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abril 27, 2014
"Ancestral". Collage sobre lienzo. 90 x 80 cms., 1993.
La magia, lo popular, lo abstracto.
Texto: Jorge Dávila Vázquez. Fotos: Gustavo Landívar.
JUNTO AL AEROLITO
En una época inmemorial, en Gigantones, cerca de Girón, uno de los cantones de la provincia del Azuay, cayó un aerolito. Al menos eso cree la gente de una montaña escarpada y vertical, que se alza hacia el cielo.
Es un sitio lleno de historias y leyendas, al cual cada año ascendían algunos lugareños y depositaban cruces en pequeñas hornacinas.
Pegada a la base misma de la enorme roca, hay una quebrada en la que se han encontrado, como en todas partes por acá, restos de cerámica arqueológica. "Se desciende como por una escalera cavada en la roca. No se encuentra más que fragmentos de tiestos muy ordinarios, pero lo que sí hay es pequeñas lagartijas -salamanquesas- que la gente dice pueden causar mucho daño, porque lanzan una leche que si uno logra lavarse en una laguna cercana mata al animal y se libera del maleficio, pero si no, puede morir. Nunca llegamos con mis compañeros de escuela al fondo de esa abra en la piedra, porque a los veinte metros, aunque uno lleve una linterna, le crece la cabeza".
Jorge España nació hace treinta y nueve años, en Cuenca, en un sector que colindaba entonces con el campo, el Medio Ejido. Como era el hijo mayor, sus padres lo enviaron a acompañar a los abuelos que vivían en Girón. Uno de los que ponía anualmente cruces en el aerolito, era precisamente su abuelo, y el pintor, todavía alucinado por la magia de la infancia, nos habla de sus años allá en Girón.
Recuerda, por ejemplo, que sus abuelos eran insignes narradores de cuentos de miedo y que su imaginación se pobló de imágenes fantásticas. "Cuando íbamos a caballo, yo veía un tronco y decía es el diablo, y le miraba moverse al ritmo de nuestro paso, y saltar y cambiar de sitio. Y lo mismo pasaba con piedras y cercos y otras cosas".
Sin duda todo eso fue generando los símbolos plásticos que un día habrían de aflorar en la pintura de uno de los creadores más vigorosos y frescos de la actual generación artística de Cuenca.
"Insurgencia". Colección Banco Central Cuenca. Encáustica. 130 x 85 cms. , 1988.
UN MUNDO, UNA CIUDAD, UN PUENTE, MUCHOS BARRIOS
Cuando se acabó ese tiempo de campos verdes cubiertos por la niebla, de paseos interminables por un mar amarillo de retamas y plateado de zigzales, hacia el mítico Chorro, la preciosa y pequeña cascada de Girón; cuando la búsqueda de los nidos de pájaros y la persecución de reptiles quedaron atrás, empezó propiamente la etapa cuencana de España, en la escuela Luis Cordero, a la que iba desde uno de los barrios más tradicionales de la ciudad, San Roque.
Vino luego el colegio y la búsqueda de oficio. Estuvo en dos o tres planteles, hasta ubicarse en un nocturno, en el que habría de graduarse.
Experimentó también en algunos trabajos, hasta quedarse con la joyería, en la que permaneció por varios años. "La atracción por el metal fue muy fuerte; y ahí empezó mi carrera de pintor, en mis primeros cuadritos de cobre coloreado, que en algún momento me permitieron sobrevivir. Desde la época de la escuela en Girón, mis cuadernos estaban llenos de dibujos de pajaritos, patos, animales... Mi ilusión era dibujar, pintar".
Pero también viajar, conocer, experimentar el mundo. Por ello, un buen día se fue por esos caminos de Dios y estuvo año y medio dando vueltas por ahí. Aprendió artesanías de cuero en Colombia, país en el que estuvo en el Taller del pintor Fernando Morales, quien le inició en el uso del pastel, una de sus técnicas preferidas. Hizo un curso de diseño en Bucaramanga y pasó fugazmente por el taller de Obregón.
Al volver a Cuenca, quiso hacer realidad un viejo sueño, dificultado por sus condiciones económicas: entrar a Bellas Artes. Lo consiguió con el apoyo de su familia, en especial de su hermana.
A diferencia de muchos artistas que echan pestes contra la Escuela, él tiene un buen recuerdo de ella. "Me dio seguridad, me confirmó en mi decisión de dedicarme a pintar", dice. Pero al llegar al tercer año, el plantel ya no llenó sus expectativas. "Me di cuenta que no podía seguir ajustándome a reglas; y descubrí que quería ser libre en mi creación, expresando, a la manera de Cezanne, las sensaciones que me producían los objetos vistos".
Estableció entonces un pequeño taller, en otro barrio popular, Todos Santos; se vinculó con el grupo de artistas del "Puente Roto", que tienen su sede en los arcos del viejo y destruido puente, y se dedicó a un trabajo ampliamente experimental, que dura ya casi veinte años.
"Iconografía Andina". Encáustica. 80 x 60 cms., 1988.
CAMINAR, CAMINAR HACIA ADELANTE...
Cuatro son las etapas de su carrera plástica. En la primera se consagra por entero al cobre y al pastel. En metal, haciendo paisajes y figuración, ensaya variaciones en torno a la luz. Le apasiona lo que provocan el nitrato de plata, el cloruro de oro, la brea, en la placa de cobre que repuja: los tonos de blanco, los dorados intensos, el negro miel que resalta a los demás.
En pastel, todo lo que salía de sus manos era paisaje. Memorias de la infancia; sobre todo en el colorido intenso; en la visión de los pueblitos apiñados, que al parecer no tenían orden ni concierto; en las casas que revelaban una intensa vida propia, especialmente cuando eran pobres o viejas; en las veladuras de la tiza, que evocaban la niebla característica de Girón.
En un segundo momento creativo, aunque él nunca ha sido del todo realista, España estiliza más las figuras y se lanza a la encaústica. Modifica dicha técnica a su gusto, usando no sólo tierras de colores, sino también sales y óleos, disueltos todos en parafina, sobre bases texturadas, persiguiendo la permanencia de la cera en la superficie del cuadro.
"¿Por qué uso siempre texturas? Para mí el relieve es un recuerdo de mi intenso contacto con la tierra. Utilizo el dorado con un sentido un tanto ritual, de ancestro; remite en mi obra a culturas como La Tolita o Valdivia y a sus trabajos de orfebrería, que son los que más admiro. Entonces el oro no era un símbolo de riqueza material, nada tenía que ver con nuestra actual idea de él".
Es el sol. La vida. Lo sagrado. Para mí es parte del color; y este es mi modo de apropiarme de esos efectos ópticos-fantásticos que veía en mi vida campesina. No aspiro sólo a que resalte las formas, acentuadas por la textura, sino a conseguir que el que mira el cuadro se sienta saturado de la intensidad cromática y de todo lo que la rodeaba cuando yo era niño". Dice.
Adviene entonces la etapa de los collages: "en cuanto a materiales usé todo lo que estaba a mano: cartón, lienzo, madera, como base, y luego, para obtener los relieves, retazos de tela -en especial de ciertos tonos, como el magenta, que no son fáciles de conseguir en la pintura-, papel, cartón, y si veía en la calle un pedazo de lata que me impresionara, lo añadía al cuadro por su efecto, por su valor plástico".
"Estructuras". Técnica mixta sobre cartón. 50 x 70 cms., 1994.
Lo popular, lo tradicional entran en este momento con fuerza en su obra. Son sobre todo grandes superficies de color, pero lo suficientemente evocativas, como para hacer que nos sintamos inmersos en la multitud del pueblo, en la masa móvil, la fiesta, la procesión o el cortejo fúnebre.
Un intermedio barroco lo provocan el folklore, lo procesional, el rito. El resultado será un conjunto de obras que aprovechan con gracia e ingenuidad lo religioso: los retablos, una colección entera de los cuales desaparecerá una noche, misteriosamente, de su taller de Todos Santos.
Y llega la madurez. España dice que este es el mejor momento de su vida. La familia, el hijo que crece, el trabajo en el que no se da descanso, lo colman; le proporcionan una tranquila seguridad en sí mismo, una confianza en lo que hace y un dominio de los materiales, como nunca había sentido. Todo aquello se trasluce en lo que pinta.
La cuarta etapa, dentro de la que se mueve hoy su creación, se nutre intensamente de las anteriores experiencias, pero está dominada de modo casi absoluto por la tendencia a lo abstracto. Sus referentes, eso sí, son americanos, en especial aquéllos que tienen que ver con las culturas precolombinas y su magia, que le atraen profundamente.
El pintor confiesa: "la necesidad de subsistencia me ha llevado, muchas veces, a las concesiones neo-figurativas, pero voy entrando y cada día con más fuerza, en una tarea creativa abstraccionista, que toma como punto de partida lo más americano, a la manera de Lam o Szizlo, sus búsquedas metódicas, su sentido de lo más hondo y nuestro".
Los cuadros actuales de España tienen la fuerza de siempre, porque se basan en la totalidad de sus vivencias anteriores. Pero nacen de una reflexión de madurez, de una toma de conciencia de su ser y su destino de artista, de hombre que busca algo y trata de alcanzarlo. Para ello, enfrenta formas y materiales, dispone elementos en el espacio, y construye, funda un mundo. Asume su producción como un reto. No le interesa el detallismo que podría hacerle caer en lo decorativo. Le atrae la fuerza, la potencia del color, la expresividad poderosa de aquello que se gesta en sú interior, pero que es patrimonio de todos nosotros; y quienes no hayan tenido aún oportunidad de admirar sus cuadros, tendrán una idea aproximada de cuanto hemos afirmado, con sólo mirar las fotos que ilustran estas páginas, tanto es su vigor creativo.
"Azul Constructivo". Mixta: acrílico, óleo, pastel. 83 x 54 cms., 1987.