EL ORNITORRINCO: ROMPECABEZAS BIOLÓGICO
Publicado en
junio 04, 2015
Pico de pato, piel de castor, huevos de culebra y el aspecto físico de una bolsa de agua caliente: es la enigmática reliquia viviente de las eras prehistóricas.
Por Fred Dickenson (Condensado de "ROTARY DOWN UNDER", de Newtown, Nueva Gales del Sur, Australia).
SI SE sienta uno y se está muy quieto a la orilla de un arroyo, en la costa oriental de Australia, a la hora del crepúsculo, acaso tenga la suerte de ver una cabecita de ojos castaño oscuro y un ancho pico de pato que va surcando el agua en dirección a la orilla. Al salir el nadador y trepar por la ribera, se ofrece al observador uno de los fenómenos más interesantes de la Naturaleza. La cabeza como de pato se asienta sobre un cuerpo compacto que termina en una cola plana y ancha, y está cubierto de piel parda lustrosa. Las membranas que este extraño animal tiene entre los dedos de las patas delanteras son retráctiles, y dejan ver uñas capaces de cavar profundas madrigueras en la tierra. Lo más sorprendente de todo es que su hembra pone huevos como los de un reptil, los empolla como si fuera un ave —se parece en parte a las aves— y amamanta sus crías como debe hacerlo la madre de todo mamífero que se respete.
"Con razón los primeros científicos que vieron el ornitorrinco en Australia lo denominaron Ornithorhynchus paradoxus, o sea, la paradoja con pico de ave", dice David Fleay, naturalista australiano y el único que ha criado estos animales en cautividad. Su nombre científico oficial, Ornithorhynchus anatinus, significa sencillamente "animal con pico de pato".
Los fósiles del pleistoceno sugieren que este enigma de cuatro patas es un ejemplo único de una de las primeras tentativas de la Naturaleza, hace un millón de años, para producir un animal provisto de piel. Fue en este más afortunada la Naturaleza que en otros ensayos, pues mientras que el esmilodonte o tigre prehistórico y el mamut han desaparecido, el pequeño, aunque vigoroso, ornitorrinco todavía prospera. Estuvo en peligro de desaparecer hasta fines del siglo pasado, porque los cogían en trampa, en gran número, para beneficiar su piel, pero se tomaron estrictas medidas de protección, y hoy el ornitorrinco ha vuelto a reproducirse mucho, y se espera que sobrevivirá.
¿Es alguna especie de eslabón perdido? Aunque no hay ninguna evidencia fósil de que el ornitorrinco, también llamado platipo, existiera ya en el período cretáceo, cuando en la Tierra predominaban los gigantescos reptiles sin pelo, todavía tiene muchas características de estos: por ejemplo, un inconfundible "collar" en los hombros, propio de los reptiles y el animal ovíparo. Pero los estudios que se llevan a cabo en Canberra (Australia), indican que se trata de un verdadero mamífero. "Hemos atrapado una hembra de ornitorrinco en período de lactancia y hemos analizado su leche", dice el investigador Dr. Mervin Griffiths. "Su bioquímica es idéntica a la de los mamíferos. Fuera de esto, cualquiera puede hacer las conjeturas que guste en cuanto a la razón de que el ornitorrinco sea como es".
Tal vez las nuevas investigaciones nos revelen algunos de los secretos de esta tímida y encantadora criatura. Marcando ornitorrincos en los arroyos locales, los sabios tratan de determinar cómo viajan estos animales. "Incluso colocamos pequeños radiotransmisores en la cola de las hembras preñadas, para poder seguirlas hasta sus nidos o madrigueras subterráneas", dice el Dr. Griffiths.
Los secretos de la historia evolutiva del ornitorrinco que pueda reservarnos la Naturaleza, los ha tenido hasta ahora celosamente guardados. Aún hoy estos animales, sea en estado salvaje o en los parques zoológicos, sólo se encuentran en Australia. Las tentativas que se han hecho para aclimatarlos en otros países han fracasado siempre. Ninguno de los siete ornitorrincos que se llevaron al parque zoológico del Bronx, en Nueva York, entre 1922 y 1958, sobrevivieron mucho tiempo. Los tres últimos, llamados Patty, Pamela y Paul, sucumbieron uno tras otro, a intervalos de seis meses, a pesar de los grandes cuidados que se les prodigaron.
Los primeros colonos en 1797 casi no podían dar crédito a sus ojos cuando vieron lo que parecía un cruce entre ave y castor. Pero ahí estaba, sin duda, zambulléndose en los arroyos, nadando debajo del agua, con los oídos y los ojos cerrados (buscando pequeños crustáceos y lombrices con su sensible pico a modo de radar) y echándose a rodar por cuestas de barro. No se dio mucho crédito a los aborígenes, que aseguraban que estos animales ponían huevecillos con cascarón coriáceo en sus secretas madrigueras.
Los naturalistas que recibieron los cuerpos de las primeras muestras enviadas a Europa manifestaron su desprecio por lo que consideraron "una tomadura de pelo". Trataron inmediatamente de desprender de "esa cosa peluda" el pico "pegado con cola" y aun después de que una autopsia cuidadosa demostró que aquella extraña criatura realmente existía, se negaron tercamente a creer, durante casi un siglo, que un animal de piel pudiese nacer de un huevo.
En 1884 puso punto final a la polémica el joven escocés William Caldwell, de 24 años, quien había recibido una subvención de la Universidad de Cambridge para estudiar las formas antiguas de vida en Australia. Estableció su campamento a orillas del río Burnett, en Queensland, donde se dedicó a estudiar al ornitorrinco y al equidna o espín hormiguero, su único "primo" en el nuevo orden de mamíferos: los monotremas. Después de varios meses de investigación, encontró un huevo en la bolsa de un espín, y dos más, parecidos, pequeños y de cáscara blanda, en la madriguera subterránea de un ornitorrinco. Inmediatamente escribió un breve mensaje, que fue llevado por los naturales a una cercana hacienda ovejera, y de allí, por correo, barco y telégrafo, hasta una asamblea de la Asociación Británica para el Progreso de la Ciencia. El mensaje, solemnemente leído ante esa ilustre corporación, decía: "Los monotremas son ovíparos".
La noticia causó gran sensación entre los sabios. Los mamíferos, animales de piel, podían nacer de huevos. La cuestión, tanto tiempo debatida, quedaba al fin zanjada.
El ornitorrinco, que parece una bolsa de agua caliente, mide por término medio unos 50 centímetros de longitud, incluyendo la cola, de 12 centímetros. Su actividad, cuando está despierto, es incesante: quema diariamente la mitad de su propio peso (unos 1500 gramos) y tiene que reponerlo. Los funcionarios del parque zoológico de Sydney, desesperados por no encontrar alimento para los ornitorrincos, durante una reciente sequía, organizaron un concurso para coger lombrices, en el cual participaron 100 escolares y desenterraron más de 5000. Los tres ornitorrincos del parque zoológico comieron muy bien hasta que volvieron las lluvias y se acabó el problema.
En Sydney entré en el privilegiado grupo de las pocas personas que han acariciado a un ornitorrinco vivo. Mientras el superintendente del parque zoológico lo mantenía agarrado por las patas traseras, armadas de venenosas espuelas, y el animalito me miraba con desconfianza, le acaricié la espesa y suave piel y le palpé el negro pico, que parece duro, pero es sorprendentemente blando, como de caucho. Cuando lo soltamos, se lanzó a su alberca y mostró su desagrado por aquellas confianzas nadando a toda velocidad durante diez minutos. Es un nadador muy gracioso y torpe a pesar de haber estado ejercitándose durante un millón de años. Las patas traseras las utiliza como estabilizadores y frenos, bracea con las delanteras, una sola a un tiempo, mientras que bambolea la cabeza de un lado a otro. Generalmente permanece debajo del agua sólo de 10 a 20 segundos, pero cuando se asusta puede permanecer sumergido, inmóvil, hasta cinco minutos.
Los secretos del ornitorrinco nocturno, que tiene extremadamente agudos la vista y el oído, siguen siendo muy difíciles de descubrir. Los científicos creen que el pacífico ornitorrinco macho sólo usará sus espuelas en defensa contra presuntos atacantes, pero como el veneno es más abundante en la temporada de apareamiento, se piensa que acaso también las utilice contra sus rivales. (La hembra también tiene espuelas cuando joven, pero más tarde estas desaparecen, dejándole sacos huecos.)
La hembra cava ella misma su madriguera, que tapiza con paja y hojas húmedas, y luego cierra el agujero con 15 centímetros de tierra. Quince días después del apareamiento pone uno, dos o tres huevos, del tamaño de los de gorrión y correosos, los recoge contra el abdomen y los incuba durante otros diez días. Cuando nacen, los pequeños ornitorrincos están completamente desnudos y ciegos durante las seis primeras semanas. Se nutren tomando la leche que la madre secreta en una región abdominal lisa y sin mamas. A los cuatro meses empiezan a comer por sí mismos, moliendo el alimento con los bordes córneos que tienen, en vez de dientes.
El ornitorrinco posee un instinto certero, inexplicable, para encontrar agua. Si se le suelta en un paraje donde no haya absolutamente ninguna corriente a la vista, marcha, sin equivocarse, en la dirección adecuada, y allá va, anadeando con sus cortas patas. Los australianos se asombran a veces de encontrar ornitorrincos que cruzan un campo o una carretera, emigrando desde un arroyo seco en busca de agua.
El ornitorrinco joven, en cautividad, es un actor de primera. Teddy, ornitorrinco de la reserva de West Burleigh, cerca de Brisbane (Australia), durante muchos años salió todos los días de su cueva exactamente a las 3:30 de la tarde cuando era mayor el número de espectadores, para ponerse a pelear furiosamente con un trapo para fregar los pisos. Llevado a Brisbane en 1954 para que la reina Isabel pudiera verlo actuar de cerca, Teddy mostró su disgusto por este rompimiento de su rutina, negándose a mirar siquiera una aljofifa durante tres semanas.
Alternativamente emocional, cariñosa o reservada, esta extraña y pequeña reliquia de los tiempos prehistóricos encanta a todos los que tienen la fortuna de conocerla. Y sigue siendo un indescifrable enigma.