Publicado en
diciembre 09, 2012
Los científicos de hoy tienen más conocimientos que nunca sobre la primera infancia, y lo que han aprendido es sencillamente asombroso.
Por el Doctor Daniel Stern.
¿QUÉ OCURRE en la mente de un bebé cuando contempla una cara? ¿Qué siente cuando tiene hambre? ¿Cómo lo afecta el estado de ánimo de su madre?
Como padre, psiquiatra e investigador en este campo, llevo más de 20 años reflexionando sobre estas preguntas. Antiguamente, los padres y los científicos sólo podían conjeturar lo que pensaba un bebé; pero, gracias a los avances logrados en la observación científica, ahora contamos con más datos sobre los primeros años de vida de un ser humano.
Los adelantos fueron posibles, en parte, porque aprendimos a hacer preguntas que los propios bebés podían contestar. Por ejemplo, ¿es posible que un pequeño de dos días de nacido reconozca a su madre por el olor de esta? El paño húmedo con que una madre lactante se cubría el pecho se colocó en un cojín a la derecha de la cabeza de su hijo; a la izquierda se puso un paño mojado de otra mujer. El bebé volvió la cabeza a la derecha. Cuando se invirtieron los paños, se volvió a la izquierda. No solamente reconoció el olor de su madre, sino que lo prefirió, y manifestó esto volviendo la cabeza.
Todos los nenes maman en etapas breves, haciendo pausas entre una y otra. Pueden controlar la duración de las etapas y de las pausas. Para averiguar lo que les gusta mirar a los lactantes, podemos introducir en su boca un chupete equipado con un dispositivo que se conecta a un proyector de diapositivas. Un pequeño de alrededor de tres meses aprende rápidamente que, si desea ver una nueva diapositiva, sólo necesita empezar a succionar. El bebé pasará las diapositivas a una velocidad que refleje su interés en cada fotografía.
También se puede conectar el chupete electrónico a dos grabadoras. Una tiene la grabación de la voz de la madre; la otra, la de una voz femenina que pronuncia las mismas palabras. El bebé succionará a fin de pasar más tiempo escuchando la voz materna.
Las videograbaciones han mejorado notablemente nuestra capacidad de observar juntos a los bebés y a sus padres. Ahora podemos "congelar" un cuadro y analizar repetidas veces un ademán o una expresión facial. Como herramienta de investigación para explorar el comportamiento humano, la cámara ha sido tan importante como lo fue el microscopio para descubrir organismos nunca antes vistos.
El siguiente diario de Jorgito es en parte teoría y en parte realidad: la información es resultado de nuestro conocimiento actual de los lactantes. El diario sigue de cerca su progreso a lo largo de cinco etapas: desde la lactancia hasta los cuatro años, cuando ya está listo para dar un paso al frente y crear su propia historia.
Seis semanas. Jorgito acaba de despertar. A esta edad se halla en el primero de sus mundos, en el cual lo único que le interesa son las sensaciones: sus sensaciones.
Contempla una mancha de luz solar en la pared, junto a su cuna. De todas las cosas que hay en la habitación, lo único que le atrae es esa mancha. Su brillo lo cautiva. A las seis semanas ya ve bien, aunque no perfectamente. Está consciente de que existen diferentes colores, formas e intensidades. Además, ha nacido con fuertes preferencias. Por encima de todo, prefiere la intensidad.
¿Cómo sabe Jorgito que el resplandeciente espacio está allá y no al alcance de su mano? Por sorprendente que parezca, a esta edad es capaz de empezar a calcular distancias. Pronto dividirá todo el espacio en dos áreas claramente delimitadas: un mundo cercano, al que tiene acceso directo, y otro fuera de su alcance.
A esta edad, los bebés suelen mirar fijamente las cosas, como si estuvieran hipnotizados. La mancha de luz solar es un imán para Jorgito. Se ve amarillenta contra el muro blanco que, en comparación, parece ligeramente azulado donde no le da el sol. Los colores cálidos e intensos, como el amarillo, parecen avanzar; los colores más fríos, como el azul, parecen retroceder. Por consiguiente, a Jorgito le da la impresión de que la mancha de luz solar se acerca, en tanto que el espacio que lo rodea se queda en un segundo plano. Es un espectáculo de luz que cautiva a todo su sistema nervioso.
Estos momentos en la vida del bebé a veces ponen a prueba a los padres, e incluso les pueden resultar molestos. Imagine que tiene en brazos a su hija de seis semanas. Están cara a cara, y usted desea jugar con ella, pero los ojos de la niña se clavan en un sitio; por ejemplo, en la mancha de sol o en el lugar donde termina la frente de usted y empieza su cuero cabelludo. En vano sonríe usted para atraer su mirada. Muchos padres siguen tratando de atraer la atención del nene, haciendo muecas o sacudiéndolo. Hay quienes interpretan como rechazo esta desviación de la mirada, pero no lo es.
Aunque fascinado por la mancha de la luz del Sol, Jorgito se aburre al fin. Pierde el interés y mira hacia otra parte en busca de una experiencia diferente.
HAN PASADO varias horas desde la última comida de Jorgito. El hambre crece como una tormenta en su sistema nervioso. Al principio es leve e inconstante. Acaso Jorgito experimente las punzadas como una irritabilidad general. Todo su ser se ve afectado: sus movimientos, su respiración, su atención, sus sensaciones.
Como su atención se ha vuelto ahora hacia su interior por algunos momentos, Jorgito examina únicamente a ratos el mundo que lo rodea. A medida que aumenta su hambre, su respiración se torna más rápida, más fuerte, más irregular. En seguida empieza a lloriquear, si bien el llanto y la respiración no están coordinados. A veces, el llanto dura demasiado y lo deja sin aliento. Los movimientos de sus brazos y piernas ya no están sincronizados, ni entre sí ni con el llanto y la respiración. Su mundo se está desintegrando.
Después de un tiempo, el hambre empieza a localizarse en su interior, en alguna parte que le parece "el centro". Pronto, el dolor obliga a su sistema nervioso a cambiar de ritmo, y el pequeño pasa sin dificultad a la poderosa cadencia de un llanto a todo pulmón. Es probable que, con el llanto, Jorgito sienta alivio momentáneo a su dolor, así como con gritos y saltos se "mitiga" el dolor de un golpe en algún dedo del pie. Además, el llanto constituye la señal perfecta (emulada en las sirenas de las patrullas y las ambulancias) para enterar a sus padres de su aflicción.
La madre de Jorgito lo saca de la cuna y le da el pecho, sin dejar ni un momento de acariciarlo y hablarle con dulzura. Cuando un bebé hambriento de esta edad empieza a comer, basta un poco de leche para disipar la tormenta del hambre. Pero lo que la madre de Jorgito ignora (aunque lo intuye), es que su hijo se ha calmado, más que por otra cosa, porque lo sacó de la cuna y lo abrazó.
Cuatro meses. Jorgito está sentado en el regazo de su madre, de cara a ella. Durante un largo instante se miran fijamente sin hablar. Ella sonríe, y de inmediato Jorgito le devuelve la sonrisa. Luego, la madre roza la nariz del pequeño con la suya, mientras sonríe y hace exclamaciones de efusividad. Este dueto facial se repite, y Jorgito se emociona cada vez más.
Jorgito está progresando a grandes pasos. Empieza a sonreír, a emitir sonidos articulados y a establecer un prolongado contacto visual.
Ahora, es el rostro humano lo que más atrae y fascina a Jorgito. Su visión está dotada de ciertas preferencias. Por ejemplo, prefiere las líneas curvas (como las mejillas y las cejas) a las rectas. Lo cautiva el movimiento dentro de un marco (como los labios que se mueven dentro de los límites de la cara).
Ya controla la mirada casi igual que un adulto, y decide hacia dónde ver, qué ver y durante cuánto tiempo. Tan sólo con mirar a su madre puede iniciar un encuentro, porque ella le devolverá casi siempre la mirada. Entonces puede ampliar el encuentro con una franca sonrisa, o ponerle fin volviendo la cabeza. Se ha vuelto un experto en iniciar o poner fin a estas interacciones faciales.
Los bebés actúan como si los ojos fueran en verdad las ventanas del alma. A las siete semanas de vida; ven en los ojos el centro geográfico de la cara y el centro psicológico de la persona. Cuando se juega con un bebé a ocultar la cabeza tras las sábanas, inmediatamente manifiesta gusto cuando ve que desciende la sábana para dejar al descubierto el pelo y la frente de su compañero de juego, pero sólo cuando aparecen los ojos estalla en júbilo.
Esta intensa interacción visual continuará toda la vida, ocupando generalmente un segundo plano. Pero en ciertos momentos surgirá con gran fuerza: un día, cuando sea adolescente, Jorgito clavará la mirada en los ojos de una chica durante interminables minutos; no hablarán, y la única comunicación entre ellos será el juego de expresiones faciales y las alteraciones en el ritmo de la respiración.
Hay un aspecto de los encuentros faciales entre madre e hijo que reviste gran importancia clínica. La cara materna se convierte en una presencia dominante en el mundo del niño. Este conoce a la perfección las facciones y los movimientos de su madre. Si ella actúa en forma muy distinta de lo esperado, el niño se inquieta. Si borra toda expresión de su cara, porque está preocupada por algún problema con su marido, por ejemplo, o por alguna dificultad en su trabajo, la sonrisa del niño desaparece y este frunce el entrecejo. Quizá intente una y otra vez reanimar a su madre con sonrisas y gestos; pero, si fracasa, volverá la cara hacia otro lado con expresión de tristeza y desconcierto.
Es posible, incluso, que el pequeño imite el estado de ánimo de su madre, y puede llegar a presentar trastornos psicológicos por tratar de amoldarse a una madre deprimida, angustiada, psicótica o violenta.
A ESTA EDAD, Jorgito empieza a percibir que él hace que ocurran ciertas cosas; que él las provoca. Cuando vuelve la cabeza, la escena cambia; cuando cierra los ojos, el mundo se oscurece.
Está aprendiendo que es un ser separado de la madre. Cuándo y cómo sucede esto ha sido tema de acalorados debates en casi todas las corrientes psicológicas. Durante largo tiempo se pensó que, hasta los siete o nueve meses de vida, los bebés vivían en un estado de fusión indiferenciada con su madre, y que en tal estado de fusión ignoraban qué comportamientos o sentimientos les pertenecían. Recientemente hemos descubierto que la capacidad del lactante de distinguir entre sí mismo y los demás ya está bastante desarrollada al tercer o cuarto mes.
Por lo tanto, en la mente de Jorgito están tomando forma tres importantes clases de acontecimientos humanos: los propios, los ajenos y aquellos en que participan él y otro. En pocas palabras, empieza a estructurar su mundo social. Ya distingue claramente a algunas personas: Jorgito, su mamá y su papá, por lo menos, y toda la gente que participa en su vida cotidiana.
Doce meses. Jorgito está realizando dos grandes descubrimientos: primero, que tiene una mente y que también los demás la tienen. Se da cuenta de que, en su propio paisaje mental, tiene deseos, sentimientos, pensamientos, recuerdos e intenciones que no son visibles para los demás a menos que él haga el intento de revelarlos. Y, segundo, que le es posible compartir con alguien más su paisaje mental.
¿Cómo saber que Jorgito ha descubierto los paisajes mentales? Los indicios saltan a la vista. Si le interesa un juguete que está al otro lado de la habitación, quizá mire a su madre para allegarse su ayuda. Si ella no está mirando el juguete, el bebé, a partir de alrededor de los nueve meses, señalará el objeto con el brazo extendido y el índice levantado hasta que ella vuelva la cabeza para verlo. Jorgito se ha atraído la atención de su madre, y la atención es un estado subjetivo de la mente, un paisaje mental.
En los últimos meses Jorgito ha comenzado a actuar como si supiera que tiene intenciones, y que hay más de una manera de manifestarlas. Si su madre trae una galleta en la mano y él la quiere, extiende el brazo con la mano abierta en dirección de la galleta. Pasa la mirada de la galleta a su mano, que abre y cierra, y a la cara de su madre, y luego articula sonidos. Si esto no le da resultado, buscará otra manera de revelar el contenido de su mente hasta que su madre entienda. Acaso tire de la falda materna y, sin dejar de mirar la galleta, suba el tono de la voz y le dé un matiz de urgencia. Lo que desea es evidente: quiere que ella interprete sus intenciones.
Veinte meses. El cuarto de Jorgito está en completo silencio. Se encuentra solo y quiere ir a donde están mamá y papá. Salta de la cama, entra en la alcoba de sus padres y se mete en su lecho, en medio de ellos. Al rato, su padre le dice:
—¡Mi rey!
—¡Ey! —responde Jorgito, y su padre se ríe.
—¡Sí!, tú eres mi rey.
Al acercarse Jorgito a los 18 meses, inició otra etapa importante: entró en el mundo de las palabras. La capacidad de hablar está contenida en los genes humanos. Como una flor que se abre, una singular flor humana, el lenguaje florece llegado el momento propicio.
Hasta ahora, Jorgito había captado la música del lenguaje, pero casi nada de su significado. Esta mañana, sin embargo, la palabra rey sobresale, y Jorgito la reconoce. Empieza a explorarla y a jugar con ella.
Jorgito y su padre se arrojan esta palabra como si fuera una pelota, y el resultado es cada vez mejor. Lo que ocurre ahora es verdaderamente maravilloso: "Yo rey", dice Jorgito.
Aunque fue su padre quien le dio la palabra rey, es Jorgito quien descubre y crea la relación entre la nueva palabra y sus experiencias anteriores (su percepción de sí mismo en el vínculo de afecto con su padre). Nunca ha oído decir: "Yo rey". Su padre sólo dijo: "Mi rey". Reflejando una manera de ser amado y percibido por su padre, Jorgito ha creado por sí mismo el "Yo rey".
Cuatro años. Un amigo le pregunta a Jorgito:
—¿Qué hiciste esta mañana?
—Fui al cuarto de mamá y papá, a jugar. Todos jugamos al "barco" en la cama.
—¿Cómo es ese juego?
—Todos vivimos en nuestro barco —explica Jorgito—, y yo casi atrapo un pez enorme. El pez tiró y tiró, y se alejó y regresó. Es un pez muy raro: se llama pez calabaza. Y puede saltar sobre el agua. Mi amiga Ale puede saltar, y Marce también; pero Juan, no. Y yo estoy aprendiendo. Yo nunca he visto un pez calabaza, y nadie sabe cómo es, pero es un pez muy raro. Por eso no desayunamos pescado, pero a veces sí.
Jorgito ha hecho ya uno de los mayores progresos en su desarrollo. Por fin puede relatar con su propia voz los acontecimientos que tienen lugar en su vida, y compartirlos con otras personas. Jorgito se ha convertido en narrador.
ENTRE LOS dos y medio y los cuatro años, todos los niños comienzan a entender y a inventar relatos sobre su propia vida. Además, los adultos de todas las culturas expresan en forma narrativa su historia, sus creencias y sus costumbres. Estos relatos representan una de las formas más potentes de expresión de una cultura y, también, una de las fuerzas más efectivas para perpetuarse.
Al inventar una narración acerca de sí mismo, Jorgito ha adquirido el poder de interpretar y reinterpretar su propia vida. Ya no necesita un intérprete como yo. A partir de ahora, él hablará directamente con sus interlocutores.
CONDENSADO DE "DIARY OF A BABY", © 1990 POR EL DOCTOR DANIEL STERN, Y PUBLICADO POR BASIC BOOKS, DIVISIÓN DE HARPERCOLLINS PUBLISHING INC., DE NUEVA YORK, NUEVA YORK. FOTO: ERNEST COPPOLINO