Publicado en
junio 02, 2013
La abundancia de colores, texturas y aromas, tanto en la naturaleza como en el mercado al aire libre.
Fotos: Explorer/F. Jalain y Michael Busselle, respectivamente.
Han pasado unos 40 años desde que el diseñador británico Terence Conran, fundador de la popular cadena de tiendas de muebles Habitat, descubrió Francia. Desde entonces ha regresado con frecuencia a ese país, y en la actualidad pasa mucho tiempo en su casa de Provenza. En un libro de reciente publicación, France Ma Douce ("Francia, mi amor"), reunió una asombrosa colección de fotografías que, a su entender, plasman la esencia de esa nación. Espera haber podido captar al menos una pizca del alma francesa, para retribuir de ese modo parte de la deuda especial que tiene con Francia.
Por Terence Conran.
FRANCIA ha sido mi principal fuente de inspiración. Veo en ella un modelo del arte de vivir. Mi primer viaje al extranjero —a Francia, en 1952— me dejó una huella indeleble. El impacto que produjo en mí fue tanto más profundo, cuanto que yo venía de Inglaterra, en donde después de la guerra prevalecían una extremada austeridad y un ambiente de pesimismo. La monotonía, la tristeza y la miseria gravitaban sobre todas las cosas. Francia, en cambio, rebosaba de color, sensualidad y belleza. Un extraño y exótico aroma me envolvió en cuanto desembarqué en el muelle de Calais, aroma que pronto identificaría como una mezcla de los olores del tabaco fuerte y del ajo fresco.
El tiempo parece haberse detenido en esta aldea de los Pirineos.
Foto: Griggs Susan Agency/Adam Woolfitt
En esa época yo era joven e impresionable, por lo que me dejé seducir por la exuberancia de las cosas más sencillas. Nada escapaba de mi atención: ni los danzantes colores y la abundancia gráfica de los mercados, ni la hermosura de las construcciones rurales derruidas, ni la luminosidad o la textura de la campiña.
Los vívidos tonos pastel de la ropa puesta a secar en el balcón hacen juego con el muro del fondo.
Foto: Explorer/G. Sommer
Lo que más me conmovió fue la extraordinaria belleza de las cosas ordinarias. Las frutas y las verduras, apiladas en enormes montículos, constituían maravillosos espectáculos que regalaban la vista aun antes de hacer agua la boca. Las flores, dispuestas en grandes ramos pero con arreglos sencillos, se exhibían en humildes cubos. El más modesto de los cafés me parecía refinado, con sus tazas de porcelana blanca y sus cafeteras metálicas; con sus manteles almidonados y sus pisos de mosaico; con sus mesas de mármol y sus rústicas sillas de madera. Cada nuevo día estaba cargado de promesas, que empezaban a cumplirse cuando me tomaba por las mañanas un fresco croissant (panecillo en forma de media luna) y un tazón de café con leche.
La fachada de una granja en la región vitivinícola de Beaujolais. La piedra amarilla, originaria del lugar, contrasta con la puerta y los postigos de color morado.
Foto: Michael Busselle
De mi deseo de interpretar para otros lo que más admiro de Francia se han derivado muchísimas cosas, entre ellas importantes elementos de mi trabajo de diseñador. Desde aquellas primeras vacaciones que pasé allí, mi estilo de vida se ha transformado. Frecuento más los restaurantes, bebo vino a menudo y los aparadores de mi casa están repletos de platos de estilo campirano francés.
De arriba abajo: Un friso romano en una iglesia de Saint Austremoine (en Puy-de Dóme); una pared de piedra en Aujan-Mournéde , decorada con piedras más pequeñas; un reloj de sol en la abadía de Moissac (en Tarnet-Garonne).
Fotos: (de arriba abajo) Serge Chirol; La Maison de Marie-Claire/Mounico/Vallery Radot; J. P. Dumontier
También he asimilado otro rasgo francés: la facilidad para convertir las cosas más comunes en un verdadero placer.
CONDENSADO DE "TERENCE CONRAN'S FRANCE", CONRAN OCTOPUS 1987, PUBLICADO POR
CONRAN OCTOPUS LTD., DE LONDRES, INGLATERRA.