Publicado en
diciembre 07, 2013
Mi tía Eulogia estaba leyendo un libro que aseguraba que el principal conflicto de las mujeres con sus maridos era la falta de comunicación. Y para remediar ese problema, empezó a comentárselo a Roberto ¡a las tres de la mañana!...
Por Elizabeth Subercaseaux.
Roberto, ¿estás despierto? Escucha esto —la tía Eulogia llevaba una hora pegada a su libro, sentada en la cama—, ¿me estás oyendo? ¡Date vuelta, por el amor de Dios, que esto es importante!, escucha —y leyó—: "El 80 por ciento de las mujeres casadas, de una muestra de 2.400, manifestaron que eran los problemas de comunicación con sus maridos el conflicto que consideraban más grave y pendiente de solución en su vida matrimonial". Comenta algo, por favor.
—¿Qué quieres que comente a estas horas de la noche?
—¡Algo! Lo que sea. Lo que se te venga a la cabeza. Piensa un poco y dime: ¿No te resultan familiares las palabras "comunicación matrimonial".
—No, para serte franco, no me suenan.
—Entonces escucha esto otro —y leyó—: "Indiferentismo, celos, dependencia, manipulación, apropiación posesiva, desconfianza, independentismo, temor, inseguridad...". ¿No te suena a conocido?
—No —dijo Roberto, restregándose los ojos y mirando su reloj.
—A ver, vamos a ver por este lado, escúchame bien, el hecho de que nosotros llevemos casi 20 años de casados y que en el curso de un mes no tengamos nunca más de una conversación de unos cinco minutos, ¿te parece una buena comunicación?
—¡Pero si lo único que te gusta es hablar de las cosas que te hacen falta! —se defendió Roberto.
—No, no es eso, lo que pasa es que no podemos hablar, ni de lo que me hace falta ni de lo que no me hace falta, porque tú estás siempre pegado al televisor viendo ese ridículo juego en donde 11 tarados corren detrás de una pelota y los otros 11 tratan de hacerles zancadillas. Y cada vez que alguno de ellos va a meter la pelota en el arco y después no la mete, yo corro un serio peligro de quedarme viuda. ¿Te parece que es una buena idea poner a la esposa en peligro de enviudar todos los días?
—¿Y qué tiene de malo mirar el fútbol?
—No digo que tenga nada de malo mirarlo, lo que digo es qué no hay por qué mirarlo todos los días, pero, bueno, sigamos, mira lo que dice aquí —y leyó—: "La actitud de indiferencia o el indiferentismo, está muy en alza en la sociedad actual, acaso porque se formula como lo que no es: como independencia, libertad emergente. Tal actitud afecta de forma muy grave la comunicación conyugal". ¿No crees que es algo sobre lo cual valdría la pena reflexionar, Roberto? —preguntó la tía Eulogia ligeramente esperanzada.
—En realidad... puede que sí, puede que no, Eulo.
—Escucha esto —y leyó—: "La comunicación conyugal supone el establecimiento de un juego dialógico entre personas libres, de diferente sexo, articulado mediante clausuras y aperturas, encuentros y despedidas, donaciones y posesiones, lejanías y acercamientos, silencios y atenciones, a través de los cuales un cónyuge hace transparente y traslada al otro su intimidad, a la vez que la intimidad del otro se le entrega. La existencia individual de quienes así se comunican se transforma en coexistencia". ¿Qué te parece?
—¡Eulogia! ¡Por favor! ¡Son las tres de la mañana!
—Sí, pero es que esto es muy importante. No hay horarios adecuados para hablar de algo que se debió estar hablando todos los días del año, ¿me entiendes? O ahora o nunca, Roberto. Escucha esto —y leyó—: "Con la comunicación se cierra el estado de soliloquio-coloquio con uno mismo, y los cónyuges se abren al mundo intersubjetivo, cuyo fundamento reside precisamente en la comunicación. Esto supone un cierto salir de sí, bien para acoger lo que el otro libremente nos dice (escucharle), bien para comunicarle nuestra intimidad (hablarle)". ¿No te parece muy interesante eso de "escucharle" y eso otro de "hablarle"?
—Sí, muy interesante —dijo Roberto, un poco desesperado.
—¿Y sabías que con cada gesto, con cada palabra que sale de los labios de uno de los cónyuges, casi siempre se alcanza al otro, aconteciendo así un encuentro entre ellos? —preguntó la tía, dejando el libro al lado.
—Mmmmm.
—¿No se te ocurre nada más que decir que mmmmm?
—Es que tengo mucho sueño.
—¡Esta no es hora de dormir!
—Pero, cómo no va a ser hora de dormir, Eulogia, mira el reloj, ¿no podríamos dejar esta conversación para mañana?
—Si no fueras el perejiliento que eres, te diría: muy bien, lo dejamos todo para mañana; pero ya sé que mañana, cuando te diga: Roberto, tenemos que hablar, te vas a quedar mirándome como las vacas cuando miran pasar un tren y no vas a escuchar ni una palabra de lo que te diga. Así que ahora o nunca.
—Nunca.
—¿Qué dices? ¿No tienes interés en comunicarte conmigo?
—No, Eulogia, digo, sí tengo. Bueno, ¿qué quieres decirme?
—Es que no se trata de querer decir algo en particular, se trata de otra cosa, de que exista un flujo, no sé si me comprendes, un flujo de palabras que salgan de mi boca y lleguen a tus oídos, que de tus oídos se vayan a tu cerebro y en tu cerebro se procesen y generen una respuesta. ¿Me entiendes, Rober? ¡Una respuesta! Mira, mira lo que dice aquí—tomó el libro y leyó—: "En general, ambos miembros de la relación han de expresar de forma directa y sincera todo lo que sienten". ¿Escuchaste?
—Sí.
—Bueno, ¿podrías explicarme en forma directa y sincera lo que sientes en este momento? —le preguntó, mirándolo.
—Sueño —comentó Roberto.
—¡No puedo creerlo! ¿Eso es lo único? ¿Ves que no tienes remedio? ¿Entiendes lo que quiero decir cuando le digo a mi mamá no aguanto más, estar casada con Roberto es como estar casada con un muro?... Escucha lo que dice a continuación —y leyó—: "Es habitual que en la pareja se den situaciones conflictivas que generen emociones como ansiedad, enfado, tristeza". ¿Cuál de estas emociones sientes tú?
—¿Me las podrías repetir?
La tía Eulogia le clavó una mirada de águila.
—Ansiedad, enfado, tristeza.
—Enfado —dijo Roberto y a la tía se le iluminaron los ojos.
—¡Por fin! ¿Y por qué te sientes enfadado
—Porque son las tres y media de la mañana y sigo despierto.
—Es decir, es un enfado transitorio, externo, con causa conocida, no se trata de un enfado endógeno, ni de algo que no se pueda explicar, ¿verdad, Rober?
—No, nada de eso —dijo Roberto, bostezando largamente y mirando su reloj por enésima vez.
—A ver, sigamos, esto está muy bueno, me gusta este diálogo entre nosotros. ¿Y tristeza? ¿Sientes tristeza de vez en cuando?
—No.
—¿Nunca? ¿Ni siquiera cuando se murió tu mamá?
—Bueno, ahí sí.
—¿Y cómo se manifestaba esa tristeza? ¿Te daban ganas de llorar? ¿Te daba rabia acaso?
—Para. ¿De qué se trata esto? ¿Me estás analizando?
—No, estamos teniendo una conversación, nos estamos comunicando —dijo la tía Eulogia saltando de la cama, corriendo a la cocina, calentando a toda carrera una pizza y subiendo al dormitorio con la pizza, dos platos y dos tenedores—. Toma, comamos.
—¿Pero te volviste loca, Eulogia? Son un cuarto para las cuatro de la mañana. A esta hora no tengo hambre.
—Sí, pero una buena conversación amerita una buena comida, ¿quieres una copita de vino? —y bajó corriendo por la escalera para reaparecer cinco minutos más tarde con dos copas de vino tinto—. Sigamos, mira lo que dice: "Lo más importante es escuchar todo lo que el cónyuge quiera decir, sin interrumpirlo". Y lo que yo quiero decirte en esta noche de Luna llena, saboreando esta copa de vino y comiendo este pedazo de pizza, es que llevamos 20 años sin que hallamos podido tener una conversación sensata, edificante y tranquila sobre lo que significa nuestro matrimonio, si estamos contentos el uno con el otro o queremos otra cosa, si han valido la pena los altos, los bajos, la flaca de la esquina que te perdoné y las rubias que me falta perdonarte, si estamos dispuestos a enmendar errores. Si todavía nos amamos.
—Mira, Eulogia, directo al grano, te quiero más que a mi vida, pero van a ser las cuatro y media de la mañana y con esta comunicación tenemos para otros 20 años, así que, un besito, buenas noches —y apagó la luz, se dio media vuelta y se durmió.
—Este perejiliento no tiene remedio —dijo mi tía en voz baja y se fue a seguir leyendo el libro al escritorio.
ILUSTRACION: MARCY GROSSO
Fuente:
REVISTA VANIDADES, ECUADOR, JUNIO 07 DEL 2005