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septiembre 01, 2013
Con muchos alicientes, pero sin olvidar el garrote, esta nación comunista crea campeones en serie.
Por Wellington Long (Jefe de corresponsales de la United Press International en Alemania Occidental).
NADIÉ explota el oro olímpico con más eficacia que los alemanes orientales. Con ser la suya una nación de apenas 17 millones de habitantes, se llevaron 40 medallas de oro en la Olimpiada de Montreal, en 1976, mientras que la Unión Soviética conquistó 47 con una población 15 veces mayor, y Estados Unidos, 12 veces más poblado que Alemania Oriental, ganó 34. Y desde entonces no han dejado de demostrar en competiciones internacionales que poseen la máquina deportiva más efectiva de nuestros tiempos.
¿Cómo lo consiguen? Con una mezcla de motivación, investigación, apoyo material generoso y entrenamiento, entrenamiento y más entrenamiento.
Los deportes y la política marchan siempre de la mano en Alemania Oriental, país que estima sus victorias atléticas porque "prueban" la superioridad del sistema comunista. En 1952 se inauguró en Leipzig la Universidad de Cultura Física. Hoy, 8000 personas egresadas de dicha universidad forman una red de maestros, entrenadores y médicos especialistas que cubren el país y, adiestran a los jóvenes prometedores siempre atentos a descubrir cualquier valor nuevo. "La única manera de triunfar en los deportes", señala el profesor Kurt Tittel, decano de la Facultad de Medicina Deportiva de la universidad, "es la dedicación a largo plazo y la formación de atletas de alto rendimiento, empezando desde los seis o siete años".
Escogen a los mejor dotados por medio de competiciones cada vez más difíciles a nivel escolar, local y regional, que culminan cada dos años en las gigantescas espartaquiadas nacionales. Astutamente dirigidos, estos juegos pretenden proporcionar a los atletas la máxima gloria y crear en el público un gran efecto propagandístico. La de julio de 1977 duró una semana y en ella participaron 30.000 deportistas en el triple de pruebas que las normalmente establecidas para las olimpiadas.
Si descubren algún valor de 12 o 13 años de edad, el candidato o candidata pasa generalmente de la escuela de la comunidad a una deportiva, de las que hay unas 20 con un total de 2000 discípulos. Allí todo es gratuito, aunque haya que trasladar a la familia a un lugar cercano a la institución y conseguirle nuevo empleo al padre. A cambio sólo exigen al atleta un entrenamiento concienzudo, calificaciones no inferiores al promedio y una actividad política entusiasta. Estos colegios selectos son la clave del progreso en Alemania Oriental. Cualquier alumno tiene garantizada, si responde, una educación de primera, una plaza en la universidad o un puesto en el oficio de su elección y, si triunfa en las competiciones, seguridad para toda la vida.
Existen además unos 30 clubes deportivos de "alto rendimiento" (con aproximadamente 9000 afiliados), auspiciados por el Estado y exclusivos para la preparación de campeones en potencia. Están también las asociaciones deportivas de las fábricas, muy valiosas para aprovechar valores tardíos tales como levantadores de pesas y lanzadores de disco y jabalina. Merced a una disposición oficial de 1958, los empleados gozan de tiempo libre, pagado, para entrenar y competir; por eso han prosperado tanto dichas asociaciones, cuyos socios suman unos 90.000. Además, los clubes del Ejército y de las fuerzas de seguridad tienen unos 500.000 afiliados. Visité recientemente en Berlín Oriental el Colegio Deportivo Ernst Grube, un instituto politécnico como cualquier otro, explicó su director el Dr. Wolfgang Helfrich, salvo por el énfasis puesto en el deporte y por sus bien equipados laboratorios de ciencias naturales y biblioteca. Los 380 alumnos entrenan dos o tres horas diarias —salvo los domingos— en el cercano Club Deportivo de Berlín. Cerrado al público, el establecimiento emplea 32 instructores de tiempo completo, que se encargan de los entrenamientos para los torneos de atletismo, tenis, natación, clavados, ciclismo, levantamiento de pesas, patinaje de velocidad y artístico, etcétera.
Al recorrer las amplias instalaciones, me llamaron mucho la atención la variedad y complejidad de su equipo. Un local de 140 metros de largo, con calefacción, permite a los corredores entrenar en cualquier época del año. Hay una pista de hielo de tamaño profesional y un salón de boxeo donde practican simultáneamente 50 muchachos. Varios jugadores de voleibol y balonmano gritaban y jadeaban en una sala enorme. En el gimnasio los atletas saltaban sobre un trampolín especial empotrado en el suelo y protegido con espuma de caucho, mientras, en un rincón, algunos entrenadores y sus discípulos se apiñaban en torno de los aparatos de video de repetición inmediata.
Respalda a los entrenadores un grupo de médicos, sicólogos, especialistas en dietética y fisioterapeutas, provistos de electrocardiógrafos, medidores de energía, tonificadores de músculos por ultrasonido, un departamento de rayos X y una farmacia bien abastecida. "Rodeamos a nuestros mejores atletas con un equipo de peritos igual al que usan los norteamericanos con sus astronautas", observa el profesor Tittel.
En la Universidad Deportiva de Leipzig, un tablero de anuncios reserva un espacio para críticas de estudiantes respecto de las deficiencias en el esfuerzo y en la actitud de sus condiscípulos. Hay incluso respuestas de los aludidos. Presiones como esta desempeñan un papel valioso en la "producción" de estrellas deportivas en Alemania Oriental.
Una ex alumna de los colegios mencionados es Kornelia Ender, la poderosa nadadora que conquistó cuatro medallas de oro en Montreal. En 1976 abandonó la natación activa para estudiar gratuitamente la carrera de medicina, lo que a su juicio resultó ser un buen negocio para el Estado: "Le di mucho con las cuatro medallas; ahora contribuiré como pediatra".
Otro ex alumno es Wolfgang Thüne, delgado y bien parecido, ocho veces campeón nacional en gimnasia y uno de los pocos grandes atletas de Alemania Oriental que ha escapado a Occidente. Comenzó participando en la gimnasia escolar cuando cursaba el tercer grado; a los 13 años participó en la espartaquiada nacional y luego pasó a la escuela deportiva de Bad Blankenburg. Su primer título nacional, en 1967, cuando tenía 17 años, le valió la designación al "cuadro A" —los atletas que se preparan para competir en las olimpiadas— y la proposición de incorporarse al Ejército y utilizar las instalaciones de la escuela de este en Potsdam.
Si el adiestramiento militar fue insignificante, el atlético resultó agotador. Los entrenamientos comenzaban a las 7 de la mañana y duraban hasta seis horas en dos sesiones. A algunos les prescribían esteroides anabólicos —derivados de hormonas masculinas— para crear tejido muscular adicional, determinando las dosis a la luz de las investigaciones que los médicos deportivos del país han estado haciendo silenciosamente. Siempre estaba a la mano la mejor atención médica.
A medida que acumulaba medallas, Thüne fue ascendiendo de soldado raso a primer teniente. Recibió permiso para casarse y le proporcionaron un apartamento escogido, con alquiler bajo. Ganó elogios y popularidad y, tras actuaciones particularmente buenas, le pasaban disimuladamente de 6000 hasta 12.000 marcos.
¿Por qué desertó? Thüne me dijo que por las rígidas "metas de producción" que establecía la Federación de Gimnasia y Deportes de Alemania Oriental. Cuando sus gimnastas apenas lograron superar a los checos por una medalla de bronce en la Olimpiada de 1968, los alemanes orientales iniciaron rápidamente una investigación y, para asegurar el éxito futuro, establecieron ejercicios más difíciles. Elevaron nuevamente las metas luego de una derrota inesperada en la competición mundial de gimnasia de 1974. Mientras que los nuevos ejercicios redundaban en buenos resultados, aumentaban enormemente los peligros de lesiones al exigir demasiado de algunas partes vulnerables del organismo, como las articulaciones. Thüne mismo se lesionó por segunda vez un tobillo al tratar de mantenerse al corriente con los ejercicios. Tuvieron que inyectarle calmantes para que pudiera competir en los campeonatos europeos de 1975 en Berna (Suiza). Quedó en decimoctavo lugar.
En tales circunstancias, creyendo que la Federación de Gimnasia y Deportes estaba a punto de retirarlo de las competiciones, Thüne llegó a la conclusión de que necesitaba decidir su futuro por sí mismo. El agotador programa de la Federación había arruinado incluso su matrimonio: mientras entrenaba para las pruebas más importantes le permitían visitar a su esposa sólo cada 15 días. De esa manera, sin tener nada que lo retuviese, abandonó el hotel de Berna. Dos años después justificó su fe en la determinación que había tomado, pues ganó el campeonato de gimnasia de Alemania Occidental.
Otro alemán oriental que huyó al Oeste es el Dr. Alois Mader, de 43 años, médico apuesto y con aspecto de erudito, que perteneció al Club Deportivo S. C. Chemie, de Halle, de 1000 socios. Mader y otros diez facultativos, cinco técnicos sanitarios y varios ayudantes de laboratorio e investigación, probaban el potencial biológico de las personas a su cargo y luego establecían programas para su desarrollo. Los nadadores del cuadro A del club, entre los que en un tiempo figuraron Korrielia Ender y otros tres campeones mundiales, nadaban hasta 3000 kilómetros por año y complementaban eso con ejercicios agotadores para el desarrollo de la musculatura.
Una de las especialidades de Mader era los equipos de remeros. Los técnicos no sólo analizaban minuciosamente el diseño de los cascos y de los remos, sino también la potencia que cada individuo necesita para lograr un tiempo ganador. Al realizar pruebas con atletas conectados a instrumentos de medición, los médicos descubrieron la tendencia del ácido láctico a aumentar rápidamente en la sangre del remero, causando fatiga prematura. Tras nuevos experimentos descubrieron que era posible reducir dicha acumulación suministrando vitamina B y cambiando la musculatura del remero.
Todas las dotaciones en entrenamiento recibieron instrucciones de remar hasta 12.000 kilómetros anuales —en golpes ininterrumpidos y a largas distancias, en lugar de los acostumbrados arranques veloces—para alterar la textura de la fibra muscular y darle una mayor cantidad de oxígeno. Resultado: en Montreal los remeros de Alemania Oriental lograron cinco de las ocho medallas de oro; las mujeres, cuatro de seis.
¿Hasta cuándo continuará avanzando este monstruo deportivo de Alemania Oriental? "Con las infraestructuras de entrenamiento ahora establecidas", dice un experimentado entrenador de Alemania Occidental, "pueden seguir fabricando campeones mientras quieran persistir en el esfuerzo. Su cadena de producción resulta casi infalible".