Y, AL FIN, ¿CUÁNDO SERÁ EL FIN DEL MUNDO?
Publicado en
junio 09, 2013
Miguel Angel pintó "El Juicio Final" en la capilla Sixtina del Vaticano.
Reportaje, Agencia EFE.
Los últimos sucesos de California -revueltas civiles, grandes incendios, terremotos y pretendido mesías- han hecho pensar a mucha gente que el fin del mundo está cerca.
El terremoto de Los Angeles del 17 de enero -6,6 grados en la escala de Richter- fue el más violento de los últimos 20 años. Pero no ha sido el definitivo, el que han predicho los científicos y al que se le da el nombre de "The Big One". Peter W. Mitchell, un lector de la revista "Time", de Oceanside (California, EEUU), hizo la frase de la semana cuando, sin saberlo, escribió en su carta al director: "El terremoto ha sido un aviso cariñoso de la Madre Naturaleza de que California no está todavía preparada para el fin del mundo".
Las creencias populares siguen asociando el fin del mundo bíblico con aquellos sucesos trágicos que superan nuestras garantías de protección. En esta ocasión, han sido las tragedias que azotaron California a lo largo de diecinueve meses: la peor revuelta callejera de la historia de Estados Unidos, la terrible combinación de sequía e inundaciones, los devastadores incendios del pasado otoño y el terremoto de enero último.
LOS SIGNOS DEL FIN DEL MUNDO
Otras señales tradicionalmente claras del fin del mundo, según quienes lo anuncian, son los falsos profetas, el anticristo y el estado de guerra generalizado. El año pasado fueron protagonistas y estrellas de todos los medios de comunicación dos mesías fanáticos y suicidas en dos puntos geográficos muy distantes entre sí.
El primero fue David Koresh, quien organizó su particular profecía del fin del mundo con muchos muertos, su propio suicidio y el de muchos de sus seguidores en Waco (Texas, EEUU). El segundo, Marina Tsvigyn, anunció en Kiev (Ucrania) su inmolación con otros 150.000 miembros de su secta en un fin del mundo que finalmente desbarató la policía.
También está presente el estado de guerra generalizado, el crimen organizado, la caída del comunismo (identificado con el anticristo por algunos religiosos), las crisis de las organizaciones políticas y sindicales en toda Europa y, por si fuera poco, la desorientación moral denunciada por el Papa, como el caso de la equiparación jurídica de las parejas homosexuales con fines de matrimonio y adopción de hijos.
Pero si el fin del mundo no ha llegado ahora, cuando tantas señales aparecen en California y en otras partes del mundo, ¿cuándo llegará? La lectura del Apocalipsis, con sus alegorías de los cuatro caballos, el sonido de las siete trompetas, la efusión de las siete copas, así como el resto de sus símbolos, dan materia suficiente a muchos para interpretar el fin de los tiempos, como así ha sucedido, a la par que el retorno de Jesucristo y su reinado temporal durante mil años.
LA TEORIA DEL MILENIO
A partir de la expresión bíblica de que "un día es para el Señor como mil años y como un día", se hizo la analogía de la historia del hombre con la creación. Los seis días de creación se traducen en 6.000 años de era del hombre y el descanso del séptimo corresponde a los mil años de gobierno de Cristo.
La cronología se construye así: 2.000 años desde la creación hasta Abraham; 2.000 años de Abraham a Cristo y otros 2.000 años desde Jesús al fin de los tiempos y segunda venida del Mesías. De ahí que una mayoría de intérpretes modernos del fin del mundo lo sitúen en torno a este fin de siglo, unos años antes o después, de acuerdo con los ajustes cronológicos correspondientes al nacimiento de Cristo o a su muerte.
Esta teoría del Milenio está ya en los primeros padres de la Iglesia, como Ireneo (115-254) y Justino (hacia el 100-165), aunque ya Orígenes, en el siglo III, afirmó que el reinado de Cristo no estaría en el tiempo y en el espacio, sino en las almas.
Agustín de Hipona (354-430), en su libro La ciudad de Dios, afirma que el Apocalipsis es una alegoría espiritual y, por tanto, el Milenio como período de Cristo gobernante ya se estaba produciendo en la vida de la Iglesia, por lo que no había lugar a calcular la fecha del fin del mundo.
Finalmente, la teoría católica hace tiempo que dejó de especular sobre la segunda venida de Cristo y la fecha del fin del mundo como realidades en un tiempo concreto, aunque no las ha negado ni prohíbe la especulación sobre ellas.
Desde hace tiempo los católicos predican la venida de Cristo como algo personal; su reinado se realiza sobre las personas y sobre sus obras de forma inmediata y la espera se realiza constantemente y en un tiempo litúrgico: el adviento. En cuanto al fin del mundo, prefieren tratar del fin de cada persona, que llega con el tránsito a la otra vida (muerte) y su juicio personal ante Dios Padre.
LOS OTROS INTERPRETES
Hacia el final del primer milenio de nuestra era surgieron muchos maestros que proclamaban la inminencia del fin del mundo. Muchas personas vendieron sus pertenencias y emigraron a Jerusalén a esperar a Jesucristo. Durante la peste que azotó a Europa entre 1348 y 1352, los profetas dijeron que el retorno de Jesucristo ocurriría en 10 años.
John Wiclef, reformador del siglo XVI, dijo que la Iglesia católica era la "abominación de la desolación", predicha por el profeta Daniel para el fin del mundo. Martín Lutero (1483-1546) creía que el fin del mundo debería llegar tras el enfrentamiento de los turcos y el Papa.
John Wesley, fundador de los metodistas, dijo que el fin del mundo vendría en 1836. Los bautistas, por su parte, señalaron para ello a 1830, y después a 1847.
Otro profeta moderno, el agricultor de Nueva Inglaterra William Miller, basándose en Daniel, 8:14 ("Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas..."), calculó el fin del mundo entre 1843 y 1844.
Finalmente, se ajustó el evento para el 22 de octubre de 1844 y, al no ocurrir, Miller y sus seguidores determinaron que en dicha fecha Jesucristo había empezado a purificar el "santuario celestial", con lo que nació en aquel día el movimiento adventista contemporáneo.
Charles Taze Russell, ideólogo y fundador de la "Watchtower Bible and Tract Society", institución más conocida como los "Testigos de Jehová", dijo que Jesucristo regresaría a la Tierra en 1847 e iniciaría su reino visible en 1914. Los Testigos de Jehová dicen hoy que la venida de "un nuevo mundo pacífico y seguro prometido por el Creador (esto es, el Milenio) llegará antes de que pase la generación que vio los acontecimientos de 1914".
Otra importante figura del siglo XX es Ciro Scofield, que publicó su Biblia Anotada en 1909 y que escribe en ella, entre los textos originales, sus interpretaciones, entre las que destacan las del fin del mundo. Gog, una figura del anticristo que aparece en el capítulo 38 de Ezequiel, se realiza en la Rusia soviética; el retorno de los judíos a Palestina está próximo, todo lo cual se ha ido cumpliendo. Esta nueva doctrina, llamada "dispensacionalismo" constituye la base de los actuales cristianos evangélicos.
EL FIN A FINALES DEL SIGLO XX
Edgar C. Whisenant publicó en 1988 "Las 88 razones por las que el fin del mundo ocurrirá en 1988". Al fallarle los cálculos, rectificó sus razones para 1989. Un libro publicado en Georgia (EEUU) fijó como fecha del fin del mundo el 8 de octubre de 1992 a las 12,55 p.m.
Un profeta coreano aseguró que ocurriría la medianoche del 20 o 21 de octubre de 1992, y 20.000 cristianos de Corea del Sur se ausentaron aquel día de la escuela o dejaron el trabajo para acudir a la llegada del Señor.
En la primavera de 1993, David Koresh, profeta de la secta de los "divinianos" en Waco, intentó su particular fin del mundo, armado hasta los dientes, enfrentándose a la policía y muriendo con muchos de sus adeptos en la creencia firme que había llegado la hora de Dios.
En Kiev (Ucrania), el matrimonio formado por Marina Tsvingyn y Yuri Krivonogov al mando de la secta religiosa La Blanca Hermandad, anunció que el fin del mundo ocurriría el 24 de noviembre de 1993. Sus acólitos empezaron la cuenta atrás de su día del juicio, conducidos por la cabeza visible de la secta, que aumentó las expectativas por la promesa de ser crucificada ella misma en Kiev, aunque finalmente la trompeta del juicio final no sonó.
Las iglesias más significativas y con mayor soporte teológico no especulan con las fechas del fin. Recomiendan las palabras de Mateo en la parábola de las vírgenes necias y las vírgenes prudentes: "Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el hijo del Hombre ha de venir".