EL INGENIOSO QUIJOTE DE LOS CONSUMIDORES
Publicado en
mayo 06, 2012

En la matrícula de su auto Pevsner lleva la palabra "justicia"
Donald Pevsner es un joven abogado que lucha sin tregua contra las raterías
Por William Buckley, hijoHAY UN puente de ferrocarril que cruza el río Hudson, a la altura de Poughkeepsie (Nueva York), que costó quién-sabe cuántos millones de dólares en el decenio de 1880. Está sin uso porque en 1974 se quemaron 240 metros de sus durmientes y estructuras. Sin duda, este viejo puente ofrece una de las vistas más hermosas del mundo. ¿Por qué no construir sobre él un hotel, un campo de recreo, casinos o tiendas?
¿Cosa de locos? De locos como Donald Pevsner, un abogado de Miami (Florida), de 36 años de edad y que al parecer dedica la mitad de su tiempo a hablar y el resto a escribir cartas. Es un perfecto descendiente de don Quijote, que, sin embargo, deja a veces los molinos de viento completamente arruinados. Ha descubierto el trazo de una vía férrea abandonada en una de las zonas campestres más bellas del estado de Nueva York, y está propugnando su rehabilitación. Tiene el plan de distribuir 20 millones de comidas gratuitas al año para los hambrientos, y es posible que lo logre. Hace pocos años se enfrentó solo contra toda la industria aérea de Estados Unidos —con sus centenares de abogados, cabilderos y ejecutivos—, y ganó. En la actualidad todos los que viajan en avión con lo que solía ser exceso de equipaje, sin pagar por él, se lo deben a Pevsner.En una de las últimas cartas que me ha enviado, dice: "Le anexo algunos recortes acerca de mis actividades sobre la aviación y sus pasajeros; tal vez le interesen". Donald Pevsner está loco por los aviones. Cuando niño, solía ir al aeropuerto sólo para verlos aterrizar. Anualmente Pevsner vuela cientos de horas en las líneas comerciales.Conocí a Donald en 1973, durante su cruzada contra el límite internacional de 20 kilos de equipaje. Según ese sistema, cualquier pasajero de la clase económica que llevara más del peso establecido debía pagar un fuerte recargo.Donald Pevsner llevó el caso directamente a la Junta de Aeronáutica Civil de Estados Unidos (CAB, por sus siglas en inglés). En audiencias que duraron tres días se enfrentó con 40 de los abogados mejor pagados de las empresas.En un artículo que acababa de publicar sobre esta situación, exponía: "Estaba en Roma registrándome en un vuelo de la TWA a Nueva York y llevaba cinco maletas. El empleado que revisó mi boleto me informó que tenía algo de sobrepeso en mi equipaje y me dio un comprobante para que lo firmara, en el que se indicaba que debía pagar 220 dólares. Hice algunos cálculos. El recargo por exceso de equipaje en un vuelo entre Roma y Nueva York es de unos 5,50 dólares por kilo. La compañía cobra por el pasaje de esa ruta 155 dólares; por lo tanto, si un pasajero pesa aproximadamente 70 kilos, pagará por cada uno de estos 2,20 dólares, es decir, 2,80 menos que por cada kilo de equipaje. Conviene más conseguir una maleta que tenga forma de un ser humano (buen mozo), comprar un pasaje extra y poner la maleta en el asiento. ¿Dónde están los cabilderos de las líneas aéreas que abogan por las reformas ?"Cierto cabildero se me presentó a través de una carta y a partir de entonces comencé a recibir boletines periódicos de Pevsner donde me informaba del avance en sus gestiones.En 1976, después de tres años y medio, la CAB falló en favor de Pevsner. "Todos los pasajeros de clase económica", escribí al celebrar la victoria, "podrán llevar una maleta con capacidad para tres trajes, otra con capacidad para dos y un maletín de tamaño corriente para cargar a bordo". Y las maletas que se registren podrán pesar hasta 32 kilos.Cuando Pevsner no está envuelto en alguna disputa con las empresas aéreas (hace unos meses lo eligieron presidente de una línea nueva que alquila aviones, CARIBJET, con base en Antigua, isla del Caribe), probablemente lo está con los ferrocarriles, entre los cuales el que más lo apasiona es el ramal de las montañas Catskill, en el sudeste del estado de Nueva York, perteneciente a la antigua red del ferrocarril Central de Pensilvania. Cuando hizo su primer viaje en esa línea tenía 18 años, recuerda: "Fue algo grandioso. Parte del terreno hacía evocar al campo noruego, parte al de Nueva Inglaterra". Entonces —1962— sólo corrían tres trenes semanales por esa línea. El servicio de carga, lo comprendió, estaba destinado a fracasar. ¿Podría revivirse la línea para los turistas que fueran a admirar el paisaje?Pevsner no se atribuye el mérito de la campaña subsiguiente para rehabilitar el ramal. Observa que los organismos locales hicieron el peso en la lucha, y dice con modestia : "Yo sólo fui el agente catalítico". Continúan los esfuerzos para lograr que el trayecto de Kingston a Bloomville vuelva a prestar servicios.En otra oportunidad escribe: "¿Algún comentario sobre mis ideas respecto del puente de Poughkeepsie?" Este puente es imponente (más de un kilómetro y medio de longitud, y es sólo unos nueve metros más bajo que el Golden Gate, o Puerta de Oro, de San Francisco), y las ideas que Pevsner escribe al respecto son: "Tiene el ancho suficiente para que se utilice como el Ponte Vecchio de Florencia. El acceso del público podría ser así: en la entrada occidental del puente se construiría un estacionamiento de automóviles con una pequeña estación de pasajeros, los cuales serían transportados al puente en un auto especial y llegarían hasta la parte más alta del puente en ascensores con paredes de cristal".Me comenta en otra nota: "La corporación de moteles aparentemente ha hecho reformas desde una carta que les envié a mediados de noviembre sobre la forma en que despojaban a sus clientes de 40 centavos de dólar a cambio de permitirles hacer llamadas telefónicas locales". Casualmente Pevsner descubrió este hecho al pernoctar en un motel de Carolina del Norte administrado por una compañía que llamaremos X. Cuando revisó su cuenta descubrió que le cobraban 40 centavos por algo no especificado. ¿Cuál era la razón del cargo? Por la posibilidad de hacer llamadas locales, fue la explicación del empleado.—¿Y si no hice ninguna llamada ?—Puede solicitar la devolución del dinero —replicó el empleado. Pevsner reclamó sus 40 centavos y escribió a los procuradores generales de todos los estados donde la empresa X tiene negocios, exigiéndoles que se terminara con esa medida. El estado de Carolina del Norte notificó a la corporación que el cargo debe ser parte de la tarifa anunciada por la habitación, o que deben dejar al cliente la alternativa de solicitar el servicio. Los otros estados lo están considerando. Sin duda, tendrán noticias de Pevsner.¿Por qué se complica Pevsner en estas cruzadas? "No me agradan las grandes injusticias", me dijo una vez, "pero me ofenden más que nada las raterías y me gusta pescar a los carteristas". Hizo una pausa para reflexionar sobre su preparación jurídica. "La mayoría de los que tienen mis conocimientos legales trabajan para las empresas a las que he desafiado, y yo creo que nivelo la balanza. Por otra parte", sonríe, "me encanta deshacer sus obras maestras de derecho".Este sentido del humor se refleja en todas sus acciones, desde la del puente de Poughkeepsie hasta la relativa a la industria de aviación. El mundo de Pevsner es emocionante, distinto y creador. Dejémoslo expresarse por última vez:"Le escribo sobre un proyecto que se me acaba de ocurrir: alrededor del cinco por ciento de las comidas y bocadillos que sirven en las líneas aéreas se pierden todos los años porque algunos pasajeros no las consumen. Las líneas aéreas ordenan los alimentos antes del despegue, según el número de personas que viajarán, pero las comidas que no se utilizan, por definición se desperdician. En Estados Unidos, debido a las estrictas normas y reglamentos del Gobierno, esas comidas deben destruirse al aterrizar el avión en el aeropuerto de destino. El total de alimentos que se pierden al año alcanza unos 20 millones de comidas, lo que significa una pérdida enorme e injustificada.""Me propongo ser el promotor de un programa destinado a donar a los necesitados en forma sistemática todas las comidas sobrantes al arribo de los aviones. Los problemas legales serán previstos con la firma de los donatarios en documentos donde se exonerará de responsabilidad a los donantes, en cuanto a los daños. Principio legal análogo al de las leyes llamadas del buen samaritano. Me parece que este plan es una perfecta solución para el desperdicio, que me preocupaba desde hace muchos años, particularmente en este aspecto crítico de las necesidades del ser humano".La receta de Pevsner es, en pocas palabras, descubrir un problema, sugerir una solución, estudiar las posibilidades prácticas y ser el agente catalítico. Palabra indispensable para un hombre indispensable.