CÓMO LLEGAR A VIEJA… Y SOBREVIVIR PARA CONTARLO
Publicado en
septiembre 30, 2015
"Para envejecer con gracia, aligera el equipaje. Tira lo que te sobra, empezando por los miedos... miedo a que pasen los años, a ganar peso, a mirarte en el espejo, a enamorarte de nuevo."
Por Elizabeth Subercaseaux.
Los años pasan. No hay nada que pueda hacerse para evitarlo. Los 50, los 60, los 70, los 80, los 90 y ahora hasta los 100 se cumplen de todas maneras. O se muere antes o se llega a ellos. Pero que se cumplen, se cumplen. Y no hay nada más democrático en la Tierra. Les ocurre a todos por igual. Ricos, pobres, blancos, negros, judíos, protestantes, católicos, luteranos, asiáticos y budistas. Todos los que no están muertos cumplen 50 años. La cosa está en cómo se cumplen. Ahí se encuentra el meollo de la cuestión...
Mi abuela pasó toda su vida diciéndoles a sus hijas "cuando lleguen a los 50 conversamos". Cada vez que mis tías le discutían, cada vez que la criticaban por algo, ella las miraba con una cierta indulgencia, como disculpándolas y les decía: "Cuando usted llegue a los 50, conversamos".
La primera en llegar a los 50 fue mi tía Eulogia.
—Ya, mamá, por fin llegué a los 50; ahora podemos conversar —le dijo esa mañana de su cumpleaños. Y fue entonces cuando mi abuela le dio su receta para llegar a vieja... y sobrevivir para contarlo.
—Mira, Eulogia —le dijo— de ahora en adelante vas a ser invisible para los hombres, no te van a ver sexualmente; en ese sentido no le vas a interesar a nadie, es probable que ni siquiera le intereses a Roberto (el cuarto marido de mi tía). De ahora en adelante te van empezar a dar el asiento en el bus. Las amantes de Roberto van a ser cada vez más jovenes y Roberto, en cambio, te va a parecer cada vez más viejo. Tus hijas van a empezar a decirte "no te pongas eso, que te ves ridícula". Tus amigas van a preguntarte si no piensas hacer una dieta para bajar de peso. Cada cierto tiempo tu jefe va a preguntarte, como quien no quiere la cosa, si no piensas jubilarte. Por las noches, antes de acostarse y una vez que haya rezado el "ángel de la guarda, dulce compañía", tu nieta te dirá: "Abuelita, voy a rezar para que cuando yo sea una viejita como tú, me vea igual de linda". Entonces sentirás un par de escalofríos recorriéndote desde la espina dorsal hasta los pies, pero ¡qué diablos!, si la niña apenas tiene 3 años. ¡Qué va a saber! Sin embargo, aquella será la primera vez que le digas: "Cuando llegues a los 50, conversamos".
—¡Qué deprimente, mamá! Usted quiere amargarme el cumpleaños —se quejó mi tía Eulogia.
—Espera... estas cosas no deberían importarte, Eulogia, no seas tonta. Mal que mal, las amantes de Roberto, tus hijas, tus amigas y tus nietas van caminando a la vejez, como venías tú.
—Ya lo sé, mamá, pero ¿qué hago para no envejecer?
—Para envejecer con gracia y buen gusto, hija, aligera el equipaje. Tira por la borda todo lo que te sobre en la vida, partiendo por los miedos: el miedo a envejecer, el miedo a ganar un kilo de peso, el miedo a enamorarse de nuevo, el miedo a mirarte en el espejo, el miedo a darte gustos sencillos, el miedo a preocuparte de ti misma. Cuando hayas botado los miedos, tira la ropa cara, la manía de andar comprando cosas que no sirven para nada, las dietas desenfrenadas que tampoco sirven para nada. Y una vez que te hayas liberado de todo aquello, alquila un apartamentito (puedes alquilarlo a medias con otra amiga cincuentona), decóralo con cosas bonitas y baratas, compra un equipo de música (eso sí) e invita a Roberto a pasar noches de luna de miel contigo. Si Roberto no quisiera porque, como ya tienes 50, decide que es mejor salir con la rubia de la farmacia, convida a un amante joven a pasar unas jornadas calientes y deliciosas, y...
—¡Pero, mamá, usted está loca! —la interrumpió mi tía Eulogia, sin poder creer que su madre, que iba a misa todos los domingos y se confesaba con el padre Hipólito, su propia madre, fundadora del Grupo de Oración de las Seguidoras de Cristo, le estuviera recomendando alquilar un apartamento de soltera y buscarse un amante joven para paliar los 50 años.
—No estoy nada de loca— replicó mi abuela— ¿Qué crees tú que hizo tu abuelo cuando cumplió 50?
—No sé.
—Se fue a Italia con la secretaria. ¿Y el marido de la Tula?
—No sé.
—Declaró que quería cambiar de vida, partir de nuevo, comprarse una moto y deshacerse de todo lo viejo, empezando por la propia Tula y se fue a Katmandú con una estudiante de filosofía. ¿Y el hermano de tu padrino?
—No sé.
—Decidió que como ya tenía 50 años había llegado la hora de viajar y se buscó una mujer de 30 con fuerza, paciencia y ganas de llevarle la maleta y partió. ¿Y tu mismo Roberto?
—¡Ay, mamá!, no siga...
—Eso es lo que hay que hacer para llegar a vieja y sobrevivir para contarlo —terminó mi abuela—. Hay que tratar de parecerse a los hombres: si el marido anda arrancado, hay que buscarse un amante joven. Hay que perderle el miedo a la muerte y ganar confianza en la vida. Mirar hacia el futuro, nunca hacia el pasado y no arrepentirse de ninguna de estas cosas.
—¿Está segura, mamá?
—Como que me llamo Virginia —dijo la vieja y acto seguido partió a arreglarse, porque alguien la estaba esperando en un apartamentito que había alquilado 20 años antes.
ILUSTRACION: MARCY GROSSO
Fuente:
REVISTA VANIDADES, ECUADOR, ENERO 27 DE 1998