OTRA MUESTRA DE LA PERFIDIA COMUNISTA
Publicado en
agosto 31, 2014
La implacable invasión de Checoslovaquia por los soviéticos ha confirmado que para los dirigentes comunistas lo de "coexistencia pacífica" significa lograr la dominación del mundo.
Por el Dr. Walter Judd.
DURANTE varias semanas antes del 21 de agosto pasado, día en que el pueblo de Praga descubrió que su país se hallaba en manos de las tropas del bloque soviético, todas las personas de conciencia en el mundo entero habían estado esperando el desenlace de un extraordinario intento del régimen comunista de Checoslovaquia para alcanzar la libertad. Desde el momento en que Alexander Dubcek (que hoy tiene 47 años de edad) asumió la jefatura del partido checo, en el mes de enero del año pasado, había puesto fin a la censura a la prensa, obligado a renunciar al ministro de la Defensa, restablecido la libertad de viajar y efectuado sondeos para entablar relaciones comerciales con Occidente. Incluso había considerado la posibilidad de permitir la organización de un partido político de minoría y de celebrar elecciones libres. ¿Permitiría el Kremlin que se abrieran tan peligrosas grietas en la tiránica estructura que había venido levantando sistemáticamente durante 50 años?
La respuesta a tal pregunta la dieron los soviéticos en un momento crítico, cuando sabían que no tenían nada que temer. La OTAN estaba profundamente dividida, los Estados Unidos estaban sufriendo un serio desgaste militar y, evidentemente, no se hallaban en condiciones de reaccionar en la única forma que entienden los soviéticos, esto es, con una demostración de fuerza. Por si fuera poco, aquella respuesta llegaba a continuación de uno de los más ilusorios y equivocados esfuerzos en la historia de la diplomacia norteamericana: la prolongada y triste lucha para razonar con los soviéticos, para debatir sensatamente cuestiones de interés recíproco con una potencia que deforma la razón, desdeña a quienes adoptan una actitud suplicante y, cuando le conviene, cierra los debates más prudentes con el estrépito de los tanques.
En los últimos años se ha difundido, con creciente insistencia, la idea de que los dirigentes del Kremlin se están suavizando, de que empiezan a prestar oídos a la razón, que empiezan a "parecerse cada vez más a los occidentales". La guerra fría, se dice, ha terminado, o por lo menos es ya menos áspera. Los comunistas, se asegura, principian a comprender que la coexistencia pacífica los beneficia tanto como a los países libres.
Pues bien, ha llegado la hora de preguntar: ¿En qué pruebas se basan tan optimistas premisas? ¿Qué ha sucedido para engañar a tantas personas razonables y prácticas?
SUEÑO Y REALIDAD
En primer lugar, tenemos el cisma chino-soviético, en el que muchos creen advertir el principio del fin del comunismo monolítico y el término de su expansionismo. En segundo lugar, los jefes del Kremlin han dado en la flor de expresarse en tono moderado. En 1960, después de jurar que "enterraría" a los Estados Unidos, el entonces Primer Ministro soviético, Kruschef, se presentó en las Naciones Unidas, donde se quitó un zapato y golpeó con él sobre la mesa. Hoy, Andrei Gromyko, ministro de Relaciones Exteriores, firma tratados para evitar la proliferación de las armas atómicas, sonríe ante las cámaras de la prensa y ofrece champaña.
Hay en esta fórmula de la ilusión un tercer ingrediente de importancia, que ha pasado en gran parte inadvertido: un error de juicio muy generalizado, cuyo origen se halla en el espíritu de justicia propio de los norteamericanos y su tendencia a proyectar su propio código de valores en la mentalidad comunista. Suponen los estadounidenses que a los dirigentes comunistas les preocupa fundamentalmente lo mismo que a sus dirigentes, es decir, las necesidades del pueblo, su nivel de vida y su bienestar general. Pero un jefe comunista auténtico es, sobre todas las cosas, un revolucionario mundial y sólo en segundo término un nacionalista.
Por ejemplo, durante los años de 1962 a 1967, años de hambre en gran parte de la China comunista, Mao Tse-tung exportó anualmente a Cuba 200.000 toneladas de arroz. Si al presidente Mao le hubiera importado más alimentar a su pueblo que ayudar a crearles dificultades a los Estados Unidos en el hemisferio occidental, ¿habría ordenado que se hicieran esos embarques? Asimismo, si Ho Chi Minh fuera un verdadero patriota vietnamita y el bienestar de su pueblo le interesara más que el engrandecimiento del comunismo, ¿seguiría sometiendo a los vietnamitas del norte y del sur a una devastadora destrucción?
La dura verdad es que la meta del comunismo, que es dominar al mundo entero, no ha cambiado en el último medio siglo. El cisma chino-soviético existe realmente, pero solo en cuanto al método: Mao insiste en que "el mundo se puede remodelar sólo con el fusil", mientras el Kremlin prefiere un procedimiento gradual con el empleo de la fuerza y el engaño. Mas las finalidades de ambos son idénticas. En 1967 el secretario general del partido comunista soviético, Leonid Brezhnev, dijo: "Nos consideramos parte del sistema mundial de socialismo, un destacamento del ejército universal de combatientes por la victoria del socialismo y del comunismo en todo el orbe".
Por mucho que el Kremlin y Mao riñan a propósito de cuestiones tácticas, debemos tener presente que hay campamentos y escuelas de adiestramiento de guerrilleros dentro y fuera de la Cortina de Hierro (unas 40 sólo en Cuba, en condiciones de preparar anualmente unos 10.000 insurgentes), escuelas y campamentos que la Unión Soviética y China surten conjuntamente de hombres y materiales. Cuando se trata del objetivo fundamental (la infiltración y el derrocamiento de los gobiernos no comunistas) ambos países tienen igual opinión e igual voluntad.
Si la guerra fría se está mitigando, ¿por qué Moscú y Pekín están desplegando esfuerzos gigantescos para constituir quintas columnas en unos 80 países de Iberoamérica, África, y el Medio y Extremo Oriente? ¿Por qué gastan enormes sumas de dinero para costear "guerras de liberación", si la coexistencia pacífica significa para ellos lo mismo que para el Occidente?
¿QUIEN AMENAZA A QUIEN?
Los comunistas, por su parte, no se hacen ilusiones a este propósito. En ningún momento han dejado de anunciar qué es lo que persiguen, y en este sentido las trágicas nuevas de Checoslovaquia no son sino historia que se repite. En 1953 los soviéticos aplastaron el conato de liberalización de Alemania Oriental. En 1956 echaron sus tanques contra los combatientes de la libertad en Budapest, con un saldo de 27.000 vidas. En cuanto al ultraje contra Checoslovaquia, las primeras señales se advirtieron a poco de haber publicado el partido comunista checo un programa de reformas que, no obstante mitigar ciertas restricciones gubernamentales, reafirmaba la "alianza y cooperación con la Unión Soviética y los otros países socialistas". Esta inequívoca declaración fue totalmente pasada por alto por los soviéticos.
El 4 de mayo de 1968 el general Alexey Yepishev, jefe de la administración política de las fuerzas armadas soviéticas, declaró a la prensa que "si un grupo de leales comunistas en Checoslovaquia llamara a Rusia para salvaguardar el comunismo en su país, el ejército soviético estaría listo para cumplir con su deber". Para cualquiera que esté familiarizado con la manera que tienen los comunistas de pasarse consignas por medio de la prensa internacional, esta era una ominosa señal de que se estaba preparando una campaña de propaganda para la posible ocupación de Checoslovaquia. A los pocos días se supo que tropas soviéticas maniobraban en la frontera checoslovaca, y la mañana del 21 de agosto el mundo conoció la traición rusa en toda su magnitud.
Y aún se nos dice que tal infamia, la más reciente cometida por Rusia, no fue sino un sacudimiento interno de la esfera de influencia soviética, un acto desagradable pero necesario para conservar la casa en orden. O bien, que la Unión Soviética está procediendo así por temor al poderío de los Estados Unidos. Examinemos esta última afirmación.
En las primeras dos semanas del mes de enero de 1966 se reunieron en La Habana unos 600 delegados y observadores de los partidos comunistas de 80 países, para celebrar la Conferencia Tricontinental de Solidaridad. Su objetivo declarado era organizar en todo el mundo operaciones subversivas contra los Estados Unidos e intensificar las actividades guerrilleras en tres continentes : Asia, África e Iberoamérica. Se aprobó entonces una resolución en pro de la libertad de Puerto Rico, al que se describió como "ocupado por los Estados Unidos". La Conferencia de La Habana fue denunciada por la Organización de Estados Americanos como un acto de "intervención y agresión en el hemisferio occidental". ¿Quién puede decir que esa conferencia fue un acto dictado por el temor?
Considérese también la situación de Corea. Después de la segunda guerra mundial, los Estados Unidos retiraron la mayoría de sus tropas del Pacífico occidental, y en 1949 salieron los pocos soldados norteamericanos que aún quedaban en Corea. Se creyó que ese proceder aliviaría las tensiones existentes y contribuiría a despejar el clima para la celebración de negociaciones encaminadas a unificar aquel país dividido. En 1950 los comunistas invadieron el territorio de Corea, y las tropas estadounidenses se vieron obligadas a volver allí, reconstruir sus bases y reñir otra guerra. Por supuesto, la cuestión es que cuando los comunistas alegaron que la presencia de tropas de ocupación constituía una amenaza para la paz en Asia, se les dio crédito, y los Estados Unidos cedieron. Ahora bien, ¿quién fue realmente el agresor en ese caso?
PUENTES QUE LLEVAN A NINGUNA PARTE
Los belicosos norcoreanos han recibido de sus protectores comunistas unos 500 aviones cazas, inclusive el último MIG 21, y un número impreciso de bombarderos IL 28; 24 bases aéreas "camufladas" (cuatro de ellas subterráneas); 186 naves, inclusive cuatro submarinos y 60 botes torpederos de gran velocidad; 66 estaciones de lanzamiento de cohetes de tierra a aire; y equipo moderno suficiente para armar 19 divisiones de infantería. Y todo esto en abierta violación de la promesa hecha por los soviéticos en Panmunjom de no aumentar los armamentos.
Lo mismo sucede en todos los lugares críticos del planeta. Las fuentes de información secreta de Washington calculan que, gracias a los soviéticos, la potencia militar de los árabes es en la actualidad muy superior a la de antes de la guerra con los israelíes, en la primavera de 1967. En Yemen, la Rusia soviética viene proporcionando armas y cooperación técnica a las acosadas fuerzas republicanas. En el Oriente Medio los rusos están ejerciendo creciente presión, por medio de una vasta campaña de propaganda, para hacer salir del Mediterráneo a la Sexta Flota norteamericana. En mayo de 1968, Gromyko denunció que esta flota se halla cumpliendo planes de agresión imperialista y "paraliza los movimientos de liberación nacional del Oriente Medio y África del Norte".
Sin embargo, a pesar de este panorama de expansionismo e insurrección, los occidentales siguen hablando de "tender puentes" que los unan a los soviéticos. En octubre de 1966 el presidente Johnson anunció planes para establecer con los Estados comunistas de Europa un "enlace pacífico" que incluiría empréstitos del Banco de Exportación e Importación, garantías de créditos comerciales, amplias ventajas arancelarias y financiamiento norteamericano para levantar una fábrica italiana de automóviles Fiat en Rusia. Poco después se decía a los lectoresde Pravda, órgano oficial soviético, que los Estados Unidos están regidos por un "apretado bloque de militares y de magnates industriales... que en sustancia representan lo mismo que prevaleció en la Alemania de Hitler".
ESPERANZAS DE PAZ
Así pues, la palabra "paz" no significa para un dirigente comunista lo mismo que para el mundo libre. Por una Checoslovaquia pacífica los rojos entienden un país enteramente sometido a ellos. Por un Mediterráneo pacífico ellos entienden la expulsión de la Sexta Flota de los Estados Unidos. Un mundo pacífico significa, a ojos de los soviéticos, un mundo donde el dirigente comunista pueda obrar a su talante.
De las definiciones anteriores se desprende claramente que los jefes comunistas no solo no quieren llegar a una détente (o entendimiento) con los Estados Unidos, sino que esto es algo que jamás podrían permitirse. La forma de gobierno comunista exige un adversario como cosa absolutamente necesaria. Sin algún distante "agresor imperialista", ¿cómo podrían justificar los líderes rojos la tiranía que imponen a su propio pueblo? Por eso, cuando en el interior del reino comunista mismo empiezan a soplar los vientos de la libertad y la verdad, como sucedió en Checoslovaquia, aquellos líderes tienen que proceder prontamente para abatirlos.
Si los comunistas tuvieran verdaderamente el deseo de aflojar tiranteces, varias son las medidas que podrían adoptar para eliminar sus causas. Podrían, por ejemplo, demoler el muro de Berlín. Podrían dejar de utilizar a Cuba como base para subvertir al hemisferio occidental. Y podrían permitir la celebración de elecciones libres en lo que ellos mismos llaman su esfera de influencia. Entonces podrían citar tales pasos en las Naciones Unidas como otras tantas pruebas de haber renunciado a su programa de establecer el comunismo en el mundo entero.
Pero mientras no emprendan ese camino, no queda más remedio al Occidente que mantenerse fuerte y enfrentarse con firmeza a esa corriente de fuerza y engaño. En todo momento se debe tener presente que, para los comunistas, coexistencia pacífica quiere decir la total sumisión del mundo libre a sus amenazas. Los Estados Unidos solo podrán coexistir pacíficamente con los comunistas si se mantienen lo suficientemente fuertes para imponer la coexistencia pacífica hasta el momento en que el comunismo se debilite desde dentro por obra de sus propios actos de inhumanidad. Estoy convencido de que la más firme esperanza de restablecer la paz en el mundo radica en el anhelo de libertad que alienta en todos los hombres, anhelo que no ha sido sofocado por las purgas de Mao en China, ni en Berlín, Budapest y Praga por los tanques.