Publicado en
diciembre 14, 2014
Riña, compañía... En las buenas o en las malas, los hermanos siempre son bienvenidos.
Todos los aspectos de las interrelaciones humanas: padres-hijos, esposos, parientes políticos, algunos familiares, han sido meticulosamente estudiados, pero no así los de la interrelación de los hermanos. Se ha considerado la personalidad de los niños con respecto a su familia de acuerdo con el orden de nacimiento: el hermano mayor, el más pequeño... aunque no el conjunto de situaciones que la presencia de un hermano puede crear en otro. Se supone que todo funcione bien automáticamente. Por ser hermanos tienen los mismos padres, son criados en la misma forma, comparten las comidas y a veces hasta un mismo cuarto... pero ahí paran todas las similitudes. Cada niño es un mundo. Y, además, cada uno compite por el amor y la atención indivisible de los padres, algo que los convierte en rivales, a pesar de que al mismo tiempo la vida se encarga de empujarlos uno hacia el otro por necesidad de compañía, en los juegos; como "grupo de apoyo" frente a otros niños... Pensando en estos conflictos, muchos padres esperan que cada niño esté "grandecito" para darle un hermano y que no haya rivalidades. Se equivocan. Un hermano es más que eso. Es...
1. Un compañero de juegos. Por muy diferentes que sean sus gustos, hasta un niño y una niña pueden hallar algún acomodo en sus juegos. Y mientras los niños juegan, los padres pueden atender sus asuntos o los de la casa.
2. Un escape de energía. Se pelean, interrumpen el juego a que se dedicaban hace unos instantes... ¡dan señales de estar vivos! Lo contrario sería un niño jugando a solas, haciendo clic delante de una pantalla.
3. Una oportunidad de adquirir habilidades sociales. Por ejemplo, las necesarias para ponerse de acuerdo y seguir jugando después de una pelea.
4. Un compinche para conspirar o tramar cosas que no podrían realizar con adultos. Por ejemplo, todas esas travesuras que hacen los niños.
5. Un ayudante. A veces el hermanito mayor saca de un apuro al más pequeño. Otras veces el pequeño se convierte en la persona que auxilia al mayor.
6. Una medida de ellos mismos y del universo. Tener un hermano obliga al otro niño a aprender a esperar cada uno su turno, a compartir... ¡El no es el dueño absoluto del universo!
7. Un banco de recuerdos. Los niños archivan en la memoria cosas que a los adultos les parecen sin importancia. El día de mañana un hermano puede ayudar a otro a reconstruir una situación que los padres hayan olvidado.
8. Una relación perdurable. Es posible que la de más larga duración en la vida, con afinidades y desacuerdos.
Fuente:
REVISTA VANIDADES, ECUADOR, JUNIO 20 DEL 2006