Publicado en
agosto 19, 2012

Llamar la atención del público sobre los absurdos que se cometen en la sociedad es el primer paso para eliminarlos.
CompilaciónPICAPLEITOS VORACES
Aún no enterraban a Randall Dellefield, de 37 años, una de las 132 víctimas del accidente de un jet de USAir ocurrido en septiembre de 1994, cuando su esposa se vio en la necesidad de defenderse del acoso de un abogado que quería representarla a ella y a su hijo de siete años.
En Estados Unidos ha surgido un macabro ritual cuando ocurren desastres en los que mueren muchas personas: la loca carrera de los abogados para hacerse de clientes. Pero el accidente del avión de USAir, que parece haber dado lugar a una fuerte competencia, ha provocado no sólo resentimiento entre las familias de algunas víctimas, sino un debate entre abogados."Este asunto me parece repugnante", dijo Lee Kreindler, cuyo bufete se dedica desde hace mucho tiempo a representar a las víctimas de accidentes aéreos y a sus familiares. "Los abogados que van a importunar con su insistencia a los deudos de las víctimas me producen náusea. Se trata de una conducta muy poco profesional. Esta gente provoca que se vea a los abogados como charlatanes".Joseph Koon, de 31 años, hijo de un hombre que murió en el desastre, dijo que ha recibido cuatro o cinco llamadas telefónicas, y cuatro o cinco cartas y paquetes de abogados deseosos de representar a la familia."En realidad son buitres", dijo. "No se trata en este caso de la venta de un coche usado".—Benjamin Weiser, en el Post de WashingtonLA MAGNITUD DE LA CULPA
El verano de 1993, Beth Goode compró unos elegantes anteojos para el sol, que le costaron 200 dólares. Al día siguiente, mientras conducía su automóvil, vio de pronto junto a ella las luces rojas intermitentes de una motocicleta de la policía de tránsito. Detuvo su vehículo, y pensó, angustiada: Sé que no conducía con exceso de velocidad.
—Sus anteojos para el sol son ilegales —le informó el oficial, al tiempo que sacaba de un bolsillo de su uniforme una regla plegable y medía las gafas de Beth. Luego dijo—: Lo siento, pero exceden la norma por un centímetro y medio.Le impuso una multa de 28 dólares por violar el reglamento de tránsito del estado de California, que especifica que los anteojos para el sol con patas de más de un centímetro y medio de ancho "estorban la visión lateral".—Herb Caen, en el Chronicle de San FranciscoCONTRA TODA LÓGICA
Un detective de la policía de la Ciudad de Nueva York, que fue despedido por estafarle 70,000 dólares a una anciana viuda, había sido contratado pese a tener un historial de dos asaltos a mano armada cuando era adolescente. El departamento de policía tenía conocimiento de los robos que este hombre había cometido en dos taquillas del metro, pero aun así permitió que el aspirante a guardián del orden, William Folberg, ingresara en la corporación.
Robert Hughes, sargento jubilado de la Unidad de Investigación de Solicitantes (UIS), declaró: "El primer investigador lo rechazó, yo lo rechacé y el comandante lo rechazó". Pero la recomendación de todos ellos fue desechada por la Junta de Revisión de Candidatos, del departamento, que aceptó a Folberg porque había cometido los robos cuando tenía 17 años y, por tanto, entraba en la categoría de "delincuente juvenil".Esto disgustó tanto a un funcionario de la UIS que confrontó a una integrante de la junta de revisión. "Le recordé que el sujeto había atracado dos taquillas, y ella respondió: 'Bueno, tenía una pistola, pero nunca la utilizó. No hirió a nadie'".—Leonard Levitt, en el Newsday de Nueva YorkPAYASOS UNIFORMADOS
Michael y Miriam Hedges estaban aturdidos, casi en estado de choque, cuando entraron en el Hospital del Condado Cook, en Chicago, para estar con su hijo moribundo, Brendan. Al joven músico le habían disparado un tiro en un ojo el día anterior, por no entregar su bajo a un asaltante con la rapidez exigida. Ya los médicos les habían informado a los Hedges que su hijo, de 18 años, no tenía remedio.
"Nos dirigimos a la recepción y pedimos el número de la habitación de Brendan", dice Michael Hedges. "Estaba en el tercer piso, y la enfermera nos dio un pase para subir. Sólo funcionaba un ascensor, que iba atestado. El ascensorista estaba exigiendo los pases. Le mostré el nuestro, y él se volvió a Miriam y preguntó: '¿Y el de ella?"'Hedges le explicó al ascensorista que era su esposa, y que iban a visitar a su hijo moribundo. Pero el empleado no cedió. "Dijo que mi esposa tenía que tener su propio pase", relata Hedges. "Le dije que íbamos a ver a nuestro hijo, y que no nos saldríamos del ascensor. Entonces él respondió: `¡Conque esas tenemos! Voy a llamar a los encargados de seguridad'".Cuando apareció un oficial, Hedges trató de explicarle la situación. "Creo que entonces hice algo agresivo", dice. "Oprimí el botón del tercer piso, pero la puerta del ascensor no se cerró; el guardia montó en cólera y empezó a gritar". Aparecieron varios oficiales más.Arrojaron a la esposa de Hedges contra la pared, y a él lo esposaron y se lo llevaron a una oficina, en otro edificio. "Me tuvieron sentado en una silla durante un rato, y luego un teniente entró y me explicó: 'Tenemos normas y reglas, y si le permitiéramos a usted salirse con la suya, tendríamos que permitírselo a todo el mundo"'.Hedges dijo que lo entendía, pero que todo lo que él y su esposa pedían era un poco de compasión y sentido común."Entonces", dice Hedges, "[el teniente] dijo: 'Ustedes han estado haciendo payasadas por aquí desde las 11 de la mañana"'. Hedges no supo cómo interpretar esas palabras. Tratar de visitar a un hijo moribundo no es lo que él entiende por "hacer una payasada". Finalmente soltaron a los esposos, que de inmediato fueron a ver a su hijo.Al día siguiente, los Hedges autorizaron la donación de los órganos del joven, y se procedió a desconectarlo de los aparatos que hasta ese momento le habían dado vida artificial. Su hijo había muerto.Un portavoz del hospital asegura que se van a tomar medidas apropiadas para que no se repita lo que les ocurrió a los Hedges.Eso sería muy bueno. Deberían quitarles a los ascensoristas y a los guardias de seguridad las ganas de hacer payasadas.—Mike Royko, en el Tribune de ChicagoJUSTICIA PARA EL DEMONIO
Citando un caso similar, en el que otro juez escribió: "Debemos ser justos hasta con el diablo", el juez de distrito Edward Nottingham, de Denver, Colorado, dispuso en octubre de 1994 que, de acuerdo con la Primera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, los funcionarios de cierta prisión federal deben permitir a un secuestrador convicto que celebre "rituales de destrucción" satánicos. Robert James Howard, que cumple una sentencia de diez años, puede practicar el satanismo. Nottingham declaró inconstitucional una regla de la prisión que prohibía el culto al diablo.
Los oficiales del reclusorio habían argumentado que algunos de los materiales que Howard necesitaba —candeleros, un gong, un cáliz y un bastón corto de madera— representaban problemas de seguridad para la institución.Carl Raschke, profesor de religión y filosofía en la Universidad de Denver y autor de un libro sobre satanismo, dijo que los rituales de destrucción no deben .ser tomados a la ligera, porque "se llevan a cabo con la intención de matar. Creo que lo que el juez hizo en este caso fue un desatino".—AP