RICARDO MONTALBÁN, TODO UN CABALLERO
Publicado en
septiembre 09, 2012
Ilustración: William Hosner.En su carrera de actor que abarca cinco decenios, Ricardo Montalbán se ha distinguido como hombre de talento, elegancia y altos principios morales.
Por Jay StullerPARA RICARDO Montalbán, la enorme mansión encaramada en lo alto de las colinas de Hollywood representa una de las recompensas de una carrera larga y triunfal. Como todo el mundo, ha soportado periodos sin trabajo, pero a los 66 años, este actor nacido en México ha demostrado ser un triunfador. Es, indiscutiblemente, una de las celebridades de origen hispano más admiradas en Estados Unidos.
En efecto, después de siete años como protagonista de la serie de televisión La isla de la fantasía —cuyos derechos de proyección se han vendido en 42 países—, ha aparecido regularmente en una telenovela que pasa a la hora de mayor público, The Colbys. Y en un ambiente conocido por las dificultades que impone a los matrimonios, Ricardo y Georgiana Montalbán llevan felizmente casados más de 40 años, y criaron a dos hijos y dos hijas.Con todo, dentro de Ricardo Montalbán aún arde un fuego, alimentado por el descontento. Le consterna la escasez de actores hispanos en el mundo del espectáculo de Estados Unidos, junto con la falta de guiones que reflejen la experiencia hispana. Además, anhela realizar un ideal superior, más universal. "Hasta que llegue el día en que se escriba un papel estelar para un hombre que, por ejemplo, da la casualidad que es de origen hispano", dice suspirando, "no podemos abandonar las esperanzas".No ha perdido la esperanza de conseguir esa clase de papel. Lo que aún lo impulsa profesionalmente es el reconocer que todavía no desempeña un papel definitivo, de calidad y sustancia. "Tal vez sea mejor no haber tenido nunca ese gran papel", comenta poco convencido. "Supongamos que uno lo hubiera conseguido y tuviera que pasarse el resto de su vida tratando de superarlo. O que obtuviera el papel, y la actuación fuera desastrosa".En el caso de Montalbán, esto último no es probable. Como una vez observó la crítica de cine Pauline Kael, Montalbán posee "un rostro maravillosamente fotogénico, el físico de un bailarín profesional, talento, excelente voz, cordialidad y un gran encanto".Su encanto es innegable, pues aun mientras habla de su descontento, sus palabras y su lógica son impecables, llenas de diplomacia y libres de retórica amarga. Acepta las situaciones con ecuanimidad, pero persiste su ferviente deseo de lograr avances, para sí mismo y para los demás. Gracias a sus cualidades especiales, este honorable caballero ha destacado en un mundo anglosajón.Desde su juventud, Ricardo Gonzalo Pedro Montalbán aprendió a adaptarse a circunstancias "extranjeras". Nació en la Ciudad de México el 25 de noviembre de 1920; es el menor de los cuatro hijos de Jenaro y de Ricarda Montalbán, y se crió en Torreón, floreciente urbe de Coahuila. Se enfrentó por primera vez al prejuicio cultural cuando tenía cinco años. Igual que sus padres, que habían emigrado de España a México en 1906, Ricardo hablaba el español de Castilla, y este acento minoritario lo diferenciaba de sus compañeros de juego. "¡Gachupín! ¡Gachupín!", le gritaban los niños, para molestarlo, lo cual hacía llorar a Ricardo. Además, su madre insistía en vestirlo a la española: con pantalones cortos.Con el tiempo, adquirió el acento mexicano, pero no pudo librarse de los pantalones cortos hasta que, como él dice, "mis piernas eran ya largas y velludas". El muchacho acabó por llevarse bien con sus compañeros, pero antes de que llegara a copiar la cruel conducta de ellos, su padre le dio una importante lección de tolerancia y respeto.Como Montalbán explica en su autobiografía, Reflexiones: una vida en dos mundos, un dentista japonés, que se mudó al lado de su casa, gustaba de poner discos por las noches. A Ricardo le parecían ridículos los sonidos atiplados y huecos de las cantantes japonesas, y una noche empezó a imitarlas."Bueno, Ricardo", le reconvino su padre, severo, "el dentista encuentra belleza en la música que pone. Tal vez a ti te falte algo para ver la belleza en esa música. Debes estar dispuesto y ávido por encontrar nuevas aventuras en sonidos, en gustos, en personas y experiencias. Entonces, y sólo entonces, se enriquecerá tu vida".Siendo adolescente, entabló amistad con Carlos Arruza —que por entonces empezaba su carrera en los ruedos—, y como otros muchos muchachos, soñó con llegar a ser torero. "Pronto me di cuenta de que me faltaba valor", comenta. "Se necesita un valor inmenso para enfrentarse a un toro furioso de 500 kilos".La familia de Ricardo decidió que para hacer frente a la vida, él necesitaría tanta educación como valor y, cuando cumplió 14 años, lo envió a estudiar con los hermanos maristas, en la Ciudad de México. Un año después, su padre lo animó a inscribirse en una escuela de comercio y administración, para que fuera contador público. Pero la idea de pasarse la vida anotando libros de cuentas no hizo feliz a Ricardo; desertó de la escuela seis meses antes de graduarse.Su hermano Carlos, que vivía en Los Ángeles, convenció a sus padres de que Ricardo podría recibir una mejor instrucción en Estados Unidos, y él tenía espacio para su hermano menor. El chico se sintió a sus anchas en Los Ángeles, y la high school fue fácil para él. Al mejorar su dominio del inglés, su consejero escolar lo animó a estudiar oratoria. Y su maestra de oratoria lo alentó a tratar de conseguir un papel en la obra dramática que se iba a montar en la escuela. Aunque nervioso al principio, se sintió a gusto en el escenario. Le resultó natural descartar su propia identidad y simular ser otra persona.Su maestra debió de reconocer un talento latente, pues le asignó el papel protagonista en la siguiente obra escolar. Por entonces, los estudios cinematográficos frecuentemente enviaban "buscadores de talentos" a presenciar tales actuaciones. Montalbán fue invitado por un "buscador" de la Metro-Goldwyn-Mayer a hacer una prueba cinematográfica, pero Carlos había planeado pasar seis meses en Nueva York, y ofreció a Ricardo llevarlo consigo.En Nueva York, Montalbán tuvo una pequeña oportunidad; apareció en "películas para tragamonedas", en que, por una moneda, el espectador podía ver un breve número musical en una pantalla semejante a la de televisión. Vinieron después varios papeles en el teatro, y otra oferta de una prueba cinematográfica con la MGM. Nuevamente, rehusó, porque su madre había enfermado y él tenía que regresar a Torreón.Tras la recuperación de su madre, Ricardo se mudó a la Ciudad de México, y entre 1941 y 1945 actuó en 13 películas mexicanas. También hizo el papel de torero en la película Santa. La MGM volvió a buscarlo, y esta vez Montalbán firmó un contrato de siete años con el estudio, y se mudó a Hollywood.En la MGM, hizo tres películas musicales con Esther Williams; apareció como la "nueva estrella romántica" en la portada de la revista Life, y luego hizo el papel estelar con Jane Powell en Dos semanas de amor. Después, el estudio trató de presentarlo como Latin lover, a lo que el actor se resistió. "Al principio, resulta halagüeño", dice, hablando de esta imagen. "Significa que las damas lo encuentran a uno atractivo. Pero entonces empiezas a comprender que el Latin lover del cine no es más que una caricatura, y eso te ofende".En realidad, acababa de casarse con Georgiana Young, y su vida personal era —y sigue siendo— la antitesis de semejante estereotipo. "Para mí", comenta, "el más grande Latin lover fue mí padre, que se casó con mi madre y le fue fiel hasta el día en que él murió, 53 años después. Eso es un gran amante: un hombre lo bastante inteligente y romántico para mantener el interés de una mujer durante toda la vida".La MGM dio por terminado su contrato en 1953. Desaparecieron la publicidad, una garantía de tres películas por año y un sueldo regular. Montalbán trasladó a su familia a una casa más pequeña, apareció en obras mediocres de Broadway y en algunas películas atroces. Explica: "Tales papeles son las espinas en la carrera de un actor. Hay que sobrevivir para mantener a la familia. Y, sin embargo, yo tenía que dar alguna vida a esos personajes, y creo que me ayudaron a desarrollarme como actor".En 1970, fue el presidente fundador de "Nosotros", organización, con base en Hollywood, creada con el objeto de generar más papeles para actores y actrices latinoamericanos, así como para mejorar la imagen de los latinoamericanos en general. Buscando un diálogo con los productores de cine, emprendió una cruzada contra los estereotipos culturales en los medios informativos. Una de sus primeras acciones fue visitar a la Compañía Frito Lay, que en anuncios comerciales de sus productos presentaban a un personaje llamado el Frito Bandido. "¿Por qué no lo presentaron como el Frito Amigo", preguntó Montalbán, "que regala las frituras de maíz y las comparte con todos, porque le gustan mucho? No; tuvieron ustedes que llamarlo bandido, que se roba las frituras de maíz. Y es que sólo así conciben ustedes al mexicano: como un bandido". Poco tiempo después, el bandido de las frituras de maíz desapareció de la televisión."Nosotros" aún existe, y Montalbán cree que ha hecho algún bien, pues los estereotipos han desaparecido, en gran parte. Pero todavía escasean los hispanos en la televisión norteamericana. Ricardo acaso no hubiera triunfado en la televisión de no ser por "Don Juan en los infiernos", el tercer acto de la obra Hombre y superhombre, de George Bernard Shaw. Perfeccionó el papel principal, y en tres giras, entre 1972 y 1976, encarnó a Don Juan en más de 150 ciudades. La revista Time elogió su actuación. Tal vez obtuvo algo de mayor importancia: dos altos funcionarios de la agencia encargada de la publicidad de la Chrysler Corporation también quedaron impresionados por Montalbán y lo contrataron para anunciar el nuevo Cordoba. Los anuncios de Montalbán tuvieron éxito, y el productor de televisión Aaron Spelling ya lo había escogido para ser el protagonista de La isla de la fantasía. "Es un actor brillante", asegura Spelling. "Cuando estábamos creando la serie, sentíamos que no había nadie más apropiado para el rol".Aunque Montalbán considera que aún está por encarnar un papel cinematográfico verdaderamente definitivo, ya ha tenido una actuación que parece saltar de la pantalla. Khan Noonian Sing, el villano de la segunda película de la serie Star Treck ( "Viaje a las estrellas" ) bien podría ser su mejor trabajo.Repetición de un papel que Montalbán desempeñó en la serie original para la televisión, a finales de los años sesenta, Khan era un superhombre creado genéticamente; un líder de finales del siglo XX, enloquecido por la sed de poder, al que la tripulación de la nave espacial Enterprise encontraba cientos de años después, flotando por el espacio en una nave, dormido, junto con algunos de sus partidarios sobrevivientes. En el programa televisivo, Khan trataba de arrebatar el Enterprise al capitán James Kirk y, desde luego, era derrotado. Él, sus secuaces y la teniente Marla McGivers, del Enterprise, que se había enamorado de Khan, eran entonces enviados al exilio, a un planeta remoto.La película, estrenada en 1982, reanuda la acción 15 años después. El planeta ha sufrido un desastre ecológico, llevando la muerte, incluso la de su esposa, la teniente McGivers, y sufrimientos al grupo de Khan. El inteligente villano no desea otra cosa que vengarse del capitán Kirk y de la tripulación del Enterprise.El papel tenía sus bemoles. "Este era un personaje de ciencia-ficción, de tamaño más que natural", recuerda Montalbán. "Si yo moderaba sus emociones o sus manías, podría resultar insulso". Montalbán tuvo que calcular hasta qué punto llevar a Khan, sin que resultara caricaturesco y tonto. Pero Khan era un hombre ofendido, con profundas razones personales para aborrecer a Kirk. Y cuando Montalbán se volvió Khan, literalmente "se robó la película". En efecto, los funcionarios de la Paramount Pictures quedaron tan impresionados por la actuación del gran actor hispano que le cambiaron el nombre al filme, añadiéndole una segunda línea: Viaje a las estrellas II: la ira de Khan.Ricardo Montalbán se considera un hombre afortunado, pues a lo largo de su vida, lo bueno supera a las decepciones. Pese a muchos obstáculos y a la variante fortuna, se ha comportado siempre con elegancia y dignidad. En lo profesional, acaso le habría ido mejor si hubiese luchado por librarse de su acento y hubiese anglicanizado su nombre. Pero llegó a la conclusión de que Montalbán y el acento mexicano eran inseparables.Durante sus viajes ha llegado a estimar todas las culturas; se considera un ciudadano del mundo. Y esto es análogo a su ideal del papel cinematográfico libre de estereotipos culturales: un hombre como cualquiera otro, que por mera casualidad es griego, japonés, alemán o hispano.