JOHN WAYNE BOBBITT, SIN CORTES
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julio 08, 2012
Correspondiente a la edición de Diciembre de 1995Por Jorge Enrique AdoumLa segunda vez que tuve vergüenza de mostrar mi pasaporte ecuatoriano (la primera fue en México, donde en el control de aduanas un oficial de policía sonrió haciendo alusión a la escena en la cual un Honorable diputado amenazaba con "mear" a otro Honorable, que el canal de televisión ECO había transmitido) fue en Madrid, en marzo de 1994, cuando el oficial de pasaportes, también sonriendo, se refirió al país donde los hombres "deben tener cuidado porque, si no, las mujeres se lo cortan". En enero de ese año yo había ido a Salinas, con dos escapadas a Guayaquil, para hacer la última corrección de un libro: tuve oportunidad de ver una marcha de mujeres de Bucay, encabezada por una cantante de hermosas piernas, que, cantando Romance de mi destino, arrojaban al Guayas sus pañuelos, en gesto de solidaridad con Lorena Gallo Coronel de Bobbitt, "la mujer del impulsivo tajo que [...] introdujo la palabra pene en la prensa diaria", según Pablo Cuvi. Esas mujeres prometieron "cortárselo" a diez norteamericanos por cada año de prisión que se impusiera a Lorena. Y, cuando fue absuelta, lejos de insistir en su inocencia -contra la cual conspiraba, según algunos editorialistas de Guayaquil, el hecho de ser, como resume Jaime Guevara, "rechazada por latina y humillada por mujer"-, algunas compatriotas declararon a la radio: "Las ecuatorianas hicimos temblar a la Corte de Justicia de los Estados Unidos". (Confieso que me alegré de que el oficial del aeropuerto de Barajas no las hubiera oído. Me alegró también no ser uno de los millones de norteamericanos que, siguiendo el proceso por televisión, protestaron porque un canal interrumpió la transmisión sólo para informar acerca de un acuerdo entre EUA y la ex URSS sobre armamento.)
Se habló de los miles de dólares que habrían propuesto a Lorena por la filmación de su vida o, por lo menos, de la escena que puso al Ecuador de actualidad en el mundo, rechazados por ella que prefirió seguir trabajando como manicura. De lo que poco se ha hablado es de la suerte corrida por el G.I. (abreviatura que designa por igual al soldado que a su equipo, ropa, cigarrillos o chicle) recosido.El periodista Brian Appleyard escribió, para el Sunday Times London, un reportaje tras seguirlo, acompañado de Aaron Gordon, su empresario -"Tengo el más increíble trabajo de baby-sitter de todos los Estados Unidos"-, durante 48 horas, en un recorrido por el centro comercial del Caesar's Palace, el lujosísimo hotel de Las Vegas. Y Martine Skopan lo tradujo para Marie Claire de septiembre de 1995.Según el autor, el hecho de haber corrido el riesgo de no poder volver a satisfacer a una mujer parece haber tenido como efecto recargar su libido al máximo, "caso único y patente de satiriasis, una exageración mórbida de los deseos sexuales, una secuela del desequilibrio mental causado por el shock de esa noche". Pero, de ser así, parecería que esa mutilación, y su consiguiente enmienda, atrae también a mujeres que no corrieron riesgo alguno. Cuenta Appleyard que una linda rubia en jeans se detiene junto a John: se dice "actriz", originaria de Santa Bárbara, pasa su aparato de fotos a Aaron y le pide fotografiarla con el ex G.I. Luego éste trata de "hacer un levante", "como cada vez que una hermosa rubia pasa a menos de veinte metros". Su técnica es rudimentaria, añade, pues se contenta con una serie de preguntas banales y abruptas, emite algunos monosílabos que son, tal vez, bromas. Esta vez no le resulta, pero la chica puede mostrar la foto a su familia, allá, en Santa Bárbara: "¡Adivinen a quién vi en Las Vegas! A John Wayne Bobbitt, ¡ustedes saben! El tipo a quien se lo cortaron..." (Este tipo ha calculado que entre la noche del 23 de junio de 1993, cuando Lorena se sirvió, para su venganza, de un cuchillo de cocina, ha tenido en dos años relaciones sexuales con 75 mujeres, lo cual no es un mal promedio, aunque entre ellas haya habido "locas, perversas y minusválidas". Actualmente le tienta la proposición de un cirujano de Beverly Hills que propone aumentar las dimensiones de su sexo en erección a fin de hacerlo pasar, dice él, "de veinte centímetros de largo a veintisiete y medio, y de siete de ancho a diez".) Algunas de las chicas con que se acuesta tratan de sacar dinero mediante acusaciones de paternidad, que son numerosas "lo que no extraña cuando se sabe que detesta utilizar preservativos". En Las Vegas conoció a Kristina Elliott, que posaba para Playboy. Haciéndose pasar por novia suya, intentó un proceso contra él por violencia. Un tribunal le impuso una pena de treinta días de prisión y le obligó, además, a seguir un tratamiento de control de la agresividad (¿la que denunció Lorena?).Gracias a su empresario, esa mutilación sexual se ha convertido en un magnífico negocio. Hace, en EUA, una gira con un espectáculo que comprende "un grupo de bailarinas, algunos números de music-hall y El Pene -el suyo- con una cicatriz de 360 grados." Ha actuado en un vídeo pornográfico, supuestamente un best seller del género, titulado John Wayne Bobbitt, sin cortes. Su paso por la televisión batió todos los récords de rating. Aaron prepara ahora el catálogo John Wayne Bobbitt de venta por correspondencia de gadgets para adultos.Como no hemos tenido el placer de ver su "obra maestra", el resumen lo hace el periodista. Comienza con una dramatización de la noche fatal, en Virginia. La muchacha que encarna a Lorena entra, armada de un cuchillo de cocina, que sostiene, curiosamente, a su espalda, hasta el punto de que la hoja se levanta, amenazante, entre sus nalgas enfundadas en encaje. "Tú tienes orgasmos, le dice a John medio dormido. Y yo, ¿qué tengo yo? Absolutamente nada. Te odio." Allí se corta la escena ("y no es un fácil juego de palabras") y luego se ve a Lorena alejarse en un auto por la noche, apretando el miembro en la mano que sostiene el volante. Baja el vidrio y lo arroja por la ventanilla. Hasta allí todo es, más o menos, conforme a la verdad. Pero a partir de ese punto el guión es obra de creación artística de Bobbitt. Para comenzar, el pene aterriza a los pies de Lemmy, el músico del grupo Motorhead, que quería aparecer en el filme. Detalle totalmente inventado pues era Robbi Johnson, un amigo que esa noche dormía en el sofá, quien lo llevó al hospital. Los cirujanos estaban a punto de coser ese vacío insólito en un varón, poniendo así fin a su vida sexual, cuando recibieron una llamada telefónica de la policía. Lorena había confesado todo e indicado el lugar donde se deshizo del miembro de su marido. Por increíble que parezca, la policía lo había encontrado (no hay que olvidar que se trata de un país superdesarrollado, sin perros hambrientos) y se disponía a llevarlo al hospital. Nueve horas y media después, dos cirujanos devolvían a John su virilidad.La película entra nuevamente en el plano de sus fantasmas sexuales con una escena en la que se deja seducir por una enfermera. "Es en ese momento cuando puede verse el objeto por primera vez. Tiene buen aspecto, aparte de la cicatriz roja e hinchada. Y John demuestra abundantemente que funciona, durante el resto del filme con una docena de chicas rellenas de silicona".John parece un simple de espíritu y de una inocencia anormal que desconcierta. (Un día, un presentador de una emisión de televisión en directo, se dirigió al público, poniéndolo por testigo: "Este tipo es completamente estúpido, ¿no les parece?"). Viste un T-shirt ajustado y un jean Versace. Con su formación de soldado norteamericano, de lo que se enorgullece –"Soy un héroe americano, un John Wayne. He sido formado para eso. Soy un verdadero guerrero entrenado en el combate. Puedo soportar los peores tratos. Estoy entrenado para morir."–, antes de aficionarse a la ropa elegante, hace un año, creía que Versace y Armani eran dos países del Tercer Mundo.Cuenta que, como marine, aprendió mucho sobre el Japón. Luego, sobre el aspecto de su vida que parece ser el único que interesa, que no ha salido mucho con chicas. "Algunas sí, claro, pero no mucho. Estaba muy ocupado. Cuando tenía cinco años una baby-sitter abusó de mí. Es ella quien me enseñó todo". Encontró a Lorena en septiembre de 1988 y se casaron en junio de 1989. Paradójicamente, fue él quien trataba de enseñarle los refinamientos de la pareja: "Ya había acumulado mucha experiencia en las relaciones hombre-mujer y trataba de explicarle cómo funciona. Pero era incapaz de comprender lo que yo decía porque ella era de un país extranjero".Mediante un documento que le hizo firmar, un abogado tiene la exclusividad sobre las ganancias futuras de John, en pago de los gastos del proceso: 320.000 dólares. De ahí que, pese a su condición de vedette, su negocio de pornografía no le ha producido prácticamente nada, fuera de sus vestidos Versace y de un Toyota Supra. Dice su empresario: "Todo el mundo sabe ahora que no tiene ningún porvenir en el mundo del espectáculo, todo el mundo excepto él. John es una víctima de su imaginación. El cuchillo de cocina lo echó al mundo turbio del sexo industrial y del dinero. Debería buscarse un empleo".Dice el periodista que las alusiones místicas ("yo he estudiado religión toda mi vida, conozco los grupos de oración, las asociaciones religiosas..."), las reminiscencias militares ("fui marine en Okinawa, en el Japón. Durante cuatro años...."), las citas de la Biblia de que está lleno su discurso, todo ello "parece un collage simbólico sobre la vida americana realizado por un demente".Y, recordando al presentador de televisión, rectifica: "No creo que estúpido sea la palabra justa. El representa otra cosa, un emblema, tal vez, de la fractura social, de la futilidad de nuestra existencia en esta era posmoderna. Pero ¿cómo hacérselo comprender a John?".(Olvidaba señalar, para dolor de algunos ecuatorianos y, sobre todo, de las mujeres de Bucay, que en el reportaje se indica, tras la fecha en que Lorena y Bobbitt se conocieron, que "ella es venezolana").