PLENITUD DE LA VIDA EN UNA LAGUNA
Publicado en
julio 28, 2015
Garza, Pato Carolino, Lenteja de Agua, Rana Leopardo.
Apasionantes descubrimientos aguardan a quien observe y escuche pacientemente a la vera de sus suaves ondas.
Por William Amos.
LOS DÍAS estivales comienzan tranquilos en la laguna. Una tortuga multicolor trepa torpemente a un madero para calentarse al sol. El martín pescador atrapa un pececito; trina un ageleo. Y de vez en cuando un biólogo, a quien no interesa menos la charca que el laboratorio, se acerca a sus orillas.
Ese biólogo soy yo. Mi relación con la laguna empezó hace más de 20 años, cuando entré a formar parte del profesorado de la Escuela de San Andrés. El terreno de esa institución bordea la mayor parte de la laguna, faja de unos tres kilómetros, con muchas calas arboladas y una cantidad incalculable de seres vivos. En las tranquilas mañanas veraniegas suelo ir a una de esas calas, que se encuentra a unos 50 metros de mi casa. Tan pronto como el Sol naciente ilumina el agua, aparecen signos de vida que descubren quienes observan de cerca y escuchan pacientemente.
Una mañana, no hace mucho tiempo, provisto de careta, tubo respiradero, aletas en los pies y cámara fotográfica hermética, me sumergí lentamente y nadé entre los altos y gráciles tallos de nenúfares y otras plantas acuáticas. Del fondo ascendían finas hebras de utricularias, con bulbosas trampas en espera de pequeños organismos. Diminutos seres planctónicos, iluminados por la luz solar que penetraba, danzaban en el agua cual partículas de polvo en el aire. Espesos cardúmenes de pececitos salieron de detrás de un matorral y se acercaron hasta un metro de mi careta, listos para huir en desbandada a mi primer movimiento. De entre ellos surgió un insecto de unos ocho centímetros de largo, ascendió hasta la superficie y allí cambió el aire viciado por aire fresco, del que guardó una nueva provisión bajo las alas.
A menudo mis hijos y yo nos acercamos a la laguna y nos detenemos en la orilla para observar las maravillas que encierra. En una ocasión Julie descubrió un palo corvo, mitad dentro y mitad fuera del agua, que de pronto se convirtió en una culebra listada y se ocultó nadando con gracia. Al comenzar el otoño seguimos los intrincados vuelos territoriales de las libélulas. Una noche de junio nos dedicamos a escuchar las ranas. Un repentino chapoteo y un grito penetrante, extinguido de pronto, marcaron el fin de una de ellas y la comida de una tortuga o de un pez.
Recientemente un colega me invitó a visitar un estanque que él había hecho excavar unos meses antes. El agua ya estaba plagada de insectos de diversas clases.
Tortuga Lagarto, Rana Leopardo, Notonectido, Hierba Acuática, Renacuajo, Larva de Tricoptero, Bagre, Almeja de Agua Dulce, Cangrejo de Rio.
—¿Cómo pudieron llegar aquí tantos? —me preguntó.
Le dije que unas pocas horas después de que un estanque nuevo se llena, pueden llegar volando insectos acuáticos, atraídos por los reflejos de la luz en la superficie. Bacterias, algas y protozoarios salen de sus esporas y reanudan sus actividades. Cuando el agua proviene de un arroyo o río, pronto aparecen peces en ella. Los patos y otras aves acuáticas acarrean en sus patas más quistes, esporas, semillas y huevos. A pesar de ser reciente, esa charca pronto da cabida a una población floreciente que se multiplica con el tiempo.
Una de las ventajas de las lagunas es su accesibilidad, que facilita su estudio. Casi todos vivimos cerca de alguna. La nuestra fue originariamente una zona pantanosa; en 1736 se construyó allí un dique para abastecer un molino. Actualmente nuestro laguito está en su apogeo, como lo demuestran las plantas y animales que viven en él. Algún día, si se deja actuar a la naturaleza, se acumularán los sedimentos, avanzarán las orillas y comenzará a desaparecer el agua. Su fauna y su flora disminuirán y acabarán extinguiéndose. Y donde se encuentra ahora la laguna se extenderá un valle pequeño y fértil, cruzado en su parte central por un arroyo bordeado de árboles que lo irán invadiendo poco a poco.
Siempre que vamos a la cala, Alison y Bobby, nuestros hijos menores, gustan de pasar un buen rato inclinados en la baranda del embarcadero observando el agua, donde se forman ondas suaves. El hombre nada o se hunde, pero la película superficial del agua es un piso para algunos seres frágiles, y un techo para otros. En esa superficie la tensión de las moléculas forma una película elástica tan fuerte que insectos y arañas pueden andar sobre ella. Si los niños logran tocar un escarabajo o una araña pescadora, lo probable es que se sumerja para ponerse a salvo, perforando la superficie y llevándose una provisión de aire.
Otros seres aun más pequeños viven en la cara inferior de la película, colgando de ella o deslizándose por debajo, entre ellos los familiares caracoles e hidras. Algunos crustáceos diminutos, como las pulgas de agua, cuando nadan demasiado cerca pueden topar con una tensión superficial tan grande que se encuentran de repente en una trampa mortal. En el agua tranquila vemos la parte superior de sus cuerpos convexos y conquiformes brillar al sol. Sin embargo, si es la época de la muda, suelen escapar deslizándose de sus caparazones, que se quedan adheridos a la superficie, y refugiándose en una zona más profunda. Sus nuevas conchas se endurecen muy rápidamente.
En la siguiente capa inferior, que constituye la principal de la laguna, nadan insectos, sanguijuelas, ácaros, peces, tortugas, ranas, tritones, patos zambullidores, ratas almizcleras y, alguna vez, una nutria. La región más densamente poblada es el fondo. Allí el lodo y la materia orgánica sedimentada ofrecen refugio a los animales que se alimentan de la muerte: cangrejos, gusanos, larvas de insectos, caracoles y seres minúsculos sólo visibles con ayuda del microscopio.
Nosotros pasamos horas sin cuento estudiando con provecho los hábitos de los habitantes de nuestra laguna. Consideremos, por ejemplo, la forma en que van de un lugar a otro. Muchas personas creen que los peces nadan con el solo movimiento de la cola; en realidad la mayor parte de su fuerza propulsora se produce por contracciones alternativas, primero hacia un lado y luego hacia el otro, que generan puntos de presión contra el agua, como el filo de los patines contra el hielo. La ninfa del caballito del diablo, en cambio, emplea un método totalmente diferente para avanzar: se impulsa lanzando por una cavidad abdominal chorros de agua hacia atrás, en una auténtica propulsión de chorro.
Los aparatos que usa el hombre para nadar bajo la superficie (máscaras, aletas y tubos respiraderos), tienen equivalente en el mundo lacustre. Nosotros necesitamos una máscara de cristal para ver cuando estamos sumergidos, pero los escarabajos llamados revolvedores poseen ojos con dos globos: uno, para la visión acuática; el otro, para la visión aérea. La naturaleza ha provisto a muchos seres con aletas o remos. Las patas de los escarabajos acuáticos poseen placas o pelos dispuestos de modo que se abren cuando el animal da el impulso y se pliegan cuando mueve la pata hacia adelante.
Martín Pescador, Camalote, Caballito del Diablo, Girino, Cala.
Muchos habitantes de la laguna que toman el oxígeno del aire utilizan un tubo o snorkel natural. La nariz alargada de las tortugas carnívoras y almizcleras puede emerger sin que el animal muestre el resto de la cabeza. Y el escorpión acuático, a la espera de su presa debajo de la superficie, respira por un conducto semejante a una cola.
Las grandes arañas pescadoras poseen, además de pelos impermeables, otro dispositivo inapreciable: un depósito de aire. Cuando la araña se sumerge, el aire queda atrapado en su densa pelambre y forma una burbuja plateada con suficiente oxígeno para que la araña respire una hora bajo la superficie. El girino o escribano del agua lleva otra burbuja de aire que hace las veces de membrana branquial: deja pasar oxígeno del agua al insecto y bióxido de carbono del insecto al agua. El animal puede permanecer dentro de la laguna durante varias horas hasta que escape el nitrógeno, que forma la mayor parte de la burbuja, y ésta se aplaste.
La adaptabilidad de los seres acuáticos es a veces asombrosa. Cierto día que estábamos todos en el borde de la laguna, mi hijo Bill arrojó certeramente una red y capturó un pececito azul.
—¿Qué son esas manchas que tiene en las agallas ? —preguntó.
—Almejas —contesté, ante el asombro de los niños.
Las almejas de agua dulce esparcen muchas crías en estado embrionario. Cuando algo se mueve cerca, la perturbación arremolina esos minúsculos seres. Sus conchas dentadas se abren y cierran ansiosamente, pues deben asirse a la aleta o branquia de algún pez para completar su ciclo vital. Enclavadas en los tejidos del huésped, se desarrollan gradualmente, hasta que por último se dejan caer al fondo. Allí siguen creciendo y alcanzan el estado adulto, en el que llegan a medir hasta 15 centímetros de largo.
Cuando oscurece, la laguna ofrece nuevas atracciones. Una noche, sentados en la orilla, escuchábamos el insistente ulular de una lechuza. Cuando encendí mi linterna eléctrica, la luz se reflejó aquí y allá en unos puntos de color verde brillante que resultaron ser los ocho ojos relucientes de una gran araña pescadora, al acecho en la hoja de un nenúfar. Cardúmenes de pececitos pasaban de un lado a otro del rayo luminoso. Pequeñas sanguijuelas serpenteaban entre mazos de algas a la espera de poder adherirse a algún pez incauto.
Apagué la luz. Conteniendo la respiración, escuchamos ritmos contradictorios: chapoteos, gorgoteos y zumbidos hechos por las miríadas de seres en continuo movimiento que habitan el misterioso ámbito lacustre. Cuando volví a encender la linterna, el haz luminoso se llenó de insectos, atraídos desde la oscuridad por reacciones incontrolables, y luego descubrió el rápido y hábil vuelo de los murciélagos que salieron de las sombras para atrapar polillas que volaban a pocos centímetros de mi cara.
Alacrán de Agua, Escarabajo Acuático, Caracol de Laguna, Lucio, Ceratofilo, Tubificidos, Pez Sol, Salamandra.
Al regresar a casa me vino a la memoria un párrafo del famoso biólogo inglés Thomas Huxley: "Para una persona sin conocimientos de historia natural, andar por el campo es como recorrer una galería llena de cuadros adinirables, pero vueltos hacia la pared nueve de cada diez de ellos".
La laguna, apenas un punto del universo, me proporciona el placer de exponer algunas de esas maravillas a la luz del día.
Condensado de "National Geographic" (Agosto, 1970), © 1970 por National Geographic Society, 17th y M Streets, N.W., Washington, D.C. 20036