FENÓMENO DEL FRANCO SUIZO
Publicado en
febrero 08, 2015
En medio de la peor crisis económica desde la segunda guerra mundial, la moneda suiza ha subido más alto y más aprisa que cualquier otra de la época moderna.
Por Roul Tunley.
"EL DINERO es una mercancía, como las papas: si sólo diez personas las piden, valen muy poco, pero si son miles las que las exigen, entonces..." y el banquero que entrevisté en Zurich se encogió de hombros.
Ciertamente, todos quieren comprar "papas" suizas. Desde enero de 1973, cuando las monedas más importantes del mundo empezaron a flotar, la de esta nación ha aumentado extraordinariamente su valor y dejado atrás, por un promedio, de 65 por ciento, a las de sus principales socios comerciales. Lleva una ventaja del 15 por ciento sobre su rival más cercano, el robusto marco alemán.
Como es de suponer, muchos suizos se sienten contentos con semejante situación. Un franco en ascenso tiene sus ventajas: ha reducido la inflación (en la actualidad inferior al uno por ciento), y abaratado los productos importados, necesarios porque el país carece de recursos naturales. Algunos bienes, como los automóviles japoneses, por ejemplo, han llegado a ser incluso más baratos que hace un año.
A más de contar con una moneda estable, disfrutan de elevados ahorros por habitante, y de una economía sólida. Las huelgas son contadas, y el desempleo se mantiene al 0,5 por ciento de la fuerza de trabajo, o sea unos 14.000 individuos. De todo esto resulta el nivel de vida más alto del mundo. En 1975 el ingreso por persona era de 8680 dólares (en este momento se calcula que asciende a 9520) contra 7100 para los Estados Unidos.
Tan buenos resultados se han logrado en medio de una grave recesión. En 1975, se registró una caída del siete por ciento en los bienes y servicios del país. Alguien ha dicho que la palabra "suerte" fue inventada para explicar el éxito ajeno. Sea verdad o no, los suizos han hecho valer su suerte a base de trabajo, iniciativa y moderación. Como prueba de ello, en diciembre de 1976 rechazaron por mayoría aplastante (el 78 por ciento de los votos) una propuesta que reduciría a 40 horas la actual semana de trabajo, que oscila entre 44 y 50.
Sin embargo, la razón fundamental de que el franco sea codiciado en todo el mundo estriba en la estabilidad política y social de la nación. Esto, opinan los especialistas, importa más que la renombrada reserva de los bancos suizos. El dinero es temeroso y tiende a trasladarse a donde encuentra seguridad; por ejemplo, durante recientes períodos de incertidumbre, el país se ha visto inundado por divisas de Italia, España, Portugal, Francia, Grecia y Gran Bretaña.
Todo ello sugiere que el vigor financiero de Suiza es principalmente obra de otras naciones. "Lo sucedido aquí refleja el desorden que impera en el resto del mundo", comenta Pierre Languetin, gerente general del Banco Nacional Suizo.
En su mayoría, los economistas a quienes entrevisté consideran que es preciso remontarse al término de la segunda guerra mundial para entender a fondo la situación. Las únicas economías intactas eran la sueca, la suiza y la norteamericana. Sólo esta última podía suministrar capital para restablecer la industria mundial, y así lo hizo; envió cargas enteras de dólares al exterior. "No podían haber tomado una decisión más inteligente", observa Michael Gal, historiador económico del Banco Unión de Suiza. "Y dio buenos resultados".
Ya en el decenio que empezó en 1960, las economías de Europa y Japón se habían recuperado y avanzaban viento en popa. No hacían falta los dólares, pero continuaron llegando. Fue este el gran error. Se consideró que la divisa norteamericana estaba sobrevaluada, y era poco lo que se podía hacer: los tipos de cambio eran fijos y, para mantenerlos, los bancos centrales estaban obligados a comprar dólares.
La situación se hizo intolerable. En mayo de 1971, Suiza revaluó su franco en seis por ciento. Tres meses más tarde, los Estados Unidos suspendieron la conversión del dólar en oro, dando paso a la flotación de los tipos de cambio, que condujo a una ulterior devaluación de la moneda norteamericana.
Desde entonces, las fluctuaciones monetarias se han exacerbado a consecuencia de la inestabilidad política, el aumento desorbitado en el precio del petróleo de Oriente Medio y la actual recesión. A pesar de tantos trastornos, Suiza siguió siendo un refugio monetario.
Se desconoce exactamente cuánto dinero extranjero entra en el país cada año; pero los cálculos ascienden hasta 25.000 millones de francos. Son cifras oficiales, así que habrá seguramente muchos otros millones ignorados. "Si estos fondos no hallaran asilo en nuestro país", dice Hans Mast, director del Banco de Crédito Suizo, en Zurich, "desaparecerían en atesoramientos de billetes de banco u oro". En cambio, Suiza reinvierte cantidades considerables en diversas partes del mundo, a menudo en los mismos países de donde salió.
Hay quienes se quejan de la excesiva eficacia de los banqueros o del superlativo valor del franco, pues consideran que puede arruinar el turismo, que emplea al ocho por ciento de la fuerza de trabajo y aporta, junto con la industria, el 40 del producto nacional bruto.
A partir de 1972, ha disminuido progresivamente el número de turistas, sobre todo los procedentes de países cuya moneda ha sufrido más con relación al franco. Arthur Moergeli, gerente general del Hotel Ascot, de Zurich, asegura que el número de cuartos ocupados es una fracción de lo que solía ser: "El porcentaje de huéspedes norteamericanos descendió de 35 a 6 en 1975. Por su parte, los británicos ya han dejado de venir". Las cifras globales serían peores si no fuera porque la prosperidad ha permitido a los suizos viajar más dentro de su propio país.
Los representantes de la industria, sobre todo en el sector de la exportación, se preocupan aún más por el incontenible franco. El comercio exterior ha topado últimamente con dificultades. Las quiebras son cada día más, y algunas industrias gigantescas, como la del aluminio, terminaron el año de 1975 con déficit.
Por paradójico que parezca, las cifras totales de exportación han disminuido muy poco. Conseguí averiguar la razón: muchas grandes empresas han logrado conservar sus mercados y mantener empleados a sus trabajadores, pero a costa de bajar precios y reducir utilidades. Está claro que no pueden seguir así por mucho tiempo.
Es posible, por supuesto, mermar el vigor del franco, siempre y cuando no haya inconveniente en pagar el precio. Los métodos más seguros, a juicio de los banqueros internacionales, consistirían en inflar la moneda con el aumento del circulante, o limitar radicalmente las inversiones del extranjero.
Ambas medidas están lejos de ser adoptadas (la opinión pública las rechazaría y habría que adoptar un complicado control de cambios). Por tanto, Suiza tendrá que "sobrellevar" su moneda, cuando menos en el futuro inmediato. Ninguno de los especialistas con quienes hablé, considera que el franco vaya a bajar mucho.
Para los que viven fuera del país, la vida en los Alpes parece color de rosa; dentro, a decir verdad, no se ve tan mal. Los exportadores quizá estén preocupados, pero los analistas económicos estiman que la mayoría de las empresas encontrarán la manera de tolerar sus problemas. Algunas tal vez trasladen ciertas etapas de la manufactura fuera del país; otras cuantas quizá se queden en el camino, o emprendan actividades diferentes. Mientras tanto, los competidores de Suiza, que trabajan bajo tasas de inflación mucho más altas, tendrán que aumentar a la larga el precio de sus productos, y reducir así el margen de competencia.
Este factor funciona ya en la industria del turismo. El costo de vida asciende tan rápidamente en los países de dinero barato (cómo Inglaterra e Italia), que viajar en ellos empieza a resultar tan caro como en Suiza. Según Pierre Languetin, lo peor ya pasó. Cree que continuará la recuperación sostenida y moderada de naciones como Estados Unidos y Alemania Occidental, y que de ello depende la solución a los problemas de su país. A medida que la tasa de inflación se estabilice en otras partes, se abrirán al dinero más refugios seguros. "Así", concluye, "disminuirán las presiones sobre el franco".
Sea esto lo mejor o no, todos concuerdan en una cosa: el extraordinario ascenso de la moneda suiza a lo largo de seis años ocupa un lugar perdurable en la historia económica, como el equivalente fiscal del cometa Halley.