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mayo 25, 2014
Los científicos canadienses han producido una nueva planta para ayudar a alimentar a las multitudes hambrientas del mundo.
Por John Bird (condensado de "The Saturday Evening Post").
SOBRE EL escritorio tengo un tubo de plástico que contiene una nueva forma de vida, algo que parece sacado de la ficción científica.
Parece una dorada espiga de trigo, pero a un cultivador de esta gramínea le sería difícil dar crédito a sus ojos, porque esta extraña planta es gigantesca, y su espiga tiene un tamaño que es el doble del de la espiga normal de trigo. En algunas pruebas su rendimiento ha sido casi el doble, y sus granos son especialmente ricos en proteínas, el elemento nutritivo que tanto necesita el mundo hambriento.
Se llama tritical y es obra del hombre, no de la Naturaleza. Lo han producido sabios canadienses combinando hábilmente dos gramíneas distintas, trigo y centeno, para obtener una una forma más grande. La palabra es una combinación de los nombres científicos de estas dos especies.
Por otra parte, el tritical es la primera planta de cultivo realmente nueva creada por el hombre. Hasta ahora la aparición de una especie nueva había requerido millones de años de evolución. El hecho de que los sabios hayan podido emular a la Naturaleza en el laboratorio abre la perspectiva de muchas otras super-plantas posibles. "Ahora que hemos aprendido a vencer los obstáculos de la evolución, no existe virtualmente limitación para las nuevas combinaciones posibles", dice Leonard Shebeski, decano de la Facultad de Agricultura en la Universidad de Manitoba (Canadá), y uno de los que impulsaron el desarrollo del nuevo grano.
Buscando el tritical, los científicos canadienses tuvieron que habérselas con las complejas estructuras internas de la vida misma. Cada especie de planta o animal tiene su propio código genético, lo que asegura que la especie continuará reproduciéndose en individuos iguales, ya se trate de trigo o de elefantes. Aunque algunas especies relacionadas entre sí se pueden cruzar (como yeguas y asnos para producir mulas), los hijos son invariablemente estériles. En esto es en lo que el tritical constituye una novedad. Es la "mula fértil", que se puede reproducir generación tras generación.
Antes de que se realizara esta proeza, los criadores de plantas sabían que, por lo menos en teoría, semejante especie nueva era posible. Los agrónomos han investigado los orígenes y el desarrollo de las modernas plantas alimenticias y saben, por ejemplo, que el trigo común de la actualidad, Triticum aestivum, tuvo su origen en Asia Menor hace tal vez 10.000 años, cuando un trigo primitivo llamado einkorn (Triticum monococcum), parecido a una hierba, se cruzó por casualidad con la egílope, especie de avena parecida a la ballueca o avena loca. Normalmente este cruce debía producir un híbrido estéril; pero algún azar, alguna fuerza desconocida, hizo que sus células, al crecer, quedaran dispuestas en forma que produjo una semilla fértil. De este milagro provino el trigo durillo, de grano duro, sabroso y más complejo que cualquiera de sus progenitores. Posteriormente el trigo duro se cruzó con otra clase de egílope; otra vez ocurrió algo que hizo fértil al híbrido, y vino a ser el antecesor de los trigos que conocemos hoy.
En el árbol genealógico del trigo, la plebeya egílope siempre había intrigado a los sabios. ¿Por qué no podemos volver a hacer evolucionar el trigo y darle esta vez mejores progenitores? Por ejemplo, el centeno podía ser muy superior a las plantas silvestres pequeñas, como las egílopes. Con estas ideas, los criadores de plantas acometieron desde hace años la tarea de combinar el trigo y el centeno. Se produjo algunos híbridos, pero siempre resultaron infecundos.
Este resultado era de esperar. Normalmente, lá célula de cualquier organismo vivo tiene cierto número de cromosomas filamentosos, cada uno de los cuales está dotado de genes que llevan en sí el código genético. Los cromosomas se disponen en parejas, y cuando un organismo produce células sexuales, cada una de ellas tiene un cromosoma de cada uno de los padres. Durante el proceso de fertilización los cromosomas de las células masculinas se unen con los de las células femeninas, restableciendo así el número original de. cromosomas.
La dificultad que se encontró al tratar de combinar trigo y centeno es que estas plantas tienen diferente número de cromosomas: El trigo duro tiene 14, y el centeno siete. Al juntarse, los dos grupos no forman parejas, sino que se colocan en fila como 21 cromosomas individuales. No contando con parejas para dividir, una planta trigo-centeno no puede de ninguna manera producir células sexuales.
Los criadores sabían que en raras ocasiones algo misterioso hacía que en la Naturaleza se duplicaran los cromosomas de una planta, como en el caso del trigo. Su única esperanza era encontrar algún mecanismo que produjera artificialmente ese mismo tipo de evolución. En 1937 un grupo de botánicos descubrió que la colquicina, útil alcaloide, podía hacer que una planta duplicara su mecanismo genético dentro de la célula. La probaron con el trigo y, en efecto, dio buen resultado.
En seguida los botánicos de muchas partes del mundo empezaron a producir unos pocos triticales experimentales, pero estas primeras variedades eran de escasa fertilidad y el grano era de poco peso, con tendencia a avellanarse. Los resultados fueron tan poco prometedores, que el tritical se dejó a un lado, y solo unas pocas variedades se mantuvieron, más que todo como curiosidad científica.
Después la suerte del tritical pasó a manos de dos ricos canadienses : Edgar y Charles Bronfman. La familia Bronfman había prosperado en la provincia de Manitoba, donde el trigo de primavera es el producto más importante. Allí, el padre de estos jóvenes había trabajado activamente hasta llegar a ser dueño de un hotel en Winnipeg, después de lo cual amplió sus negocios para incluir una destilería de licores y, con el tiempo, formó la vasta empresa Distillers Corporation-Seagrams. La familia llegó a tener una fortuna que se calcula entre 300 y 400 millones de dólares.
Hallándose en Montreal un día del verano de 1953, Edgar y Charles pensaron que ellos y sus dos hermanos debían hacer algo para perpetuar el recuerdo de su abuelo materno, Samuel Rosner, quien había muerto en Winnipeg el otoño anterior, después de una larga y meritoria vida. "Tenía una tienda general de mercancías en la aldea de Plum Coulee, a 80 kilómetros de Winnipeg", recuerda Edgar Bronfman. "Cuando nosotros éramos niños nos contaba anécdotas relativas al cultivo del trigo: lo mal que lo pasaban los granjeros cuando sus cosechas se veían arruinadas por las sequías, las heladas o el tizón. Se interesaba muchísimo por la educación y la investigación, convencido de que esos medios mejorarían la agricultura".
El resultado fue el establecimiento y dotación de una cátedra de agronomía en la Universidad de Manitoba, que llevaría el nombre de Samuel Rosner en honor del abuelo. La dotación se hizo sin condiciones de ninguna clase. "Nosotros no pretendíamos saber qué era lo que se necesitaba", explica Edgar.
Leonard Shebeski, jefe del departamento de botánica de la universidad, sí sabía de una tarea que se podía confiar a la cátedra Rosner: la investigación del tritical. Preocupado por la creciente escasez de alimentos en los países en proceso de desarrollo, Shebeski concebía la probabilidad de que el tritical ayudara a alimentar a la humanidad. La labor se inició en un establo convertido en laboratorio. El primer profesor de la cátedra Rosner, el Dr. B.C. Jenkins, reunió triticales de todas partes del mundo y crió otros él mismo; pero, como existían millares de variedades de trigos y centenos, las combinaciones posibles no tenían límite. Entonces contrató al veterano criador de plantas John Welsh para que tratara de mejorar el tritical. Welsh se dedicó pacientemente a hacer nuevos cruzamientos y luego a cruzar entre sí las nuevas variedades, escogiendo siempre los descendientes que más prometían. Era preciso hacer que el tritical perdiera sus malas características sin perder las buenas. Poco a poco empezaron a aparecer variedades de caña más corta y más fuerte, que maduraban más pronto con más granos por espiga y grano más gordo.
Welsh murió en 1964, "precisamente en los momentos en que iba a ver el éxito de sus labores", dice su sucesor, el Dr. Laurie Evans. "John tenía el don de saber qué cosas se deben juntar, y eso no se puede hacer con computadoras".
En efecto, el proceso es como armar un rompecabezas vivo. En su laboratorio y en el invernadero de la universidad, el Dr. Edward Larter, especialista en genética que el año pasado obtuvo la cátedra Rosner (es el segundo profesor que la ocupa), me mostró cómo se realiza. Desde luego, los materiales con que se comienza son una planta de trigo y una planta de centeno, ambas en la etapa de la floración. "Primero", dice Larter, "necesitamos un progenitor del sexo femenino, por ejemplo trigo. Normalmente esta planta es hermafrodita, o sea que su flor tiene órganos tanto masculinos como femeninos". Con unas tijeras pequeñas, el Dr. Larter va cortando a lo largo de las hileras de diminutas flores que contiene la espiga de trigo. Luego corta las anteras, o sea aquella parte del estambre donde está el polen. "El trigo es entonces completamente femenino", me explica.
En seguida pasa a una planta de centeno, en la cual las anteras, de color verde amarillo, cuelgan fuera de la flor. "Sencillamente arrancamos estas anteras con las pinzas y pasamos el polen a las flores femeninas de trigo". Si esta fertilización "prende", la primera crisis se presenta en el término de unos diez días, cuando el embrión, que crece rápidamente, empieza a sufrir porque el alimento que tiene a su disposición no es suficiente. Si se le deja solo, se muere.
"Entonces apelamos a la alimentación artificial", explica el Dr. Larter. "Sirviéndonos de instrumentos esterilizados extirpamos el ovario de la planta y lo colocamos en un plato de alimento para plantas".
Si el nuevo híbrido sobrevive a este tratamiento, ocurre un fenómeno singular: en vez de convertirse en semilla, como ocurriría en la Naturaleza, el embrión cultivado artificialmente se desarrolla directamente en forma de planta. Entonces se trasplanta a tierra sembrándolo en una maceta de invernadero. "Tenemos ahora una nueva especie de planta", agrega Larter, "pero aún nos falta un paso, que consiste en duplicar el número de sus cromosomas para que pueda producir semilla. Con este objeto inyectamos una solución débil de colquicina en la caña hueca de la nueva planta, de tal manera que llegue hasta el punto de crecimiento. La colquicina no es perfecta, pero es el mejor método de que disponemos para convertir esas plantas infecundas de 21 cromosomas en plantas fértiles, con los 42 que se requieren.
Hasta ahora la Universidad de Manitoba tiene solamente unas pocas variedades de tritical listas para hacer pruebas en gran escala en el terreno; pero las pruebas que se han hecho ya han dado resultados impresionantes. El año pasado los rendimientos llegaron hasta 48 hectolitros por hectárea en el sudoeste de Manitoba, donde los rendimientos del trigo candeal corriente habían sido aproximadamente de 35. El Servicio de Agricultura de la Fundación Rockefeller está estudiando en la actualidad las posibilidades que el tritical ofrece para combatir el hambre en la India, Egipto, Ecuador y Guatemala. "La única manera de alimentar más gente rápidamente es producir más grano alimenticio por hectárea", declara el Dr. Norman Borlaug, director asociado de dicho servicio. "Aquí es donde el tritical cumple su función. Su rendimiento es mayor, y contiene más proteínas. Es sabido que en Asia, por más arroz que coman, los niños nunca obtienen el alimento que necesita un individuo cuando crece".
Los productores de tritical han duplicado ya la velocidad con que se pueden dar cosechas de ensayo. Recolectada la cosecha de otoño en Manitoba, la semilla se envía a una estación experimental en Sonora (México), donde se siembra y se cosecha por segunda vez, a tiempo para volver a sembrar en Manitoba en la primavera siguiente.
Un sembrador llamado Al Arnott es el principal encargado de las pruebas de la nueva planta en el terreno. Hace dos años sembró 36 kilos de semilla de este trigo en su granja de Manitoba, y obtuvo de esta siembra 1125 kilos, que envió en camión a Arizona. Allí esta siembra produjo 22.500 kilos. En ese momento la temporada de plantar en primavera estaba terminando en el Canadá. "Cargamos ese grano en un camión remolque en Arizona el 17 de mayo", dice, "y a la vuelta de cuatro días ya lo estábamos sembrando en el Canadá. En el otoño de 1966 cosechamos 680.000 kilogramos. ¡Imagínese usted! ¡De 36 kilogramos a 680.000 en solo dos años!"
La universidad espera tener para 1970 por lo menos una variedad de tritical listo para distribución comercial en gran escala a los agricultores.
En 1967, en la Exposición de Montreal —Expo 67— se sembró una pequeña pero muy especial parcela de tritical, en la zona llamada "El hombre como proveedor". A la larga, es posible que esta haya sido la exhibición más importante de toda la feria.