Publicado en
febrero 23, 2014
La última cena, skiagrafía (esgrafiado en acrílico sobre papel), 192 x 78 cm.1996
Correspondiente a la edición de Enero de 1998
La obra de Ribadeneira se solaza en un abstracto de carácter lírico.
Por Ines M. Flores. Fotos: King Tolkmitt.
Con una marcada inclinación a las artes, Gino Ribadeneira (Quito, 1958) incursiona en el mundo cultural por el camino de la poesía; después hace teatro, como actor, con algunos grupos de Quito, y es un devora libros que practica obsesivamente la lectura. La pintura viene luego, pero se convierte para él en un rito casi sagrado.
Después de cursar estudios superiores en la Facultad de Pedagogía de la Universidad Católica y ganar el primer premio en el concurso de poesía 1987 organizado por la Facultad de Lingüística y Literatura, se dedica a la actividad docente en algunos colegios privados de Quito. Paralelamente ha comenzado a pintar y llega a la Universidad Central, como oyente de la Facultad de Artes.
La conjunción de literatura y artes plásticas, mientras aprende y enseña al mismo tiempo, consolida una formación que le permite abordar la plástica con un cierto lirismo que deviene en un específico de su pintura.
Comienza a exponer en 1988 en una colectiva de la Casa de la Cultura, y a partir de esa muestra expone anualmente en diversos salones del país, y participa en eventos extranjeros.
Al revisar su obra parece un encadenamiento natural de ciclos que se suceden como si hubieran sido previstos de antemano. Esos cambios obedecen al afán investigativo de Ribadeneira, urgido por la necesidad de saber más y de experimentar.
El guante de jyotir, skiagrafía (esgrafiado en acrílico sobre papel), 70 x 65 cm.1996
Su pintura se inicia con evocaciones de la naturaleza en las más variadas representaciones. El árbol es en ese contexto una presencia reiterativa, como una fuerza mágica de conservación para el equilibrio del mundo. Cuando pasa a los paisajes intimistas, trabajados sobre delgadas planchas de madera, sus fantasías cromáticas se han vinculado con visiones andinas que construye a base de planos superpuestos.
Luego ensaya con la escultura de formato mínimo, mediante un laborioso e inusual acopio de caracoles y conchas, plumas, corales, piedrecitas y alambres; a base de lo cual, morosa y amorosamente crea personajes en escenarios oníricos. Es un ejercicio de paciencia, de habilidad y de imaginación.
Al margen de recetas y fórmulas, Gino Ribadeneira ensaya nuevas relaciones plásticas. Incluye en su pintura figuras zoomórficas, una veces son insectos y animales, y otras, simples garras que al ser invertidas hacia el cielo atrapan lunas y formas circulares. Cuando el artista explora el mundo prehispánico aparecen en su obra las figuras Valdivia con sus hermosos tocados, como imágenes mítico-religiosas que reinvindican su carácter simbólico.
A partir de los años noventa, Gino Rivadeneira recurre a la neofiguración, distorsionando la figura a la manera expresionista. Abandona los caracteres de sus etapas anteriores y explora el abstraccionismo, independizándose casi de toda relación con las imágenes identificables. Trata de visibilizar la energía —ha declarado— en sus ritmos y en sus valores esenciales.
La unidad física de su pintura está constituida por el soporte —papel, cáñamo, lienzo— y sucesivas capas de pigmento, que al engrosarse posibilitan el grafiado. Esta vieja técnica, que nos remite a los retablos coloniales, es retomada por el artista, practicándola con dorados y negros para destacar los contrastes de luz y sombra. Cuidadosos raspados que provocan niveles tactiles en el texturado final, completan el proceso.
El toque de Midas, skiagrafía (esgrafíado en acrílico sobre papel), 68 x 104 cm. 1996
Ribadeneira organiza sus cuadros de diferentes maneras, pero rompiendo con el realismo y manejando muy imaginativamente los valores cromáticos y espaciales. Las sutiles formas que dan consistencia al tema —ligado a la historia, a la magia, a los mitos, a los dioses o a sus demonios interiores— se definen mejor cuando se superponen dos tonos demasiado próximos, y el hecho de utilizar colores complementarios amplía su registro, en delicadas transiciones cromáticas, casi imperceptibles a veces a simple vista.
La concepción de la obra surge en Ribadeneira del color, que para él es el significante que exige su propia sintaxis. Por tanto el espectro cromático se halla al servicio de una idea que se desarrolla con el apoyo de los demás factores de su lenguaje plástico.
Desde 1994, a raíz de un largo viaje de investigación por los Andes Centrales del Perú y Bolivia, inducido por una necesidad de innovar, de "meterse más con los materiales", trabaja con una técnica que él llama skiagrafía, a base de acrílicos y otros elementos de su "cocina" artística, cuyo efecto se traduce en espacios pastosos a veces, o untuosostersos y lisos, o marcados por un raspador u otros instrumentos similares.
Para Gino Ribadeneira, la skiagrafía es "un poco alquimia, un poco el cambio de los pinceles por los cuchillos y las uñas para hacer incisiones profundas: pulimentos o aplicaciones de carácter táctil en busca de nuevas calidades mtéricas..."
En su muestra más reciente, abierta en el Club Atheneum del Worl Trade Center de Quito, la obra de Ribadeneira se solaza en un abstracto de carácter lírico, de tonos casi siempre apastelados y delicadas texturas como ramificaciones que recuerdan en ciertos casos la vegetación submarina. Sin embargo, no son extrañas a esta pintura ciertas ligeras insinuasiones de la figura humana, o de otras formas lejanamente reconocibles. Sin embargo, lo que cuenta en la obra de este artista es su visión, que habiendo explorado el entorno real ahora experimenta exitosamente con un universo imaginario en el cual el equilibrio del color y la gratuidad de las formas desempeñan un rol protagónico.
Flor de Isis, skiagrafía (esgrafíado en acrílico sobre papel), 66 x 100 cm. 1996
Cada vez más seguro en cuanto al oficio, más rico de experiencias vitales, más claro en sus conceptos, Gino Ribadeneira ha comenzado una etapa de su trayectoria, mucho más exigente. La crítica, hasta ahora condescendiente con él, va a exigirle cada vez más, precisamente porque ha demostrado que puede dar más.