INDONESIA VIRA EN REDONDO
Publicado en
enero 05, 2015
Esta nación, joven y llena de vitalidad, que hace cuatro años se encontraba al borde del caos político y económico, parece estar ahora en camino de convertirse en un sólido baluarte del mundo libre en Asia.
Por Howard Palfrey Jones (Condensado de un libro próximo a publicarse).
EN INDONESIA se ha producido la transformación más espectacular de la historia política moderna. Destinada a caer irremisiblemente en el comunismo, esta nación —la sexta entre las más pobladas del mundo— ha liquidado al partido comunista, ha arrojado del poder a Sukarno, su ex presidente tan popular como irresponsable, y, después de poner remedio a los errores más graves que Sukarno había cometido, está en vías de convertirse en un bastión del mundo libre en Asia Sudoriental.
Por primera vez desde que el 27 de diciembre de 1949 se constituyó en nación independiente, Indonesia está demostrando que ha conseguido alcanzar la estabilidad política y económica. Dotada de grandes recursos naturales, como el estaño, el petróleo, el níquel, el azufre, la bauxita, el cobre, los diamantes industriales, el oro, la plata, el hierro y el carbón, que la hacen potencialmente el país más rico del mundo después de los Estados Unidos y Rusia, Indonesia parece haberse lanzado por un camino que muy bien podría colocarla en primer lugar entre los países en desarrollo en un plazo de diez a veinte años.
¡Qué cambio tan enorme significa todo esto!
Cuando en 1954 fui enviado a Indonesia como jefe de la Misión de Ayuda Económica norteamericana, la libertad que el gobierno de Indonesia concedía a los comunistas se notaba desde el momento de salir del avión. A lo largo de las autopistas que cruzan por Java ondeaban banderas con la hoz y el martillo. En Yakarta, la capital, había cartelones de propaganda roja en todos los árboles de la plaza Merdeka. Pocos días después de mi llegada a Yakarta, un conocido corresponsal extranjero me resumió la situación en los siguientes términos: "Se diría que ya han tomado el poder, verdad?"
Los males de Indonesia tenían dimensiones catastróficas, y los comunistas, que de 8000 que eran en 1951 habían llegado a tres millones en 1965, sabían explotarlos. El ingreso por habitante era el más bajo de toda Asia, y la inflación galopaba a un ritmo desenfrenado a consecuencia de las aventuras en el exterior y de los enormes gastos suntuarios del presidente Sukarno en levantar extravagantes monumentos. Llegó un momento en que Sukarno ya no podía pedir más dinero prestado, y entonces se decidió a aumentar la moneda circulante. Del total de 4400 millones de rupias que había en 1950, se llegó a principios de 1967 a los 28.000 millones.
De diciembre de 1964 a junio de 1966 el costo de la vida en Yakarta aumentó en más de un 2500 por ciento. Desde 1951 el desequilibrio del presupuesto nacional era común en Indonesia, hasta que en 1964 y 1965 los gastos llegaron a ser dos veces y media más altos que los ingresos. A finales de 1965 el Estado se había hecho cargo de todas las empresas de capital extranjero, con excepción de las petroleras, y ningún inversionista se atrevía a arriesgarse en aventuras económicas en el país.
Las fábricas nacionales estaban trabajando a menos del 20 por ciento de su capacidad, porque la materia prima estaba escasa y tampoco se podían adquirir piezas de repuesto por falta de divisas. La conservación de carreteras, ferrocarriles y centrales eléctricas estaba abandonada, y la única manera de que Garuda, la compañía nacional de aviación, pudiera seguir funcionando era desmontando un avión y aprovechando sus piezas para reparar otros. Apenas había administradores, técnicos, granjeros, obreros y funcionarios públicos realmente competentes. La situación era angustiosa.
CÓMO SE APAGÓ EL FUEGO
Las ciencias económicas eran para Sukarno misteriosas e inaccesibles, y confesaba no entender ni una palabra de ellas, además de creer que no tenían ningún atractivo para su pueblo. "A mí deme usted hombres con fuego en la mirada", me dijo una vez.
Probablemente los economistas carecen de ese fuego, pero no les sucedía igual a los comunistas, los cuales, explotando astutamente la ingenuidad del Presidente y sus inclinaciones izquierdistas, llevaron al país al borde del caos.
Y llegó el primero de octubre de 1965, día en que ocurrió un acontecimiento que alteró radicalmente el curso de la historia de Indonesia: el golpe de Estado dirigido contra los jefes del Ejército y destinado a establecer un gobierno pro comunista. Seis generales fueron raptados y asesinados, los rebeldes se apoderaron de la estación de radio y de otras instalaciones clave, dos batallones ocuparon la plaza Merdeka, y jóvenes comunistas armados marcharon sobre Yakarta.
El general Suharto, que era a la sazón jefe del Mando Estratégico del Ejército, además de furibundo anticomunista, reunió algunos elementos leales del Ejército y aplastó la asonada. La reacción pulverizó al mayor partido comunista del mundo, con excepción de los partidos de los bloques soviético y chino. Durante los meses que siguieron se calcula que se dio muerte a 300.000 comunistas.
En marzo de 1966 Suharto sustituyó a Sukarno en el gobierno. En aquel entonces, después de 17 años de independencia, la gran masa del pueblo indonesio estaba quizá en peores condiciones que cuando se hallaba bajo el dominio colonial holandés, con la única diferencia de que era políticamente libre.
EL RESURGIR DESDE EL ABISMO
A partir de aquel momento el progreso ha sido extraordinario. El Nuevo Orden, como se le llama al gobierno de Suharto, está emprendiendo seriamente la solución de los problemas heredados de la era de Sukarno. Indonesia ha vuelto a hacerse miembro de las Naciones Unidas (de las que Sukarno la había retirado lleno de resentimiento), ha suspendido las relaciones diplomáticas con la China comunista y está haciendo gestiones para reanudar sus firmes relaciones con el mundo libre.
Suharto, ayudado por un equipo de hábiles economistas —Sadli, Salim, Widjojo y el ministro de Hacienda, Ali Wardana— y apoyado firmemente por los ministros de Asuntos Exteriores, Adam Malik; Economía, Hamenko Buwono; e Industria y Comercio, Sumitro, ha tomado medidas necesarias, aunque duras e impopulares, para acabar con la inflación y llevar a cabo un complicado programa de equilibrio presupuestario mediante el aumento de los impuestos y de los ingresos, las restricciones del crédito y nuevos controles de cambios. La fábrica de la moneda dejó de seguir imprimiendo más dinero sin valor, y se pagaron o se devolvieron a sus dueños las propiedades extranjeras que habían sido nacionalizadas.
El nuevo régimen ha dado tres pasos que allanan el camino para establecer un clima favorable a los inversionistas extranjeros:
• En enero de 1967 aprobó una ley según la cual los inversionistas extranjeros "aunque reciban incentivos apropiados para la colocación de sus capitales, tienen que hacer ciertas concesiones indispensables al desarrollo a largo plazo de la nación". Tales cláusulas son tan razonables como la de capacitar al personal indonesio para que se haga cargo de los puestos de responsabilidad, fomentar el desarrollo de las islas del exterior a fin de descongestionar la población de Java, y prestar la mayor atención posible a los proyectos que contribuyan a crear empleos y a obtener divisas.
• Firmó un acuerdo bilateral con los Estados Unidos, por el cual se dan garantías a los inversionistas norteamericanos contra la expropiación y las pérdidas de divisas debidas a la devaluación de la moneda,a la guerra o a la revolución.
• El Parlamento de Indonesia decidió en la primavera de 1968 adoptar un Plan Quinquenal que, a juicio de los peritos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, constituye una sólida base de planificación para el desarrollo de la economía nacional. El objeto es doblar el índice anual de crecimiento económico, haciéndolo pasar del tres al seis por ciento, y conseguir para 1973 una producción de arroz suficiente para cubrir las necesidades del país. Esto último ahorraría 100 millones de dólares al año, pues Indonesia, que debería exportar arroz, está importando aproximadamente un millón de toneladas anuales. Los sectores a cuyo desarrollo se prestará atención principal serán los relacionados con la agricultura: abonos, maquinaria y herramientas agrícolas, transportes, cemento, etcétera.
Animados por estos progresos, el Japón y los países occidentales han tomado ya algunas iniciativas para mejorar las finanzas de Indonesia, como aplazar el pago de la enorme suma que debe por intereses de las deudas contraídas. En 1967 un consorcio de naciones occidentales, en el que también figura el Japón, concedió créditos por más de 200 millones de dólares a Indonesia, para ayudarla a resolver sus problemas de balanza de pagos, capacitándola así para que compre la materia prima, las piezas de repuesto y los productos manufacturados que necesita.
CAMINO DE LA DEMOCRACIA
En el campo de la política, los nuevos dirigentes de Indonesia se mueven más lentamente y con menos seguridad. En marzo de 1968 la Asamblea Consultiva decidió celebrar elecciones "lo más tarde el 5 de julio de 1971", y el presidente Suharto, discutiendo este asunto conmigo a principios de 1969, reafirmó con toda energía su intención de cumplir la promesa. A pesar de esto, comprobé que un gran sector de opinión de los círculos políticos de Yakarta pensaba que era preferible "dejar las cosas como estaban" y creía que las elecciones podían muy bien esperar hasta dar tiempo al plan de desarrollo para mejorar la situación.
Sin embargo, la mayoría de los intelectuales indonesios no están de acuerdo con esto. Dicen que el gobierno representativo es la clave de la democracia y que es preferible que se hagan las elecciones cuanto antes y se legitime el gobierno con el apoyo popular.
Hay que reconocer que el presidente Suharto está tratando de vigorizar algunas instituciones representativas que habían ido decayendo durante el gobierno personal de Sukarno. También se preocupa mucho del aspecto constitucional y de la legitimidad jurídica de su régimen, por lo que basa invariablemente sus decisiones en las determinaciones políticas del Congreso Consultivo y se cuida bien de que todo el mundo lo vea.
No parece probable que en un futuro previsible el gobierno actual se enfrente con alguna oposición. El presidente Suharto tiene en su favor al país, que apoya con entusiasmo los objetivos de su gobierno. Es verdad que se critica al Nuevo Orden a causa de la fuerte influencia que en él tienen los militares, pero todos reconocen que las rigurosas decisiones tomadas por Suharto para estabilizar la economía habrían sido difíciles, sino imposibles, para un gobierno parlamentario.
EL ESPIRITU DE FRONTERA
En cuanto al futuro, los augurios son brillantes. Indonesia tiene la potencia necesaria para llegar a ser en los próximos 30 años la primera nación de Asia desde el punto de vista de su desarrollo económico, con la única excepción del Japón y quizá (con grandes reservas) de China. Tiene los recursos naturales necesarios para ello y su pueblo está profundamente arraigado en una tradición cultural vital.
A diferencia de la mayoría de los demás países asiáticos, Indonesia aún tiene fronteras que conquistar. La isla de Java es una de las regiones del mundo más densamente pobladas, pues posee 70 millones de habitantes, que significan aproximadamente una densidad de 477 habitantes por kilómetro cuadrado en promedio. Sin embargo, la rica isla vecina de Sumatra, que proporciona la mayor parte de las divisas que permiten vivir al país, está aún escasamente poblada. Su tamaño es cuatro veces el de Java y su población solamente de 18 millones de personas. Las islas de Nueva Guinea y Borneo, la segunda y la tercera más grandes del mundo, son, en su mayor parte, territorio indonesio.
Nunca olvidaré a una pareja joven que se había ido a vivir a las selvas de Sumatra hacía pocos años, tentada por la promesa de conseguir un par de hectáreas de tierra fértil. Habían desbrozado la selva y se habían hecho una encantadora casita de cañas de bambú, en la que nos sirvieron arroz, papaya, café, cocos y plátanos, todo producido en su terreno. Cuando yo comenté lo fresco y lozano que estaba todo (pues no se veía ni una hoja picada por los insectos), el joven marido dijo complacido :
—Tiene usted que recordar que esto era selva virgen cuando llegamos aquí hace dos años.
—¿Quiere usted decir —le pregunté— que no hay aquí ninguna peste ?
—No del tipo que usted se imagina —replicó el joven—, aunque algo nos molestan los tigres y los elefantes.
Este es el espíritu de la nueva Indonesia. Los tigres y los elefantes pueden ser molestos, pero no se les permite estorbar el trabajo que se tiene entre manos. Aún quedan muchos problemas por resolver, pero estoy convencido de que Indonesia ha virado en redondo y puede contarse desde ahora como un bastión del mundo libre en Asia.