PRUEBA SANGUÍNEA: GRAN PASO EN LA DETECCIÓN DEL CÁNCER
Publicado en
julio 18, 2015
Aunque este método de diagnóstico, llamado "prueba radioinmunológica", no es todavía aplicable a toda la población, constituye algo que los médicos ansiaban desde hace mucho.
Por Walter Ross.
TODOS los casos de cáncer pudieran descubrirse y tratarse en sus etapas iniciales, la mayoría serían curables. En otras palabras, la medicina dispone hoy de los medios necesarios para curar la mayor parte de las modalidades del cáncer; es el diagnóstico el que se ha quedado a la zaga.
Pero ahora esta situación empieza a cambiar. El Dr. Phil Gold, médico y científico de Montreal, ha descubierto una nueva prueba; mediante el examen de una muestra de sangre del paciente, se busca la presencia de una sustancia llamada ACE (por antígeno carcinoembrionario), que puede proporcionar importantes datos sobre la presencia, la extensión y la actividad de la mayoría de los cánceres más temibles en la especie humana.
El procedimiento, conocido como "prueba radioinmunológica", consiste en la detección supersensible de cantidades ultramicroscópicas de esta sustancia, secretada por ciertos tumores malignos. Mejorada y estandarizada por la empresa norteamericana Hofmann-La Rothe, Inc., la prueba diagnóstica —que se puede hacer en 24 horas— se ha aplicado experimentalmente en más de 80 importantes hospitales y centros de investigación de cuatro países.
Los científicos, por supuesto, están entusiasmados con el descubrimiento, aunque advierten que, como la prueba revela a veces otras enfermedades no cancerosas, no sería oportuno someter a ella a toda la población para descubrir a los enfermos de cáncer. Pero en los Estados Unidos, en donde se ha estudiado esta prueba para lanzarla al mercado, casi todos los investigadores con quienes hablé están convencidos de que el método que nos ocupa es probablemente el primer paso hacia la obtención de una prueba, o de una serie de pruebas, para detectar la temible enfermedad; algo que los médicos han estado esperando ansiosamente. Por de pronto constituye un avance sensacional en el diagnóstico del cáncer; y los eminentes hombres de ciencia a quienes consulté dijeron que ese descubrimiento merecerá el premio Nobel. Trataré de explicar en forma muy simple en qué consiste.
El ACE es detectable en los embriones humanos y en ciertas enfermedades inflamatorias, así como en la sangre de los enfermos de cáncer. La prueba radioinmunológica descubre la concentración del ACE en la sangre hasta en nanogramos, o milmillonésimas de gramo por centímetro cúbico. Cuando aumentan los nanogramos, aumentan también las posibilidades de que haya un cáncer. Un nivel permanentemente alto de ACE en sangre puede indicar metástasis o propagación de células cancerosas a otros órganos. Sin embargo, cabe la posibilidad de que una elevada concentración de ACE sea efecto de otras enfermedades graves, como la cirrosis hepática.
El principal valor de la prueba del antígeno carcinoembrionario es su utilidad como complemento de otras pruebas. Por ejemplo, en la Universidad Temple de Filadelfia, el bioquímico John Langan obtuvo análisis radioinmunológicos de muestras de sangre de 34 pacientes cuyo diagnóstico, cuidadosamente hecho por él mismo, era colitis ulcerosa. Entre ellos, ocho presentaban un alto índice de ACE en la sangre, y en nuevos exámenes se reveló que tenían cáncer en el tubo digestivo. Una prueba comparativa en 316 pacientes de cáncer del intestino demostró otra utilidad diferente: las radiografías no alcanzaron a descubrir un 38 por ciento de los tumores; los de ACE tuvieron el mismo porcentaje de fallas, pero no con los mismos pacientes. Cuando se repitieron juntas ambas pruebas, sólo un 19 por ciento quedó sin revelar; por tanto, se duplicaron los diagnósticos acertados.
El Dr. Hoffer ofrece otro ejemplo de la utilidad del ACE: un cirujano está a punto de operar a una mujer con cáncer en la mama. Si piensa que la enfermedad está localizada, probablemente efectuará una mastectomía radical, extirpando no sólo el seno, sino también una buena porción de los tejidos que lo rodean, porque tendrá justificadas esperanzas de curarla. En caso de duda, la concentración de ACE puede proporcionarle un indicio más. Y si tal concentración es muy elevada, y por tanto indica un cáncer muy avanzado, acaso opte por una cirugía menos extensa a fin de no causar padecimientos inútiles; si se trata de una persona muy enferma, quizá pueda prolongarle así la vida.
Durante siglos los médicos han tratado el cáncer a ciegas. El cirujano nunca sabe si lo ha extirpado por completo. Y el facultativo que opte por la radioterapia o la quimioterapia tampoco dispone de elementos para averiguar si ha destruido todas las células malignas. En estos casos la única indicación del resultado es la mejoría o el empeoramiento del paciente. Y a veces, cuando los métodos actuales consiguen detectar un nuevo tumor, es ya demasiado tarde.
La prueba del ACE está comenzando a cambiar esta situación. En el Hospital de la Universidad de Temple, por ejemplo, una mujer de 50 años, que dos antes había sido operada de cáncer en el colon, resultó con una concentración demasiado elevada de ACE. Su médico, prevenido, ordenó un examen del hígado por espinteroscopia, la cual reveló un tumor grande y único en el lóbulo derecho de este órgano. Los médicos extirparon la neoplasia y desde entonces el nivel de ACE en la sangre de la enferma sigue normal. Si se mantiene tal concentración, probablemente esta señora se encontrará fuera de peligro.
"Estamos aprendiendo a utilizar el ACE para dirigir el tratamiento", dice otro oncólogo. "La experiencia nos ha demostrado que el nivel de ACE en la sangre ascenderá semanas o meses antes de que aparezca un tumor. Ahora que comenzamos a estar seguros de esto, podemos iniciar el tratamiento 60 días más pronto que en el pasado. Tenemos la esperanza de combatir la mayoría de los cánceres mientras sean aún curables".
"No cabe duda de que un nivel elevado de ACE intensifica nuestras sospechas", dice el Dr. M.J. McMurtry, que antes trabajaba en el Centro Médico Anderson, de Houston. "Y cuando se sospecha algo, se examina todo con más cuidado. Si yo advierto un alto nivel de ACE sin una explicación razonable, ordeno que se hagan muchas pruebas más, que nunca intentaría de no mediar ese antecedente. Es casi seguro que descubriremos más tumores con este método".
Como ocurre con todos los descubrimientos, la prueba del ACE plantea nuevos problemas, a la vez que ofrece soluciones. Por ejemplo: si la prueba puede revelar otras enfermedades además del cáncer cuando indica altas concentraciones en una persona que no tenga otros síntomas, ¿debe el médico decírselo al enfermo y ocasionarle la consiguiente angustia? Todos los facultativos a quienes se lo pregunté contestaron que generalmente no comunican a sus pacientes los resultados de todos los análisis. Cuando advierten signos de peligro, siguen investigando; y si todavía no están seguros del diagnóstico, prescriben otros exámenes.
Pero ¿y si no encuentran nada? "Entonces entran en juego la experiencia y el criterio profesional", dice otro médico. "Los que hemos trabajado con ACE tenemos ya una idea de lo que puede significar. Hay casos en los que nos arriesgaríamos a efectuar operaciones o a recetar potentes drogas anticancerosas que no habríamos considerado. indicadas un año antes".
En cambio, un cirujano me habló de una enferma con ligera hemorragia rectal, debida probablemente a una diverticulitis, y cuya radiografía del colon podría indicar un cáncer. "Pero creí que no era procedente operarla", dijo, "porque el nivel de ACE era normal. El año pasado me habría visto obligado a efectuar una operación exploratoria".
¿Qué decir del futuro? El Dr. Hoffer apunta la posibilidad de que se descubran otros antígenos específicos de determinados tumores: "Es probable que lleguemos a tener todo un surtido de antígenos", dice, "como los que hay para las bacterias en los casos de enfermedades infecciosas".
El Dr. Gold está de acuerdo en que todavía hay mucho que aprender al respecto. "No sabemos por qué aparece el ACE en los tumores. ¿Para qué está ahí? Acaso haya toda una familia de antígenos que podríamos estudiar con mayor precisión. De una cosa estoy seguro: no hay resultados positivos falsos, a menos que la prueba se haga en forma incorrecta. Si existe un elevado nivel de ACE, tiene que haber una razón para ello; a nosotros compete averiguar si es cáncer o algo diferente".
L.R. Hines, director de Investigaciones Biológicas de los laboratorios Hofmann-La Roche, advierte: "Cada descubrimiento médico va acompañado de un primer estallido de entusiasmo, pero transcurrirán por lo menos dos años antes de que esta prueba diagnóstica encuentre su justo lugar en la medicina".