterá por hambre", explicó Hitler a un ávido auditorio.
Los Protocolos dieron un importante impulso al naciente movimiento nazi. Probablemente Hitler ya había leído el libro a principios de los años veinte, porque poco después empezó a denunciar una conspiración judía mundial. En 1932, aprovechando la crisis económica para llevar agua a su molino y acusando a los judíos de todas las calamidades que había soportado desde siempre el pueblo alemán, los nazis obtuvieron más de 10 millones de votos en las elecciones nacionales. Al cabo de un año, Hitler fue nombrado canciller.
Los simpatizantes de los nazis reimprimieron repetidas veces los Protocolos. En 1933, una traducción usada por el partido había llegado a las 13 ediciones; en un prólogo se afirmaba que "el deber de todo alemán era estudiar la aterradora confesión de los Ancianos de Sión, y sacar luego las conclusiones pertinentes".
Una vez en el poder, los nazis echaron mano de los Protocolos para justificar las leyes antisemitas. La primera de ellas fue un boicot contra las tiendas de judíos. No mucho después se valieron del libro para promulgar las infames Leyes de Nuremberg, con las que se despojó a los judíos de sus derechos civiles. Según dice Bruno Bettelheim, psicólogo y sobreviviente de los campos de exterminio nazis, los guardias de estos lugares creían a pie juntillas en la visión paranoide de la conspiración judía predicada en los Protocolos.
EL ASESINATO de 6 millones de judíos a manos de los nazis fue la cosecha que sembraron los Protocolos... y debió haber sido su toque de difuntos. Pero, al igual que la mítica Hidra, reapareció con renovada fuerza en el Cercano Oriente, donde se ha convertido en la principal herramienta propagandística de los agresivos grupos integristas islámicos.
En 1970, los Protocolos ocuparon el primer lugar en la lista de éxitos de librería del Líbano. En 1985, el gobierno iraní publicó el volumen con una introducción llena de elogios. Los Protocolos se mencionan con frecuencia en la actual carta constitutiva de Hamas, el grupo terrorista palestino que en octubre pasado secuestró y asesinó a un joven soldado israelí e hizo estallar una bomba en un autobús, incidente en el que murieron 22 pasajeros.
"Los Protocolos le dan un apuntalamiento teórico al antisemitismo musulmán", dice Daniel Pipes, editor del Middle East Quarterly.
En la actualidad, la aversión contra los judíos se ha extendido del Cercano al Lejano Oriente. Lo mismo en Europa que en América del Sur, siempre que aparece un nuevo brote de nacionalismo xenofóbico, por intrascendente que sea, no tardan en resurgir los Protocolos.
Los conceptos esenciales del antisemitismo no cambian, pero sí los métodos de propagación. En Holanda, Suecia, Austria y otros países europeos, los neonazis han comenzado a utilizar para ese fin los tableros de información y el correo electrónico, y los juegos de computadora.
El más prolífico pregonero del odio en Estados Unidos es Gary Rex Lauck, cuyo negocio de ventas por correo en Lincoln, Nebraska, produce sin cesar folletos, etiquetas engomadas, casetes de vídeo y de audio, con mensajes antisemitas. Los Protocolos no son más que una de las publicaciones de su lista.
"Dondequiera que haya un grupo organizado que predique la supremacía de la raza blanca o el antisemitismo", declara William Korey, quien trabajó como director de políticas de B'nai B'rith, organismo judío internacional, "puede darse por sentado que es producto de esta obra o que se ha inspirado en ella".
Por asombroso que parezca, los afroamericanos también han adoptado los Protocolos por influencia de los demagogos musulmanes negros. En noviembre de 1993, en la Escuela Superior Kean de Nueva Jersey, Khalid Abdul Muhammad declaró en un discurso que a los judíos les iba a llegar su hora: "Siempre se habla de que Hitler exterminó a 6 millones de judíos... pero nadie se ha preguntado qué le hicieron ellos a Hitler". Los fanáticos del islam venden los Protocolos en discursos como este.
EN LA TIERRA que los vio nacer ha habido una oleada de nuevas ediciones de los Protocolos. El mayor general Viktor Filatov, en otro tiempo editor del periódico del ejército ruso, declaró en cierta ocasión que eran "una obra literaria como tantas otras, al igual que la Biblia o el Corán".
A principios de 1991, el Frente Patriótico Pamyat, grupo ultranacionalista, los publicó por entregas en su periódico, Pamyat. Por esa razón, la publicación moscovita Gaceta Judía incluyó a Pamyat en su compendio de publicaciones antisemitas en Rusia. En respuesta, el dirigente de Pamyat, D. D. Vasiliev, presentó una demanda por difamación contra la Gaceta y pidió 20 millones de rublos (20,000 dólares) por "daños a su honor y dignidad". Durante el juicio que siguió, la defensa de la Gaceta esgrimió un argumento sencillo: los Protocolos son una falsificación antisemita.
El 26 de noviembre de 1993, mientras la juez Valentina Belikova se preparaba para pronunciar su veredicto, se abrigaba la esperanza de que Rusia ayudara a borrar un error histórico y declarara que los Protocolos eran falsos. Pero no se dijo ni una palabra sobre el caso en la prensa rusa ni hubo comentarios de los funcionarios públicos. "La corte decide", apuntó la juez Belikova, "rechazar la acusación del periódico Pamyat y de D. D. Vasiliev contra la Gaceta Judía, y obligar al periódico Pamyat a compensar a la Gaceta por los gastos en que esta incurrió".
Y sanseacabó. En el veredicto no se hizo mención de los Protocolos. En un fallo posterior, más amplio, se señala que no compete al tribunal "determinar la autenticidad o la falsedad de esta obra".
Se había temido que, si la corte emitía un fallo sobre la autenticidad de los Protocolos, el juicio civil por difamación podía degenerar en una tormenta política. Un asistente de Alexei II, patriarca de la iglesia ortodoxa rusa, le había pedido a la juez Valentina Belikova que no implicara a dicha iglesia citando a los funcionarios eclesiásticos a prestar testimonio. Los observadores que esperaban que el juicio finalmente desacreditara los Protocolos se llevaron una gran decepción.
Se ha perdido así una magnífica oportunidad de acabar con la influencia de los Protocolos sobre los rusos crédulos que se han tragado su mensaje. Los Protocolos proyectan un concepto del mundo totalmente falaz, la cual ha dado por resultado asesinatos y torturas inimaginables. Y sobreviven repitiendo la misma mentira.
La gente civilizada sigue luchando. "A nosotros nos toca acabar con esta plaga", afirma Korey. "Los últimos 100 años nos han enseñado que una mentira no muere por sí sola".