CÓMO INTERPRETÉ MI HORÓSCOPO
Publicado en
agosto 31, 2015
Por Thomas Bolton (Condensado de "CONTEMPORARY").
CUANDO se trata de discusiones domésticas, yo soy fundamentalmente un pacifista por conciencia. Sin embargo, algunas veces un argumento puede entrar solapadamente en un hombre y antes de que se dé cuenta, las sartenes verbales vuelan como proyectiles. Eso fue lo que pasó aquella noche malhadada del viernes en que se cruzaron los signos del Zodiaco.
Liz y yo estábamos en la sala, devorando hamburguesas y periódicos. La madre de Liz, que había venido a pasar el fin de semana con nosotros, se encontraba en el sótano construyendo anaqueles. (Otros hombres tienen suegras que tejen. A la mía le gusta construir cosas.) Las niñas estaban en otra habitación viendo la televisión.
Reinaba esa atmósfera de calma chicha cuando Liz lo inició todo.
—Veo aquí que la muchacha Róbertson por fin se casó —dijo.
—¡Hum! —repliqué.
Estaba absorto en la sección deportiva.
—Escorpión y Sagitario —comentó—. No dará resultado.
—¿De qué hablas?
—Escorpión y Sagitario. Me lo dijo Marge. ¿Puedes imaginarte a un Escorpión casándose con un Sagitario?
Hice a un lado el periódico.
—Amor —declaré—, si están malcasados, eso no marcharía bien, aunque él fuera "vegetariano".
Liz soltó su periódico.
—Los horóscopos —entonó— no son cosa de broma.
Sus ojos de color azul genciana echaron chispas y casi sabotearon mi buen humor. Pero el caso era serio.
—Son una colosal pérdida de tiempo —recalqué. Seguramente levanté mucho la voz porque nuestras dos hijas aparecieron en la puerta—. ¡Más te aprovecharía estudiar las vísceras de las cabras!
—Los horóscopos pueden ser muy útiles —prosiguió Liz—. Sin ir más lejos, este mismo martes decía el horóscopo que debía resignarme y modificar mis planes. Por tanto, decidí no comprarme un medio fondo.
—¡Pero a lo mejor el horóscopo significaba que deberías comprar dos medios fondos!
—No seas tonto —replicó Liz—. Lo habría expresado así, si hubiera significado eso.
—Mi amor, tú no estás pensando lógicamente.
Comencé a explicar las fallas de su punto de vista, no sólo por su bien sino también por el de las niñas. Hablé largamente de las supersticiones de los bosquimanos, con énfasis especial en los médicos brujos y el vudú. Había semejanza, señalé, entre sus creencias y las de los que leen horóscopos.
A Liz no le hizo ninguna gracia la comparación.
—Escucha, sabelotodo —dijo—: todas las mujeres que yo conozco los leen. Todo el mundo sabe que los horóscopos pueden darnos una valiosa visión del carácter de otras personas.
En ese preciso momento decidí aventurar:
—Muy bien. Dame una buena visión de mi carácter según el horóscopo.
Liz saltó del asiento, fue al librero y comenzó a explorar en un volumen titulado Usted y sus signos celestes.
—Veamos, tú eres Tauro, el toro. Algunas personas considerarían esto apropiado.
Comenzó a leer:
—"Usted representa lo supremo en compasión, entendimiento y sensibilidad, y se hace partícipe de los sufrimientos y las necesidades de otros... Voz suave, corazón benévolo..."
Estoy seguro de que había más, pero Liz había dejado de leer.
—Coincidencia —dije—. Es inevitable que acierten a veces.
Las muchachas se rieron y les hice un saludo con la mano. Les hacía bien ver a su padre en la cúspide.
A Liz, sin embargo, no parecía haberle hecho gracia. En realidad, no quería continuar la conversación de ninguna manera. Por eso me levanté y bajé al sótano, seguro de encontrar a una mujer práctica y arrolladoramente sensata que nunca tocaría un horóscopo.
La madre de Liz es baja y activa, con ojos de comandante de tanques. Me recibió afectuosamente.
—Pásame dos de esos tornillos de cabeza cuadrada de seis centímetros.
—¿Que le pase qué?
—Esas cosas puntiagudas que están ahí. ¿Por qué discutían?
Le hablé de nuestra discusión, y agregué:
—Lo más increíble de todo es que Liz lee diariamente esas tonterías.
—¡Yo también las leol Pásame esa tabla. Por nada del mundo me perdería mi horóscopo. El consejo para hoy era: "Mientras el Sol ilumine el signo de Cáncer, ¡manténgase activa!" Así que ya me ves.
—¿Usted? —pregunté azorado—. ¿Usted también los lee?
—A toda mujer que se respete le agrada un poco de misticismo en su vida. ¡Apártate! Por lo visto no sabes mucho de mujeres, ¿verdad?
—Casi tanto como lo que sé acerca de construir anaqueles —suspiré.
Al día siguiente, durante el desayuno, Liz continuaba disgustada. Supongo que habría podido remediar el desacuerdo reconociendo simplemente que estaba equivocado. Pero cualquier excusa hubiera sido una traición a todos los principios de la ciencia tan concienzudamente desarrollados durante siglos de civilización occidental. No podemos volver la espalda a Galileo y a Newton para satisfacer los caprichos femeninos.
Liz anunció que iba a pasar la aspiradora, y poco después su madre se dirigió hacia el teléfono para ordenar madera. Como era sábado, decidí cortarme el cabello.
La barbería estaba abarrotada de hombres que tenían las cabezas sin esquilar enterradas en diversas secciones deportivas de periódicos. Medité mientras esperaba, y pensé en lo que mi suegra había dicho de las mujeres y del misticismo. Y repentinamente se me reveló una gran verdad: que el horóscopo es tan necesario para la mujer como los resultados de los deportes lo son para el hombre. Todo era cuestión de sueños. La astrología toca algún rincón secreto del corazón femenino que incuba esperanzas y misterios. Y no es prudente que un hombre estropee ese culto místico.
Me había equivocado... igual que la ciencia. Me arrepentiría. Desde luego, eso en sí no conquistaría a Liz. Sin embargo, tenía una corazonada.
Busqué la página del periódico donde aparecían los horóscopos y leí lo que decía con respecto a los Tauros. Y pronto tuve la solución... ¡mi plan de salvación!
Con el cabello cortado a máquina y con tijeras, volví a casa. Y allí hice mi jugada, actuando con esa audacia y sagacidad que han convertido mi nombre en un símbolo de prestigio en nuestro hogar.
—Querida —dije a Liz, sustituyéndome hábilmente por la aspiradora que ella tenía en sus brazos—, estaba completamente equivocado. Te prometo nunca más criticar tu lectura de los horóscopos.
Liz comenzó a aplacarse.
—Bien —murmuró—; me alegro de que hayas abierto los ojos.
—Creo que las instrucciones para esta noche son bastante claras —agregué, mostrándole mi horóscopo.
Liz lo leyó y frunció el ceño, lo que le formó una bonita arruga entre los ojos.
—No estoy muy segura de comprender... pues primero dicen: "Las señales indican la posibilidad de un viaje corto en un futuro cercano".
—Evidentemente eso significa que voy a salir esta noche. Las únicas señales cercanas se dirigen hacia el Restaurante Candlelight, de manera que ese debe ser el lugar exacto.
—Oh, muy bien, pero, ¿qué significa "solicitar apoyo de parientes en una decisión financiera"?
—Que tu mamá se quedará a cuidar a las niñas.
Liz empezó a sonreír.
—Lo último que dice es "Las bondades con un amigo serán recompensadas".
—Fácil: que tú también puedes ir al restaurante.
Y eso fue lo que sucedió. Liz se veía encantadora como un rayo de luna con vestido azul pálido. Mi bondad con un amigo fue ampliamente recompensada. Las estrellas habían acertado.