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junio 24, 2012

¿Podrías pensar, siquiera por un momento, que el amor a un hijo le pudiera hacer daño? Pues es posible, el amor excesivo se llama sobreprotección y es tan (o más) destructivo para el niño, como la falta de amor.
Por la psicóloga Julia Borbolla de Niño de RiveraSiempre se ha dicho, y con toda razón, que el amor materno es el amor por excelencia. Es incondicional, desinteresado y busca siempre el agrado del otro sin esperar nada a cambio. Si analizas el amor que sientes por tus hijos, seguramente encontrarás estas características. Los quieres sin que hayan hecho nada para ello, no esperas que te "traigan serenata" o te manden flores; ni siquiera esperas que ten den las gracias por todo lo que a diario haces por ellos. Sólo deseas que les vaya bien, que no les pase nada, en una palabra, que sean felices gracias a lo que tú puedas hacer. Sin embargo, muchas veces ese amor puede ser inmaduro o estar rodeado de conflictos no resueltos que hacen que tus hijos, en vez de llegar a la felicidad, reciban daños difíciles de reparar cuando son adultos. El amor que hace daño a los hijos se llama SOBREPROTECCION y podría definirse como "La aportación excesiva de cuidados que atosiga la evolución del potencial biológico y desvirtúa el desarrollo natural del niño". Es ese amor que no deja existir al que lo recibe. Es un cariño que bloquea, que no permite que la persona ponga nada de su parte para buscar su propio bienestar, sino que se lo proporciona todo (aparentemente) pues más adelante veremos que este amor es un muy incompleto.
Si piensas que este artículo no es para ti, puedes dejar de leerlo en este momento. Pero si te atreves a seguir con la lectura, te aseguro que descubrirás muchas conductas que sigues por amor y que le pueden estar haciendo daño a tus hijos.Cuando un bebé nace, se une con su madre de una manera tal, que el pequeño no es capaz de distinguir dónde termina su propia persona y dónde empieza la de su mamá. Existe entre ellos una unión muy profunda a la que se le llama: "Simbiosis natural". Esta unión se da intensamente y dura hasta los primeros dieciocho meses de vida. Pero cuando el niño ha cumplido sus primeros ocho meses, se empieza a dar cuenta de que su mamá es un ser distinto de él; surge entonces lo que llamamos "Angustia del octavo mes". Este es también un proceso natural en el cual el bebé ya no se va tan fácilmente con la tía o la vecina que lo quieren cargar y le da esa común "enfermedad de amor" llamada "mamitis". No quiere separarse de su mamá y llora con insistencia cuando se le pierde de vista. Este periodo marca el inicio del camino hacia la individualidad. Al cabo del tiempo, aunque la simbiosis con la madre persiste unos meses más, el niño va asimilando el hecho de separarse temporalmente de mamá y empezar a ser alguien independiente. Por lo tanto, la crisis de la "mamitis" comienza a descender.Muchos matrimonios me cuentan que no pueden salir a cenar si su hijo no está dormido porque de otra forma "no los deja salir". Muchas veces, por ahorrarles lágrimas a los hijos (o a ellas mismas) las mamás no enfrentan estos procesos de forma natural y salen "a escondidas" de la casa para evitar la escena de llanto. El hecho de jugar a las "escondidas" lo único que hace es reforzarle al niño la idea de su fragilidad e inseguridad. Le corrobora que de verdad, su mamá puede desaparecer en cualquier momento. Entonces, aunque ella no salga a ningún lado, sino simplemente con que se meta al baño, el niño comienza a llorar con angustia y desesperación y la "mamitis" se agudiza. Irónicamente, aquellos episodios dramáticos que la mamá buscaba evitar ahora se presentan sin cesar y ante la más mínima ausencia de ella, aunque sea dentro de la misma casa.EXISTEN TRES TIPOS BÁSICOS DE SOBREPROTECCION
FISICACarolina cuidaba a su pequeña Mariana con especial esmero. Ella misma había sufrido muchas alergias y resfriados cuando era niña y no quería que su hija pasara por lo mismo. De tal forma que la cubría muy bien antes de sacarla de la casa y no le permitía andar descalza aunque su cuarto estuviera alfombrado o fuera pleno verano. A pesar de todo, Mariana sufría de constantes resfriados y de tos frecuente. El medico le indicó a Carolina que la niña no tenía suficientes defensas naturales para enfrentar los leves enfriamientos. Por supuesto que no tenía defensas propias, su mamá le "prestaba" defensas artificiales. No obstante, ante el diagnóstico del médico, Carolina consideró que Mariana era una niña delicada que necesitaba "cuidados especiales". Fue muy triste presenciar cómo la pequeña se convirtió en un ser enfermizo.SOCIALSe refiere a la protección del medio ambiente y de los demás, dificultando la independencia. Es verdad que los pequeños llegan a un mundo de adultos, en donde todo está a "otra escala" y es muy difícil para ellos abrirse paso. Los padres de familia estamos presentes para ayudarlos en esto, pero no para recorrer por ellos los caminos que les corresponden.Cuando Erika, de 7 años, invitaba a una amiguita a jugar a su casa, ella debía ser el personaje principal de todos los juegos. Si jugaban a la tiendita Erika era la vendedora y si jugaban a la escuelita ella debía ser la maestra. Cuando alguna de las invitadas se oponía a esta regla, Erika no tenía más que llorar y Martha, su mamá, aparecía de inmediato para arreglar el asunto. Después de hablarle a las niñas sobre lo importante que era no pelear entre amiguitas, "negociaba", siempre a favor de su hija, y las cosas regresaban a la "normalidad". Martha no se daba cuenta de que lo que estaba haciendo era empeorar la situación para su propia hija, quien ya no quería ir a casa de nadie a jugar si su "abogada defensora" no estaba presente y se había vuelto voluntariosa y mandona. Muchas veces, el amor nos ciega y es difícil que aceptemos nuestra participación en lo que les sucede a nuestros hijos.Definitivamente es más difícil dejarlos madurar socialmente, que allanarles el camino. Además, resulta muy halagador que siempre nos necesiten.EMOCIONALSe refiere a la protección ante el sufrimiento en general y la fuerza para enfrentarlo cuando de presenta.La sobreprotección emocional se parece mucho a la social porque, por lo regular, son los demás los que nos hacen sufrir. Pero se distingue en que, más bien, se protege al niño de "los efectos" del sufrimiento.Nelly sabía que su hijo Jaime no tenía con quién jugar en el recreo. El mismo niño se encargaba de "recordárselo" todos los días a la salida del colegio. Ponía una carita triste y le relataba a su mamá cómo los niños lo agredían y nadie quería compartir el juego o el almuerzo con él. Si se lo hubieran permitido, la propia Nelly se hubiera puesto el uniforme de la escuela de Jaime. Se hubiera ido al patio del recreo todos los días a jugar con su hijito y de paso "darles su merecido a esos mocosos" (sobreprotección social). Pero como esto era imposible, para compensarlo le compraba todo lo que Jaimito quería en el momento que tan sólo lo insinuara. Jaime era un niño muy inteligente y una vez que se dio cuenta de los efectos que su propia soledad producían en su madre, hasta le agradó ser un solitario dentro de la escuela. Era como una forma de justificar y asegurarse los cuidados y la protección de su mamá. Podríamos decir que llegó a tenerse auto-compasión y a disfrutar de ello por un tiempo, pues cuando fue mayor, los cuidados de mamá y sus numerosas compras no compensaban su debilidad emocional.LA SOBREPROTECCION ES TAN DAÑINA COMO EL ABANDONO
Si bien un niño abandonado no puede sobrevivir, tampoco puede hacerlo uno sobreprotegido. Se ha visto que estos pequeños son después adultos conflictivos, dependientes e incapaces de "darse" a los demás, lo cual los hace infelices.
La sobreprotección impide dos procesos básicos en el niño:La capacidad de demoraEs decir, poder esperar para recibir algo que deseamos, ya sea una cosa (como un vaso de agua o un juguete) o una conducta, como un permiso o una caricia. Los niños muy cuidados no tienen que esperar por nada. Todo lo tienen aun antes de desearlo y por ello no aprenden a "esperar", y menos tienen ilusiones.Desgraciadamente, en la vida nadie te va a tratar tan bien como te tratan tus papás. Y cuando esto sucede sin haber tenido entrenamiento en casa, esperando a que mamá te atendiera después de tus hermanos o a que papá te hiciera caso después de terminar su trabajo, te resulta imposible tolerar la espera en una oficina o en cualquier otro ambiente. El niño sin capacidad de demora es tan demandante que provoca "miedo" en los demás por sus reacciones violentas. Es gritón, exigente y escandaloso cuando no se sale con la suya.Hoy en día, en que estamos en la era de "tener" en vez de "ser", hay muchos niños como los que describo pues además, sus padres compensan con cosas el tiempo que no les dedican y tienen sentimientos de culpa.Tolerancia a la frustraciónSe refiere a la fuerza para resistir la privación, ya sea obligada o voluntaria. No siempre obtenemos lo que queremos, por muy sobreprotegidos que nos tengan. Hay cosas o situaciones fuera de nuestro control, o del control de quien nos cuida, que debemos aceptar y tolerar. Mamá debe ayudarnos en este proceso, incluso causando pequeñas frustraciones en nosotros, que nos "entrenen" para las grandes frustraciones que la vida adulta nos reserva. Si un niño no experimenta el sufrimiento, aunque sea en breves dosis, no será capaz de manejarlo y superarlo. Lo cual es una carencia emocional grave. Conozco muchas señoras que son capaces de recorrer varias dulcerías hasta encontrarle a su niño la paleta que él quiere con el "conmovedor" argumento de: "Si no lo consiente su mamá...¿quién lo consentirá?". Sinceramente, creo que las mamás existimos más para formar y para educar que para consentir. Muchas veces, las carencias reales con las que nos tenemos que enfrentar nos ayudan a educar y crear tolerancia a las frustraciones. Por eso, yo creo que las crisis económicas en las familias, bien encauzadas, las ayudan a madurar y a crecer como seres humanos.Mi hijo adolescente consiguió un trabajo de pintor de techos cuando no pudimos darle el dinero para pagar su inscripción en la liga de béisbol juvenil.
Si mi esposo y yo hubiéramos tenido el dinero en ese momento, lo habríamos privado del placer de esperar por algo, de luchar por ello y darse cuenta de lo que es capaz. Todavía agradezco haber vivido esos momentos, aparentemente difíciles a nivel económico, pero que fueron sumamente enriquecedores a nivel emocional.Fuente: Revista BUENHOGAR, Noviembre 1997, Ecuador