Publicado en
agosto 03, 2015
Una pelea entre marido y mujer no sólo puede ser necesaria, sino hasta saludable...
Por María R. Espinel de Massú.
Sí, aunque nos horrorice decirlo, es una especie de "desfogue". Lo importante es guardar los límites, los parámetros:
• Si usted tiene una discusión con su esposo o esposa, manifieste su malestar en forma concreta, simple y directa... llenarse de ambigüedades solo provocará más enojo sin llegar a ninguna solución.
• Jamás use términos peyorativos ni insultantes para su pareja. Lo que debería arreglarse con un amoroso entendimiento, puede convertirse en un brecha muy dificil de superar. No olvide que las palabras no se pueden borrar, quedan dichas.
• No levante la voz ni haga gestos amenazantes; la violencia sólo genera más violencia y luego podemos arrepentirnos de algo que simplemente se nos fue de las manos.
• Aún si usted se siente dueño de la razón, no trate de imponer "porque sí" sus argumentos. Haga un análisis de ellos, demuestre lo que dice, ya que por lógica, su pareja también da por sentado que tiene razón. Son como dos líneas paralelas que pueden continuar indefinidamente manteniéndose en su propio campo.
• No interrumpa a su cónyuge mientras expone lo que le molesta o lo que ha causado la pelea. Si dos hablan al unísono, pronto tratarán de gritar, no sólo para ser oídos, sino para poder oírse a sí mismo...
• No traiga a colación temas anteriores o que nada tienen que ver con la discusión actual. Mezclar problemas, lejos de componerlos, ahondarán diferencias.
• No peleen delante de los hijos o amistades. Los primeros se sentirán muy agobiados, incluso culpables. Los amigos estarán muy incómodos; no sólo echarán a perder su velada, sino la de otros.
• No trate que los hijos tomen partido por usted. Sólo logrará una división familiar, un resentimiento a corto plazo y el fomentar actitudes muchas veces hipócritas.
• No vacile en ceder. Si la situación no tiene visos de componerse, lo mejor es la búsqueda de la armonía, y siempre quedará como saldo, el llegar a conocerse un poco más como pareja; se sabrá cocienzudamente lo que gusta o disgusta al otro.
• Lejos de pensar que una pelea es el fin del mundo, o lo que es peor, del matrimonio, extraiga siempre algo positivo de ella. El solo hecho de haber aclarado una situación inadecuada, ya lo es.
• Jamás vayan a la cama sin haberse reconciliado. No dejen para mañana un "continuará" de su disgusto. Una noche de posible insomnio, un desasosiego en vez de descanso, hará más fuerte cualquier resentimiento.
• Tenga siempre presente que ambos son adultos... con sus propias presiones y aprehensiones; el diálogo conciliador es el mejor aliado de las parejas.
• Si hay enojo... explote, sí. Pero nunca hiera. Si usted tiene amor propio, recuerde que su cónyuge también lo tiene. Un instante es más que suficiente para decir o hacer algo que lamentaremos por mucho tiempo.
• No se encierre en sí mismo; deje la necesaria "apertura" a la discusión. Así, no se arrepentirá de haber perdido el control o de no haber dejado en claro el asunto... Porque usted no discute solo por hacerlo, sino para fortalecer la relación.
• Finalmente, aunque esté en medio de una tormentosa pelea conyugal, tenga siempre presente que los dos son una pareja y que eligieron serlo porque se aman y es precisamente en nombre de ese amor que la solución debe brotar, no sólo para lograr reconciliarse o arreglar cualquier desavenencia, sino para enriquecerse el uno al otro, a través de la comprensión, de la convivencia llena de madurez y del anhelo de pasar toda una vida juntos.
Fuente:
Revista HOGAR, Mayo 2006