Publicado en
mayo 11, 2014
Se dice que los hombres le huyen al matrimonio como el diablo a la cruz. Sin embargo, una investigación del autor de este artículo demuestra que no siempre las cosas son como parecen o, mejor dicho, que el tigre no es como lo pintan...
Por Carlos Iván Yánez.
El hombre jamás pensó que llegaría ese momento, pero allí estaba: lívido, temeroso. El rostro desencajado y húmedo; por el sudor reflejaba su estado de conmoción. A esta altura de los hechos sólo le quedaba un camino: responder con valor a la pregunta que durante tantos años había evadido.
—Sí, acepto— contestó... y se casó.
El caso narrado es producto de la imaginación. Sin embargo, con seguridad es una escena que se repite con frecuencia en muchos lugares del planeta. Claro que la situación reseñada no responde a un patrón de comportamiento, pero sí se aproxima bastante a la creencia generalizada -y harto exagerada- de que los hombres prácticamente son arrastrados al altar. ¿Será porque adoran la vida de solteros? ¿Será por inseguridad? ¿O por miedo a morir?
Quizá la mayoría de los hombres "incasables" hoy se aferra con picardía a la tercera opción, gracias a una investigación de los médicos suecos Lindergard y Langaman, quienes estudiaron las historias clínicas de 77.043 hombres y centraron su atención en los pacientes hospitalizados por infarto al miocardio, diabetes, hipertensión y hemorragia cerebral.
Para su sorpresa, los galenos hallaron que el porcentaje de casados era notablemente mayor entre los que sufrieron infarto al miocardio. Con ese argumento, ¿por qué arriesgarse?
BODAS PARA TODOS LOS GUSTOS
Algunos datos revelan que la supuesta fobia que los hombres tienen al matrimonio sólo es un mito. Un ejemplo muy ilustrativo es el de Glynn Wolfe, un anciano estadounidense que dio 27 veces "el paso definitivo".
El testarudo ochentón, incluso, tuvo el descaro de publicar en 1990 un anuncio en el que prometía a quien hoy es su esposa "amarla y darle una vida feliz" para siempre. El pichón de turno fue Daisy Delgado, una filipina veinteañera que restó importancia a los antecedentes maritales de Glynn.
Otros, por el contrario, son más selectivos: un caballero inglés publicó en enero de 1986, en el diario Hong Kong Standard, un aviso nada exigente y bastante humilde: "Joven profesional ofrece propuesta de matrimonio a dama rica, oportunidad de vivir en Inglaterra, dote requerida 10 millones de libras. Favor enviar detalles y fotografía hoy, o se perderá una oportunidad de oro".
Y también hay aquéllos que están dispuestos a casarse sólo si aparece la mujer de sus sueños. Gong Janguo, un chino de 31 años, no se valió de la prensa para buscar su media naranja, sino de las autoridades de la población inglesa de Somerset, a quienes escribió para que le ayudaran a encontrar a "una joven de pelo amarillo, que hable inglés. Me gustan esos rasgos pero vivo en el centro del Asia y es imposible encontrar aquí ese estilo", decía el Romeo de ojos rasgados. En la carta, fechada en marzo de 1988, el chinito pedía, además, que las rubias candidatas tuvieran entre 25 y 30 años de edad.
Una muestra más de que los hombres de ninguna manera huyen del matrimonio es la de Fred Jipp, quien -entre 1949 y 1981- se casó 104 veces en 27 estados norteamericanos y otros 14 países. Para hacerlo utilizó los nombres de Giovanni Vogliotto o Nicolai Peruskov. Finalmente, el compulsivo polígamo fue condenado a 28 años de prisión por fraude, a 6 por bigamia y a pagar una multa de 336.000 dólares.
Este sujeto no tuvo la suerte de Jisme Singve Wangchuk, rey de Bhután, quien formalizó en octubre de 1988 su casamiento con cuatro hermanas a las que había desposado nueve años atrás en una ceremonia completamente privada. El soberano de este pequeño país del Himalaya, casi como en un cuento de hadas, hoy vive feliz con sus cuatro esposas, cuyas edades están entre 23 y 28 años.
LUNAS DE MIEL COLECTIVAS
Pero ellas no se quedan atrás. Entre 1957 y 1988, la gringuita Linda Lou Essex pisó el altar en 21 ocasiones, aventajando con facilidad los ocho matrimonios por los que tanto saca pecho la célebre actriz Elizabeth Taylor.
Quienes han saboreado el dulzor de la fama aseguran que "una cosa es llegar y otra es mantenerse". Esa filosofía parece ser la que impulsó a Temulji Bhicaji Nariman y lady Nariman a permanecer casados durante 87 años, entre 1853 y 1940.
Una popular frase dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Pero algunos exageran un tanto: los porfiados Ralph y Patsy Martin (Arizona, EE.UU.) han certificado al máximo el adagio al haberse casado entre sí, desde 1960 hasta hoy, nada menos que 51 veces.
Hay quienes creen que los matrimonios deben celebrarse con 200 ó 300 invitados. Otros opinan que debe ser una fiesta íntima. Pero también hay novios que prefieren hacerlo masivamente: el 30 de octubre de 1988, en Corea del Sur, Sun Myung Moon ofició las nupcias de 6.516 parejas. No quiero pensar siquiera en el número de invitados que habrán asistido a la parranda.
Y si hay matrimonios colectivos, ¿por qué no lunas de miel? Esa idea tuvo la Consejería de Turismo y Transportes de Canarias, España, al organizar un viaje de amor entre 69 parejas (sugestivo el numerit...). El 6 de mayo de 1991, luciendo el típico traje de boda, los flamantes esposos abordaron un avión y volaron a las islas Canarias para prometerse "amor eterno" durante una semana.
Lo que nadie puede asegurar es que la luna de miel -por lo general de pocos días de duración- puede convertirse en un largo periplo de cinco años. Cuando el periodista Roger Kalter se casó con Betsy Hune, en 1982, le presentó a la novia la alternativa de una semana en París o una vuelta al mundo en bicicleta. La aventurera Betsy prefirió lo segundo, por lo que el viaje de bodas cubrió una distancia de 43.531 kilómetros, luego de lo cual retornaron a su ciudad natal en Ohio, en 1987.
DE LO BUENO... POCO
Desafortunadamente, en ocasiones el "amor eterno" apenas dura unas horas. En enero de 1992, el diario israelita Yediot Afronot informó sobre un acontecimiento ocurrido en la ciudad de Lod, donde una mujer demandó el divorcio 48 horas después de casarse, a raíz de una fenomenal bronca protagonizada por las familias de los novios durante la fiesta de bodas, cuando el padre de él acusó al de ella de haberse robado los cheques que les regalaron los invitados.
Un caso muy curioso tuvo lugar en Porto Alegre, Brasil, en mayo de 1987, cuando un tribunal de justicia anuló un matrimonio tras acusar al novio de "estelionato sexual". El hombre abandonó a su amada luego de la noche de bodas y apareció dos años después para confesarle que aceptó casarse sólo para mantener relaciones sexuales.
Otro hecho digno de anotar sucedió en noviembre de 1988 en El Cairo, donde una novia salió de la fiesta de matrimonio hacia un tribunal para solicitar el divorcio luego de que su amado le pegó en presencia de los invitados. El tribunal no dio trámite a la demanda, la mujer apeló el veredicto y el abogado del agresor logró que el petitorio fuera aplazado por catorce años. "Se desperdiciarán los mejores años de su juventud", habría dicho con malicia el novio.
EL MATRIMONIO SIGUE VIGENTE
El supuesto terror a casarse no se refleja en las cifras, al menos en Ecuador. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), en 1983 -hace una década- en nuestro país se casaron 49.571 parejas. El mes preferido para formar los niditos de pasión fue diciembre, con 5.374 uniones, y sorprendentemente el peor fue febrero, conocido como el mes del amor, con apenas 3.717 bodas.
En 1992 el número subió a 68.337 bodas. De acuerdo a los datos, el mejor mes para juntarse sigue siendo diciembre y el peor es marzo. Y la edad escogida está entre los 20 y 24 años, pues más del 50 por ciento de los contrayentes se halla en ese momento de la vida.
En 1983 se produjeron 3.133 divorcios. El mes ideal para separarse fue julio (359) y el "peor" agosto (179). Diez años después, en 1992, hubo 6.488 divorcios y el mes que registró más separaciones fue diciembre, con 595 casos.
Como dato curioso, hace diez años y ahora, la mayoría de mujeres se divorcia entre los 25 y 29 años de edad, mientras que ellos vuelven a la "libertad" entre los 30 y 35 años. El más alto porcentaje de rupturas ocurre luego de 10 años de unión.
En la última década se presenta en Ecuador un hecho muy singular: siempre las cifras de matrimonios y divorcios aumentan, pero en el período 1988-89 los matrimonios disminuyen de 66.468 a 62.996. Y los divorcios se reducen entre 1991 y 1992 de 6.731 a 6.488. Los dos fenómenos suceden en las tres regiones del país.
El jefe nacional del Registro Civil, el sociólogo Carlos Cueva, asegura que la gente se casa "por costumbre", por el deseo de independizarse del círculo familiar (padres), por soledad y hasta por "el qué dirán".
Otros creemos que es, sobre todo, un acto de amor. Aunque hay también quienes piensan que es una clara demostración de ceder libertades en función de la pareja, lo cual compartimos. Por ello, en bien de la felicidad, habrá que ceder libertades las veces que sean necesarias... ¡Jamás hay que darse por vencido!