Publicado en
septiembre 29, 2013
Por Bettye Strickland.
DURANTE MESES sentí en el maxilar inferior un dolor que parecía de muelas. Como a mis 48 años de edad gozaba de buena salud, creí que se debía al estrés provocado por mi reciente divorcio y por cierta estrechez económica. Pero un día el dolor se hizo tan intenso que decidí acostarme. Tomé el primer ejemplar que había recibido después de volverme a suscribir a Reader's Digest.
Seis años antes, época en la que viajé por todo el mundo en calidad de analista administrativa de la armada de Estados Unidos, dejé que venciera mi suscripción pues pensé que la revista era un lujo del que podía prescindir. En esta ocasión, cuando eché sobre la cama el número de mayo de 1993, se abrió en la página que traía el artículo: "Síntomas poco conocidos de un ataque cardiaco". Me llamó la atención una frase impresa en cursivas: Dolor en la mandíbula inferior. No pasó una hora antes de que el médico de la sala de urgencias de un hospital me administrara tabletas de nitroglicerina.
Cinco días después, un cardiólogo me extrajo un ateroma de la arteria coronaria derecha. Era una de las peores obstrucciones que el médico había visto. "Qué bueno que se atendió usted", me dijo. "Era su única posibilidad de evitar un infarto. Mucha gente ignora que síntomas como los que usted presentó pueden ser una advertencia temprana".
Hoy, ya sin dolor y de regreso en el trabajo, no puedo creer que haya estado tan cerca de sufrir un ataque cardiaco. Yo siempre había considerado que Reader's Digest era lectura de entretenimiento, pero ahora lo considero vital. Y de una cosa estoy segura: ¡Nunca más dejaré que venza mi suscripción!
FOTO: © DAVE HAMBY