LA DOMITILA Y SUS 15 MINUTOS DE FAMA
Publicado en
octubre 27, 2013
Mirando la televisión y leyendo los diarios, la Domi se dio cuenta de que en España, cualquier mujer se hacía famosa por cualquier cosa... por casarse, por divorciarse, por escribir un libro, por quitarle el marido a alguien... Y decidió lanzarse. "El Rey está enamorado de mí", le dijo a un periodista.
Por Elizabeth Subercaseaux.
Muchas cosas aprendió la Domitila en su accidentado viaje a España. Que los españoles gastan tantas horas al día frente a una barra comiendo tapas o en un restaurante comiendo fabadas, cocidos y lentejas, como en la oficina. Que el machismo en la respetable Madre patria sigue vivito y coleando (aunque un par de amigas en la península le aseguraron lo contrario), porque los maridos españoles, según la Domi, siguen tan aficionados como antes a que la mujer les "ponga" una buena cena todos los días, se quede en casa mientras ellos se quedan en el bar y les zurza los calcetines. Que hay dos cosas en ese bello país sobre las cuales nadie, ni Dios ni Aznar, ni Antonio Banderas, puede hacer un chiste: la iglesia y el rey Juan Carlos. Que el sonado "destape" tiene más que ver con las palabras y las formas que con un cambio de fondo. Y que los españoles saben vivir muy bien.
De todo cuanto aprendió hubo, sin embargo, un detalle que se le metió entre ceja y ceja, y durante varias semanas no la dejó dormir. Mirando la tele, leyendo los diarios, las revistas del corazón y escuchando la radio, se dio cuenta de que en ese país mediterráneo cualquier mujer se hacía famosa por cualquier cosa. Los programas de televisión estaban atestados de chismes, copuchas, inventos inauditos, verdades terroríficas y "tías" que no habían hecho nada útil en toda su vida, pero eran famosas igual, y la fama les traía el éxito y el dinero para vacaciones en yate por las islas griegas, en Ibiza y Palma de Mallorca. Mirar la televisión en Madrid se convirtió para ella en una experiencia sociológica. No podía creer lo que veía. Los periodistas y los "famosos", a cual peor vestidos, confundidos los unos con los otros, rivalizaban entre sí por ver quién resultaba más ácido y más espectacular. Las historias que se contaban allí eran irrepetibles y grotescas. Casi todas eran expertas en quitarse los maridos y en estar casadas el menor tiempo posible; algunas se declaraban enamoradas hasta la muerte, se casaban un lunes y el lunes de la semana siguiente anunciaban que iban a separarse, porque el marido les había salido sátrapa; otra se declaraba la nueva novia del ex marido de la cantante tal o aparecía la modelo cual con la hija ilegítima del que casi fue su marido y no alcanzó a serlo porque antes de la boda se confesó gay, etc.
La Domi prendía la televisión y se encontraba con Belén, conocida en su casa, que se hizo famosa porque un torero, Jesulín —el famoso era él— la benefició. Otra tal Yolanda dijo que se había metido con un proyecto de cura y ¡zas! saltó a la fama en un suspiro. Rociíto, la hija de Rocío Jurado, se casó con un guardia civil y pasó a la fama porque se divorciaron. Otra, quien lo único importante que había hecho en su vida era ser la hija de otro torero, se hizo famosa vendiendo chismes —casi todos inventados— sobre divorcios, engaños y señoras sorprendidas a media tarde en la cama de la casa de al lado. Otras aparecían medio desnudas y de inmediato saltaban a la fama. Y hasta el conde Lequio, primo del Rey, que vivía del escándalo, era famoso.
Un caballero regordete y medio tuerto se hizo famoso porque inventó que era amante de Melanie Griffith, y cuando el abogado de Melanie lo desmintió y amenazó con sacarle la pepa del alma en un juicio, el tío dijo que, efectivamente, no era verdad, pero la fama no se la quitó nadie y para ese entonces ya estaba escribiendo un libro.
Aquí las están dando, dijo la Domi, admirada con lo que veía. Basta con quitarle el marido a alguien o bañarse desnuda en la Fuente de la Cibeles para saltar a la fama. Pero la Domi tenía sus principios, ella jamás le quitaría el marido a nadie, y ni pensar en bañarse desnuda en la Cibeles. Entonces, ¿qué podía hacer para saltar a la fama? Otra posibilidad era escribir un libro feminista... una escritora amiga de la Duquesa le había dicho que aquello estaba muy de moda, "tú escribes un libro donde pones que todos los hombres son idiotas, que se vive mucho más tranquila con un perro y un libro de filosofía que con un marido y te haces famosa en dos minutos". La Domi era buena para escribir cartas, pero de ahí a un libro, había un largo trecho. Y además las feministas militantes le parecían soporíferas.
Una mañana se miró detenidamente al espejo, se vio los ojos chispeantes, el cabello fino cayéndole sobre la frente, la boca bien abultada y las cejas negras como pintadas a mano. "No estoy nada mal", se dijo y dándole otra vuelta al asunto de hacerse famosa, llegó a la conclusión de que bien valía la pena arriesgarse. Encendió una vez más la televisión y tomó cuidadosa nota de lo que veía allí para imitarlos. Se haría rica en una semana y luego regresaría a las Américas cargada de regalos y con plata para comprarse una casa en Miami, el sueño de su vida. Y fue así como se lanzó "al vacío", como diría ella misma a la salida de la cárcel. Llamó a un periodista de televisión Española y le inventó, sin más ni más, que el Rey se había enamorado de ella.
—Me llamo Domitila, mis amigos me dicen la Domi —le dijo al periodista que la escuchaba atentamente—, trabajo en casa de la Duquesa de Ponce y León, y le repito que el Rey está muy, pero muy enamorado de mí.
—¿Cómo dice? —preguntó el periodista, encendiendo su grabadora, enchufando sus audífonos y tomando nota con la mano libre.
—Lo que ha escuchado —dijo la Domi y repitió su historia. Que ella estaba toda vestida de negro esperando el bus en la Castellana y en eso pasó la comitiva del Rey y al verla, el Rey hizo detener el coche y le ofrendó un piropo, "qué santo ha muerto en el cielo que la Virgen va de luto", y luego la invitó a subir a su auto para llevarla al café Belén, y al día siguiente la invitó a cenar a Casa Lucio, donde ella y el Rey comieron huevos estrellados.
—¿La Reina también iba? —preguntó el periodista.
No, la Reina andaba no sabía la Domi dónde, pero en todo caso ella se sentía muy orgullosa de haberle caído tan bien a un personaje de tantísima alcurnia y buena facha.
Dicho y hecho. Saltó a la fama de inmediato. Los periodistas se agolparon en la casa de la Duquesa, los fotógrafos querían retratarla de frente, de perfil, bajando las escalinatas, en el jardín, en el escritorio de la Duquesa que se hallaba en Portugal, en la cocina, y ella posaba, de medio lado, con la pierna arriba, fumando un puro y haciendo piruetas con el bastón del Duque muerto hace 20 años. Por la tarde de ese día llegó un editor a ofrecerle un contrato para escribir un libro. A la mañana siguiente la entrevistaron de prácticamente todos los medios. Al otro día se encontró con su foto en los diarios y bajo ella titulares que decían cosas espantosas como "Loca de algún país americano pretende que el Rey la ame", "Sinvergüenza descarada ha calumniado a nuestro Monarca", y por la tarde de ese día llegó la policía a tomarla presa. Le preguntaron si ella era de la ETA, si padecía de alguna enfermedad rara, si estaba vinculada a algún grupo terrorista, si era drogadicta, si tenía antecedentes siquiátricos.
—No, no, no, no —respondía la Domi, arrepentida a más no poder de haberse metido en semejante embrollo.
—¿Y se puede saber entonces, para qué usted inventó lo del Rey?
—Para hacerme famosa.
—¡Ah, bueno! Pues, lo ha logrado, de cierta manera, pero su fama sólo la llevará a la cárcel —le anunció un guardia civil, encañonándola con un kalashnikov lleno de balas.
—¿Y qué van a hacer conmigo?
—La vamos a llevar a la cárcel de Caravanchel, y cuando esté seca como pasa, la sacamos —dijo el guardia.
—No sea ridículo. Cómo me va a llevar presa sólo por gastar una broma.
—Mire, señorita, en España se bromea con cualquier cosa, pero al Rey y a la Iglesia no los tocamos, ¿me entiende?
La noticia del arresto de la Domi llegó pronto a la casa de mi tía Eulogia, quien una vez más tomó un avión, esta vez acompañada por Roberto y un abogado, y partió a Madrid a rescatarla.
Tuvieron que pagar una fianza bastante alta, el abogado declaró que la Domi era débil mental, mi tía Eulogia la defendió ante la prensa diciendo que últimamente había estado sometida a un fuerte estrés nervioso por culpa del jamonero de Sevilla, y hasta Roberto dijo que desde que él tenía memoria, la Domitila se metía en líos, y si fuera por él la habría dejado presa de por vida. Lo cierto es que la rescataron justo a tiempo, pues cuando llegaron a liberarla de la cárcel, la Domi estaba a punto de caer en manos de un patibulario, que se la quería "servir", como dijo después.
Todos iban cruzando la calle frente a la cárcel, cuando una viejecilla de 90 años atravesó sin ver un bus que se le iba encima. La Domi se lanzó a salvarla y justo a tiempo cayeron las dos en la cuneta. La vieja resultó ilesa, la Domi se rompió el brazo y al lugar de los hechos llegaron fotógrafos y reporteros, y esa tarde la Domi volvió a salir en la prensa, esta vez convertida en heroína, y dio cinco entrevistas y fue contratada para un anuncio de tiritas "curavil".
Después de esta aventura regresó a su país, habiendo aprendido que en España también es posible saltar a la fama sin la ayuda del Rey.
ILUSTRACION: MARCY GROSSO
Fuente:
REVISTA VANIDADES, ECUADOR, ENERO 22 DEL 2002