EMISARIO DEL TERROR EN EL PERÚ
Publicado en
mayo 05, 2013
Por Gustavo Gorriti.
Dirigidos por un despiadado extremista, los guerrilleros de la organización marxista Sendero Luminoso han sumido al Perú en una pesadilla. Quienes se interponen en el camino de su revolución son asesinados: sacerdotes, funcionarios municipales y campesinos que se resisten al adoctrinamiento. Esta insurgencia ya ha costado 25,000 vidas y convertido a 200,000 personas en refugiados dentro de su propio país. Los guerrilleros han tomado el control en las aldeas de los Andes peruanos, y ahora están encontrando apoyo en los barrios bajos urbanos. El objetivo de los rebeldes no es sólo transformar al Perú en un estado maoísta, sino exportar la revolución a Bolivia, Ecuador y otras naciones.
Los líderes guerrilleros se jactan de que tomarán el poder en este mismo decenio. Aunque distan mucho de lograrlo, han dañado gravemente a su país. El deterioro ocasionado por la guerra de guerrillas abrió el camino a la supresión de la democracia en abril pasado, cuando el presidente Alberto Fujimori disolvió el Congreso y abolió la Constitución.
El periodista peruano Gustavo Gorriti, destacada autoridad en el tema de la organización Sendero Luminoso, nos relata la historia de tan tenebroso grupo y de su siniestro líder.
EL AROMA a barbacoa de pollo llenaba aquel recinto abierto de la barriada peruana de Villa El Salvador. Se oían las risas de los grupos de personas que habían sacrificado sus escasos ingresos para participar en la fiesta del vecindario. Era el 15 de febrero de 1992. El propósito de la reunión era recaudar fondos para los niños más menesterosos de esa comunidad.
De pie en un rincón, rodeada de admiradores, se hallaba una esbelta mujer de cautivadora sonrisa. Se trataba de María Elena Moyano, de 33 años, vicealcaldesa de la Villa y rayo de esperanza para un país asolado por la violencia y la pobreza.
Nadie había trabajado con más ahínco que ella para transformar la Villa. Había sido maestra voluntaria, luego fundadora de organizaciones de mujeres y, por último, lideresa de la comunidad, elegida en votación popular.
Pero sus buenas obras le habían granjeado un poderoso enemigo. Mientras los vecinos de Villa El Salvador convivían y saboreaban su barbacoa, un tiroteo rompió la calma. Entre gritos de terror, un puñado de hombres y mujeres armados con pistolas y granadas caseras se abrió paso a través del gentío.
La señora Moyano intentó retroceder, pero una mujer que se hallaba junto a ella sacó de improviso una pistola y le disparó a quemarropa. "¡Dios mío!", gritó la vicealcaldesa. En cuestión de segundos, la banda de asesinos le roció el cuerpo con balas, hasta que se desplomó al piso de cemento.
Los terroristas cogieron a la señora Moyano de los cabellos y la arrastraron al exterior. Luego pusieron dinamita bajo el cadáver y salieron corriendo. El aire se estremeció con la potente explosión. Cuando por fin se asentó el polvo, lo único que había quedado de María Elena Moyano era su recuerdo.
Todos en el Perú sabían quién era responsable del asesinato: Abimael Guzmán Reynoso, fundador y dirigente del grupo guerrillero comunista Sendero Luminoso. Guzmán ha estado oculto desde 1979, un año antes de iniciar su guerra insurgente. Para sus discípulos senderistas, él es "el marxista más grande que existe, continuador de Marx, Lenin y el presidente Mao Tse-tung". En la actualidad, Sendero Luminoso controla efectivamente a cerca de la décima parte de los 22 millones de habitantes del país. Si triunfa en el Perú, el precio podría ser muchos años de disturbios para el hemisferio occidental.
"SOLO CAMARADAS"
Abimael Guzmán nació el 3 de diciembre de 1934, en la ciudad portuaria de Moliendo; fue hijo natural. Tras graduarse entre los primeros lugares de su clase en una escuela católica de enseñanza media, el callado joven estudió filosofía y derecho en la Universidad de San Agustín. Allí, su pensamiento fue moldeado en parte por Carlos de la Riva, pintor, escritor y ferviente estalinista. A principios de los años sesentas, Guzmán se afilió al Partido Comunista del Perú.
Dos años después Guzmán fue nombrado profesor de filosofía en la Universidad de Huamanga en Ayacucho, un departamento aislado y olvidado de la zona sudoeste de los Andes. Sin dejar de cuidar su imagen profesional —la de un catedrático muy entregado al magisterio, admirador de Beethoven, Joyce y Hemingway—, Guzmán reclutó estudiantes para el Partido.
En ocasiones, la actitud cortés del maestro se tornaba brusca y despectiva, sobre todo hacia cualquiera que desertara del Partido Comunista.
—¿Por qué tratas así a tus amigos? —le preguntaban de tanto en tanto.
—No tengo amigos —respondía él tajantemente—; sólo camaradas.
Guzmán viajó a China durante la catastrófica "Revolución Cultural". En una clase sobre explosivos, un instructor repartió plumas entre los estudiantes, las cuales estallaron en las manos de estos. Cuando los atónitos muchachos tomaron asiento, también las bancas explotaron.
"Había fuegos de artificio por todas partes", recuerda Guzmán, al describir la escena. "Todo estaba cuidadosamente calculado para darnos a entender que, con suficiente ingenio, se puede hacer volar cualquier cosa". Fue una lección que nunca olvidaría.
De regreso en el Perú, vio que los comunistas se estaban escindiendo. Guzmán fundó una pequeña facción que llegó a conocerse como el Partido Comunista del Perú, por la Vía del Sendero Luminoso de Mariátegui. (José Carlos Mariátegui fue el inspirador del comunismo peruano en una época anterior de este siglo.) Por ese entonces, Guzmán pasó a ser director de personal de la universidad. Utilizó su poder de contratar y despedir para ayudar a darle al movimiento Sendero Luminoso el control de esa casa de estudios.
En 1976 Guzmán renunció a su puesto y ordenó a muchos de sus seguidores que se fueran a las zonas rurales para sentar las bases políticas de una insurgencia armada. Por último, Guzmán mismo desapareció en la clandestinidad.
ESTRATEGIA DESPIADADA
Sendero Luminoso llevó a cabo su primer ataque la noche del 17 de mayo de 1980, en el pueblo andino de Chuschi. La víspera de las primeras elecciones democráticas que se celebrarían en el Perú en muchos años, una pequeña banda de senderistas, portando cuchillos y garrotes, irrumpió en la casilla electoral, prendió fuego a todas las urnas y huyó.
Siete meses después, los residentes del centro de la capital, Lima, despertaron para encontrarse con un espectáculo de perros muertos que colgaban de los faroles de las calles. En torno de los cadáveres de los animales había letreros que rezaban: "Den Xiao-ping, hijo de perra". El mensaje de Guzmán era claro: el liderazgo en la China posterior a Mao había sido asumido por "revisionistas traidores". Sendero Luminoso era el nuevo portador de la antorcha de la revolución mundial.
Al principio, muchos peruanos se negaron a tomar en serio al extravagante grupo. Luego, en todo el país, comenzó el asesinato a tiros de alcaldes de pueblos pequeños, empleados de correos y policías.
La estrategia de Guzmán consistía en usurpar gradualmente el poder al Estado peruano en las aldeas y distritos, remplazándolo con gobiernos fantasmas disfrazados de "comités populares" locales. En el ínterin, adoctrinaría a un grupo medular de aldeanos, quienes proveerían a sus militantes de alimentos, techo, ropa y nuevos reclutas.
Guzmán también se propuso destruir todo lo que mejorara las condiciones de vida de los campesinos pobres. El sufrimiento de estos le daría la oportunidad de ganarlos para su causa.
La granja de Allpachaka, de la Universidad de Huamanga, era uno de los logros que más enorgullecía a esa escuela; se trataba de una granja experimental donde se desarrollaban programas agroindustriales, se mejoraban semillas para los cultivos andinos y se criaban razas de ganado adaptadas a la región. En agosto de 1982 un escuadrón de asalto de Sendero Luminoso atacó la granja. Durante varias horas, los guerrilleros se dedicaron a matar con pistolas, hachas y machetes a los animales encerrados en los corrales y a dinamitar las instalaciones de la finca.
Sin poder salir de su asombro, los profesores y estudiantes se dirigieron al lugar en dos autobuses a reconstruir lo que pudiera salvarse. Los interceptaron unos senderistas enmascarados y armados. Los guerrilleros advirtieron al grupo que la granja era un foco de "penetración imperialista e ilusión reformista". Los autobuses regresaron a Ayacucho. La granja nunca se reconstruyó.
AMENAZAS SOMBRIAS
Si bien el terrorismo de Sendero Luminoso afectaba principalmente a los pobres, el movimiento de Guzmán recibió el apoyo de un pequeño porcentaje de los campesinos, en particular los de ascendencia indígena, que habían sido marginados de la vida económica y política del Perú desde hacía siglos. Los reclutadores también pusieron la mira en los estudiantes radicales, los activistas sindicales y los habitantes de los barrios bajos.
Medrando con la desesperación de la gente, los militantes de Sendero Luminoso —apenas unos cuantos miles— no tardaron en ejercer una influencia mucho mayor que su número. Las fuerzas armadas gubernamentales tomaron represalias, pero sus métodos, ineficaces y extremistas, resultaron contraproducentes. La tortura generalizada de los detenidos y el asesinato de los sospechosos contribuyó a ganar más simpatías a los subversivos. A mediados de los años ochentas, el número de personas que reclutaba Sendero Luminoso era mayor que sus bajas.
A menudo se reclutaba a estas personas por coerción. "Si no luchas de nuestro lado", decían los guerrilleros en tono de amenaza, "se les acusará a ti y a tu familia de ser enemigos del pueblo". Los rebeldes también golpeaban o ejecutaban en público a los disidentes.
Una vez dentro de Sendero Luminoso, el implacable adoctrinamiento y la presión del grupo transformaban frecuentemente en conversos hasta a quienes se habían afiliado por la fuerza. El fanatismo, que se les inculcaba mediante la repetición interminable de lemas gritados o cantados, reforzaba la disciplina.
Algunos distritos superaron su temor y se rebelaron contra el dominio de Sendero Luminoso. Las represalias fueron terribles.
Al sur de Ayacucho se localiza la comunidad ganadera de Lucanamarca. Después de casi dos años de implacable control senderista, el pueblo, junto con otras dos comunidades vecinas, Huancasancos y Sacsamarca, se rebelaron, y mataron o expulsaron a los guerrilleros. Los líderes de Sendero Luminoso ordenaron que se tomara revancha.
Los senderistas llegaron a Lucanamarca un día, alrededor de las 4 de la tarde, y mataron a todo aquel que se cruzó en su camino. La población no tenía más que hondas para defenderse. Muchos se refugiaron en la iglesia del pueblo. Los guerrilleros, blandiendo hachas, transformaron el lugar de culto en un matadero. Por lo menos 75 personas sucumbieron ese día.
Tal como lo había planeado Guzmán, la indignación pública ante ese indecible horror fue acallada por los actos de violencia ciega que perpetró el ejército peruano en represalia. A menudo, los detenidos sencillamente "desaparecían".
Al crecer la amenaza que representaba Guzmán, la persecución del hombre se convirtió en una obsesión para el gobierno peruano. A principios de 1986 Guzmán demostró con cuánta facilidad podía burlar a las autoridades cuando visitó a una ex abogada suya, Laura Caller, en un hospital del centro de Lima. Apenas unos minutos antes de que Guzmán apareciera en el cuarto de la mujer, la señora Caller había recibido a otro visitante: el presidente del Perú, Alan García Pérez.
DINERO DE DROGAS
A fines de los años ochentas, Sendero Luminoso controlaba el valle del Alto Huallaga, fuente de la mayor parte de la cocaína que se consume en el mundo. Los campesinos que cultivaban coca recibían la protección del grupo rebelde contra la policía gubernamental y contra los narcotraficantes abusivos. Los senderistas también recaudaban tributos de otras actividades que controlaban, como los laboratorios de cocaína base y el tráfico de avionetas piloteadas por colombianos, que sacaban cargamentos de las pistas de despegue y aterrizaje controladas por guerrilleros. La cocaína se procesaba en Colombia y después se enviaba en avión a Estados Unidos —el mayor mercado mundial de esta droga—, donde casi siempre llegaba a manos de los mayoristas de Miami. La cocaína le redituaba a Sendero Luminoso entre 10 millones y 30 millones de dólares anuales, con lo que se pagaban en parte los alimentos y la ropa de los altos dirigentes, sus armas y municiones, así como los equipos de comunicaciones y las medicinas.
El gobierno de Bush entabló negociaciones con Fujimori para planear una eficaz estrategia antinarcóticos. Luego vino el golpe de Estado que llevó a cabo el gobierno peruano, la primavera pasada, hecho que indujo a Bush a cancelar más de 200 millones de dólares en asistencia no humanitaria.
El golpe de Estado no ha contribuido mucho a borrar el espectro de Sendero Luminoso. A los pocos días del suceso, en efecto, los senderistas perpetraron incursiones y bombardeos en Lima y en sus alrededores. Lejos de temer la acción del gobierno, manifestaron claramente su beneplácito. "Ahora somos nosotros, y Fujimori", declaró un líder del grupo rebelde. "Nadie se interpone entre él y nosotros".
Es muy probable que en los próximos dos o tres años se decida el resultado de la guerra intestina del Perú. Para vencer, el gobierno debe alentar, en vez de sofocar, la proliferación de las fuerzas democráticas que están dispuestas a enfrentarse a los senderistas.
A fines de 1991, a raíz del asesinato de varios líderes de barrios pobres, organizadores de comedores populares, párrocos y activistas de derechos humanos, diversas organizaciones del pueblo se unieron para protestar contra Sendero Luminoso. Entre ellas había grupos de vecinos y de mujeres. Por desgracia, esos movimientos populares se interrumpieron después del golpe de Estado. Pero cuando se les ha dado la oportunidad, esos valientes ciudadanos han demostrado que no escasean los líderes dispuestos a llevar adelante la obra de sus compañeros asesinados.
Mientras, en los Andes, son cada vez más las aldeas que organizan milicias de defensa propia, muchas de ellas armadas con rifles que les ha proporcionado el ejército.
Para que las legiones de Guzmán sean derrotadas en el Perú, el gobierno y sus fuerzas armadas deben apoyar y trabajar con esta valerosa gente, sujetándose a la democracia y al imperio de la ley. Son estas personas las que pueden hacer recapacitar a los individuos amedrentados y adoctrinados que contribuyen a sostener a las tropas de Sendero Luminoso.
Sin duda, el precio de la victoria será muy alto en términos de sufrimiento humano. Pero la otra opción es mucho peor. Los cuadros senderistas ya han llevado a cabo operaciones en la vecina Bolivia. Y los rebeldes han establecido organizaciones clandestinas, conocidas como "Movimientos del Pueblo Peruano" —integrados en su mayor parte por exiliados peruanos—, en Alemania, Francia, Suecia, Suiza y México. Su objetivo es servir a Sendero Luminoso hasta que triunfe.
LA PROCESIÓN FÚNEBRE en honor de María Elena Moyano avanzaba lentamente desde la plaza principal de Villa El Salvador hacia el cementerio situado en la ladera de una colina arenosa, a cinco kilómetros del pueblo. La madre de María Elena caminaba al lado del esposo y los dos hijos de esta. Los acompañaban miles de personas por las que ella había luchado. Se abrieron paso por la Villa con desafiante ira, sabiendo que los espías de Sendero Luminoso se ocultaban por todas partes. Ya estaban hartos.
"¡Sendero Luminoso, cobardes y asesinos!", gritaban, y en sus rostros se leía su desprecio por Guzmán y sus fanáticos seguidores.
Apenas unos días antes de morir, la señora Moyano había pronunciado palabras que ahora resonaban como un grito de unión. "A veces tengo miedo", había confesado. "Pero debemos hacer algo. No será fácil; pero si el pueblo se une, podremos derrotar a Sendero Luminoso".
Mientras avanzaba la interminable columna de dolientes, la esperanza de esta mujer empezaba a parecer una realidad, pese a todo.