ADUÉÑESE DE SU PROPIA VIDA
Publicado en
enero 20, 2013
Estos conceptos pueden ayudarle a convertirse en la persona que realmente le gustaría ser.
Por Mildred Newman y Bernard Berkowitz.
CIERTA fábula de Esopo cuenta que un anciano y su nieto llevaban a vender un burro al mercado. Al cruzarse en el camino con algunas personas, oyeron a una comentar: "Miren a ese par de tontos: ¡van a pie, cuando podrían ir cómodamente montados!"
Al abuelo le pareció un buen consejo, así que los dos montaron en el animal y siguieron adelante. Pronto se toparon con otros individuos. "¡Qué par de haraganes!" exclamó uno. "¡Cómo le muelen el lomo al pobre asno! ¡Lo van a dejar tan agotado que nadie querrá comprarlo!"
El anciano y el muchacho, tras reflexionar, continuaron el viaje de otra manera. Ya bien entrada la tarde llegaron, casi sin aliento, a un puente cercano al pueblo. ¡Atado por las patas a un palo que llevaban entre los dos, colgaba el airado burro! Mientras cruzaban al otro lado, la bestia se soltó, cayó al río y se ahogó.
Esta parábola, que data de hace 2500 años, nos recuerda que en todas las épocas la gente ha tenido que aprender a afirmar su propia personalidad y a adueñarse de su vida. Y la moraleja ("No se puede complacer a todo el mundo") resulta igualmente válida hoy que en la antigüedad.
A través de los siglos, los sabios han sostenido que la clave del éxito personal radica en comprender cada quien su individualidad. "Conócete a ti mismo", aconsejaban los antiguos griegos. Y Shakespeare escribió: "Sé fiel a ti mismo". Parece fácil lograr este objetivo, pero a decir verdad, los más de nosotros tratamos de enmascarar nuestro verdadero yo.
¿Cómo puede el lector llegar a conocerse? Empiece por no convertirse en su propio juez. No se preocupe por ser mejor o peor que los demás. Intente, en cambio, descubrir qué clase de persona es.
He aquí algunas preguntas destinadas a ayudarlo. Abórdelas con franqueza; trátese a sí mismo con benevolencia y consideración; no se menosprecie si le desagrada la imagen que resulta. Probablemente existieron razones de peso que lo hicieron así. Respete la existencia que ha venido llevando, no obstante su deseo de cambiarla.
¿Qué le importa en la vida? ¿Qué lo estimula? ¿Cuándo fue la última vez que sintió entusiasmo por algo? ¿En qué otras seis ocasiones anteriores? Las respuestas pueden conducirlo hacia su verdadera identidad. Si responde que rara vez se siente animado, entonces tendrá que profundizar mucho para poder encontrarse a sí mismo.
¿En qué emplea su tiempo libre? ¿Tiene algún pasatiempo que absorba su atención? Si es así, tal vez cuente ya con una pista para desentrañar el misterio de su personalidad. Pero si pasa sus ratos de ocio durmiendo o haciendo castillos en el aire, lo que está usted leyendo puede, sin duda, alterar su vida. Dejarse llevar pasivamente por las fantasías quizá signifique que la persona que usted quisiera ser sólo existe en su imaginación.
¿Cuál es su actitud con respecto a las ocupaciones? ¿Qué le gusta de la escuela o del trabajo ? ¿Qué satisfacciones le proporcionan? Al encontrar algo interesante y meritorio en todo lo que emprende, demuestra su capacidad de creación y adaptación. Si puede entregarse al sencillo placer de realizar bien un trabajo, aunque usted no lo haya elegido, ya tiene la base de la dicha y del triunfo.
Por lo contrario, si los deberes de la vida le resultan siempre desagradables, pesa sobre usted una doble carga. No faltarán tareas difíciles y engorrosas por hacer. Si se limita a disgustarse se niega toda posibilidad de cumplirlas con mayor facilidad, rapidez y agrado.
¿Qué ocurriría de presentársele una magnífica oportunidad? Si un pariente rico le dejara una herencia, ¿qué cosa haría primero? Esta pregunta puede resultar divertida porque lo obliga a meditar sobre sus fantasías. ¿Hay alguna que le obsesione en especial? ¿En qué piensa, por lo general, antes de quedarse dormido?.
¿Es usted capaz de enfrentarse a la realidad? Uno de nuestros escasos consuelos consiste en saber que en este mundo no somos más que seres humanos; hay muy pocos santos entre nosotros. ¿Puede aceptar el hecho de que no todo lo que usted piensa de sí mismo es, en el fondo, verídico, que quizá haya cometido algunos errores? Encararse a los desaciertos y falsas interpretaciones de su vida no significa exagerarlos o darles excesiva importancia; se trata sólo de reconocer por igual lo bueno y lo malo.
¿Desea usted cambiar? Los pintores suelen alejarse unos cuantos pasos de su obra para adquirir una perspectiva diferente. De la misma forma, una persona con espíritu creador se "retira" de vez en cuando para evaluarse y ver qué necesita reformar. Por supuesto, algunas características son heredadas y no pueden modificarse; pero nada nos obliga a considerarnos un producto acabado. En el transcurso de la vida vamos constantemente adquiriendo e incorporando a nuestra personalidad elementos nuevos. Los rasgos distintivos (la manera de hablar y de andar, los ademanes y gestos, e incluso la forma de pensar y creer) los tomamos de los demás, y los imitamos hasta que llegan a formar parte de nuestro propio ser. Mas no son inmutables, al contrario: cada individuo tiene el derecho, por no decir la obligación, de cambiar como mejor le parezca.
¿Puede "sintonizarse" consigo mismo? Como otras muchas personas, quizá crea usted que sólo lo que oye o lee tiene importancia, y que si pone atención a sus pensamientos peca de autocomplacencia. Quien obra así se está privando de algo muy valioso. Sus reflexiones e ideas pueden llevarlo a los momentos más significativos de su existencia.
Sea tan sensible a sus sentimientos negativos como a los positivos. Si se mantiene firme y hace frente a las emociones difíciles, como la ansiedad o la depresión, estas terminarán por reducirse a proporciones gobernables. La angustia significa muchas veces que nos esperan nuevas aventuras o posibilidades.
Cierto individuo de 40 años, por ejemplo, confesó a un amigo suyo que toda su vida había deseado ser médico, pero que temía tener ya demasiada edad para empezar a estudiar.
—Al fin y al cabo —le dijo—, dentro de cuatro años cumpliré 44.
—Si no estudias medicina ahora, dentro de cuatro años tendrás de todas maneras 44 —le contestó sabiamente el otro.
¿Se conoce a sí mismo? Su sentido de individualidad (llámese pundonor, autoestimación o concebirse a sí mismo como el mejor amigo) le da la firmeza necesaria para adueñarse de su propia vida. Procure definir su naturaleza, las características que integran su yo verdadero. Luego, cuando sepa mejor quién es y qué valores representa, no permita que nada ni nadie lo vuelvan contra sí mismo.
UNA ÚLTIMA palabra de aliento: En cuanto se haya puesto de su parte y haya decidido actuar en su provecho, empezará a vislumbrar posibilidades y aptitudes que jamás había sospechado. (¿Le parece arte de magia? Lo hemos visto suceder una y otra vez.) Cuando haya aprendido a manejar su angustia y sus dudas, estará en libertad de emprender nuevas y estimulantes empresas. Y se sentirá animado para emplear la energía y el espíritu creador que no creía poseer. Goethe, en un poema, expresó esta idea con gran belleza:
Lo que puedas hacer, o sueñes con hacer, es hora: comienza. En la osadía alientan siempre el genio, el poder y la magia. Empieza ahora mismo.
CONDENSADO DE "HOW TO TAKE CHARGE OF YOUR LIFE". © 1977 POR MILDRED NEWMAN AND BERNARD BERKOWITZ. REIMPRESO POR CONVENIO CON BANTAM BOOKS. INC.