AYER, RUTA DE GUERRA; HOY, CAMINO DE PAZ
Publicado en
junio 23, 2013
Trabajos de la Vía de la Paz en el monte Vallon Bianco.
Un oficial del Ejército austriaco transforma una antigua ruta militar en un monumento que invita a olvidar el pasado.
Por Inge Santner.
UN DÍA del verano de 1972, de paseo en compañía de su esposa y su hijo por la región de los Alpes Dolomíticos, en la frontera austro-italiana, Walther Schaumann llegó inopinadamente a una ruta militar semioculta por la hierba. Como historiador del Ejército austriaco, sabía que la habían empleado durante la campaña de las Dolomitas, en el conflicto austro-italiano que de 1915 a 1918 cobró cerca de 750.000 vidas. La vereda conducía a varias trincheras cubiertas de maleza, algunos refugios medio derruidos, cavernas de suministros y otros vestigios de tan terrible guerra. Hurgando en una trinchera, encontró una brújula de oficial. Era de plata legítima y tenía fecha de 1914.
Al observar a su hijo correteando entre dos filas de trincheras, y al reconocer en él todo el aire de su propio padre, quien había combatido en esa región y hablado con frecuencia de ello, el historiador se conmovió. "Decidí entonces", recuerda, "convertir esa zona en un monumento que después de tres generaciones invitara a echar al olvido el pasado".
Cuando bajó de Col di Lana, de 2.462 metros de altura, Schaumann, entonces de 49 años, había trazado ya sus planes de suerte que las dos naciones que antes habían combatido por el dominio de esa región disfrutaran ahora de ella. Convertiría los sistemas de transporte militar en veredas y medios de recreo para excursionistas y caminantes. En su intento de curar para siempre las enconadas heridas del lejano conflicto, crearía el museo de guerra más extraordinario de Europa. Sus amigos de la Asociación Alpina Austriaca, en Viena, se escandalizaron. Había unos 450 km de caminos militares, casi todo en ruinas. Un constructor profesional le aconsejó abiertamente olvidar el proyecto: "Necesitarás ayudantes por centenas y, aunque los encontraras, ¿con qué pagarás el equipo? Es un proyecto imposible".
A los compañeros del Ejército les gustó aún menos la idea. "Imagínate lo que harán los italianos", le advirtió alguien, "cuando vean a un oficial austriaco reconstruir instalaciones militares de aquel lado de la frontera. ¡Creerán que maquinas una invasión!"
Por sensatas que fueran las objeciones, Schaumann persistió. Como primera medida, pidió al Ejército licencia sin paga. Luego, para cubrir los gastos iniciales, retiró del banco 100.000 chelines (unos 7.500 dólares), que eran casi todos sus ahorros. Su mujer le dio una caja para guardar el dinero y le sugirió denominarla via della pace ("ruta de la paz"). El nombre pegó. En seguida se pusieron los dos a escribir a centenares de asociaciones alpinas y publicaciones de montañismo, haciendo un llamado a quienes desearan colaborar de balde, pero las esperanzas eran pocas.
Para su sorpresa, docenas de voluntarios contestaron favorablemente desde Austria, Alemania Occidental, Bélgica, Francia y Holanda, entre ellos la sección de jóvenes de los Amigos Vieneses de la Naturaleza y el Grupo Juvenil de la Asociación Alpina Austriaca de Braunau, pueblo natal de Hitler.
Con precisión propia de un militar, Schaumann hizo una lista del equipo que necesitaba y de los posibles donantes austriacos. Después visitó a varios ejecutivos de la industria y la banca, funcionarios del gobierno, constructores y directores de asociaciones militares y de veteranos de guerra.
Para la primavera de 1973 había recibido suficiente dinero y equipo para dar trabajo a los voluntarios durante un buen tiempo. Disponía ya de chaquetas con capucha, una recua y dos vehículos de campo traviesa donados por el mayor fabricante austriaco de automóviles. Le faltaba, en cambio, la cooperación de los italianos... cuando la mayor parte del trabajo caía en territorio ítalo.
Mas el coronel no desistió; mal que bien, pensó, las veredas estaban abiertas a todos. Intervino entonces la fortuna. Cierto día recibió Walther la visita del coronel Raffaele Carlesimo, comandante local de los Alpini, quien, enterado de las actividades de su colega austriaco, anhelaba contribuir en alguna forma. Ni tardo ni perezoso, Schaumann le solicitó permiso para usar como refugio adicional un cuartel italiano abandonado cerca de allí. Pocos días después le anunció Carlesimo:
"Desde hoy es usted el primer comandante austriaco del cuartel Mario Feruglio".
A raíz de esta visita saltó a los periódicos el tema de la via della pace; luego, varios clubes se ofrecieron a colaborar y hasta llovieron voluntarios italianos.
Por cierto, al menos la cuarta parte de los 730 voluntarios que Schaumann ha logrado interesar en el transcurso de los años es italiana; de los demás una tercera parte habla alemán y el resto procede de diversos países europeos. Sus motivaciones, aunque fuertes todas, difieren. Bruno Gallaroti, oriundo de Pieve di Cadore e hijo de un general, explicó: "Para mí esto ha sido un ejercicio de unificación europea". Friedrich Zistler, médico de la policía de Leoben (Austria), explicó que había ido buscando "camaradería a la antigua". Una estudiante marsellesa de sicología dijo haber ingresado porque quería dejarse de palabrerías y hacer realmente algo a favor de la solidaridad internacional.
Independientemente de sus motivos, todos trabajan en turnos de 14 días, sea cargando material por pendientes abruptas, sea partiendo piedra o llenando carretones de basura, pero siempre en el aire ralo de la montaña. Terminado su período de trabajo, los releva otro grupo. Si bien los albergues son por lo general rudimentarios e incómodos, se les sirven a diario tres comidas bastante completas: alubias, salchichas y pastas. Ya han consumido alimentos, equipo y otros suministros por valor de 13 millones de chelines.
Hasta ahora llevan reconstruidos nueve puentes, tres vivaques y dos refugios, y abierta una red de 300 kilómetros de veredas. Recorrí una parte en el monte Vallon Bianco, el Col di Lana, hasta el refugio de Porze, y me pareció bien dispuesto, en armonía con el paisaje y fascinante por su sabor a historia. Para dar con las veredas, pues hay pocos letreros, hace falta un mapa de la campaña de las Dolomitas o una de las guías que Schaumann ha escrito.
Los militares austriacos e italianos, descendientes de los que combatieron entre 1915 y 1918, se han convertido en ayudantes incondicionales de Schaumann. Año tras año, los italianos le proporcionan un médico, dos cocineros y siete arrieros, todos Alpini; y en una ocasión el Ejército austriaco le facilitó dos helicópteros para transportar cemento al refugio de Porze, a 1.900 metros de altura en el lado austriaco.
En 1975, Schaumann y 100 voluntarios reconstruyeron un hermoso puente de madera sobre un precipicio de 400 metros de profundidad. El día de su inauguración acudió un grupo de dignatarios y un equipo de la RAI (Radio y Televisión Italiana), cuyo locutor se expresó así: "En un tiempo este puente sirvió para fines bélicos. Ahora unirá a los pueblos en la paz".
Entre otros homenajes, cabe subrayar uno que agradó especialmente a Schaumann. El presidente de Austria, Rudolf Kirchschláger, se descubrió en señal de respeto y declaró: "La via della pace, más allá de las viejas desavenencias, conduce a un futuro mejor. Es esta la mejor manera de fomentar la comprensión entre los pueblos".
Gracias a la dedicación de Schaumann, los amantes de la naturaleza y los aficionados a la historia que paseen por esas sendas en el futuro, no sólo pensarán en la crueldad del hombre para con el hombre, sino también en el poder curativo de la paz.