Publicado en
febrero 09, 2014
Mientras Roberto y Jack lloraban por Eulogia, y discutían con quién se quedaría cuando regresara, lejos de allí, ella se sentía acosada por la nueva criatura que había aparecido en el Paraíso.
Por Elizabeth Subercaseaux.
Mientras Eulogia disfrutaba de la tranquilidad del Paraíso, solo interrumpida por la llegada de la extraña criatura parecida a ella, lejos de allí (10 mil años lejos), Roberto y Jack la recordaban. Atribulado, Jack decía que nunca había conocido a nadie como ella, y Roberto, a punto de echarse a llorar, insistió que él había sido un tonto inconsistente por haberla perdido. La Domitila los escuchaba detrás de la puerta, pensando que algo estaba mal. Muy mal. ¿Qué hacía ese par de perejilientos hablando de la misma mujer como si fueran hermanos? ¿No se suponía que se agarraran a golpes? ¿Que lucharan para que uno de ellos se quedara con su amor? "Pero, claro", se dijo Roberto golpeándose la frente, "estamos en el siglo XX y los hombres ya no se lían a puñetazos por nada, mucho menos por el amor de una mujer". A la Domi le cargaba el hombre capaz de expresar sus sentimientos, sensible y civilizado, le gustaban machotes, pistola al cinto y decididos.
—¿Se puede saber qué hacen ustedes dos, como un par de señoritas, moqueando por la señora? —irrumpió en el living y se les paró al frente con las manos en las caderas.
—Es que la echamos de menos —musitó Roberto.
—Así es —lo secundó Jack.
Entonces, la Domitila adoptó el papel de consejera matrimonial de esos dos hombres, uno de los cuales había sido su patrón por 20 años, y con la sabiduría otorgada por su propio matrimonio con el americano, dijo:
—A ver, señores, ustedes no tienen mucho que ganar en este asunto. La pareja es un negocio de dos, no de tres. Solo uno podrá quedarse con ella. La señora Eulogia se aburrió con tanto acoso amoroso y está disfrutando en la isla Paraíso. Ahí se ha convertido en Eva, y vive entre plantas y animales encantada de la vida. Nadie la molesta, nadie se la juega con la flaca de la esquina, nadie le pide compromiso eterno, su vida es una perfecta armonía entre su cuerpo y la naturaleza. Dudo que quiera regresar a esta realidad.
—¿Estás diciendo que nunca va a volver? —los ojos de Roberto brillaban.
—Estoy diciendo que no va a volver a ESTA realidad, por lo tanto, en sus manos está cambiar las cosas. Si es que quieren recuperar a la señora Eulogia, claro.
—¿Y qué tenemos que hacer? —preguntaron ambos a la vez.
—Lo primero es que lancen esta moneda al aire. Si sale cara, don Jack se queda con la señora, si sale cruz se queda don Rober. Yo seré quien lance la moneda y la recoja —dijo entonces, y sin esperar respuesta lanzó al aire y luego recogió en la palma de su mano la moneda que tenía cruz por los dos lados.
—¡Don Rober! Salió cruz. Usted gana.
—¡Alto ahí! —gritó Jack levantándose de un salto—. ¿Creen que esto se decide con una ridícula moneda? ¡Es Eulogia quien va a elegir con cuál de los dos se queda!
En esos mismos instantes, ajena a lo que acontecía en el living de su apartamento, Eulogia se paseaba por el Paraíso y de tanto en tanto se sentaba en una roca para escribir en su diario.
JUEVES
Querido diario:
Hoy ha sido un día agotador. Como son casi todos desde que apareció la nueva criatura. No sé cómo se las arregla para darme todo este trabajo. Desordenó los matorrales de la entrada. Cortó cinco araucarias y dejó el camino lleno de ramas. Estranguló a otro dinosaurio y fabricó una trampa para cazar al león. Dijo que el león de la selva era ella. ¡Qué criatura tan extravagante! Yo ando de bosque en bosque advirtiendo a los animales. Se ríen de mí. No me creen. "Es imposible, ¿cómo se te ocurre que Dios va a enviarnos a alguien que destruya el Paraíso?", me dijo el búho.
VIERNES
Querido diario:
La nueva criatura quiere saber mi nombre. "¿Y para qué quieres saberlo?", le pregunté. "Para saber cómo debo llamarte cuando te necesite", me dijo. "Tú no tienes que necesitarme para nada", le dije, "me basto a mí misma". "Eso sería así hasta mi llegada", respondió la criatura, y yo me quedé mirándola sin comprender bien sus palabras. "¿Qué, exactamente, quieres decir con eso?", le pregunté. "Que las cosas, aquí, van a cambiar. De ahora en adelante yo voy a ser el rey del Paraíso", respondió la criatura, inflando el pecho. "El único rey del Paraíso es Dios", le dije, y me fui de su lado cuanto antes, porque desde que llegó esta criatura mi paciencia se acaba de inmediato. "¿Cómo te llamas?", gritó. "¡Eva!", grité de vuelta.
Mientras tanto, en el living del apartamento, la Domi hacía esfuerzos por calmar a Jack.
—Dijimos que íbamos a lanzar al aire una moneda y lo hicimos. Si usted perdió, perdió. En la vida hay que saber perder, como dice la señora Eulogia, ¿me oye?
—¡Déjame ver la moneda! —gritó Jack, descompuesto, sospechando malas artes.
—¿Acaso no confía en mí? —preguntó la Domi apretando la moneda en su mano.
—¡No! —vociferó Jack, arrancándole la moneda.
—¿Ves? Razón tenía en no confiar en ti. Esta moneda es igual por las dos caras.
—¡No me diga! ¡Vaya, vaya! Esto sí es casualidad.
Y allá en el Paraíso, Eulogia, convertida en Eva, seguía anotando esta inigualable experiencia en su diario de vida.
SABADO
Querido diario
La nueva criatura lleva una semana acá y es como si hubiera estado un siglo. Se mete en todo. Opina sobre todo. Quiere cambiar el orden de las cosas. Dice que debemos construirnos una vivienda, hablando siempre en plural, "debemos", como si ella y yo tuviéramos que hacer las cosas juntos. ¿Para qué quiero una vivienda? A mí me gusta dormir al aire libre. Pero anoche fue lo peor, lo más extraño, estábamos junto a una fogata —debo reconocer que no es nada tonta, sepa Dios cómo se las ingenió para hacer fuego— y me dijo que entre los dos íbamos a hacer hijos, muchos hijos, para poblar la tierra. Estoy casi segura de que es loca. Hoy en la mañana llegó con una nueva idea, y esta vez, una idea aún más peligrosa: "¿Por qué no comemos del árbol prohibido?", propuso. "¿Estás mal de la cabeza? ¿Quieres morirte?", le pregunté. "¿Y desde cuándo se muere la gente por comer una manzana?", preguntó haciendo bailar esos ojillos como estrellas encendidas que tiene. "Puedes comer de todos los árboles del Paraíso, menos de ese", le dije. Y entonces tomó una flor y me la entre gó. "Toma, Eva" (era la primera vez que me llamaba así y el sonido de mi nombre me gustó).
Por la noche me tendí de cara a las estrellas y la nueva criatura se acostó junto a mí. "No irás a dormir aquí", le dije corriéndome hacia un lado. "¿Y por qué no?", preguntó ella, que tiene una respuesta y una pregunta para todo. "Porque este es mi lugar", le dije. "Por lo mismo", dijo, y se acostó a mi lado. ¿Qué se hace con una criatura así?
Lejos de allí, en el living de su apartamento, Jack tomaba la palabra para decir que Eulogia hacía mucho tiempo que había elegido con quién compartiría su vida: primero se había separado de Roberto, luego se había enamorado de otros hombres y, finalmente, de él. ¿Estaba claro?
—Con don Rober vivió 20 años y tiene hijos. Ahora van a tener nietos, don Jack. Lamento decirle que usted no cabe en esta ecuación —dijo la Domitila.
—La única que no cabe en esta ecuación eres tú, Domitila— le dijo Jack sin perder la calma.
Y EN EL PARAISO, EULOGIA ANOTABA...
Querido diario
La nueva criatura me convenció y entre las dos nos comimos la manzana del árbol prohibido. ¿Qué irá a pasar después?
ILUSTRACION: TERESITA PARERA
Fuente:
REVISTA VANIDADES, ECUADOR, MAYO 09 DEL 2006