LAS VERDADERAS HUELLAS QUE DEJAMOS EN LOS HIJOS
Publicado en
septiembre 23, 2012
¿Has pensado cuáles son los valores que deseas que se queden impresos en tus hijos como si fueran "tatuajes"? Podríamos hacer una enorme lista, pero hablaremos sólo de los que son estrictamente necesarios para lograr su plena autorrealización. Aquí te diremos qué es lo que debes fomentar en ellos.
Por la sicóloga Julia Borbolla de Niño de Rivera.
Si te dieran a escoger lo que desearías que tus hijos aprendieran de ti, lo que te gustaría que les quedara en su vida como una huella profunda, estoy segura de que seleccionarías tus más preciadas cualidades y las de tu esposo. Darías cualquier cosa para que no se quedaran en ellos tus palabras hirientes, las nalgadas que alguna vez les diste y, en una palabra, lo que pudiera marcar su vida dramáticamente. Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos y por eso le tememos al daño consciente o inconsciente que les podamos hacer. Si los amamos profundamente, tenemos un gran camino recorrido y el resto consiste en tomar conciencia de nuestro poder de influencia sobre ellos para saberlo manejar. Los múltiples estudios nos recuerdan a diario cuánto les afecta a los niños todo lo que les rodea y debido a tanta información, sentimos un profundo miedo que lejos de ayudarnos, nos genera culpa y nos hace perder seguridad en nuestro papel de educadores. Los niños no son tan frágiles como pensamos; afortunadamente, ellos están dotados de muchas defensas síquicas que les permiten seguir sonriendo, jugando y soñando, a pesar del dolor o de la enfermedad. Hace pocos días, dije "adiós" a dos pequeñitos que venían a mi consultorio por última vez para irse a vivir a otra ciudad con su abuela. Su padre estaba internado en un centro de rehabilitación para drogadictos y su madre, ya rehabilitada, había encontrado un nuevo rumbo en su vida que no incluía a sus hijos de 5 y 7 años. Sus manitas diciéndome "adiós" desde el coche me conmovieron inmensamente; ya nos habíamos hecho grandes amigos porque compartimos el proceso de dolor que hoy los llevaba a otro destino. Observé al más pequeño gritar con júbilo: "¡Enciendan motores, vamos a despegar!", y al hermano mayor haciendo el ruido propio de una nave espacial que en ese momento era la camioneta que manejaba el viejo chofer de la abuela. En un segundo ellos dos se habían trasladado al espacio sideral, dejándome a mí en tierra con mi visión de adulto. Seguí con la mirada el vehículo que se alejaba, al tiempo que bendecía a Dios por la gran capacidad que da a los niños de rescatarse a sí mismos del sufrimiento con un juego, con cualquier objeto que ellos transforman en un juguete o con cierta candidez que los protege como un cobertor de las peores miserias humanas. Ahora será su abuela quien con amor y paciencia hará de estos dos "astronautas" unos hombres de bien.
Precisión para juzgarse a sí mismo y a los demás
Conforme va creciendo, el niño debe saber quién y cómo es en verdad. Es preciso que se conozca bien para que después no le afecte la opinión externa al grado de ser una influencia negativa. Cuántas personas se creen mejores de lo que son y por eso no corrigen sus errores y le echan la culpa a los otros de todo lo que les pasa. Cuántos otros sienten que valen menos de lo que en verdad valen y por ello no se aventuran a hacer cosas en las que tendrían éxito. Lo que debemos evitar en nuestros hijos es que se identifiquen con modelos negativos, como el "malo" de la película, el narcotraficante que es rico y poderoso o, simplemente, el primo rebelde que siempre consigue lo que quiere por medio del abuso y la violencia. Lo que debemos fomentar es separar las conductas de los conceptos, es decir, hacerles ver que a veces se comportan mal (conducta), pero no por ello son malos (concepto). Un niño puede robar un día, pero no por ello es un ladrón.
Si sientes que has dejado un mal ejemplo en tus hijos, no te preocupes; mejor ocúpate. En lugar de temer por lo malo, encárgate por lo que sí quieres que se quede en tus hijos para toda su vida. Los padres somos los principales modelos de los hijos y por eso nuestra influencia es muy fuerte, ¡vaya compromiso! ¿O tienes algo mejor que hacer con tu vida?
Aceptación de sí mismo y de los demás
Una vez que los niños van aprendiendo a conocerse, deben saber aceptar sus defectos y sus virtudes. Lo que debemos evitar es que pretendan subir pisando a los demás, ser buenos porque los demás no lo son o buscar defectos en los demás para justificar sus propias faltas. Esto es muy común entre los hermanos. Justo cuando están regañando a Juanito porque rompió la lámpara, Paola, su "angelical" hermanita, dice: "¿Verdad mami que yo no rompo cosas." ¡Cuidado! No caigas en ese juego que los perjudica a ambos. Paola debe saber que no es más buena porque Juanito sea malo y que ella comete otro tipo de errores con los que debe trabajar. Lo que debemos fomentar es que compitan con ellos mismos, que suban escalando sus propios logros, que identifiquen sus fallas para que trabajen sobre ellas y premiar su más mínimo adelanto. Al saberse frágiles, los niños aceptan mejor la fragilidad de los que los rodean; y al aceptarse, pueden aceptar a los demás. Si para mí es difícil hacer un dibujo y para el niño de junto no lo es, me debo proponer mejorar y no tratar de ganarle a mi compañero en otro aspecto.
Un pequeño puede hacer berrinches todos los días y nosotros podemos corregirlo, pero no "bautizarlo" como berrinchudo porque desde ese momento le estamos dando un título que él sentirá que debe ostentar frente a todos. Muchos niños son traídos a mi consulta con serios problemas de conducta y se presentan ante mí con una cara y una actitud que dice: "Hola, yo soy ese malvado del que seguramente ya te vinieron a hablar mis padres y mis maestros". Ese pequeño no tiene precisión para juzgarse a sí mismo y es necesario ayudarlo a distinguir entre las travesuras que hace y las conductas positivas que reflejan lo que es. Los gritos y los regaños muchas veces impiden que los padres noten ese gesto generoso o ese pequeño esfuerzo que retratan a un niño con cualidades positivas que todos deben descubrir.
Es muy difícil despegarles a los pequeños las "etiquetas" de desobediente, latoso o lento (conceptos). Las mamás debemos considerar que es mejor si les pegamos una "etiqueta" positiva, ¿no crees? Tampoco se trata de engañarlo con halagos falsos. Todos los seres humanos, especialmente los niños, tienen algo bueno que podemos y debemos resaltar. Así que no es necesario inventarles cualidades, sino descubrir las que ya tienen.
El NO tiene que llenar tus expectativas
Los seres humanos no podemos vivir midiendo cada acción y cada palabra porque eso no nos permitiría nuestra autorrealización. Es por ello que necesitamos sentirnos libres y seguros. En esto, como en los demás aspectos, los padres tenemos muchas huellas que dejar. Lo que debemos evitar es ridiculizar a los niños, evidenciarlos o escandalizarnos con sus actos. Muchas veces, las mamás contamos en presencia de nuestros hijos cosas graciosas sobre lo que hicieron o dijeron; no nos damos cuenta que los estamos apenando. El miedo al ridículo le quita a un pequeño soltura, por lo que caminará con tropiezos por una larga temporada, ya que eso forma parte del proceso de crecer. Lo que debemos fomentar es su seguridad personal, su creatividad. Hay que darles "permiso para fallar" y que los papás aceptemos que también fallamos y que por eso hemos mejorado. Es importante que los niños no crezcan con el libro de su vida previamente escrito por sus padres: "Este niño será médico, se casará con una mujer buena y comprensiva, tendrá varios hijitos hermosos y mucho dinero". ¿Qué pasará si es ingeniero, si su esposa no te agrada y después de varios años no han tenido hijos? ¿Cómo te sentirás si vive modestamente cuando tú ya le tenías predestinada una lujosa residencia? Piensa que comparado con la historia que tú creaste, considerarás todo lo que tu hijo no logre como una pérdida en su vida. En cambio, si tú le das un libro en blanco y le permites que vaya escribiendo su propia vida, cualquier logro será para él una ganancia y cualquier evento le dará sentido a su propia vida; tú lo puedes acompañar y apoyar sin exigirle que cumpla con tus expectativas. No tengas miedo de dejarlo vivir.
Apóyalos en todo, pero déjalos ser independientes
Tus hijos necesitan ilusiones, retos y saber que van hacia algo y que no simplemente dejan pasar los días haciendo lo que otros les dicen que hagan. Los propósitos de los pequeños son casi siempre fantásticos y suenan irreales para los adultos; pero si a los 10 años quieren ser bomberos, aviadores o presidentes del país, imagina lo que querrán ser a los 30. No debemos destruir esas ilusiones porque son el motor que los impulsa.
Aun cuando cambien de idea y aterricen sus ilusiones conforme van creciendo, las grandes y pequeñas metas deben existir aunque hayan cumplido los 99. Lo que debemos evitar es hacerles, resolverles y comprarles todo; boicotearles sus ideales, desilusionarlos o, por flojera o falta de tiempo, dejar de apoyarlos en sus iniciativas hasta que ellos mismos se den cuenta si pueden o no concluir sus propios proyectos. Lo que debemos fomentar es que sean ellos mismos los que busquen y encuentren alternativas o medios para obtener lo que quieren. Tú misma te asombrarás de todos los recursos que tienen los niños y que tal vez no habían puesto en práctica porque no había sido necesario. Cuando tu hijo tenga algún problema, antes de decirle lo que tú harías, pregúntale qué piensa hacer. Deja que resuelva ese conflicto escolar aunque llore un poco; permite que haga el pastel aunque la primera vez se le queme.
Conviértelos en seres que respeten y que sepan apreciar la naturaleza
Ningún niño alcanzará su autorrealización si no aprendió a disfrutar un atardecer, el milagro de una flor que se vuelve fruto y el valor de la vida. Aunque te suene poético, es parte fundamental de una vida plena y feliz. Cuántos papás viven encerrados en la oficina para poder pagar una casa con jardín, pero jamás pueden sentarse en él a recibir la brisa fresca de la tarde. Cuántos creen que tienen éxito porque sus hijos van a las mejores escuelas, pero no pueden ir a disfrutar con ellos el torneo de futbol o el festival de primavera. Lo que debemos evitar es que los niños se vuelvan materialistas, que pierdan contacto con la naturaleza y que no tengan oportunidad de ir a un museo, de escuchar música y de pintar con los dedos. Que se la pasen frente al televisor y por ello pierdan la capacidad de ocupar su tiempo en algo original. Lo que debemos fomentar son las opciones de ver más allá de lo cotidiano. Conozco una familia que tiene una pequeña cabaña en el campo, sin televisor, ni teléfono y no los han necesitado. Aprendieron a divertirse juntando piedras de formas raras y pintándolas, también recogiendo frutos y tirándose por una pendiente de lodo. Ese aprendizaje es económico; cualquier domingo puedes salir al campo, observar a las hormigas trabajar corno locas, o ir a un museo. Tu ejemplo es la mejor clase para tus hijos. Si en tu casa se escucha música, se tienen lápices de colores o tiempo libre sin una pantalla enfrente, la sensibilidad de tus hijos saldrá a flote espontáneamente.
No hay mejor aprendizaje que la experiencia. Si dejas que tu hijos inventen, imaginen y experimenten personalmente, madurarán y tendrán más elementos para enfrentar la vida sin miedo porque aprenderán a aceptar sus errores. Además, si tú crees en tus hijos, ellos creerán en sí mismos.
Propicia que sus relaciones interpersonales sean buenas
Muchas veces he escuchado que una mujer se está "realizando en su vida personal", pero no le dirige la palabra a su esposo, está peleada con sus hermanos y no se entiende con sus hijos. No existe plena realización si tus relaciones interpersonales son de mala calidad. Tus hijos deben aprender desde pequeños a llevarse bien con los demás, a tolerar sus diferencias y a respetar otras opiniones. Lo que debemos evitar es que busquen la vía fácil y pasajera para alcanzar la aceptación. Estas vías se refieren a llamar la atención por ser el que peor se porta o el que dice la mejor broma mientras la maestra da la clase. Suelo decirles a los niños que es muy fácil salir en la primera plana del periódico y volverse famoso en un solo día. Basta con robar o exhibirse desnudo en una fuente de la ciudad, pero esta "fama" es negativa y pasajera y no tiene mérito, todo lo contrario. Lo importante es lograr que te acepten por lo que eres, por tus cualidades, por tus convicciones, porque respetas otras formas de pensar. Lo que debemos fomentar es que conozcan su impacto sobre los demás; que sepan el efecto que podría causar su conducta en otras personas y que no sólo piensen en lo que los otros causan en ellos. "Todos me molestan, están contra mí", decía Santiago de 7 años en una sesión. "¿Todos?", le pregunté. "Sí, todos menos tú". "Eso no es mérito mío, tú te has ganado mi cariño y respeto porque cuando vienes a trabajar respetas las reglas que te expliqué el primer día y cuando algo no te gusta me lo has hecho saber con palabras", le respondí. Explícale a tus hijos que su conducta determina la conducta de los de más. Pregúntale qué tan divertido sería tener un amigo que fuera igual que él.
Fuente: Revista Buenhogar - Ecuador, Septiembre 1998