¿OBSESIONADA CON EL TRABAJO?
Publicado en
marzo 09, 2014
Ser trabajólica es un problema que se disfraza de virtud, pero que puede llegar a tener serias consecuencias para la salud y la familia.
Por Giselle Balido.
Son las ocho de la noche, y Gabriela, una ejecutiva de 38 años, trabaja en su oficina, como de costumbre. Pero aunque su vista está fija en la pantalla de su computadora, su mente está en otra parte. Ella está consciente de que su esposo cena solo en casa; que ¡otra vez! se perdió el ensayo de ballet de su hija; que hace tiempo no visita a sus padres; que sus amigas le reprochan que nunca tiene tiempo para ellas... De repente, comienza a sentir un fuerte dolor de cabeza, pero el trabajo no puede esperar, y sigue adelante. Y es que, aunque se siente mal momentáneamente, Gabriela siempre tiene una explicación "razonable" para callar su conciencia: "Nadie puede hacer este trabajo mejor que yo", piensa. "Si yo no trabajara como lo hago, este lugar sería un caos total". O quizás justifica las largas horas en la oficina, los sábados frente a la computadora, y las actividades familiares canceladas para atender asuntos de trabajo, con la promesa de un futuro mejor para ella y para su familia.
Gabriela es una más en la larga fila de hombres y mujeres que, lejos de trabajar para vivir, viven para trabajar. Los sicólogos usan el término "adicta al trabajo", para describir a esta clase de persona. El problema es que esta expresión tiene algo de admirable. Después de todo, siempre decimos que "el trabajo ennoblece"; y muchos creemos que hacerlo en exceso es señal de productividad, madurez y responsabilidad. "Demuestra que deseo lo mejor para mis hijos; que quiero asegurarlos económicamente", señala Ana, una abogada de 41 años. ¿La realidad? En la mayoría de los casos, la adicción —y el énfasis está en la palabra adicción— al trabajo no es una virtud, sino un desorden con consecuencias potencialmente graves para la salud de quien la padece, y para el bienestar de la familia, la misma que busca proteger.
El término en inglés —workaholic, que en español es trabajólico— es un derivado de alcoholic, lo cual lo iguala con la adicción, pero al trabajo. Este fue creado en el año 1971 por Wayne Oates en su libro Confessions of a Workaholic.
SEÑALES DE LA ADICCION
Para ser justos, es importante hacer una distinción fundamental: la persona que trabaja horas extras, o sábados y domingos, ante una necesidad económica real, o lo hace durante una etapa específica de su vida con el fin de alcanzar una meta, no es, necesariamente, una adicta al trabajo. Esta es aquella que:
•Solo se siente feliz cuando está trabajando. O si no feliz, al menos experimenta menos ansiedad que de costumbre. Cuando no trabaja, está inquieta, alterada.
•Es competitiva y perfeccionista en relación al trabajo. Ella no acepta "excelente"; en todo lo relacionado con su profesión, la palabra clave es "perfecto". Y como la perfección nunca se alcanza, la adicta al trabajo tiene una excusa para seguir "al pie del cañón", persiguiendo un noble imposible.
•Lleva el trabajo a todas partes, aun a sus vacaciones... si es que no las cancela a última hora. La computadora portátil es su compañera inseparable.
•Siente que dormir y disfrutar de su tiempo libre con la familia o con los amigos es una pérdida de tiempo. Sus allegados se sienten desatendidos, pero cuando la Presionan para que aminore la marcha en el trabajo, se irrita o se enoja.
•Siémpre está ausente, pensando en los problemas del trabajo. Y lo hace tanto en el cine, como en la intimidad con su pareja.
•Padece de problemas de salud ocasionados por el estrés. Como, por ejemplo, dolor de cabeza, insomnio, falta de aire, palpitaciones, úlceras o dolores musculares. A menudo está cansada, irritable, o se siente aislada socialmente.
Lo más interesante de estos casos es que, según los expertos, la gran mayoría de las personas adictas al trabajo no se sienten exitosas y mucho menos felices. En realidad, ellas padecen del llamado "síndrome de insuficiencia". En otras palabras: están insatisfechas y nunca llegan a sentir que tienen o han hecho lo suficiente. Llevado al extremo, este desorden incluso puede llegar a causar la muerte. Prueba de ello es Japón, un país donde todos los años decenas de hombres y mujeres (estas son la minoría) mueren por exceso de trabajo. El desorden tiene un nombre: karoshi. Y es tan serio, que cuando se determina que la persona murió a causa de este, su familia tiene derecho a demandar a la empresa para la que él o ella trabajaba, por no frenar a tiempo las tendencias auto-destructivas del empleado.
LAS RAICES DEL PROBLEMA
De acuerdo con el doctor Sidney Langston, pueden haber tantas causas de la adicción al trabajo, como hay personas. Pero, por lo general, este desorden responde a una de estas actitudes. La persona...
• Necesita probar lo que vale a través de los logros profesionales.
• Trata de escapar, por medio de esta actividad compulsiva, de algún problema personal o con personas allegadas.
• Tiene miedo a perder su "posición" en el plano profesional, o a que usurpen su puesto.
El primer paso que la persona debe dar para salir de esta adicción es aceptar que la padece. El segundo es ser completamente honesta consigo misma, para así determinar cuál es su causa.
"Cuando comprendí que el trabajo me estaba distanciando de mi esposo, y que me estaba perdiendo los momentos más bellos en la vida de mi hija, tuve que aceptar que era adicta al trabajo", dice Gabriela. "Me hice un análisis muy fuerte, reconocí que sentía terror de que otra, más joven que yo, me quitara el puesto. Por suerte me di cuenta de que sería peor perder a mi familia".
¡AL FIN LIBRE!
Cada día son más los que creen, como en las milenarias filosofías orientales, que la clave de la felicidad está en lograr el balance entre la familia, el trabajo y los intereses personales. Cuando le damos más importancia, tiempo o atención a un área, perdemos ese balance esencial para mantener la armonía y el bienestar de mente, cuerpo y espíritu. Para recobrar el balance, la doctora Marlene Maheu, autora, oradora e investigadora estadounidense, sugiere que el adicto al trabajo comience por examinar sus metas a largo plazo. "Imagínate dentro de muchos años, en tu lecho de muerte, y pregúntate si te sientes feliz de cómo invertiste tus días", propone Maheu. ¡Y actúa de inmediato!
PRIMER PASO: Haz una lista de todas las áreas de tu vida: familia, trabajo, recreación, espiritualidad, comunidad, intereses personales, etc. ¿A cuál le concedes más tiempo? ¿Cuál has relegado al olvido...? Distribuye tu tiempo para crear un balance entre todas las áreas y que ninguna se encuentre desatendida.
"Necesitamos darle por lo menos 30 minutos al día a nuestras relaciones más importantes", explica Maheu. "Este tiempo no es para hablar de las cuentas por pagar, discutir problemas, etc. Es para conectar a nivel emocional; saber cómo se siente esa persona, soñar juntas, disfrutar de su compañía".
SEGUNDO PASO: Igualmente importante es dedicar tiempo a los intereses personales: los deportes, los pasatiempos... Todos los días, busca un "espacio" para estar a solas.
TERCER PASO: Si simplemente la idea de dar estos pasos te llena de mucha ansiedad, es señal de que necesitas ayuda para vencer la adicción al trabajo. Consulta con un sicólogo o terapeuta. En los Estados Unidos, la organización Workaholics Anonymous ofrece ayuda basada en el programa de los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos. El primero, como mencionamos antes, consiste en aceptar el problema.
"El trabajo, por sí solo, no puede darnos la satisfacción total. La vida es mucho más que trabajar", expresa Sandra Simpson LaSourd, autora de The Compulsive Woman, un libro sobre la compulsión femenina. "Tu meta es hallar el balance. Cuando Dios, la familia, el trabajo y la distracción están balanceados, la vida es feliz y productiva".
Hallar ese balance es el reto y la promesa de liberación para los adictos al trabajo.
Fuente:
REVISTA VANIDADES, ECUADOR, OCTUBRE 24 DEL 2006