Publicado en
julio 07, 2015
Por Jorge Riechmann.
Se ha empleado muchas veces la metáfora de la luz para hablar de la razón humana; y se ha sustantivado incluso en un Siglo de las Luces donde, suponemos, cobró conciencia de sí misma esta Modernidad cuya crisis nos angustia hoy (Modernidad: industria, comercio, capitalismo, tecnología, fe en el progreso, racionalización de todos los órdenes de la vida, cultura postradicional).
Pero ¿cuánto alumbra, de verdad, la luz de la razón humana? ¿Se trata de un potente faro, o más bien de una humilde candela, por emplear la imagen querida por José Jiménez Lozano? Lo cierto es que del trabajo realizado en los últimos decenios por psicólogos sociales, científicos cognitivos, neurólogos filósofos emerge una visión de la racionalidad humana más realista y mucho más modesta que la que ha prevalecido en los últimos siglos: por lo que se ha ido viendo, Homo sapiens sapiens es bastante poco sapiens, no está muy bien preparado para la racionalidad. La disposición al autoengaño es muy fuerte y los sesgos cognitivos muy potentes.
DECÍA SIGMUND FREUD QUE LA RAZÓN humana era una débil lucecilla, una llamita vacilante, pero añadía: ¡maldito quien la apague! Creo que conviene insistir en eso. Poca es la lumbre de esa candela, pero no nula: desplazándonos con ella en la mano, poco a poco logramos iluminar un área más amplia. Docta ignorantia: no se trata de entusiasmarse con Luces sobrevaloradas, sino de no cejar en el trabajo inacabable de apartar obstáculos, de forma que la claridad llegue a algunos rincones nuevos. Docta ignorantia: no tanto buscar la verdad como tratar de engañarnos un poco menos.
Podemos seguir siendo humanistas, racionalistas críticos, ilustrados o marxistas, pero sólo con minúsculas. Sin volver nunca a escribir "Razón", "Progreso", "Humanidad" o "Proletariado": sin regresar jamás al delirio megalómano de las mayúsculas.
El mundo moderno, con la Ilustración, se soñó Era de la Razón; con la ilustración de la Ilustración, con la autorreflexión de las Luces sobre los límites de la razón, debería transformarse en era de la finitud (nos recuerda un filósofo de la finitud como Odo Marquard). Aceptar que el ser humano está irreparablemente lisiado, antes que extraviarse en las engañosas promesas de prótesis perfectas (que revelarán siempre su inadecuación apenas las tengamos a nuestro alcance).
EL SER HUMANO AUTÓNOMO Y RACIONAL no es, en ningún caso, un punto de partida: más bien una meta, un ideal regulativo, un posible punto de llegada. Aspiramos a la difícil racionalidad, a la improbable –pero necesaria– autonomía. Dice Manuel Barrios Casares, a partir de Marcel Proust: lo nuestro no es volar sino aprender a caer con estilo. Y el poeta islandés Sigurdur Pálsson, recién traducido al castellano por José Antonio Fernández Romero, enciende para nosotros esta VELA:
"Exhausta poderosa/ luz de vela/ alumbras más que un megatón// Tu poder invisible enloquece/ a los que creen en la cantidad/ a los adoradores de la violencia/ a los prepotentes// No les cabe/ en la cabeza:/ tu poder es invisible// Pequeña gran vela/ en lo mesa del espíritu/ en la memoria del corazón/ en el altar de las montañas del este// sigue alumbrándonos, ¿quieres?/ No nos abandones/ Sigue alumbrándonos."
Fuente:
REVISTA INTEGRAL - ENERO 2009