CRECE LA AMENAZA SOVIÉTICA CONTRA LA OTAN
Publicado en
marzo 12, 2015
Mientras en Europa las fuerzas de la alianza de Occidente han caído en una desorganización peligrosa, al este los soviéticos han construido y perfeccionado una ominosa máquina militar. El autor, miembro del Comité de las Fuerzas Armadas del Senado norteamericano, propone tomar medidas audaces para evitar que acabe en desastre esta situación casi crítica.
Por Sam Nunn, senador norteamericano.
Todo comenzó en una noche de julio, tres horas antes del amanecer de un domingo. En Bruselas, sólo el personal indispensable estaba de servicio en la sede de la OTAN. En Alemania, gran parte de los oficiales y de la tropa del Bundeswehr se habían ausentado con licencia. Los cuarteles norteamericanos quedaron semi-vacíos, por haber salido casi todos los soldados a disfrutar del fin de semana. Mientras los habitantes de Europa Occidental gozaban de un hermoso crepúsculo, la estructura defensiva de su continente estaba a punto de derrumbarse.
Los alemanes occidentales establecidos a lo largo de la frontera, nunca olvidarían el frenético fuego de los atacantes, las balas trazadoras que rasgaban por todas partes el firmamento, el interminable zumbar de los lanzadores de cohetes y el ulular constante de los ataques aéreos. El objetivo principal de la guerra relámpago soviética era la cuenca del Ruhr, el corazón industrial de la República Federal Alemana (RFA) y Bonn, la capital. Al amanecer, las carreteras estaban llenas de turistas aterrados que impedían el avance de los convoyes y soldados de la OTAN hacia sus respectivas unidades.
Varias columnas de humo negro se alzaban sobre la planicie germánica, a la vez que las radioemisoras del Pacto de Varsovia aseguraban que las fuerzas "socialistas" pretendían tan sólo evitar que la "máquina de guerra del Ruhr" alimentara el reforzamiento provocador del Ejército de la RFA. En cuestión de días, mientras Occidente caía preso de la indecisión, las fuerzas soviéticas llegaron hasta el Rin. Moscú instaba a negociar, en vez de recurrir a las armas nucleares, porque "podría acarrear terribles consecuencias para el mundo".
¿Qué respondería la OTAN?
HE IMAGINADO situaciones COMO esta desde el otoño de 1976, cuando visité seis naciones de la OTAN. ¿Es probable tal guerra relámpago? Quizá no, pero a medida que aumenta el poderío militar soviético, crece también la posibilidad de que Moscú lo emplee para perseguir objetivos políticos sin recurrir a la fuerza. Los oficiales podrán discutir interminablemente acerca de los detalles de un suceso de esa índole, pero nadie se atreverá a negar que el estado actual de las defensas tradicionales de la alianza (el mal despliegue de las fuerzas, la escasez de municiones, y el engorroso sistema de mando) suscita graves dudas respecto a su eficacia para disuadir de la agresión.
RESPUESTA FLEXIBLE
Desde su fundación en 1949, la OTAN ha sido el baluarte de la integridad territorial y política de Europa Occidental contra el expansionismo comunista. Los países que la integran, con exclusión de los Estados Unidos, constituyen la máxima concentración de capacidad industrial en el planeta, con una población mayor que la de cualquiera de las dos grandes potencias, y con un producto bruto superior al norteamericano y dos veces más grande que el ruso. El mundo libre jamás soportaría la pérdida de tales recursos humanos e industriales.
Cuando los Estados Unidos poseían una superioridad nuclear absoluta, la fórmula defensiva de la OTAN era bastante sencilla: a un ataque contra Europa Occidental respondería con una represalia nuclear masiva. Pero al paso que los soviéticos fortalecían su potencia atómica, declinaba la fe en la "garantía nuclear" norteamericana.
Ello dio lugar a una revaloración y a la aprobación en 1967, de la llamada "respuesta flexible", que insistía en la capacidad de defenderse sin recurrir inmediatamente a las armas nucleares. Según la nueva estrategia, una fuerza de contención, detendría la primera embestida soviética y cedería terreno a cambio de tiempo, hasta que las principales fuerzas de la alianza (entre ellas las que fuesen transportadas por aire desde los Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña) llegaran al frente para detener el avance. Sólo en caso de peligrar las fuerzas de la OTAN, o de utilizar los rusos armas nucleares, habría que pensar en emplearlas también.
DESORGANIZACION PELIGROSA
La libertad de Europa Occidental demuestra que, no obstante sus imperfecciones, la OTAN ha realizado su cometido hasta ahora; pero ya es tiempo de encarar algunas verdades sombrías. El flanco septentrional de la alianza está mal defendido, a pesar del tremendo aumento de las fuerzas soviéticas al este de Noruega y Suecia y en el mar de Noruega. En el sur, los rusos refuerzan su flotilla en el Mediterráneo, en medio de una gran confusión. Italia reduce su Ejército en un tercio. Grecia y Turquía se amenazan mutuamente, y los helenos han retirado su participación militar en la OTAN.
En la importante región central (Alemania Occidental, al sur del Elba, Bélgica, Holanda y Luxemburgo) la situación es pavorosa. Muchos cuerpos militares se encuentran demasiado apartados de sus pertrechos. Escasean los proyectiles antiaéreos, los tanques, los vehículos blindados, la artillería y las municiones. El Ejército norteamericano en Europa dispone de menos armamento que el necesario para los primeros 30 días de un conflicto, y buena parte está almacenada muy lejos del frente, en lugares expuestos a un ataque aéreo.
Añádase, por último, la insistencia de cada nación integrante en confiar en "sus propias" armas, sistemas de comunicación, pertrechos y adiestramiento.
Comparemos tan peligrosa desorganización con la notable superación militar soviética en el último decenio, sobre todo en tres aspectos fundamentales:
Incremento de las fuerzas de tierra. Nada menos que 130.000 soldados se han sumado a los 400.000 (31 divisiones) que ya estaban en Europa Oriental. La artillería, en gran parte autopropulsada, casi se ha duplicado, desde 1968, hasta alcanzar unas 20.000 piezas.
Modernización. Cuentan con 20.000 tanques en Europa Oriental, tres veces más que la OTAN. Contrariamente a la opinión popular, también poseen más armas antitanques. La infantería soviética se transporta en vehículos de combate mecanizados BMP-60, que a más de ser anfibios, permiten a los soldados disparar sus armas desde el interior mientras avanzan. Casi todos los transportes blindados de la alianza obligan a "desmontar" antes de entrar en combate.
Mayor "alcance" de la fuerza aérea de apoyo. Este cuerpo se ha transformado, en unos cuantos años, de arma meramente defensiva en potente elemento ofensivo capaz de lanzar ataques contra bases de pertrechos, puertos, aeródromos e instalaciones de armas nucleares, incluso contra los más lejanos, que se encuentran en Gran Bretaña. A este respecto comenta un oficial de la aviación de la OTAN: "Ahora, tendremos que salvarnos primero a nosotros mismos, y luego preocuparnos por el Ejército".
Por si todo esto fuera poco, las fuerzas del Pacto de Varsovia cuentan con una gran preparación que, al no existir en el ejército de la alianza, crea un grave problema, pues el éxito de la "respuesta flexible" estriba mucho en el tiempo de que dispongan las unidades de la OTAN en caso de una agresión soviética. Los estrategos de Occidente suponen que a un ataque precederá necesariamente una movilización abierta de tropas y equipo de guerra, lo cual les daría dos o tres semanas de margen. En ese lapso transportarían por avión fuerzas norteamericanas y británicas, mientras que los contingentes francés, holandés y belga se desplegarían hacia el este (junto con elementos de la retaguardia del Ejército alemán y del estadounidense acantonado en Europa) para ocupar sectores asignados de antemano.
Tal suposición carece ya de validez, pues una de las metas fundamentales de los soviéticos es confundir y sorprender por medio de una movilización oculta y capciosa, efectuada tal vez a lo largo de varios años.
PARA NIVELAR LA BALANZA
La OTAN se acerca (si no es que ha llegado ya) a una situación de crisis; pero podrían adoptarse algunas medidas para lograr el equilibrio:
• Colocar más unidades de combate en posición avanzada. El actual despliegue de tropas de la alianza no puede impedir que las fuerzas del Pacto de Varsovia invadan y ocupen Alemania Occidental. Por ejemplo, cinco de las seis brigadas del Primer Cuerpo del Ejército holandés (que se supone protege la región del Elba) se encuentran acantonadas en Holanda. Todas las fuerzas norteamericanas están en el sur de Alemania Occidental, no obstante que dos tercios de las unidades del Pacto están en el norte. El Grupo de Combate canadiense, las fuerzas francesas, y la mayoría de las belgas tienen sus cuarteles al oeste del Rin o en el sudoeste del país.
Algunas de estas unidades deben trasladarse al norte y al este, cerca de la frontera con Alemania Oriental, en donde pueden ofrecer ardua resistencia. Además, es preciso ampliar el aprovisionamiento de pertrechos, y disponerlos de modo que aceleren la movilización de refuerzos ingleses y norteamericanos hacia la región central.
• Aumentar la potencia de fuego. La artillería es el arma no nuclear más barata y destructora; sin embargo, la OTAN nunca ha tenido suficiente. Asimismo es necesario perfeccionar y aumentar la existencia de municiones, cañones, proyectiles antitanque, y sistemas de defensa aérea.
• Uniformar las armas y los pertrechos. En 1974, el general Andrew Goodpaster, entonces comandante supremo de los aliados en Europa, calculó que la eficacia de sus fuerzas de tierra podría aumentarse en un 30 o 50 por ciento, y la de algunas unidades aéreas hasta en 300, con sólo unificar el equipo. Muchos escuadrones no pueden utilizar indistintamente los aeródromos, por no estar estos capacitados para reparar o rearmar todos los aparatos. Los 12 ejércitos emplean cuatro tipos diferentes de tanques y 31 armas antitanque distintas. De hecho, ni un solo sistema de armamento ha sido perfeccionado hasta ahora para uso en toda la OTAN. Evidentemente, esta situación debe cambiar.
COSTOSO FRACASO
Si bien el panorama es sombrío, no faltan algunos esfuerzos de superación. Por ejemplo, se reorganizan las fuerzas de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia para mejorar su capacidad inmediata de combate y redistribuir algunos depósitos de municiones de guerra con el objeto de acercarlos a la vanguardia. (Los norteamericanos ya han reubicado una brigada de combate en el norte, en la ciudad costera de Bremerhaven.) Está por iniciarse un programa intensivo de renovación de pertrechos agotados. El Ejército estadounidense proyecta implantar reformas que aumentarán, de 54 a 96 en cada división, el número de obuses autopropulsados de 155 milímetros. Además, el Ejército de Alemania Occidental está enviando más unidades al norte.
Pero eso no basta. Desde hace mucho tiempo, la OTAN se ha apoyado en una muleta nuclear para superar sus deficientes fuerzas tradicionales. En esta era de paridad atómica, las respuestas nucleares a la agresión con armas tradicionales son cada vez menos creíbles. Por tanto, la doctrina de la respuesta flexible es acertada únicamente si la refuerzan un proceso político capaz de lograr una rápida movilización, e importantes revisiones en los planes y en la estructura militares. Algunos de esos cambios serán costosos e impopulares, pero habrá que hacerlos. Omitirlos sería poco menos que irresponsable, y las consecuencias demasiado terribles para siquiera imaginarlas.