GUSTAVO ORCÉS, DE LA ESPECIE DE LOS SABIOS
Publicado en
agosto 19, 2013
Correspondiente a la edición de Febrero de 1994
Texto: Rodrigo Villacís Molina, Fotos: Judy de Bustamante.
En el Ecuador es el zoólogo por antonomasia, un sabio autodidacto que ha dado clases en las tres universidades tradicionales de la capital por casi medio siglo. Gustavo Orcés (Quito, 1903) vive ahora, a sus 90 años cumplidos, en un hogar para ancianos donde se aburre "de lo lindo", dice, porque no le gusta estar "entre viejos". Pero todos los miércoles le traen a la Politécnica; allí conversa con algunos profesores y alumnos, y se toma un café con ellos, aunque se queja de que "ya no me hacen mucho caso". Después de una breve charla de presentación, que revela su lucidez, le pregunto:
—¿Cómo se siente usted?
— Estoy comenzando a quedarme sordo y también se me ha reducido la visión, por una catarata; no puedo ver a más de 30 metros y tampoco puedo leer. Pero a mi edad, yo creo que tengo ese derecho. Solo me queda recordar...
— ¿Qué recuerda de los primeros años de su vida?
— ¿Es pertinente eso? Porque a mí siempre me preguntan sobre animales...
— ¿Quizás después, qué le parece?
— Bueno, como usted quiera. Nací en una familia de agricultores y ganaderos. Perdí a mi madre cuando ella era todavía muy joven y yo no contaba sino seis o siete años; así es que me crié con mi abuela materna, que se horrorizaba por los bichos que yo metía en la casa. No sé de dónde me vino esa afición; pero tal vez sea por el lado de mi padre que era de ascendencia italiana, del norte de la península. A lo mejor por ahí hubo algún investigador, del cual yo habría sacado eso.
— ¿Sus antepasados fueron inmigrantes adinerados?
— No lo creo, porque en mi casa todo era de mi madre, de apellido Villagómez, se llamaba Luisa Villagómez. Mi padre no tenía nada, y se contentaba con ser buenmozo y mujeriego. Hasta qué mi madre no le aguantó y le puso en la calle. Pero al morir ella, él reclamó la herencia y además la administración de la hacienda que yo heredé, y que me entregó cuando cumplí los 21 años.
—¿La conserva?
— ¡Que va! No supe administrarla bien, porque siempre he sido negado para esas cosas, y tuve que venderla a la señora Laura Cajiao, porque, además, dí tantas garantías a los amigos, que sus acreedores me iban a rematar la hacienda. Estaba tasada en 180 mil sucres, y yo tenía que responder por casi la mitad de esa suma.
— ¿De qué años estamos hablando?
— Del 29 y del 30, los de la crisis mundial. Cuando me acuerdo de eso me río de la crisis actual. ¡Eso sí fue terrible! Al revés de lo que ocurre ahora: las cosas no valían nada pero el dinero escaseaba en absoluto, tanto que los bancos se vieron obligados a cerrar las operaciones.
— ¿Cómo fueron sus comienzos en la zoología?
—Yo no sabía leer todavía y ya andaba comprando libritos de animales, y rogando que me los leyeran.
—¿En dónde estudió usted?
— Primero en la escuela del doctor Borja y después con los jesuitas en el San Gabriel. Luego me dediqué a estudiar la zoología por mi cuenta; pero aquí no existían libros sobre la materia. Felizmente un amigo me avisó que en el ministerio donde él trabajaba había una obra de Chapman sobre La distribución de las aves en el Ecuador; yo conseguí que me la prestaran y, lo que se dice, me la bebí. Ahí me enteré también del pasado de la zoología en el país, porque tiene un capítulo final sobre ese tema. Habla de las investigaciones hechas aquí, todas por extranjeros.
— ¿En ese caso, usted sería el primer zoólogo ecuatoriano?
— Un guayaquileño del siglo pasado, creo que es Francisco Campos, había hecho una colección de animales del Ecuador, que vendió en España. El sería el primero.
— ¿Hizo usted estudios formales de Zoología?
— No, nunca estuve como estudiante en una universidad; pero como profesor he estado en tres. Durante 40 años en la Central, en la Politécnica cerca de 50 y unos pocos años en la Católica.
— ¿Cómo accedió a la cátedra?
— Una vez que vendí la hacienda no sabía qué hacer; además nunca me gustó la agricultura, y no tenía ningún otro trabajo. Entonces me encontró un señor que conocía mi pasión por el estudio de los animales, y me preguntó si me gustaría dar clases de Zoología, porque estaban buscando un profesor para el Instituto Superior de Pedagogía y Letras, que se convirtió después en Facultad. Yo le dije que sí, sin saber que, de una manera tan casual, estaba eligiendo mi destino.
— ¿No era necesario, entonces, un título académico?
— Sí era necesario, pero a mí solo me pidieron que hiciera una monografía, y yo escribí sobre los peces marinos del Ecuador. Con eso me autorizaron a dar clases, porque no existía nigún zoólogo en el Ecuador, y habían estado encargando la materia a los médicos. Desde luego, cuando me hice cargo de la cátedra pasé unos apuros tremendos, por falta de bibliografía; pero me defendía basándome en mis propias investigaciones, y comencé a leer a los científicos extranjeros en otros idiomas.
— ¿Era esto aplicable a...?
— Adapté lo que leía a la fauna ecuatoriana, y desarrollé una metodología de investigación adecuada a nuestra realidad.
— ¿Qué idiomas habla, a más del español?
— Hablar no, porque tiendo a pronunciar como se escribe. Pero traduzco muy bien el inglés y el francés y comencé también con el alemán, aunque no avancé mucho.
— ¿Qué ha publicado?
— El doctor Luis Albuja, ex-alumno en la Politécnica, ha preparado recientemente una lista de mis publicaciones, de 1935 al 89, más bien breves desde luego, porque, salvo dos libros de carácter didáctico, son informes científicos. Comprende alrededor de treinta títulos, especialmente descripciones de especies nuevas para la ciencia, algunas en colaboración con otros investigadores.
— ¿Qué especies?
— Peces, aves, ofidios, mamíferos, cánidos, quelonios...
— Los zoólogos suelen especializarse en una o dos especies, cuando más...
— En eso no me parezco a mis colegas; quizás he sido más curioso, y a veces unas especies me han llevado a otras.
— Entiendo que el científico que describe una especie nueva puede bautizarla con su nombre...
— Bueno, más bien los colegas han bautizado con mi nombre algunas especies nuevas descritas por ellós, como el pez Hemibrycon orcesi, el loro Pyrrura orcesi, el murciélago Lonchophylla orcesi, la lagartija Ameiva orcesi, la serpiente coral Micrurus steindachneri orcesi y otras.
— ¿Ha recibido algún reconocimiento por sus investigaciones científicas?
— En 1983, el gobierno del Ecuador me condecoró con la Orden Nacional al Mérito en el grado de Oficial, y en 1991 me entregó la Placa de Oro Honorato Vásquez; Francia y Estados Unidos, a su vez, me honraron con sendas invitaciones, al Museo del Hombre y al Smithsonian. Pero lo mejor es que me han calificado como el maestro de todos los maestros de zoología del país; lo cual alegra mi prolongada vejez.
— ¿A qué atribuye esa longevidad?
— A mi celibato (ríe). Realmente no sé, porque ni siquiera he hecho mucho deporte; sólo un poco de tenis, un poco de remo y, eso sí, la marcha. Caminaba todos los días de cinco a ocho kilómetros, aunque desde chico fui de constitución débil. Pero quizás me ha ayudado bastante mi temperamento tanquilo; nadie le puede decir a usted que me ha visto enojado.
— Ahora cuénteme por qué no se casó.
— Porque para eso sí no he tenido vocación... Claro que me he enamorado unas dos o tres veces; mas de ahí no he pasado. ¡La mujer es una especie muy compleja...!
— ¿Qué piensa usted, como zoólogo, del ser humano?
— Es una de las ciento y pico de especies de monos que hay; "el mono desnudo" le llama Desmond Morris.
— ¿La mejor, por lo menos?
— Por su inteligencia sí, pero moralmente no sé...
— ¿Cree usted que el hombre está dotado de un alma que le hace superior?
— Sí, yo no practico ninguna religión, pero no soy ateo; porque pensar en el ser humano sin un Creador, sería como pensar en un reloj sin relojero. Tenemos mecanismos tan delicados que es absurdo atribuirlos a la casualidad o a un proceso de adaptación.
— ¿Qué piensa de la muerte?
— No sé, pero me temo que sea definitiva. Sin embargo no estoy seguro y tengo la esperanza de que haya un más allá; me he portado más o menos bien y espero una recompensa. Pero aunque estoy hecho una lástima, me empeño en seguir viviendo.
— ¿Qué es lo mejor que ha hecho?
— Enseñar.
— ¿Y lo peor?
— Las garantías, pues.
— ¿Cuándo dejó de dictar clases?
— Hace unos seis u ocho años.
— ¿Se jubiló?
— Sí y no, porque todavía no saco la jubilación especial que da la Universidad Central. De la Politécnica sí, pero no es más de 40 mil sucres mensuales. Felizmente como no había tocado nunca mis fondos de reserva, me resultaron unos 11 millones de sucres, que. la Judy de Bustamante, mujer de uno de mis sobrinos, me ha puesto a intereses o no se qué. Pero la gringa maneja esa plata desde que hace dos o tres años cuando me operaron del cerebro y yo no podía administrar mis bienes. Ahora ya puedo y sin embargo no me devuelve; dice que yo despilfarro y cuando necesito no tengo. Ella paga mis cuentas y me compra hasta la ropa. ¡Imagínese! Esto sólo porque una vez descubrió que yo estaba debiendo a todo el mundo... Pero como soy ocioso, le dejo no más. ¡Qué voy a estar peleando!
— ¿Dice que es ocioso?
— Terriblemene ocioso, no me gusta trabajar; nunca me ha gustado.
— ¿Entonces, cree usted que no ha empleado bien su tiempo?
— No, y eso va a ser un problema si tengo que rendir cuentas cuando muera.
— ¿En qué se entretiene ahora?
— Estoy fregado, porque ya no puedo leer, y a pesar de esta lupa que ando a llevar debo pedirle a una de las enfermeras que me atienden que me lea algo que me interesa. Y como estoy quedándome sordo no puedo oír ni la radio. La música nunca me ha interesado, debido a que no nací con buen oído para eso. Figúrese que para bailar, cuando joven, tenía que preguntar qué estaban tocando, si un pasillo, un valse, un bolero o qué, para según eso mover los pies.
— ¿Qué es lo que ahora le da más satisfacción?
— Encontrarme con mis antiguos alumnos.
— ¿Y lo que más admira en la especie humana?
— El sentido del humor, que me parece esencial para sobrellevar la vida.
— ¿Y cuáles son, a estas alturas, sus bienes materiales más preciados?
— Mis libros. Tengo 2 mil o 3 mil volúmenes, la mayor parte en la Politécnica. Pero no más de mil son de Zoología; el resto incluye otros temas, y hay muchas novelas, sobre todo de detectives, que me gustaban mucho.
— Vine a entrevistar a un científico, pero no estoy seguro de...
— Más importante que el científico es el hombre. Eso es lo que me ha enseñado mi larguísima vida.
PUBLICACIONES DEL PROFESOR GUSTAVO ORCÉS
√ 1935. Orcés G. y Carrillo: Zoología. Texto para la segunda enseñanza.
√ 1942. Orcés G. Los ofidios venenosos del Ecuador.
√ 1944. Orcés G. Notas acerca de algunas aves ecuatorianas.
√ 1944. Orcés G. Notas sobre la distribución geográfica de algunas aves neotropicales del Ecuador y noroeste del Perú.
√ 1944. Orcés G. Sobre la existencia al norte del Amazonas de los géneros Atelocynus y Grammogale.
√ 1944. Orcés G. Capítulos sobre fauna de vertebrados de Esmeraldas.
√ 1945. Orcés G. Fauna de la provincia de Manabí.
√ 1947. Orcés G. Los cánidos del Ecuador.
√ 1948. Orcés G. Notas sobre los ofidios venenosos del Ecuador.
√ 1950. Orcés G. Sobre una colección de peces marinos obtenida en el noroeste del Ecuador.
√ 1951. Orcés G. Sobre una colección de peces marinos obtenida en el Noroeste del Ecuador (II).
√ 1953. Orcés G. Observaciones sobre los Elasmobranquios del Ecuador.
√ 1956. Orcés G. y Peters J. The third leaf nosed species of the lizard Genus Anolis from South America.
√ 1959. Orcés G. Nombres vulgares y su equivalente científico de Peces Marinos de la costa del Ecuador.
√ 1959. Orcés G. Peces Marinos del Ecuador que se conservan en las colecciones de Quito.
√ 1960. Orcés G. Peces ecuatorianos de la familia Gallichthydae , con la descripción de una especie nueva.
√ 1960. Orcés G. Sobre algunos peces colectados en el sistema del río Santiago, Ecuador occidental.
√ 1961. Orcés G. Hallazgo de los peces de los géneros Xiliphius y Hoplomyzon en el sistema del Amazonas.
√ 1962. Orcés G. Dos nuevos peces del género Xyliphius.
√ 1964. Orcés G. y Peters J. Leptophis cupreus Cope.
√ 1972. Orcés G., Norton D. y Sulter E. Notes on rare and previously unreported birds from Ecuador.
√ 1974. Orcés G. Acerca de la distribución de algunas aves ecuatorianas.
√ 1976. Orcés G., Glodek G. y Whitmire G. Rhinodoras boehlkei, new catfiches form eastern Ecuador.
√ 1976-77. Orcés G. Contribuciones al conocimiento de los peces del Ecuador, especies de la subfamilia Sorubiminae.
√ 1986. Orcés G. y Albuja L. Nueva especie de Armadillo Cabassous.: Dasypodidae, para el Ecuador y nuevos registros de armadillo gigante.
√ 1987. Orcés G. y Almendáriz A. Sistemática y distribución de la subfamilia Dipsianae del grupo Oreas.
√ 1989. Orcés G. y Almendáriz A. Sistemática y distribución de las serpientes Dipsadinae del grupo Oreas
√ 1989. Orcés G. y Almendáriz A. Presencia en el Ecuador de los Colúbridos del género Sibynomorphus.
√ 1989. Orcés G. y Almendáriz A. Acerca de la Sistemática de Spilotes Megalolepis Ghunther.
√ 1989. Orcés G. y Almendáriz A. Contribución al conocimiento de la distribucion geográfica de los Quelonios del Ecuador occidental.