Publicado en
diciembre 21, 2014
Los consumidores mexicanos, bien provistos de dinero, están cambiando la faz de su país.
Condensado de "BUSINESS WEEK".
PARA Juan Dávila Castillo, mecánico mexicano de 33 años de edad, la vida es hoy buena. Aun cuando solamente gana 700 pesos a la semana en la nueva fábrica Volkswagen, situada cerca de Puebla, casi siempre trabaja las suficientes horas extraordinarias como para llegar a los 1000 pesos semanales. Hace poco se mudó junto con su familia a una casa modesta en una nueva sección. Es dueño de un refrigerador, un televisor y una combinación de radiorreceptor y gramófono estereofónico, y en su jardincito hay espacio para un automóvil nuevo.
Si bien Dávila está en mejor situación que la mayoría de los mexicanos de su misma edad, se le puede considerar como representativo de la nueva prosperidad que está dando poder adquisitivo a las masas de México. Entre 1960 y 1968 el volumen de ventas de automóviles subió de 28.000 a más de 100.000 al año. En ese mismo período, la producción de televisores casi se cuadruplicó, hasta alcanzar el número de 375.000, al paso que la de refrigeradores se triplicó y llegó a 160.000. Una encuesta reciente comprobó que el 13 por ciento de las familias mexicanas tiene automóvil; el 20 por ciento tiene lavadora; el 25 por ciento, refrigerador; el 43 por ciento una licuadora, y el 67 por ciento un aparato de radio.
En colonias como Tecamachalco, La Hacienda y San Mateo, al oeste y al norte de la Ciudad de México, miles de familias mexicanas están estableciendo un nuevo estilo de vida.
"Esa zona alberga un millón y medio de personas", dice maravillado Norvell Surbaugh, presidente de Sears, Roebuck de México. "Casi todas ellas viven en secciones fundadas hace menos de cinco años. El gobierno calcula que para 1975 residirán allí tres millones de personas".
La rápida mudanza hacia los suburbios no es sino uno de tantos cambios que se pueden observar actualmente en México. La población de México es cada día más joven, más rica, más instruida y más moderna. Los mercados urbanos crecen sin cesar; en las ciudades más pequeñas hay ahora mercados de consideración, e incluso muchos aldeanos que solían irse a la cama a la caída del sol, ahora se desvelan por estarse ante el televisor.
Esta evolución es consecuencia de los cambios radicales hechos en la estructura económica del país. Entre los principales cambios ocurridos desde 1960 cabe mencionar los siguientes :
• La población del país ha subido de 35 millones en 1960 a unos 48,3 millones en este año. México es joven y sigue rejuveneciendo. Más de la mitad de la población tiene menos de 20 años; cerca del 60 por ciento tiene menos de 34.
• La economía ha crecido, por término medio, a razón de más del 6 por ciento anual y la producción por habitante muestra un marcado aumento de 4375 pesos a 7062,50. Como resultado directo de esto, el 47 por ciento de las familias mexicanas disfruta ahora de un ingreso mensual de 1000 pesos por lo menos.
• El éxodo rural ha hecho crecer hasta un 60 por ciento la población urbana. Gran parte de este aumento ha ocurrido fuera de la Ciudad de México. La capital del país sigue predominando en el terreno de la industria y el comercio, pero otras ciudades vienen creciendo con mayor rapidez. Tanto Guadalajara, a 640 kilómetros al noroeste de la Ciudad de México, como Monterrey, 960 kilómetros al norte, tienen cada una más de un millón de habitantes.
En menos de diez años, México ha dejado de ser una sociedad rural con un solo centro urbano estrechamente cimentado, para transformarse en un vasto país de gente de la ciudad. Una campaña oficial para trasnferir industrias lejos de la Ciudad de México, ha contribuido a que otras poblaciones más pequeñas, como Puebla, Querétaro, Toluca y San Luis Potosí participen de la nueva riqueza industrial.
Querétaro, apacible y antigua ciudad de calles empedradas y macizas iglesias coloniales, se ha atraído más de 1250 millones de pesos en inversiones industriales desde 1960. Su población se ha duplicado, hasta llegar a 125.000 habitantes, y su fuerza de trabajo industrial es ya más de tres veces mayor.
Puebla, por su tamaño la quinta ciudad de México, aún vive concentrada en su fresca y umbrosa plaza central y recogida en torno a su enjambre de campanarios recubiertos de mosaicos. Pero también se ha dejado ganar por el nuevo ritmo de vida con la apertura de la fábrica Volkswagen (3000 obreros) y de Hylsa, compañía mexicana de acero (1200 obreros). La clave económica de la ciudad, o sea, la industria textil, está ya en fase de modernización, y una campaña de promoción industrial ha atraído a empresas estadounidenses como la National Cash Register y Parke, Davis.
También las ciudades fronterizas como Tijuana, Mexicali, Ciudad Juárez y Nuevo Laredo perciben los beneficios de nóminas más copiosas, a medida que se multiplican las empresas que se asientan allí para armar productos destinados a la exportación.
No obstante la pobreza de gran parte del México rural, varias regiones agrícolas están prosperando también. Tanto los algodoneros del noroeste como los cosecheros de tomate de los alrededores de Culiacán, en la costa del Pacífico, prosperan gracias a las exportaciones. Y los ingresos rurales en torno a Querétaro e Irapuato se han triplicado en los últimos años.
Una red de transportes cada vez más eficiente une a estas islas de prosperidad. El sistema de carreteras de México suma ya 64.000 kilómetros. Millares de camioneros independientes manejan cerca del 60 por ciento de toda la carga, que en su mayor parte va directamente de las fábricas de la Ciudad de México a los mercados del resto del país.
Lo que podría considerarse una auténtica revolución en las comunicaciones está haciendo de México un mercado nacional realmente unificado. El gobierno ha gastado 700 millones de pesos en un sistema de microondas que enlazará las 65 ciudades más importantes en cadenas nacionales de radio y televisión, y vendrá a mejorar el servicio telefónico de larga distancia.
Telesistema Mexicano, la principal cadena de televisión del país, cuenta fuera de la capital con 29 estaciones en su circuito de microondas. El número de familias mexicanas que tienen aparato de televisión crece rápidamente y se calcula en un 70 por ciento en la Ciudad de México.
La reducción de los precios ha ensanchado el mercado de radiorreceptores, televisores, ropa y de una multitud de otros productos. La presión de la competencia ha hecho bajar en más del 50 por ciento el precio de los radiorreceptores de transistores, cuyas ventas han ascendido vertiginosamente a más de un millón de unidades al año. También la venta de automóviles nuevos parece responder al incentivo de los precios bajos. El número de los Volkswagen, Datsun y Renault, que se venden por poco más de 25.000 pesos, aumenta a razón del 25 por ciento anual.
Las motocicletas se están difundiendo con rapidez entre los aspirantes a la motorización que disponen de pocos pesos.
"Calculamos que todo hombre con un sueldo de 1500 pesos mensuales más o menos, es candidato a una motocicleta", afirma Arturo Estrada Treanor, gerente del Grupo Industrial Saltillo ,(industria diversificada). "Si gana más de 3500, ya es candidato a un automóvil".
La compañía de Estrada espera vender unas 23.000 motocicletas en el presente año.
No es probable que el exuberante crecimiento que está edificando el moderno mercado de México haya de perder ímpetu en poco tiempo. Los constantes progresos obtenidos por la producción en los últimos tres decenios han dado pie para que algunos economistas pronostiquen un ingreso por habitante de 12.500 pesos anuales para 1980. Pero esto no ha de llegar automáticamente.
México se enfrenta a algunos graves problemas de orden económico y político. La mitad de su población vive actualmente en niveles de subsistencia, lo que da como resultado una situación política potencialmente explosiva.
Otro nubarrón en el futuro de México es un creciente desequilibrio en la balanza comercial. México ha crecido rápidamente en virtud de su capacidad para comprar maquinaria y materias primas en el extranjero. Sin embargo, a últimas fechas las importaciones han aumentado mucho más aprisa que las exportaciones. Incluso los cuantiosos ingresos por concepto del turismo (que, por ejemplo, en 1968 sumaron 5300 millones de pesos) no alcanzan a cubrir ese déficit cada vez más amplio.
Hasta ahora México ha podido obtener empréstitos en el exterior que le han permitido salvar esa diferencia. Pero muchos economistas se preguntan si el país podrá seguir haciendo estos equilibrios.
A menos que se corrija el déficit comercial, es posible que el dinero extranjero empezara a escasear. Eso obligaría a México a limitar las importaciones. Semejante posibilidad, como ha dicho un observador, "constituye una cierta vulnerabilidad del índice de desarrollo".
"México ha tenido buena experiencia en cuanto a su desarrollo y podríamos declararnos satisfechos", dice un conocido banquero mexicano. "Pero aún queda mucho por hacer".